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sábado, noviembre 28, 2009

El muerto resucitado de Plasencia 1: Antecedentes

En octubre de 1886,  la prensa de Madrid se hace eco de una noticia publicada en El Cantón Extremeño,  un periódico editado en Plasencia, provincia de Cáceres, que dedicaba todo el número para referir un suceso rodeado de intriga y misterio, bastante enrevesado, que se hizo muy popular y que dio mucho de qué hablar en años sucesivos. El fondo fundamental de la cuestión, como tantas veces, estaba en el reparto y derechos de una herencia. Se trata del sorprendente caso del muerto resucitado,  de Plasencia.
Hacia el mes de agosto de 1886 hace acto de presencia en la ciudad de Plasencia, un personaje procedente del manicomio de San Baudilio de Llobregat  cuya cédula personal lo identificaba con el nombre de Eugenio Santa Olalla Palomar. Otras personas lo identifican como Eustaquio Campo Barrado, quien supuestamente había fallecido años antes en aquél centro catalán. 
Vayamos a los antecedentes del caso.
Eustaquio Campo Barrado era hijo único de D. Rafael Eusebio García Campo y Ayala y  de Doña María Clotilde Barrado. La familia vivía en Plasencia y gozaba de una buena y respetable posición económica.



















Casa de los Campo Barrado en la calle del Rey de Plasencia

Dibujo de Juan Comba. La Ilustración Española y Americana (1888)


El 21 de marzo, Domingo de Ramos, de 1852, la madre desaparece. Según se cree, pudo suicidarse arrojándose al río Jerte, pero el caso es que su cuerpo nunca se encontró a pesar de rastrearse el río y ofrecer su marido recompensas a quienes encontrasen a la desaparecida.
El supuesto suicidio lo sería como consecuencia de la depresión que a la pobre mujer le entró al verse la cara picada de viruelas tras padecer esta enfermedad y lo corroboraba el hecho de que acompañándole en el paseo una doncella, al llegar a la altura del puente de San Lázaro, le había encargado un banal recado con el fin de quedarse sola. De vuelta del encargo, la sirvienta encontró una zapatilla de la señora junto al pretil del puente.
Al no aparecer el cuerpo, el pueblo fabuló y se propagó el rumor de que la infeliz dama sorprendió a su marido en un molino cercano cometiendo adulterio y que éste la había asesinado, procediendo a deshacerse del cuerpo del delito.
Más adelante, en el juicio que tuvo lugar en 1888, el abogado defensor de Eustaquio sostuvo que Doña Clotilde no se suicidó, sino que a causa de su estado mental fue conducida e internada con discreción en el manicomio de San Baudilio de Llobregat.
Cuando ocurre la desaparición de su madre, Eustaquio cuenta con doce años cumplidos.
Pasan más de diez años, el joven Eustaquio termina la carrera de abogado en la Universidad de Madrid y su padre contrae segundas nupcias con una mujer de 23 años, la misma edad que el recién licenciado. La nueva esposa, de nombre Francisca Belloso, es 30 años más joven que su marido y es sobrina de Manuel Prieto, un personaje que adquirirá cierto protagonismo en el futuro.
La boda disgusta profundamente a Eustaquio, de tal manera que es el desencadenante de agresivas actitudes de odio a su padre y crecientes episodios de enajenación mental.










Retrato de Eustaquio Campo Barrado con 23 años, según dibujo tomado de una fotografía de 1862.

Dibujo de Juan Comba. La Ilustración Española y Americana. (1888)





Dos hechos destacan en relación a la supuesta locura de Eustaquio Campo, el primero de ellos ocurre en Madrid, en 1864,  donde el infeliz, situado junto a la fuente de la Cibeles y vestido elegantemente, ofrecía agua con corrección y cortesía a todo  el que se le acercara, utilizando como recipiente un sombrero de copa .
Su padre lo trae de vuelta a Plasencia y aquí ocurre el siguiente episodio doloroso, ya que Eustaquio, encerrado en el jardín de la casa paterna, prende una gran hoguera a la que se arroja. Curado de las quemaduras, su padre lo ingresa en el manicomio de San Baudilio de Llobregat, el 28 de diciembre de 1865. Por entonces el joven Eustaquio cuenta con 26 años.
Pasa el tiempo, Eustaquio sigue recluido en el manicomio sin apreciarse mejoría en su locura y en 1874, su padre D. Rafael G. Campo fallece. Deja una fortuna en bienes muebles e inmuebles valorada en 578.551 pesetas, una respetable cifra para la época. Son herederos legítimos, su segunda esposa a la que además de los bienes gananciales, le corresponde el quinto de la legítima y el usufructo de la herencia total hasta que su hijo D. Eustaquio se encontrase en condiciones de administrarla. En caso de fallecimiento del hijo, continuaría usufructuando la herencia Doña Francisca, pasando luego a nueve herederos de las familias de Prieto y los Ayala. Como tutor y curador queda nombrado D. Manuel Prieto.





