El día 21 de septiembre, y en base al detallado inventario existente con fotografías, descripción y valoración de los objetos expuestos, se hace publica la relación de los elementos sustraídos, entre los que se encuentran un jarrón, vasos y copas de cristal. En total 18 piezas grandes. A estas piezas se añadirán otros 26 objetos o adornos de metales nobles, piedras preciosas y camafeos, que el autor o autores del hecho habrían extraído de los objetos expuestos en una segunda vitrina, y cuya sustracción se descubrió al día siguiente del primer hallazgo.
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Algunos de los objetos robados según el inventario catalogado del Museo Fuente: Foto Lacoste. Mundo Gráfico, 25/09/1918. BNE
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En los primeros días transcurridos desde el robo y ante la lógica reserva de policía y juez, la prensa recoge supuestos y rumores, en los que no quedan bien parados ni los miembros del Patronato del museo y sobre todo el director y subdirector, los pintores José Villegas y José Garnelo. Ambos serán muy criticados por tener dentro del museo sus propios estudios de pintura, lo que permitiría el acceso sin el debido control, de modelos, dependientes, personal externo y proveedores.
La rumorología popular hará de las suyas, y a ello colaborará el paso por la Dirección General de Seguridad de un variopinto grupo de personas. Además de los empleados del museo serán citados para declarar, anticuarios, joyeros, modelos de pintores, familiares de sospechosos, dependientes de los estudios de pintura, visitantes invitados, copistas, etc. Numerosos escritos anónimos llegaran a las dependencias policiales y juzgado.
El domingo 22, día de visita gratuita al Museo, se cierra al público y se personan en él, miembros del Patronato, el director y subdirector, el comisario-jefe Sr. Fernández Luna, acompañado de varios policías y agentes del gabinete antropométrico, que recogen y guardan en un maletín tres copas y otros objetos con huellas, para su análisis y cotejo.
Imagen tomada el día 22/09/1918 que aparece en el número de la revista Mundo Gráfico de ¿18/09/1918?, cuatro días antes de la toma de la foto. La única explicación que le encuentro
es que fuera añadida en una edición posterior. de la revista.
Fuente: Fotografía de Campúa. Mundo Gráfico, 18/09/1918. BNE
La colaboración entre el juez Sr. Ruz, y el comisario Sr. Fernández Luna, pronto dará resultados, y el día 24, un anticuario entrega la pieza de una de las copas desaparecidas y da las primeras pistas sobre el vendedor. Se practican numerosos registros en establecimientos y domicilios, y el día 26 aparecen más objetos y alhajas. Para entonces, y aunque ni policía ni juez confirman nada, los investigadores ya disponían de información sobre el posible vendedor de los objetos y principal sospechoso del robo, de nombre Rafael Coba, y en la noche del día 26 hacen comparecer a su novia Ascensión Rodríguez, quien dará nuevas pistas sobre su pareja.
Rafael Coba, de 28 años de edad y natural de la localidad cordobesa de Castro del Río, llegó a Madrid para hacer el servicio militar en el regimiento de ingenieros. Una vez licenciado, trabajó de escribiente en una notaría y tras fallecer el notario, entró en la compañía de tranvías como conductor, después de ese empleo y superar un examen, pasó a trabajar de celador o vigilante en el museo del Prado, puesto del que había sido despedido o marchado él, por faltar a sus obligaciones. Desde entonces, se dedicaba al juego.
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A la izquierda Ascensión Rodríguez, novia de Rafael Coba, el principal sospechoso del robo. (En el desarrollo del suceso a la mujer se la llamara indistintamente, Ascensión o Asunción) Fuente: Mundo Gráfico, 02/10/1918. BNE
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La información aportada por la mujer, permitirá a la policía seguir los pasos del sujeto, y unos agentes viajarán a Zaragoza en su busca, mientras que otra brigada se desplazará a la localidad de Maqueda (Toledo), donde vivían los padres de Ascensión y con el encargo de localizar un supuesto maletín con joyas del robo.
En Zaragoza, la policía no encuentra al fugitivo, aunque sí al socio con el que había viajado, primero a Valladolid y después a la ciudad aragonesa. El viaje de ambos individuos, tenía como finalidad montar un negocio ambulante de juego con una ruleta. Al no conseguir los permisos en la ciudad castellana, se trasladaron a Zaragoza para montar el tenderete en la feria. El socio, de nombre Francisco Jurado, dirá a los agentes que su amigo le había pedido prestado dinero y había desaparecido. La policía no considera a Jurado implicado en el robo, pero lo traslada a Madrid para prestar declaración.