Plasencia: Ermita de San Lázaro y puente del mismo nombre, en cuyos alrededores desapareció Clotilde Barrado..






Pronto surgen las desavenencias entre los Prieto y los Ayala. Estos últimos reclaman que Eustaquio vuelva a Plasencia para comprobar su recuperación y si está capacitado para administrar su herencia. La joven madrastra y los Prieto se niegan y ambos bandos se enfrentan en pleitos.
Para defender sus intereses los Prieto eligen como abogado a D. Felipe Díaz de la Cruz, persona que gozaba de gran reputación y que hace proposición de matrimonio a la joven viuda, con la que se casa.
Después de sucesivas incidencias, el pleito se resuelve en favor de las pretensiones de los Prieto y del  nuevo marido de Francisca Belloso. Para mayor intriga, se rumorea que la joven madrasta era partidaria de que Eustaquio volviera a Plasencia.
Cuenta la prensa que los gastos de este pleito ascendieron a 20.000 duros, si bien en una carta enviada al periódico por D. Felipe Díaz de la Cruz, éste asegura que fueron únicamente 4.000.
El redactor de La Correspondencia que resume en la edición del 26/10/1866  lo relatado en El Cantón Extremeño, añade lo siguiente:
"El año de 1878, a los trece o catorce de estar en el manicomio el D. Eustaquio, ocurrió la siguiente escena:
Visitando el Sr. D. Felipe Diaz de la Cruz el establecimiento de San Baudilio de Llobregat, le dijo el director, doctor Pujadas:
-No va Vd. a conocer a D. Eustaquio. ¡Está muy desfigurado!.
El Sr. Díaz de la Cruz dicen que replicó:
-Le reconoceré tan pronto como le vea.
Y en efecto, al ir una galería adelante se fijó en un cuarto donde había tres o cuatro dementes, y el Sr. Díaz de la Cruz dijo señalando a uno:
-Ese, ese que tiene el traje claro y el sombrero de paja con alas anchas, ese es.
El doctor Pujadas asintió"
El año 1882  D. Felipe Díaz de la Cruz recibe un telegrama del administrador del manicomio de San Baudilio comunicándole el fallecimiento de D. Eustaquio. Viaja hacia dicho centro. el tutor del difunto, Sr. Prieto que cuando llega, se encuentra con que ya se había enterrado al finado. Manda colocar una lápida en el nicho y regresa a Plasencia, con la certificación en la que constaba que D. Eustaquio Campo Barrado había fallecido de una fiebre maligna.
El 21 de octubre de 1885 fallece Francisca Belloso y la herencia de Rafael Eusebio G. Campo se reparte entre los herederos nombrados por él.











Retrato de D. Felipe Díaz de la Cruz

Dibujo de Juan Comba. La Ilustración Española y Americana. (1888)





Hasta aquí los antecedentes del caso, que surge cuando hacia el mes de Agosto de 1886 corre por Plasencia el rumor de que el hijo de D. Rafael Eusebio Campo y de Doña Clotilde Barrado, no sólo no ha fallecido sino que se encuentra en la ciudad.
El supuesto Eustaquio Campo Barrado, no se llama así sino que atiende al nombre de Eugenio Santa Olalla y tiene el oficio de ebanista.  El cómo llega a Plasencia es bastante singular y según cuentan los periódicos se debió a la iniciativa e insistencia de una mujer llamada Concepción Somera.
Volvamos a La Correspondencia y a su número de 26/10/1886 donde en base a lo publicado en El Cantón Extremeño recoge lo siguiente :
"Dícese que una joven de Plasencia, llamada Concha Somera, que ha padecido accesos de enajenación mental, fue a buscar alivio a su dolencia al manicomio de San Baudilio, donde permaneció algún tiempo, reconociendo allí a D. Eustaquio. Dicha joven, completamente curada, regresó a Plasencia, y su primera visita la dedicó a los Ayala, con objeto de darles cuenta del muerto resucitado.
La familia acordó ponerse en camino para San Baudilio, donde dijo estaba el D. Eustaquio empleado en el manicomio y averiguar de este modo la certeza del suceso, comisionando para ello al honrado comerciante D. Fernando Heras García, sobrino político de D. José Ayala, encargándole todos se informara muy al por menor para no ser sorprendido y acompañándole también la Somera.
Lo que allí sucedió se ignora
Volvió el Sr. Heras García de su excursión y se ignora también lo que diría a la familia; lo cierto y ello es que al año, poco más o menos, volvió a salir con la Concha Somera, según se dice, y fue a Plasencia acompañado de un hombre, prematuramente viejo, que decía llamarse Eugenio Santa Olalla, que es a quien las gentes señalan como hijo de D. Rafael Eusebio Campo."
Sigue contando la prensa, que el recién llegado y un joven  que lo acompaña como supuesto hijo, se hospedaron primeramente en casa de D. José Ayala donde la Guardia Civil los identificó como Eugenio Santa Olalla y Marcelino Santa Olalla, respectivamente. Posteriormente se trasladaron a casa del Sr. Heras, donde trabajan en la carpintería de Concha Somera.
Describen al que se hace llamar Eugenio Santa Olalla, como una persona instruida, de aspecto tranquilo, que aparenta entre 44 y 48 años, de baja estatura y con una ligera cojera del pie derecho y estrabismo, los mismos defectos que tenía el verdadero Eustaquio Campo.
 Los ánimos debían estar revueltos en Plasencia, en base a las supuestas injusticias cometidas contra Eustaquio, para aprovecharse de su herencia terceras personas y todas las miradas iban en la dirección de D. Felipe Díaz de la Cruz, y el asunto se complica cuando el 17 de octubre de 1886 tiene lugar una  manifestación compuesta por unas doscientas personas, mujeres y chiquillos en su mayor parte, encabezados por un banderín dando vivas a D. Eustaquio y con el lema de "que le den lo que es suyo".
Respecto a la marcha, El Cantón Extremeño  relata lo siguiente:
"...Partió de la calle del Sol, donde vive el Eugenio Santa Olalla, siguió a la plaza, subió por la calle del Rey, y frente a la casa que fue de D. Rafael Eusebio Campo, que hoy habita D. Felipe Díaz de la Cruz, y allí se despacharon a su gusto, dando vivas y otras voces más significativas.
Al anochecer se disolvieron pacíficamente los manifestantes, oyéndose durante la noche vivas aislados en las calles y plazas de la ciudad.
El fiscal de aquélla Audiencia, Sr. Castellanos y el Juez de Instrucción entienden ya en este asunto, pues el Sr. Días de la Cruz ha presentado la oportuna denuncia."











Retrato de Concepción Somera y Alonso (Concha la Somera)

Dibujo de Juan Comba. La Ilustración Española y Americana. (1888)



Entre los grandes valedores y apoyos que tuvo Eustaquio Campo, además de Concha Somera y los Ayala, destacó el laborioso director de El Cantón Extremeño, D. Evaristo Pinto Sánchez, quién publica en su periódico:
"...que bajo su palabra de honor, está dispuesto a asegurar que el Eugenio Santa Olalla es el mismo D. Eustaquio Campo Barrado, a quien conoció desde la niñez, del que fue leal y consecuente amigo  y a quien ha reconocido con satisfacción, tras una larga época de amargura y sufrimiento."   
La denuncia presentada por D. Felipe Díaz de la Cruz, y motivada por la manifestación delante de su casa, da lugar a un proceso judicial cuyo sumario se irá ampliando en meses sucesivos y  que no hace sino perjudicar los intereses de Eustaquio Campo al adquirir el proceso, carácter de procedimiento criminal.
En las diligencias previas instruidas, declaran entre otras personas, las pertenecientes a la verdadera familia de Eustaquio Campo, los Ayala, quienes manifiestan rotundamente que la persona que está en Plasencia con el nombre de Eugenio Santa Olalla es el hijo de Rafael Eusebio G. Campo Ayala y que están dispuestos a restituirle los bienes suyos heredados.
La prensa liberal ataca a D.Felipe Díaz de la Cruz y éste demanda judicialmente los periódicos de Plasencia, El Teléfono y El Partido Liberal  que publican artículos relativos a su persona.
Pero, ¿Qué es de Eustaquio Campo Barrado?.
Los diarios cuentan que mantiene  absoluta reserva, que no sale de la casa donde vive y  que se atribuye su retraimiento a cierta coacción cuyo fundamento se ignora. Por las mismas fechas  circula por Plasencia el rumor de que habían llegado a la ciudad dos o tres forasteros con la intención de asesinarlo y que las autoridades estaban investigando. 
Los responsables del manicomio de San Baudilio de Llobregat, a los que el asunto toca  de lleno y no  los deja bien parados, reaccionan y en noviembre de 1886 el periódico El Diluvio de Barcelona publica:
"A propósito del "Muerto resucitado" que tanto apasiona a los plasentinos, el director del manicomio de San Baudilio nos ha pasado copia del comunicado que dirige al Cantón Extremeño.
De él se desprende que el verdadero don Eustaquio falleció realmente en 1882 en dicho manicomio conforme lo atestiguan dos antiguos empleados del establecimiento; que la joven que asegura haber tratado a D. Eustaquio en el manicomio, no pudo haber hecho tal, porque entró en el establecimiento después que D. Eustaquio había muerto; y finalmente que la persona que se hace pasar por D. Eustaquio es otro demente curado llamado Eugenio Santa Olalla, al cual indujo probablemente a entrar en el complot una señora que llegó a San Baudilio una mañana, hospedose en la hostería del pueblo, donde tuvo una entrevista con Santa Olalla. El director del manicomio dice que el tribunal podrá apreciar si el Eugenio, que había ejercido de carpintero en el establecimiento, es el Eustaquio, haciéndole preguntas sobre derecho, que el último había cursado, y también haciéndole inspeccionar la piel del cuerpo, en la que se han de notar señales de las grandes quemaduras que D. Eustaquio sufrió al echarse a la hoguera."
Entre las diligencias practicadas, se procede al reconocimiento del llamado Eugenio Santa Olalla, con el objeto de comprobar si las cicatrices que tiene corresponden a las quemaduras que sufrió en su día D. Eustaquio. De los cuatro médicos que lo examinan, tres encuentran perfecta identidad  y el cuarto, que curiosamente es el nombrado por D. Felipe Díaz de la Cruz, no las confirma.
En el mes de noviembre de 1886 el juez de instrucción encargado del caso, D. Sandalio González es trasladado con ascenso, lo que dará lugar a comentarios y recelos al respecto e incluso a una interpelación del diputado Sr. Cepeda en el Congreso de Diputados, formulada al ministro de Gracia y Justicia el 20/11/1866.








Retrato del supuesto Eustaquio Campo Barrado en 1886

Dibujo de Juan Comba. La Ilustración Española y Americana. (1888)





Como ya es hora de saber algo de la personalidad del verdadero Eugenio Santa Olalla, cuyo nombre ostenta el supuesto Eustaquio Campo Barrado, leamos lo que cuenta La Ilustración Española y Americana  en su número de 30/10/1988:
"Eugenio Santa Olalla y Palomar, hijo de Ignacio y Juliana, nació en Burgos el 14 de Noviembre de 1841; fue soldado en el primer regimiento de Ingenieros, cumpliendo sus años de servicio en 1867; se casó en Burgos en el año siguiente, tuvo dos hijos, perdió a su mujer, y poco después la razón, e ingresó primero en el hospital de San Juan de aquélla capital, y luego en el manicomio de Valladolid, donde permaneció hasta el día 4 de Abril de 1879, en que curado de la demencia, y calificado como soltero; vino a Madrid, y en el mismo año entró en el Hospital general, y segunda vez en 30 de Abril de 1880; en 10 de Octubre del mismo año, y en virtud de relación firmada por el Director del Hospital provincial de esta corte, fue admitido en el manicomio de San Baudilio de Llobregat un alineado llamado "Eugenio Santa Olalla, hijo de Ignacio y de Juliana, natural de Burgos, de treinta y siete años, viudo, jornalero"." 
Respecto al muchacho que acompaña a Eugenio-Eustaquio en su venida a Plasencia  y en condición de hijo suyo, se debe al hecho de que hacia 1882 y estando en el manicomio de San Baudilio recibe una carta desde Burgos, de una mujer llamada Eulalia Santa Olalla que dice ser hermana suya,  comunicándole que allí tenía un hijo en el hospicio y que debía recogerlo y educarlo. Viaja a Burgos, recoge al niño de unos 12 años de edad, de nombre Marcelino y viaja con él hasta San Baudilio de Llobregat, llevándoselo consigo cuando decide ir a Plasencia.
El día 11 de diciembre de 1886 prestan declaración ante el Juzgado especial dos antiguos compañeros de armas y profesión de Eugenio Santa Olalla. Su venida a Plasencia se debe a las gestiones llevadas a cabo por un comerciante, de nombre Mariano López, que al tener un hermano en Burgos, Martín López Villalaín, le encarga hacer gestiones para averiguar aspectos y antecedentes de Eugenio Santa Olalla. Como resultado de esas pesquisas consigue localizar a dos vecinos de Burgos, antiguos amigos y compañeros del investigado, a los que convence de ir a Plasencia, en una de las visitas a su hermano. Los recién llegados, de nombre Demetrio Borricón y Pedro Pérez visitan la casa de Fernando Heras, donde vive el que se hace llamar Eugenio Santa Olalla y tras examinarlo y hacerle varias preguntas, manifiestan que aunque se le parece, no es el mismo que ellos conocieron,...
"pues aquél no podía andar con la soltura que éste, ni era calvo y bizcaba mucho los ojos, mientras éste nada más que el izquierdo, ni tenía tampoco ninguna imperfección en los dedos pulgares, ni señal alguna en su cuerpo, pues se habían bañado juntos muchas veces.
El viernes, al ir a declarar el Santa Olalla o Campo Barrado, le vieron en la calle y se ratificaron en la opinión antes manifestada."  (La Iberia, 13/12/1866)
Estamos en 1887, y el día 21 de enero tienen lugar unos acontecimientos que vienen a complicar todo un poco más.
Llamado por el juez instructor, el 19 de enero llega a Plasencia procedente de Peñaranada, un tal Juan Alvarez, de profesión carpintero y que en tiempos pasados fue uno de los íntimos de la familia Campo, siendo él quien condujo a D. Eustaquio al manicomio de San Baudilio.
Dada la importancia del testigo y con el fin de que no tuviera  contacto con los partidarios del muerto, el juez manda un alguacil al alojamiento de Alvarez. El 20 se presenta ante el juez para prestar declaración y si ya estaba todo embarullado todavía se monta un lío mayor. Leamos lo que cuenta el diario La Iberia en su número de 24/01/1887:
"Llegada la hora de la declaración y reconocimiento, parece que el Alvarez manifestó que coincidían con D. Eustaquio Campo las señales del estrabismo, las ciciatrices de las quemaduras y del panadizo que sufrió en un dedo, la estatura y el timbre de la voz pero que no había encontrado parecido en el semblante; asombroso es como este rumor se propaló, y con él la suspicacia popular comenzó a dar cuerpo a la creencia de que la declaración de aquél había sido en todo contraria a los deseos de la generalidad.
Al día siguiente varios grupos de mujeres y hombres se reunieron ante la casa en que se hospedaba el declarante, protestando enérgicamente contra su conducta y dejando traslucir en sus manifestaciones que conceptuaban los dichos del mismo, resultado de sugestiones extrañas y no fiel reflejo de lo que su conciencia le dictaba, estas primeras manifestaciones de la opinión fueron paulatinamente adquiriendo eco y resonancia,.., y los grupos se aumentaron hasta el punto de hacer precisa la intervención de las autoridades gubernativas para despejar la Plaza Mayor y disolverlos, pues ya multitud de hombres se habían unido a los primeros manifestantes.
Al poco tiempo la Plaza Mayor estaba otra vez cuajada de vecinos, siendo ya estéril las gestiones que hicieron las autoridades locales para disolver los numerosos grupos que allí se formaron.
En esta situación permanecieron las cosas hasta un poco después de medio día, hora en que acercándose la salida del correo para Béjar, reclamó la autoridad referida el auxilio de la fuerza pública, y obtenido la Guardia Civil escoltó al testigo hasta la Administración de los coches; en este punto, por acentuarse cada vez más amenazadora la manifestación, aquélla autoridad reclamó la protección de más numerosa fuerza, y acudió en su virtud a aquél sitio la compañía de infantería en aquélla ciudad acantonada."
Como el mayoral de la diligencia se negaba a conducir el coche por temor a la muchedumbre, se acuerda que las fuerzas de orden conduzcan a Juan Alvarez fuera de la ciudad para que desde un punto remoto tome el transporte, pero una vez iniciada la comitiva el pueblo se indigna y llega a lanzar pedradas a la escolta que realiza entre quince y veinte disparos, hiriendo mortalmente a un comerciante de nombre Jaime Sagrera.