Tras nuevas declaraciones de Ascensión Rodríguez y tres empleados del museo que mantenían relación de amistad con Rafael Coba, el día 28, el juez Ruz dicta autos de procesamiento contra Coba, junto con tres celadores del museo y Ascensión, ordenando su encarcelamiento, al tiempo que dicta orden de captura del sospechoso del robo.
El domingo 29 de septiembre, y puestos en duda los motivos de tráfico de objetos artísticos, que implicaría a personas de relieve, el robo deja de tener una cobertura significativa en la prensa que lo califica de "robo vulgar y grosero", (Heraldo de Madrid).
Al día siguiente, es publicado un manifiesto de un grupo de artistas, pidiendo al ministro de Instrucción Pública, "la inmediata destitución" del director y subdirector del Museo. Ambos cargos serán sustituidos antes de que acabe el año, por Aureliano de Beruete y Moret (hijo del pintor del mismo nombre), como director y por Fernando Alvarez de Sotomayor, como subdirector.
La detención
Tras seguir varias pistas por distintos puntos del país, la policía finalmente detiene el día 12 de octubre a Rafael Coba, que llegará a Madrid en la mañana del día siguiente. La detención se hará en las instalaciones de la mina "La Culebrina" situada en La Carolina (Jaén), y aunque en los periódicos se narra la detención adornada con aspectos novelescos, el padre del detenido, en una carta dirigida a los periódicos, aclarará que la detención no fue sino el resultado de un acuerdo de familia para que Rafael se entregara.
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Fuente: Mundo Gráfico, 16/10/1918. BNE |
En sus primeras declaraciones. el detenido negará ser autor del robo, aunque sí la persona que vendía las joyas y alhajas, pero para el día 15 la prensa publica que se ha declarado único ejecutor y relatado la manera en que accedía al interior del museo. También declarará que únicamente le interesaba el valor monetario de los adornos y metales preciosos de las piezas, y que algunos de los objetos robados, una vez despojados de pedrería y oro, los tiraba a las alcantarillas. El comisario Sr. Fernández Luna, pedirá al servicio municipal correspondiente que se revise la red de alcantarillado.
El día 22 de octubre, se practica la diligencia de cómo entraba al museo Rafael Coba. El diario La Correspondencia de España de 23/10/1918 publicaba lo siguiente:
El artículo seguía describiendo los pormenores de la diligencia practicada:
[...] Poco después de las diez llegó Coba en un coche de punto, acompañado del comisario jefe de la primera brigada Sr. Fernández Luna, un inspector y dos agentes.
El procesado se presentó risueño y satisfecho, como si, en vez de ser autor de un delito criminal, fuera el héroe de una acción noble.
En el patio de máquinas de la calefacción donde esperaban ya el juez y demás personas mencionadas, se permitió la entrada también a los periodistas y fotógrafos encargados de la información. [...]
[...]Momentos después de la llegada de Coba, empezó la diligencia de reconstitución del robo, llevándose a cabo en la forma que había descrito que la realizó el autor.
Se le ciñó al cuerpo un cinturón como los que llevan los bomberos, y desde la puerta de la verja, que como queda dicho, quedaba abierta por la noche, Coba, con gran aplomo y desembarazo penetró en las obras, cogió una escalera de mano, la adosó a la pared del patio de máquinas, y empalmándola con la de hierro fijada a la pared, trepó ágilmente hasta la puertecita de la claraboya, que abría con una ganzúa.
En seguida penetró en las salas, que, como por la noche, quedan abiertas para su ventilación, recorrió las que conducen a las vitrinas del tesoro del Delfín, y maniobró como lo hizo cuando cometió el robo.
Para abrir las vitrinas se valió de unas llaves de aluminio que se había fabricado él.[...]
[...]Antes de irse volvió a afirmar que no había tenido cómplices de ninguna clase, y que el robo sólo le ha producido poco más de 3000 pesetas, pues los plateros donde vendía el oro se aprovechaban y le pagaban mal los trozos del mismo.[...]