Vista de Plasencia hacia 1900 
Acuarela de Sir Edgar T.A. Wigram. Grabado de Alessrs Cad Hentschel, Ltd. 


Avanza el año 1887 y el sumario del proceso no termina de concluirse, la prensa de Plasencia muestra su desacuerdo con el retraso y así lo manifiesta en artículos, folletos y proclamas, en los que se deja traslucir influencias externas.

El 10 de julio de 1887, el periódico semanal de Plasencia, El Noticiero  publica, un extenso artículo del que forma parte el siguiente párrafo:
"La duración de ese proceso, dado el procedimiento criminal vigente, excita poderosamente la curiosidad de este pueblo, que no ve nada que se relacione con la política en el asunto Campo Barrado, ni tiene otro interés que el esclarecimiento de un hecho que no comprende ni se explica; es más ni aún sospecha que no se administre justicia, sino que uno y otro día ve a un hombre que cree reconocer y le ve sin personalidad civil, desheredado de los naturales y civiles derechos inherentes a todo ciudadano, y produce admiración que pasen días y noches sin saber quién es realmente, pues si para la conciencia pública es Campo Barrado, hay empero, sobradas razones para dudar, dada la partida de finado y la madurez con que los tribunales entienden en el asunto; y desearían los impacientes saber el fallo de la justicia, sin preocuparse del matiz político de nadie, ni tener en cuenta que éste sea blanco ni el otro negro."
El supuesto Eugenio Santa Olalla por fin reivindica el nombre de Eustaquio Campo Barrado y así firma en un comunicado suyo publicado en El Noticiero el 28/08/1887, manifestando su protesta por verse perseguido por mujeres y chiquillos.

Terminando el año 1887, el juez especial que entiende en la causa, decreta el procesamiento contra el que se decía Eugenio Santa Olalla y hoy usa el nombre de Eustaquio Campo Barrado, quedando en libertad provisional al haber satisfecho la fianza de 5000 pesetas.

El "malo de la historia", D. Felipe Díaz de la Cruz y Mazón, se querella a diestro y siniestro contra las publicaciones que publican sueltos y andanadas que le afectan, llegando a presentar denuncia contra el canónigo magistral de la catedral, D. Benigno Carral, por un artículo publicado el 29 de abril de 1888 en El Noticiero y que dará lugar a otro proceso. El propio D. Felipe Díaz de la Cruz, publica un extenso folleto para defenderse de las acusaciones e infundios que se publican sobre su persona y postular, que el que ahora se llama Eustaquio Campo Barrado es un farsante.

Por fin, a finales de Julio de 1888, se señala la fecha del 16 de octubre para la celebración del juicio oral en la causa de "el Muerto Resucitado" , despertando el interés de la prensa de ámbito nacional  que envía corresponsales a Plasencia.
Según el sumario instruido, al procesado de nombre Eugenio Santa Olalla según cédula personal, se le acusa en primer lugar, de delito consumado de usurpación de estado civil de Eugenio Santa Olalla Palomar, y en segundo lugar, de tentativa de usurpación de estado civil de otro, o sea de D. Eustaquio Campo Barrado; delitos comprendidos en al artículo 485 del Código Penal, por los que solicita diez años de prisión mayor para el primer delito y cuatro para el segundo.

El abogado defensor, D. Juan Fontán, solicita la libre absolución y que se le permita usar el nombre de Eustaquio Campo Barrado.
Para relatar el desarrollo del juicio me centro en lo publicado por el corresponsal de El País, habiendo crónicas de La Dinastía y de La Vanguardia de Barcelona y de los periódicos de Madrid, El Imparcial, La Correspondencia de España, La Época, La Iberia, etc.

1 comentario:

  1. Habiendo dispuesto de las Actas del juicio oral celebrado en 1888 en torno a la personalidad de aquel de quien decían que era Eustaquio Campos, muerto en el manicomio y vuelto a la luz de la mano de Concha Somera, he editado un estudio (formato ebook en descarga gratuita) donde se explican en detalle las circunstancias de aquel apasionante juicio, así como sus consecuencias.
    Descargable en:

    http://www.bubok.es/libros/250740/El-Muerto-Resucitado

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