Fuente: Mundo Gráfico, 30/10/1918. BNE
Practicada la diligencia, el juez levantará la incomunicación del detenido el mismo día y un buen número de periódicos entrevistarán al ladrón confeso en la cárcel modelo, añadiendo nuevos datos sobre los motivos y forma en que cometió el robo. Ante todo declaraba, que quería poner de manifiesto que el delito lo cometió él solo, y no tuvo cómplices, que la necesidad de dinero y su deseo de vivir y vestir bien le llevaron a planear el pillaje, las copias de las llaves las hizo a partir de unos moldes de cera y que como empleado del museo conocía las rutinas de vigilancia y la hora más propicia. Había repetido la acción entre siete u ocho veces, la primera hacía más de 14 meses y la última en el mes de agosto pasado, cuando ya no era empleado del Museo.
A partir de esta fecha los periódicos dejan de publicar noticias sobre el caso. Otras informaciones más significativas ocupaban las páginas, como el final de la Primera Guerra Mundial y las negociaciones de paz, los coletazos de la epidemia de gripe, las huelgas y conflictividad social, y los continuos vaivenes del gobierno.
En enero de 1920, Ascensión Rodríguez contraerá matrimonio con Rafael Coba, en la cárcel de mujeres.
El juicio
Dos años después del robo, el lunes día 15 de noviembre de 1920, tendrá lugar la vista de la causa. Para el fiscal, Sr. Pérez Martín, los autores del delito son Rafael Coba y los celadores del Museo, Darío Fernández, Alejandro Varela y Félix Velloso. Como encubridores, acusa a la ya esposa de Coba, Ascensión Rodríguez y al platero Isidro Agruña, receptor de lo robado. Las penas solicitadas para los procesados, serán de 12 años y un día por cada uno de los hechos, cuatro meses y un día de arresto para Ascensión y seis meses y un día de arresto mayor, por cada uno de los 10 delitos para el joyero Agruña. Entre testigos y peritos, estaba previsto que declarasen unas 120 personas.
Entre la documentación de la causa, figura la tasación de los objetos sustraídos, realizada por peritos y en la que la valoración monetaria intrínseca parece muy inferior a la que se suponía.
Tasación en pesetas de los objetos sustraídos
Fuente: Heraldo de Madrid, 13/11/1920
Antes de la celebración de la, vista, Rafael Coba se había retractado de lo manifestado en sus declaraciones anteriores, y aunque reconocía ser quien trataba de vender los objetos, ahora decía que él sólo era el encargado de vender lo que un sujeto le proporcionaba. Apoyaba su nueva versión, haciendo referencia a una carta que le había enviado "su proveedor" cuando ya era el principal sospechoso. En esa carta, que terminaba con un, "Tranquilidad y suerte le desea su buen amigo, Pedro", se le pedía que a cambio de 50.000 pesetas, asumiese la culpabilidad y se inventara cómo accedía al Museo.
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-¿Tú, cómo crees que terminará ésto? - ¡Como todo! Al fin, Coba |
Fuente: El Imparcial, 19/11/1920. BNE
En el desarrollo de la vista, el principal procesado mantendrá con firmeza su inocencia como autor del robo, responsabilizando del delito a un supuesto Pedro Lara, en paradero desconocido, y reafirmándose como mero comisionista por su función de vendedor de lo robado, principalmente al joyero Isidro Agruña.
Tras las declaraciones de inculpados y testigos, el fiscal modificará sus conclusiones en el sentido de considerar los hechos como constitutivos de un sólo delito del que es autor Rafael Coba, y como encubridores, al resto de procesados.
Los abogados defensores mantienen sus conclusiones provisionales de inocencia, a excepción del defensor de Coba, el Sr. Ginés de Haro, que las cambia en el sentido de considerar a su defendido, únicamente como encubridor.
La estrategia de las defensa dará resultado y tras la celebración del juicio, que quedó visto para sentencia el sábado día 20 de la misma semana, el Jurado debió quedar convencido de los razonamientos de los abogados defensores, ya que a Rafael Coba únicamente se le condenó a seis meses de arresto, y dos meses por la parte de indemnización, y el resto de procesados quedaron absueltos. Todos fueron puestos en libertad, incluido Coba, por haber superado en prisión la condena impuesta.
A raíz de la sentencia, el humor popular acuñó la frase "lo hizo Pedro Lara" para explicar hechos sin un culpable cierto o para echar la culpa a una persona ficticia.
El redactor del periódico La Voz, que firmaba con el seudónimo de "UN ESPECTADOR" publicará un artículo sobre la sentencia cargado de ironía, en el número de 22/11/1920.
Fuentes:
Prensa:
La Correspondencia de España
El Fígaro
Heraldo de Madrid
El Imparcial
El Liberal
La Mañana
Mundo Gráfico
La Unión Ilustrada
La Voz
Web: