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martes, enero 31, 2023

Cronología de la Historia: 1808-9. Andalucía. Batalla de Bailén (cap. 11)

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1808-9 

Andalucía, del 24 de mayo al 24 de julio

El control de Andalucía era objetivo principal del emperador, y la captura de Cádiz elemento esencial para su política. Para conseguirlo, ordenó que un potente ejército se dirigiera a la zona. Entre el 23 y 24 de mayo, salieron con destino a Cádiz, tropas acantonadas en Toledo y alrededores al mando del general Dupont. Las fuerzas totales la componían unos 14.000 efectivos, con 10.250 infantes, de los cuales unos 2.400 eran guardias suizos al servicio de España, unos 2.900, coraceros y dragones a caballo, y entre 700-800 artilleros. 

Todavía no se habían producido levantamientos en las ciudades importantes, aunque empezaba a notarse el estado de agitación de la población. Dupont, alardeaba de su capacidad para cumplir el objetivo encomendado y fijaba el día en que ocuparía Cádiz. La marcha de sus tropas atravesó sin problemas La Mancha; al entrar en Sierra Morena, recibieron escasos disparos de partidas aisladas, y para el día 7 de junio llegaban al puente de Alcolea, a unos 10 km de Córdoba. Para entonces, Dupont era conocedor del levantamiento de Sevilla.

Ataque a convoy francés de suministros
Grabado de Histoire de l'Empire. Adolphe Thiers.
Source gallica.bnf.fr / BnF 

Batalla del puente de Alcolea y saqueo de Córdoba
En el puente, esperaba Pedro Agustín de Echevarri Sustacha, comandante de Córdoba, con unos 3.000 soldados regulares y un considerable número de paisanos, con los que pretendía impedir que los franceses cruzasen el Guadalquivir. Dispuso una batería de cañones en la embocadura del puente, protegida por fusileros, y todo el entorno del puente se llenó de civiles armados. El primer envite de las tropas imperiales fue rechazado, pero en las siguientes acometidas, los paisanos abandonaron sus puestos, y Echevarri tuvo que tocar a retirada, no sin antes contener al enemigo con la caballería, para retirarse lo más ordenadamente posible, y evitar que la artillería cayese en manos enemigas. Las pérdidas humanas fueron similares por ambos bandos y Echevarri únicamente perdió un cañón.  

Pero el combate había abierto la veda para las tropas napoleónicas. Córdoba iba a pagar las consecuencias. Los franceses llegan sobre las dos y media de la tarde a las puertas de la ciudad, que sus habitantes habían cerrado para ganar tiempo, y esperando negociar algún acuerdo. Estando en la Puerta Nueva, los invasores reciben disparos, a los que responden derribando la puerta a cañonazos, tras lo cual entran en la población, degollando a todos los habitantes que encuentran a su paso, asaltando edificios civiles y religiosos, robando todo lo que consideran, profanando los templos, saqueándolos, ultrajando y violando a las personas. 

Los soldados, tras conquistar cierto número de casas y matar a los insurrectos que las defendían, no tuvieron grandes escrúpulos en instalarse allí, haciendo uso de todos los derechos de la guerra. Al ver a los insurgentes que mataban, cargados de objetos, saquearon a su vez, pero más para comer y beber que para llenar sus mochilas. El calor era sofocante y sobre todo querían beber. Bajaron a las bodegas, llenas de los mejores vinos de España, desfondaron los toneles a golpes de fusil, e incluso varios se ahogaron en el vino derramado. Otros, completamente ebrios, sin respetar nada, mancillaban el nombre del ejército, arrojándose sobre las mujeres y haciéndolas padecer todo tipo de ultrajes. A. Thiers. Histoire de l'Empire.

El saqueo de Córdoba, fue uno de los actos de guerra más abominables, y llenó de vergüenza a las tropas de Napoleón por toda Europa.

Vista de Córdoba (aprox. 1840)
Obra de François Antoine Bossuet (1800-1889)
Fuente: Museo Bellas Artes de Córdoba
Dueño de la ciudad, Dupont establece el campamento fuera del recinto urbano, y prohíbe el saqueo indiscriminado de sus soldados; en su lugar, organiza un expolio metódico de los bienes y riquezas cordobeses. Según historiadores franceses, la codicia de Dupont, de sus mandos y soldados, sería una de las causas de la derrota de Bailén. 

Las tropas imperiales, permanecerán en Córdoba hasta el día 16 de junio. Para entonces, la rebelión ya había estallado por todo el país. La animadversión contra los invasores, agravada por sus crueles actos, el expolio de bienes y recursos, ponía a la población al límite de su existencia, malvivir o pelear, era la opción.

Escaramuzas, guerrillas y rebeldía de las poblaciones
La retaguardia de Dupont, en las tierras que había cruzado sin mayores problemas, conocería la desesperación de las gentes. Por todas partes se sucedían los episodios violentos contra los ocupantes. En Andújar, los civiles habían atacado el destacamento francés, asesinando a su comandante y varios soldados; en el Puerto del Rey de Despeñaperros, las partidas armadas capturaron varios convoyes, masacrando a todos sus componentes, incluyendo al general René; en la villa de Montoro, los paisanos asaltaron el puesto para fabricar pan que había montado la intendencia francesa, degollando a quienes pudieron y cometiendo crueldades con algunos soldados. Antes de estos hechos, el 5 de junio, en Santa Cruz de Mudela, donde los franceses habían almacenado provisiones, sus habitantes habían atacado el destacamento que las custodiaba, matando a los soldados que no pudieron escapar. Los fugados, intentaron pasar por Valdepeñas, impidiéndolo sus vecinos, por lo que se retiraron a un punto, en espera de refuerzos; el día 6, llega desde Manzanares el general Liger-Belair, con 600 hombres; reagrupados, los franceses deciden castigar a los vecinos que, a su vez, deciden defenderse:
Es Valdepeñas, población rica de 3.000 vecinos, asentada en los llanos de la Mancha, y a la que dan celebridad sus afamados vinos. Atraviésala por medio la calle llamada Real, tránsito de los que viajan de Castilla a Andalucía, y la cual tiene de largo cerca de un cuarto de legua. Aprovechándose de su extensión, dispusieronla los habitantes de modo que en ella se entorpeciese la marcha de los franceses. La cubrieron con arena, esparciendo debajo clavos y agudos hierros; de trecho en trecho y disimuladamente ataron maromas a las rejas, cerraron y atrancaron las puertas de las casas, y embarazaron las callejuelas que salían a la principal avenida... Historia del Levantamiento, Guerra y Revolución de España. Conde de Toreno.

Valdepeñas: Contienda del Seis de Junio
Obra de Carlos Isidro Muñoz de la Espada
Fuente: Web Carlos Isidro

Sigue contando el conde de Toreno, que los franceses envían por delante una avanzada de exploración, los caballos tropiezan y caen, los vecinos disparan a los jinetes y les tiran piedras, ladrillos, aceite y agua hirviendo; el general Liger-Belair, acomete por los lados de la población, incendiando casas y matando a los vecinos que encuentra a su paso. Para impedir que siguiera la matanza y destrucción, el alcalde mayor, Francisco María Osorio arriesga entrevistarse con el general francés quien, temiendo por los suyos, escucha al alcalde y acuerdan cesar los enfrentamientos. Escarmentadas, las tropas francesas retrocederán hasta Madridejos.    

Mientras, la Junta de Sevilla había continuado con su política de pedir a la población que, prosiguiera con las hostilidades al invasor, al tiempo que procuraba organizar un ejército numeroso y capaz. A las organizadas tropas del Campo de Gibraltar, al mando del general Castaños, las de la guarnición de Cádiz, y las procedentes de batallones dispersos que se iban uniendo, se habían incorporado miles de voluntarios, a los que se intentaba formar en la disciplina militar, en la zona de Utrera

Conocedor Dupont de los peligros que le acechaban, había solicitado refuerzos a Murat, y detenido su avance, retrocediendo hasta Andújar, donde llegó el día 19 de junio. Por el camino fue testigo de la venganza de los cordobeses, al encontrar cadáveres de soldados napoleónicos en la ruta. Al día siguiente, envío a Jaén un destacamento de tropas al mando del capitán Baste, para proveerse de víveres, y cometer todo tipo de crueldades, desvalijando a la ciudad, y engrosar el botín de guerra.

La noticia de los graves acontecimientos que se sucedían por toda la nación, causaba inquietud y zozobra en la Junta de Madrid, cuyos miembros colaboraban con los invasores. Para colmo de sus desgracias, Murat, su principal soporte, cayó enfermo, víctima del llamado cólico de Madrid, aunque también se sospechaba de su interés por abandonar España, una vez que sus esperanzas de ocupar el trono como rey, se habían esfumado.      

Murat abandonó Madrid, para reunirse con Napoleón en Bayona y recuperarse en un balneario. El emperador nombró para sustituirle al general Savary, hombre de su confianza, pero con un perfil más de agente secreto que de militar, por lo que sus decisiones militares debía corroborarlas otro militar más veterano, el general Belliard. Su nombramiento no fue bien recibido por los altos mandos franceses.

Una de las primeras medidas que tomó Savary, recién llegado a Madrid el 15 de junio, fue enviar refuerzos a Dupont. El día 19 partieron de Toledo, unos 7.000 militares y 12 cañones, bajo el mando del general Vedel; por el camino se le fueron sumando los destacamentos de los generales Roize y Liger-Belair. El día 26 aparecen en Despeñaperros, cuyo paso estaba vigilado por un destacamento español, mandado por el teniente coronel Pedro Valdecañas, que no consiguió impedir el paso de las tropas francesas.

Batalla de Bailén
La llegada de refuerzos franceses hacia Andalucía, decidió a la Junta de Sevilla plantear batalla y atacarles. No era ese el parecer del general Castaños, que consideraba esencial el seguir un tiempo más con la instrucción de los voluntarios, que de manera continua llegaban a las campas de Utrera y Carmona. Pero finalmente, prevaleció la opinión de la Junta, y se dispuso un ejército compuesto por tres divisiones, un cuerpo de reserva y varias compañías auxiliares agregadas. El total del contingente alcanzaría más de 27.000 hombres a pie y unos 2.300 jinetes. El 1 de julio, iniciaron el avance por la margen izquierda del río Guadalquivir.

Zona de operaciones (clicar para agrandar)
En color, el río Guadalquivir y el arroyo Escobar 
Atlas Geográfico de España...(1790?)
Matías López de Vargas (1730-1802)
Fuente: Biblioteca del Banco de España

Al frente de las divisiones españolas estaban: Teodoro Reding, con las fuerzas de Granada y la 1ª división; Antoine de Malet, marqués de Coupigny al frente de la segunda; Félix Jones Rooth mandaba la tercera división a la que estaba agregada la de reserva del teniente general Manuel de la Peña, y el mando conjunto lo ostentaba Francisco Javier Castaños Aragorri, comandante en jefe del ejército de Andalucía.

Por su parte, el mariscal Dupont había conseguido congregar un ejército, compuesto por la división Barbou con 5.900 soldados; la división Frere con unos 2.300 hombres, la división Vedel con 5.200; la división Gobert con 6.500 componentes, y la división Frescia con 2.400 militares que, junto con unos 1.800 efectivos de tropas suizas, formarían un conjunto de más 24.000 hombres a pie, a caballo, y artilleros. Viendo que era arriesgado avanzar, Dupont permaneció en Andújar y envió al general Vedel a proteger los pasos de sierra Morena, en su retaguardia.

Theodor Reding von Biberegg (1177-1809)
Cuadro de José Aparicio Inglada
Fuente: Museo del Prado

El día 11, los mandos españoles celebraron una reunión de estado mayor en Porcuna, para tratar sobre el plan de ataque. Reding, cruzaría el Guadalquivir para dirigirse a Bailén, resguardado por el marqués de Coupigny. Castaños, avanzaría con la tercera división y la de reserva y atacaría de frente al enemigo, que sería acometido por su flanco derecho por las tropas ligeras y cuerpos francos de Juan de la Cruz. El día 13, comenzó el cumplimiento del plan.

Los días siguientes se produjeron enfrentamientos y escaramuzas entre los adversarios, destacando la acción del día 16, llevada a buen término por el general Reding, que consiguió cruzar el río por el vado del Rincón, obligando al general Liger-Belair a desalojar  Mengíbar, y retirarse  en dirección a Bailén, donde el general Gobert, que acudía en su ayuda, recibió un disparo que le costó la vida.

La muerte de Gobert, el avistamiento de las numerosas tropas españolas, las noticias con el fracaso en la toma de Valencia, la continua pérdida de hombres, la acumulación de heridos y enfermos, más los efectos del calor en el agobiante valle del Guadalquivir, con los soldados sedientos, empezaban a causar efecto en el ánimo de los militares napoleónicos. Dupont y los suyos pensaban más en retroceder que seguir avanzando. Las fuerzas del Liger-Belair y del general Doufour, que había sustituido a Gobert, se dirigieron hacia La Carolina y Santa Elena, para asegurar los pasos de Sierra Morena, uniéndoseles el general Vedel.

El día 18, Reding y Coupigny entran en Bailén, desde cuyo lugar y de acuerdo con el plan trazado con Castaños, debían atacar la retaguardia de Dupont, mientras aquél arremetería frontalmente a las fuerzas francesas. Pero el mariscal francés no se sentía seguro en Andújar, las divisiones de Castaños se acercaban y cañoneaban sus posiciones. Decide evacuar el campamento, dejando atrás los heridos graves, y tras obstaculizar el puente e inutilizar las defensas que había construido, comienza la retirada al atardecer, evitando las horas fuertes de calor, y cargado con el inmenso botín capturado en los saqueos y rapiñas*. A pesar del sigilo con que se realizaba el avance, Dupont fue hostigado en su avance por las tropas ligeras de Juan de la Cruz, que se habían adelantado respecto el ejército de Castaños.

*Un testigo ocular no tuvo reparo en escribir "este pequeño ejército llevaba más equipajes que un ejército de 150.000 hombres. Simples capitanes transportaban carromatos con cuatro mulas. Había al menos cincuenta carros por batallón; eran los despojos de la ciudad de Córdoba...". Guerre d'Espagne. Capitulation de Baylen. Lt. Colonel Clerc.

La salida de Dupont, había alterado los planes de los españoles, la retaguardia francesa se había convertido en la vanguardia y viceversa. Reding y Coupigny, pernoctaban en una almazara junto al camino de Andújar, y al escuchar disparos les sorprendió la proximidad de Dupont. Era necesario replantear el plan de ataque. El general retirado, D. Francisco J. Venegas de Saavedra, fue el encargado de entretener las primeras tropas francesas, mientras Reding y Coupigny reorganizaban las suyas.

Esquema del campo de operaciones de la batalla de Bailén
Atlas de la guerra de la Independencia. José Gómez de Arteche
Fuente: Biblioteca Virtual de Defensa

El grueso de las tropas napoleónicas avanzó, y cruzó el puente del Rumblar hasta quedar a unos 2 km de Bailén, y sobre las 4 de la madrugada del día 19, empezaron los combates. Con la táctica habitual, las fuerzas imperiales atacaron vigorosamente por el lado donde estaba Coupigny; rechazando la acometida, los soldados de los regimientos de Bujalance, Ciudad Real, Trujillo, Cuenca, Zapadores, guardias walonas y el regimiento España de caballería. Reagrupadas sus fuerzas, Dupont recuperó parte del terreno desalojado y mando atacar contra el centro y flanco derecho, donde estaban los soldados de Pedro Grimarest que, flaqueando, fueron auxiliados por las fuerzas de Francisco Venegas. Una y otra vez fueron repelidos los intentos franceses, al tiempo que la efectiva artillería española rompía la del enemigo. A media mañana, el cansancio y la sed producían un gran desgaste entre los combatientes*.

*La sed causada por el intenso calor era tanta que nada disputaron los combatientes con mayor encarnizamiento como el apoderarse, ya unos y otros, de una noria sita más abajo de la almazara antes mencionada. Historia del Levantamiento, Guerra y Revolución de España. Conde de Toreno.

Poco después del mediodía, Dupont determinó una acción que debía ser decisoria; con todos sus generales se puso al frente de las columnas, y arremetieron con furia a las tropas españolas, con especial empeño en romperlas por el centro, donde estaban Reding y el general Abadía. El ardor y arrojo de unos se estrelló contra la bravura y constancia de otros. Un último intento de los afamados marinos de la guardia, en columna, arropados por los restos de la caballería imperial, también fracasó. Agotados los combatientes, tras más de 8 horas de enfrentamientos, y no viendo salida, Dupont propuso una suspensión de los combates que fue aceptada por Reding.

Las noticias de la salida de Dupont de Andújar, habían llegado tarde a Castaños, y hasta la misma mañana del día 19, no ordenó el avance de la tercera división reforzada, al mando de Manuel de la Peña, que debía alcanzar a los franceses. Para ganar en rapidez, artillería y caballería avanzarían por el camino real, y la infantería por los flancos. El general en jefe, estableció el puesto de mando en una casa de postas, a medio camino entre Andújar y Bailén, con parte de la división de reserva.

Episodio de la batalla de Bailén
Cuadro de Ricardo Balaca y Orejas Canseco (1844-1880)
Fuente: Museo del Prado

Peña y los suyos llegaron a las proximidades de Bailén, sobre las 2 de la tarde, y conforme lo acordado, hicieron cuatro disparos de cañón para avisar a Reding. La proximidad de estas tropas por su retaguardia, posiblemente sirvió para reforzar la decisión francesa de pedir el cese de las armas. Conocida la tregua, Peña, que estaba dispuesto a atacar, recibirá la orden de no continuar su avance*.

*Es justo mencionar el apoyo que hombres, mujeres, niños y clérigos de la comarca de Bailén, brindaron a los soldados españoles, aportándoles víveres y sobre todo líquidos con los que aplacar la sed,  en un tórrido mes de julio, sin olvidar la ayuda en la atención  a los heridos, auxilios a la artillería y al resto de fuerzas. Tras la capitulación francesa, los habitantes todavía tendrían que prestar su concurso a unos y otros. Transcribo un pasaje de un texto publicado en 1814, escrito por un contemporáneo de los hechos: 

"La Justicia y Vecinos acudieron al socorro y suministro de ambos Exércitos el tiempo que duró la capitulación y entrega,...Parece increíble que en tan corto recinto pudiese subsistir tanta gente y caballos. Los pozos se agotaron, y la población quedó inmunda y asquerosa, con una plaga de moscas que cubría el sol; las calles y casas llenas de estiércol, caballos muertos y despojos de reces; y los campos sembrados de cadáveres y caballos que habían fenecido en la batalla: y como la capitulación y entrega de los enemigos duró cuatro días, la estación tan calorosa lo había todo corrompido, y exhalaba una fetidez insufrible que permaneció por mucho tiempo, de que se temió una epidemia". Descripción de la batalla de Baylen y auxilios que en ella dieron los vecinos. Antonio José Carrero.

Por su parte, el general Vedel, se había quedado en La Carolina, tras dejar algunos batallones y compañías en Santa Elena y los pasos de Despeñaperros. Al escuchar los cañonazos que venían de la zona de Bailén se puso en marcha, pero al cesar éstos, aprovechó para acampar en Guarromán y dar el rancho a la tropa. Reiniciada la marcha, sin tener noticia de los combates, llegarán sobre las cinco de la tarde a las proximidades de los combatientes, cuando ya estaba pactado el alto el fuego.

Reding conocía los movimientos de Vedel, y había reforzado las tropas que guardaban el camino de entrada en Bailén desde la Sierra. A un lado, en un cerro donde había una ermita a San Cristóbal, se emplazó un contingente, y al otro lado del camino, en un cerro llamado del Ahorcado, quedó emplazado otro grupo de tropas con dos piezas de cañón

Al aparecer la vanguardia de tropas francesas, dos oficiales españoles comunican al general francés el armisticio acordado cuatro horas antes. Desconfiando de lo que le dicen, Vedel envía a su ayudante de campo, Meunier, para confirmar la sorprendente noticia, dando un cuarto de hora para su regreso, tras lo cual atacaría. Meunier llega a la posición de Reding y se muestra incrédulo y altanero; Reding le propone que se llegue donde el general Dupont, para que le confirmen la situación.

Al no regresar el emisario en el tiempo señalado, y temiendo haber sido objeto de un engaño, Vedel manda formar dos columnas y acomete las dos alturas que guardaban el camino. La columna de la izquierda, no encuentra resistencia en el cerro del Ahorcado, y hace prisioneros a los españoles que confiados en la tregua se entregan. La columna de la derecha tardó más en subir al cerro de la ermita, por lo que, viendo lo que había pasado en la otra posición, Reding había ordenado reforzar el puesto, con el regimiento de Ordenes Militares y los granaderos de Jaén, que bajo el mando del coronel Francisco de Paula Soler, repelieron la acometida francesa. Dispuesto Vedel a acabar con la resistencia, atacó en persona, debiendo interrumpir el ataque, al recibir la orden de su general en jefe de no emprender ninguna acción ofensiva. 

Informado el general español de lo acecido en los dos cerros, hizo saber a Dupont que sus tropas pasarían a cuchillo a todos los soldados de la división Barbou, a los que mantenían acorralados, si Vedel no liberaba a los prisioneros y devolvía los dos cañones capturados. El mariscal, hizo llegar un escrito con ambas exigencias, pero al mismo tiempo y por medio del emisario enviado, comunicaba a Vedel otra orden verbal para incumplirlas. El tiempo pasaba y no había avances. El atrevido capitán Baste, conseguía pasar las líneas españolas e intermediaba entre Dupont y Vedel, para intentar una acción que sorprendiera a los españoles y conseguir salir de Bailén, aunque hubiera que dejar atrás los equipajes, enfermos y heridos. Pero Dupont, conocía el estado de sus tropas y él mismo, enfermo de disentería, no estaba en condiciones de entablar batalla. Vedel podía retroceder y escapar del alcance del enemigo.

El general Francisco Javier Castaños (1758-1852)
Obra de José Aparicio Inglada (1770-1838)
 Fuente: Museo del Prado
Los historiadores y estudiosos del desarrollo de la batalla de Bailén, hablan de dos hechos insólitos, uno en cada bando y que, de no haberse producido, habrían alterado el resultado de los combates. Por una parte, la lentitud en el avance del ejército de Castaños*, primero hasta Andújar y después hasta las proximidades de Bailén, y por parte de la división de Vedel, la tardanza en llegar hasta la zona de los combates. 

*La participación y actuación del general Castaños en el desarrollo de los hechos ha sido muy cuestionada por historiadores y militares. La intervención directa de sus fuerzas en la batalla, fue limitada. Teodoro Reding fue el verdadero hacedor de la victoria junto con el marqués de Coupigny, Félix Jones Rooth, y las tropas al mando. Para mayor controversia, las fuerzas francesas derrotadas, desfilaron y depusieron sus armas delante de las tropas de Castaños, en lugar de hacerlo frente a las fuerzas españolas que habían combatido en primera línea de la batalla.

La capitulación
Para negociar la tregua, Dupont mandó al capitán de su estado mayor, Villotreys con dos propuestas, la demanda de suspender las armas fue aceptada provisionalmente, por Reding, pero no podía acceder a la petición de dejarles retirarse hacia Madrid, con todos sus pertrechos, ya que era una decisión a tomar por su comandante en jefe. Todavía pasarían horas sin acordarse las condiciones de la capitulación, tiempo en el que todavía los generales franceses pensarían en revertir la situación, pero a la vista de la precaria situación en que se encontraban las tropas de Barbour, finalmente Dupont comisiona al general Gobert para negociar con Castaños unas condiciones lo más honrosas posibles. Una de esas condiciones por parte francesa, era el permitir la retirada de las tropas de Vedel, petición a la que podría haber accedido Castaños. 
La rendición de Bailén
José Casado del Alisal (1832-1886)
Fuente: Museo del Prado
Bien fuera por desconfianza hacia Castaños, que tenía fama de blando, o por exceso de celo, la Junta de Sevilla había comisionado al conde de Tilly para acompañar al general en jefe y sus tropas. El carácter y astucia del conde no le permitía admitir contemplaciones con quienes se mostraban altaneros e insolentes, después de invadir su país, realizando todo tipo de atrocidades y expolios, y aunque no hay unanimidad entre los historiadores, todo apunta a que la intervención del conde bien pudo endurecer la postura del mando español, que exigió a Dupont, el regreso de la división de Vedel, que se había puesto en marcha, y acampado el día 21, en la población de Santa Elena.

Hasta allí llegó el coronel de ingenieros D. NIcolás Garrido con las ordenes de intimar la rendición de Vedel, hecho que no se produjo hasta que el francés no tuvo en su poder una copia autentificada de la capitulación, firmada el día 22 de julio. Para asegurar la operación, Castaños y Reding, habian enviado al marqués de Coupigny con sus tropas, para cerrar los pasos de Sierra Morena e impedir la salida hacia Castilla de Vedel. 
La capitulación de Bailén
Dibujo de Maurice H. Orange (1867-1916)
The Century Magazine
Fuente: Library of Congress
Según los acuerdos de la capitulación, Dupont y sus tropas pasarían a ser prisioneros de guerra; las fuerzas de Vedel quedaban libres, pero serían evacuadas por mar, desde Rota en Cádiz, hasta el puerto francés de Rochefort, en barcos tripulados por marinos españoles. Especial empeño pusieron los franceses en conservar sus equipajes y mochilas.

El ejército de Dupont rindió sus armas entregándolas a las divisiones de Peña y Jones, y el día 23, desfilaron 8.242 soldados desarmados delante del ejército de Andalucía. Los 9.393 militares de las divisiones de Vedel y Gobert, acamparon en Bailén donde entregaron sus armas a las divisiones de Reding. Con posterioridad, nuevas tropas francesas repartidas por la Mancha, se incorporarían a las columnas de franceses, camino de los puertos de Cádiz. El recorrido no sería fácil, y muchos prisioneros acabarían en los pontones gaditanos, o cautivos en Cabrera.

El resultado de Bailén tuvo enormes consecuencias para unos y otros, pero la carencia de un único mando militar y civil de las fuerzas españolas, entre otras circunstancias, impidió obtener un mayor rédito por parte de España. Quedaban muchas batallas por librar.


Bibliografía (Autor/es. Título del libro. Edición. Lugar de publicación: Editorial; año).

- Revista Ejército. La guerra de la Independencia. 210 aniversario (1808-2018). Nº extraordinario.Madrid. Ministerio de Defensa. 2018

- Javier Tusell. Rafael Sánchez Montero. Historia de España. El Siglo XIX. De la Guerra de la Independencia a la Revolución de 1868. Tomo XII. Edición para Biblioteca El Mundo. Pozuelo de Alarcón (Madrid), Editorial Espasa Calpe, 2004.

- Francisco Pi y Margall, Francisco Pi y Arsuaga. Historia de España en el siglo XIX. Barcelona. Miguel Seguí-Editor. 1902.

- Lt. Colonel Clerc. Guerre d'Espagne. Capitulation de Baylen. Paris. Albert Fontemoing Editeur, 1903.

- José Gómez de Arteche. Historia General de España. Reinado de Carlos IV. Tomo II. Madrid. El Progreso Editorial, 1892.

- Modesto Lafuente; Juan Valera. Historia General de España. Desde los tiempos primitivos hasta la muerte de Fernando VII. Tomo XVI. Barcelona. Montaner y Simón Editores, 1889.

- José Gómez de Arteche. Guerra de la Independencia, historia militar de España de 1808 a 1814. Tomo II. Madrid. Imprenta y litografía del depósito de la guerra, 1875.

 - Jose María Queipo de Llano, conde de Toreno. Historia del levantamiento, guerra y revolución de España. Biblioteca de autores españoles. Tomo LXIV de la colección. Madrid. M.Rivadeneyra-Impresor-Editor, 1872.

-  Louis Adolphe Thiers. Histoire de l'Empire. Tomo I. Paris. Lheureux et Cie. Éditeurs. 1865.

Antonio Alcalá Galiano. Historia del levantamiento, revolución y guerra civil de España. Tomo I. Madrid. Librería de D. Leocadio López, 1861.

- Joaquín Blake y Orbaneja. Apuntes históricos sobre las operaciones del Ejército de Galicia desde su organización en Junio de 1808 hasta Noviembre del mismo año. Madrid. Imprenta y esterotipia de M. Rivadeneyra, 1858.

- Pierre Emmanuel Albert du Casse. Mémoires et correspondance politique e militaire du roi Joseph. Tomos 4,5,6,7. Paris. Perrotin, Libraire-Éditeur, 1854.

- Miguel Agustín Príncipe. Guerra de la Independencia, narración histórica. Tomo segundo. Madrid. Imprenta del siglo a cargo de Ivo Biosca. 1846.

-  E. Saint-Maurice Cabany. Étude historique sur la Capitulation de Baylen. Paris. Revue Générale Biographique et Nécrologique. 1846.

- Sección de Historia Militar. Estados de la organización y fuerza, de los ejércitos españoles beligerantes en la Península, durante la guerra de España contra Bonaparte. Barcelona. Imprenta de la viuda de D. Antonio Brusi, 1822.

- Antonio José Carrero. Descripción de la batalla de Baylen y auxilios que en ella dieron los vecinos. Jaén. Imprenta de D. Manuel Gutiérrez, 1814.

Una web:

 

viernes, enero 27, 2023

Cronología de la Historia: 1808-8. Valencia (cap. 10)

 Ver cap. anterior

1808-8

Valencia, del 4 al 28 de junio

Con el fin de sofocar las revueltas de Valencia y Andalucía, el mariscal Murat, lugarteniente de Napoleón en España, dispuso el envío de tropas de las que estaban acantonadas en Madrid, Toledo y alrededores. La misión de Valencia se la encomendó al mariscal Moncey, uno de los pocos generales franceses que gozaba del respeto de los españoles, por la disciplina que imponía a sus soldados. Con un contingente de entre 9.000 y 10.000 hombres, entre infantes, artilleros, caballería y personal de intendencia, partió el 4 de junio hacia Valencia, con instrucciones de acudir con la máxima rapidez.

A las tropas francesas debían unirse dos batallones de infantería, uno de ellos de Guardias Españolas y otro de Guardias Walonas, que sumaban unos 1.500 soldados. Ninguno de los dos cuerpos llegó a integrarse al completo a la expedición, ya que la mayor parte de sus efectivos aprovecharon para desertar y/o unirse a las tropas defensoras.
Mapa de la época con las dos posibles rutas Madrid-Valencia
Mapa de España y Portugal (1809-1810)
Vicente Beneyto, Manuel y Vicente Peleguer

Cartografía©Instituto Geográfico Nacional de España

Para llegar a Valencia, Moncey tenía dos posibles rutas; la más llana y accesible era la que pasaba por Albacete, aunque era la más larga; la segunda iba por Cuenca, y aunque más corta, también era la más montañosa y con más cauces de río para cruzar. El militar francés eligió la segunda opción y en la tarde del día 11, acuartelaba en Cuenca sus tropas, sin que hubiera que lamentar excesos de los soldados. Murat receloso de la tardanza de Moncey en su avance, le envía al general Excelmans con una escolta, para hacerse cargo de la vanguardia y forzar la marcha, pero son hechos prisioneros en Saelices y enviados a Valencia.

Bon-Adrien J. de Moncey (1754-1852)
Obra de Jacques-Luc B.Walbonne (1769-1860)
Palacio de Versalles
Para conquistar la ciudad levantina, el plan previsto era que a las tropas dirigidas por Moncey, se unieran las procedentes de Barcelona, al mando del general Chabran. Estar informado era esencial, pero las comunicaciones con Madrid eran interceptadas por partidas aisladas que detenían a los mensajeros, y de Chabran lo último que se sabía, era que sus tropas habían ocupado Tarragona.

Batalla del puente del Pajazo
Valencia era conocedora del avance de los franceses. Creyendo los españoles, que tomarían la ruta más fácil, la de Almansa, un cruce de caminos estratégico, habían reagrupado en la zona una gran cantidad de tropas, procedentes de Cartagena, Murcia, Alicante y de la propia Valencia. Al conocerse que Moncey había elegido el camino por Cuenca, la Junta de Valencia, mandó disponer de tropas en los pasos del río Cabriel, cuyo cauce avanza encajonado entre desfiladeros y hoces, formados entre los sistemas montañosos de la Ibérica y, cuyos puertos de Las Cabrillas o Contreras, siempre habían sido un serio obstáculo para las comunicaciones entre la meseta sur y Valencia.  

La escabrosa orografía de los pasos del Cabriel, era terreno propicio para tender una emboscada ventajosa. Así lo pensaba el coronel de ingenieros Carlos F.J. Cabrer Rodríguez, enviado para reconocer el terreno y que preparó un plan para hacer frente a las tropas napoleónicas, por cualquiera de los tres puentes de paso forzoso. Para hacerlo viable era preciso disponer de suficientes combatientes, y piezas artilleras. Varios cuerpos de voluntarios y soldados de recientes levas, fueron enviados, a los que se agregaron batallones procedentes del agrupamiento de Almansa, conformando un ejército de unos 8.000 hombres, que quedaron al mando del general, Pedro Adorno, nombrado con premura por la Junta de Valencia. 

La gesta de los zapadores (2011)
Obra de Augusto Ferre-Dalmau Nieto
Museo del Ejército. Toledo
El cuadro representa la marcha del Regimiento Real de Minadores-Zapadores, que el 24 de mayo de 1808 se declararon en rebeldía contra el gobierno dirigido por los invasores franceses, y salieron de Alcalá de Henares para dirigirse primero a Cuenca y posteriormente a Valencia, donde llegaron el día 7 de junio. Junto con la Academia de Ingenieros, fueron las primeras unidades militares en declararse formalmente en contra del ocupante francés.

En Almansa seguían reagrupándose combatientes a los que se habían unido parte de los batallones de Guardias españolas y walonas, que habían abandonado a los franceses, más el escuadrón de caballería de Olivenza. Al mando de este ejército, estaba provisionalmente, el teniente general Pedro González Llamas, al que tenía que sustituir el capital general de Valencia, el conde de Cervelló, Felipe Carlos Osorio y de Castelví.

En total, las tropas dispuestas entre Almansa y los pasos del Cabriel, sumarían más de 23.000 efectivos, a los que se unirían más civiles y soldados desertores del contingente francés. Este derroche de fuerzas, divididas entre dos puntos alejados más de 100 km entre sí, no parecía ser la mejor táctica, cuando era notorio que estando Moncey y sus tropas en Cuenca, tendría que cruzar el río Cabriel para llegar a Valencia, y salvar la orografía de la sierra de Las Cabrillas.

El día 18 de junio, los franceses, bien descansados y provisionados abandonan la ciudad conquense. Pese a la férrea disciplina que el general imponía a sus soldados, los habitantes de las poblaciones por las que pasaban, no se fiaban y las dejaban desiertas. Moncey preveía llegar a las afueras de Valencia el día 25, donde debería confluir con el general Chabran.

Para contener a los franceses, el improvisado general Pedro Adorno, repartió sus hombres, de manera desigual entre los tres pasos del desfiladero del Cabriel, dio las instrucciones que estimó y se quedó en Requena, donde había asentado su cuartel, lejos de la línea del frente, y casi con la mitad de sus tropas.

Mapa con los tres pasos principales que comunicaban Castilla con Valencia
Mapa base obtenido del Atlas Nacional de España de 1965
Cartografía©Instituto Geográfico Nacional de España

De los tres pasos del Cabriel posibles, el de Contreras o Cabrillas, el de Vadocañas y el Pajazo, los franceses eligieron este último, en el que además de un puente, la anchura del cauce en las proximidades, permitía vadearlo. En las laderas del puente del Pajazo, se habían posicionado los españoles con unos 3.500 hombres, de los cuales únicamente eran veteranos un batallón de unos 850 guardias suizos al mando del experimentado coronel Traxler, y un batallón de Guardias Españolas, a las órdenes del brigadier José Ignacio Miramón, con unos 400 hombres. A iniciativa de la Junta de Requena y ante la falta de toma de decisión del general Adorno, unos 500 paisanos se llegaron al paso, trayendo consigo cuatro cañones que había enviado Valencia; dos de los cañones fueron colocados precipitadamente en la entrada del puente y otros dos en altura. Conocedores de que Moncey cruzaría por el Pajazo, el coronel Traxler consiguió que dos compañías de granaderos, de las que Adorno había situado en el paso de Vadocañas, vinieran a reforzar la posición. 

El día 21 asoman las fuerzas francesas llegadas desde Minganilla; despliegan tres columnas que abren el abanico de tiradores que bajan por las laderas de las montañas. Los cañones del puente, colocados con prisas, no son eficaces en su posición; los fusileros españoles contienen momentáneamente el despliegue de los franceses que, con dificultad consiguen montar una batería artillera, con la que neutralizan los cañones situados en altura de los defensores. Mientras, se han multiplicado los soldados enemigos, que han vadeado el río y que se agrupan en el margen derecho; las guardias españolas retroceden, también las suizas, y al toque de retirada, los paisanos abandonan la lucha que apenas ha durado una hora. Una compañia suiza todavía aguantará un tiempo, pero acosados, con 20 muertos y varios heridos, se rendirán y los supervivientes engrosarán las filas francesas. Otra parte de las tropas suizas, con el coronel Traxler, se perderán entre las montañas, debiendo capitular días después. Por su parte, el general Adorno, había centrado sus fuerzas en el alejado paso de Vadocañas, y en lugar de acudir en ayuda de los defensores del Pajazo, decide dar la vuelta y unirse a las tropas del general González Llamas. Dos años después, Adorno sería apartado del servicio.

Batalla de Las Cabrillas
Aunque las tropas francesas habían salvado el Cabriel, todavía debían cruzar las estribaciones montañosas de la sierra y el desfiladero de Las Cabrillas. Para recomponer y animar a los combatientes, la Junta de Valencia envió al infatigable padre Rico que, aunque no era militar, tenía el arrojo y energía que parecía faltar a otros. El día 23, se reúne con Miramón, el nuevo comandante en jefe, y con las pocas fuerzas regladas que quedaban, organizan la defensa del camino real, único lugar por el que los franceses podían avanzar con su artillería y caballería. De tropas veteranas apenas quedaban unos 300 militares, y el grueso de los defensores lo formaban unos 3.000 paisanos provistos de las armas y objetos más variopintos.

Mapa con el recuadro de la zona del desfiladero de Las Cabrillas
Atlas Geográfico de España...(1790?)
Matías López de Vargas (1730-1802)
Fuente: Biblioteca del Banco de España

El día 22, Moncey dejó descansar a sus tropas; al día siguiente llegó a Utiel, y se dispuso a pasar el desfiladero formado por el río de Siete Aguas (hoy río Buñol). 
Este desfiladero conocido con el nombre de desfiladero de las Cabreras, está formado por el cauce de un arroyo, que había que vadear hasta seis veces, y tenía fama de inexpugnable. El mariscal Moncey, por su lentitud había permitido a los insurgentes posicionarse y multiplicar sus medios de resistencia. Vencer de frente los obstáculos que nos oponían era casi imposible, y podría costar enormes pérdidas. A. Thiers. Histoire de l'Empire.

Los españoles situaron tropas regulares en la ladera derecha; a los numerosos paisanos, mal armados, se les distribuyó por las montañas del margen izquierdo, junto con un grupo de militares; en el centro, ya en el camino, a la altura del lugar conocido como El Portillo, se dispuso una batería con las únicas piezas artilleras disponibles, dos cañones y un obús, servidas por guardias y soldados del regimiento de Saboya.

Es 24 de junio, poco antes del mediodía, Moncey y sus tropas llegan al inicio del desfiladero. Simulan un ataque por el centro con caballería y bombardean la batería española. Centrados los defensores en el camino, Moncey lanza dos columnas por los flancos. Los franceses suben por las abruptas laderas, los defensores disparan desde múltiples posiciones, la lucha cuerpo a cuerpo se generaliza. Cuatro horas después de iniciados los combates, la pelea continuaba.  A cada embestida de la caballería imperial para neutralizar la batería valenciana, eran repelidos por la lluvia de metralla que les caía. Finalmente, una de las columnas francesas, consigue ganar las alturas del margen derecho, que les da una posición ventajosa, que permite a la caballería atacar la batería española, matando a seis oficiales y a 94 de los 184 veteranos que la protegían. La acción provocará la retirada y claudicación de los defensores, acabando la lucha sobre las seis de la tarde. Los vencedores se dirigieron a Buñol, donde se dedicaron a toda clase de excesos y pillajes, que continuarían en Chiva y alquerías vecinas. La fértil y rica huerta valenciana quedaba a merced de la avariciosa soldadesca.

                  (Extracto de la obra escrita por Fray Vicente Martínez Colomer, publicada en 1810) 

Durante su estancia enl Buñol, el mariscal Moncey envió mensajes a la Junta de Valencia, proponiéndoles que se rindieran para evitar inútiles baños de sangre; los valencianos respondieron reafirmándose en la defensa de la ciudad.

Combate de San Onofre
Un nuevo enfrentamiento en campo abierto iba a tener lugar. Conocedora la Junta valenciana del fracaso de las Cabrillas, armó a la población y pidió el apoyo de personajes de la nobleza, para aglutinar un cuerpo defensivo. También encargó al brigadier Felipe de Saint-Marcq la reagrupación de las tropas dispersas y formación de un ejército, que debería situarse en Quart, en las proximidades de la ermita de San Onofre, con la idea de atacar a las fuerzas francesas en campo abierto. El conde de Cervellón, que fue incapaz de apoyar a los suyos en las Cabrillas, seguía lejos de Valencia, que lo reclamaba para su defensa. Su inoperancia, demostraba que no era merecedor del cargo de capitán general que ostentaba. 

Dibujo de Vicente López Enguídanos
Grabado de Tomás López Enguídanos
Sucesos de Valencia
Fr. Vicente Martínez Colomer
Fuente: Biblioteca Digital Valenciana


El brigadier Saint-Marcq, de origen belga y que había servido en las Guardias Walonas, al servicio de España, intentó organizar las fuerzas reclutadas, y junto con el marqués de Cruilles, daba instrucciones para la mejor defensa y preparación del combate. Por desgracia, la indisciplina y el desorden de las gentes, estuvo  a punto de costarles la vida. En la noche del día 25 se les une el brigadier Josep Caro con cerca de 2.000 efectivos, provocando el alborozo de los congregados, que se amotinan y piden que sea Caro quien les dirija, petición a la que accede Saint-Marcq de mutuo acuerdo con aquél. Preparan el terreno, disponiendo las piezas artilleras, cortando árboles, despejando el terreno, inutilizando el puente de Quart y cambiando de posición el campamento, situándolo en retaguardia.

Amanece el día 26 y de los casi 8.000 paisanos del día anterior, únicamente quedaban en el sitio unos 150. Posteriormente, a lo largo del día se reincorporarán gran parte de los civiles, varios batallones y escuadrones de tropas regulares. Al día siguiente, Moncey acometerá con las tres columnas habituales, y tras poco más de una hora, desbaratará la defensa valenciana. Sus tropas descansarán esa noche en Quart, Manises y Aldaia, a las puertas de Valencia. 

Primer sitio de Valencia
Los vecinos retomaron los preparativos para la defensa de su ciudad. Colocaron cañones en las torres de Quart, reforzaron con sacos terreros los tramos sin murallas, construyeron plataformas de madera para montar baterías, colocaron cañones en el resto de puertas de la ciudad, y fabricaron petos para proteger la fusilería. El perímetro y tejados de la ciudad quedaron poblados de ciudadanos de todos los oficios y clases sociales.

Puerta y torres de Quart
Museo Universal, 1860
Fuente: BNE

Estamos a 28 de junio; poco después de las ocho de la mañana, una enorme polvareda en el camino de Quart a Mislata, avisa de que el enemigo se acerca a la ciudad. Los franceses forman dos anchas columnas, con la caballería avanzada; Moncey y sus mandos dan órdenes e indican las posiciones de baterías para las piezas de artillería. El mariscal francés envía por tercera vez a un emisario para exigir la rendición de Valencia; un prisionero, el coronel Soriano es el encargado de transmitir el mensaje a la Junta, que es: capitular o morir, sin término medio. Ante un cuadro tan sombrío, la Junta duda y solicita tiempo para convocar a la Junta General, que pedirá a los párrocos que consulten a los feligreses de sus parroquias sobre la opción a adoptar. La respuesta general es la de: ¡guerra! 

El alguacil mayor, Joaquín Salvador, acompañado de un trompeta, es el encargado de llevar la respuesta al mariscal francés:

Excmo. Señor, el Pueblo prefiere la muerte en su defensa a todo acomodamiento. Así lo ha hecho entender a la Junta, y éste lo traslada a V.E. para su gobierno. Dios guarde a V.E. muchos años. Valencia, 28 de Junio de 1808.

Sobre el mediodía comienzan los bombardeos de los sitiadores, contestados por la artillería de los defensores, al tiempo que la fusilería dispara contra las tropas que avanzan. La eficaz disposición de los petos de protección de los cañones y su manejo, permiten la mejor efectividad de la artillería, y seguridad de los fusileros que la sostienen. Los disparos constantes y descargas de metralla, impiden la actuación de la caballería francesa, y las acometidas de la infantería napoleónica son rechazadas una y otra vez. Transcurren varias horas de la tarde, el cansancio afecta a los valencianos, pero también al enemigo, que además tiene dificultades para reponerse con líquido y comida. Algunas partidas de defensores realizan escaramuzas en el exterior, hostigando a los atacantes, que cambian la posición de sus cañones. Llegada la noche, siguen en menor medida los disparos; los franceses encienden hogueras y recogen numerosos carros con sus heridos y muertos; sitiados y sitiadores permanecen vigilantes y atentos a los movimientos del contrario.

Al día siguiente, informado Moncey de que se acercaban las tropas del general González Llamas, decide levantar el sitio y sobre las seis de la mañana comienza la retirada. Tras los carros de municiones, equipajes, y de heridos, iba una gran manada de puercos.     

Plano de Valencia con el ataque francés de 1808
Atlas de la guerra de la Independencia. José Gómez de Arteche
Fuente: Biblioteca Digital Valenciana

La victoria de los valencianos no tuvo su correspondencia con la actuación de algunos de sus jefes. Animados por el resultado, autoridades y vecinos, propusieron perseguir y atacar a las tropas francesas con los efectivos de la ciudad, las fuerzas del general González Llamas y las del conde de Cervelló, que hasta entonces no habían intervenido. Una vez más, el inoperante conde de Cervelló se negó a dar el paso. Quedaría relegado fuera de servicio, el resto de la guerra.

Los franceses consiguieron salvar el puerto de Almansa, y el día 3 de julio acamparon en Albacete. Desde Madrid, el general Savary, que había sustituido a Murat, había enviado refuerzos a Moncey, desconociendo el resultado del asedio a Valencia. Desde Tarancón, donde estaba acantonado, partió el joven general Auguste de Caulaincourt con sus tropas hacia Cuenca. Los disparos efectuados contra sus soldados, por un grupo de milicianos, fue motivo para que sus tropas se dedicarán al saqueo de la ciudad, y sometieran a los habitantes que se habían quedado en la ciudad, a todo tipo de ultrajes. El día 3 de julio de 1808, quedará en el mal recuerdo de varias generaciones de conquenses*.

*En favor de la verdad creo necesario contar la secuencia de los hechos. Tras la llegada del general Moncey con sus tropas a Cuenca, el 11 de junio, la convivencia entre los habitantes y los soldados fue tolerable, sin que hubiera que lamentar graves perjuicios, salvo los derivados del aprovisionamiento de víveres y el alojamiento de más de 9.000 soldados en una ciudad que no albergaba más de 7.000 personas. Después de una estancia de una semana, Moncey y los suyos reanudaron la marcha hasta Valencia, dejando unos pocos soldados enfermos en el hospital de Santiago, a cargo de las autoridades. A los pocos días llegó a la ciudad una partida armada de unos sesenta sujetos procedentes de la localidad de Moya, que apresaron a los enfermos franceses, y con fragor patriotero, quemaron y desvalijaron las propiedades de los franceses avecindados en la ciudad desde hacía tiempo, completando su actuación con otros excesos contra las autoridades, y apropiándose de unos 300.000 reales, procedentes de la tesorería de la ciudad que se repartieron. Conocedores los conquenses de las represalias a las que les habían expuesto las acciones de los moyanos, y que las tropas de Caulaincourt se acercaban, se prepararon para defender la ciudad, sin disponer ni de medios ni efectivos reales. Cuenca iba  a pagar con creces, la sinrazón y atropello de unos insensatos.             

El mes de junio había puesto de manifiesto, que los invasores eran invencibles en los combates a campo abierto, y perfectamente vulnerables en emboscadas y ciudades sitiadas. Bailén iba a romper esta circunstancia. 

Continúa en cap. 11

Bibliografía (Autor/es. Título del libro. Edición. Lugar de publicación: Editorial; año).

- Revista Ejército. La guerra de la Independencia. 210 aniversario (1808-2018). Nº extraordinario.Madrid. Ministerio de Defensa. 2018

- Javier Tusell. Rafael Sánchez Montero. Historia de España. El Siglo XIX. De la Guerra de la Independencia a la Revolución de 1868. Tomo XII. Edición para Biblioteca El Mundo. Pozuelo de Alarcón (Madrid), Editorial Espasa Calpe, 2004.

- Lt. Colonel Clerc. Guerre d'Espagne. Capitulation de Baylen. Paris. Albert Fontemoing Editeur, 1903.

- José Gómez de Arteche. Historia General de España. Reinado de Carlos IV. Tomo II. Madrid. El Progreso Editorial, 1892.

- Modesto Lafuente; Juan Valera. Historia General de España. Desde los tiempos primitivos hasta la muerte de Fernando VII. Tomo XVI. Barcelona. Montaner y Simón Editores, 1889.

- José Gómez de Arteche. Guerra de la Independencia, historia militar de España de 1808 a 1814. Tomo II. Madrid. Imprenta y litografía del depósito de la guerra, 1875.

 - Jose María Queipo de Llano, conde de Toreno. Historia del levantamiento, guerra y revolución de España. Biblioteca de autores españoles. Tomo LXIV de la colección. Madrid. M.Rivadeneyra-Impresor-Editor, 1872.

- Trifón Muñoz y Soliva. Historia de la muy N.L.e I. Ciudad de Cuenca. Libro II. Cuenca. Imprenta de Francisco Torres. 1867. 

-  Louis Adolphe Thiers. Histoire de l'Empire. Tomo I. Paris. Lheureux et Cie. Éditeurs. 1865.

Antonio Alcalá Galiano. Historia del levantamiento, revolución y guerra civil de España. Tomo I. Madrid. Librería de D. Leocadio López, 1861.

- Joaquín Blake y Orbaneja. Apuntes históricos sobre las operaciones del Ejército de Galicia desde su organización en Junio de 1808 hasta Noviembre del mismo año. Madrid. Imprenta y esterotipia de M. Rivadeneyra, 1858.

- Pierre Emmanuel Albert du Casse. Mémoires et correspondance politique e militaire du roi Joseph. Tomos 4,5,6,7. Paris. Perrotin, Libraire-Éditeur, 1854.

- Miguel Agustín Príncipe. Guerra de la Independencia, narración histórica. Tomo segundo. Madrid. Imprenta del siglo a cargo de Ivo Biosca. 1846.

-  Agustín Alcaide Ibieca. Historia de los dos sitios que pusieron a Zaragoza en los años 1808 y 1809 las tropas de Napoleón. Madrid. Imprenta de D.M. de Burgos, 1830-1831. 

- Sección de Historia Militar. Estados de la organización y fuerza, de los ejércitos españoles beligerantes en la Península, durante la guerra de España contra Bonaparte. Barcelona. Imprenta de la viuda de D. Antonio Brusi, 1822.

- Raymundo Ferrer. Barcelona cautiva,...,desde el 8 de febrero de 1808 hasta el 28 de mayo de 1814. Barcelona. Oficina de Antonio Brusi, 1815.

- Vicente Martínez Colomer. Sucesos de Valencia desde el 23 de mayo hasta el 28 de junio de 1808. Valencia. Imprenta de Salvador Faulí. 1810.

Una web:


sábado, enero 21, 2023

Cronología de la Historia: 1808-7. Cataluña (cap.9)

Ver cap. anterior

1808-7

Cataluña, del 2 al 21 de junio

En febrero de 1808, las tropas napoleónicas habían ocupado varias plazas estratégicas cercanas a Francia, con las que se aseguraban aprovisionamientos, acampadas, y el despliegue de sus tropas por toda la Península. Junto con San Sebastián y Pamplona, los franceses habían ocupado el castillo de Figueras y Barcelona, descartando a Gerona, a la que consideraban de escaso interés militar. 

Castillo de San Fernando. Figueras
Fuente: Castell de Sant Ferran - Figueres
Transcurridos tres meses desde su entrada en el Principado, las fuerzas imperiales habían aumentado desde los 5.000 soldados iniciales hasta más de 15.000 hombres acantonados en el mes de mayo, a los que había que alojar y alimentar. La inicial convivencia con los militares, fue mudando con el tiempo en contenida hostilidad. La variopinta soldadesca napoleónica se daba a pillajes y excesos, sin que sus mandos lo impidiesen, entre otras cosas porque eran partícipes de corruptelas y abusos de poder.

La quema del papel sellado
Obra de Francesc Cuixart Barjau
Ajuntament de Manresa
Las primeras demostraciones significativas, del malestar de los ciudadanos, se produjeron en Lérida, Tortosa y Manresa. En la ciudad ilerdense, la indignación popular se manifestó el 28 de mayo, y el 2 de junio quedó formada una Junta de Defensa Local, que el día 16 se constituiría como Junta Central del Principado. Días después se declararán en rebeldía Tortosa y Manresa. En esta última población se produjo un hecho fiel reflejo del enfado e irritación de los catalanes, contra el avasallamiento francés. Jueves 2 de junio, día de mercado en la ciudad manresana, llegan alguaciles que divulgan los edictos con la promulgación de nuevos tributos para mantener los ejércitos imperiales y su administración, las gentes alteradas cogen los papeles sellados y los rompen, dando vivas a Fernando VII, a la religión y la patria. Al día siguiente formarán una Junta, enviarán emisarios a otras poblaciones, y se prepararán para defenderse de los invasores. 

La relativa facilidad con la que los franceses habían ocupado Barcelona, debía haber generado un estado de confianza en el general Duhesme, jefe de las tropas francesas en Cataluña. Pensaría que sus fuerzas no corrían serios peligros en la zona, y de que contaba con los medios necesarios para aplastar los conatos de insubordinación que, esporádicamente se producían. Este pensamiento, transmitido a Napoleón, propició que el emperador decidiera enviar parte de sus fuerzas en la capital catalana, a las provincias limítrofes en rebeldía; 3.800 soldados irían a Zaragoza, en ayuda del general Lefèbve, y otros 4.200 a Valencia, en apoyo del general Moncey

El día 4 sale de Barcelona, una división francesa al mando del general Schwartz, con destino a Zaragoza, y con órdenes de sofocar los actos de rebelión que se habían producido en Manresa y Lérida. Las fuertes lluvias del día siguiente, les obliga a detener la marcha en Martorell, ya que las lluvias torrenciales, hacían impracticables el vado de rieras y arroyos. La tempestad resultó providencial para los habitantes de la comarca, ya que les dio tiempo de prepararse para sorprender y atacar a las tropas invasoras.

Combates en El Bruch
Cataluña, al igual que el resto de los territorios de la antigua Corona de Aragón, carecía de milicias regulares organizadas, al estilo de los territorios de la Corona de Castilla. En el Principado, existía una fuerza armada tradicional, no regular, independiente del ejército, el Somatén, y aunque había sido abolido por Felipe V, fue de nuevo activado en 1794. Formaban parte de la singular milicia, los habitantes de los pueblos que, al tañido de las campanas, acudían para intervenir en la ocasión que se tratara.
Zona de operaciones
Atlas Geográfico de España... (1790)
Matías López de Vargas (1730-1802)
Fuente: Biblioteca del Banco de España

Alertados los manresanos, igualadinos y veguerías cercanas de la marcha de las tropas francesas, se llamó a somatén a los vecinos; una vez congregados en las plazas, se les repartió pólvora y balas de hierro, al no disponer de plomo, para todos los que se presentaron con un arma. Puestos de común acuerdo, en detener a los soldados napoleónicos, los grupos armados se dirigen a los desfiladeros del Bruch, en las estribaciones de Montserrat. Entre pinares, rocas y matorrales, se dispusieron los somatenes de Manresa e Igualada, a los que se fueron uniendo más tarde, grupos de escopeteros de Calaf, Santpedor, Solsona, Cervera, Sallent, Cardona, etc. El día anterior, el camino había sido obstaculizado con troncos y rocas.

"Vista de la batalla dada en las colinas del Bruch en Cataluña el día 6 de junio de 1808"
Dibujo de Salvador Mayol (1775-1834)
Grabado de Josep Coromina i Faralt (1756-1834)
Color digitalizado

Era la mañana del día 6 de junio, un grupo de coraceros franceses, a caballo, se habían adelantado por el paso del Bruch, cuando una lluvia de balas cae sobre ellos. Los proyectiles atraviesan las corazas, caen los caballos, y tras la sorpresa del ataque, sigue la respuesta de los militares que, recompuestos cargan contra los tiradores, éstos a su vez retroceden, pero nuevos fusileros, de los somatenes de otras poblaciones se incorporan, y nuevas lluvias de balas caen sobre los sorprendidos soldados. Los franceses no se amilanan y acometen contra los escopeteros, que retroceden hasta Can Massana. La posición de los catalanes empieza a ser crítica pero extrañamente, el general Schwartz, desconfiando de los desfiladeros que hay más adelante, o quizás no queriendo arriesgar más, en una lucha en la que el enemigo tenía las ventajas de un terreno escabroso, deja de perseguir a los emboscados, y aprovecha para reagrupar, dar descanso a sus fuerzas y replantearse el ataque.

Las crónicas cuentan que nuevos tiradores de veguerías vecinas, se habían incorporado, y que entre los procedentes de Santpedor, llegaba un muchacho tocando un tambor. El sonido de la caja amplificado por las paredes montañosas, haría pensar a los franceses, que se incorporaban al combate tropas de línea. El general Schwartz, pensando en esos posibles refuerzos de militares veteranos, decide regresar a Barcelona. Sobre el hecho del tambor del Bruch surgieron numerosos relatos e historias, con la duda sobre la personalidad del protagonista, identificado por algunos, como Isidre Llussà i Casanovas.

Fotograma de la película de 1948, "El tambor del Bruch"
Dirigida por Ignacio Ferrés Iquino (1910-1994) 
En su retirada, las fuerzas francesas serán hostigadas por tiradores dispersos, hasta que llegan a Esparraguera, donde sus habitantes, les tenían preparada una encerrona.
Los vecinos de Esparraguera contra los franceses
Litografía de Joan Serra Pausas (1861-1902)
Historia crítica de la guerra de la Independencia en
Cataluña. Antoni de Bofarull i Brocà (1821-1892)

Fuente: 
Transcribo el pasaje que, sobre el suceso, escribió el político e historiador francés, A. Thiers:

..., tomó la decisión de dar media vuelta. Entonces tuvo que vencer dificultades de todo tipo, particularmente en el pueblo de Esparraguera, que presentaba una larga calle con barricadas. A cada paso hubo de librar duros combates. Los hombres disparaban desde las ventanas; las mujeres, los niños, tiraban piedras desde los tejados y aceite hirviendo sobre la cabeza de los soldados. Finalmente, al pasar por un puente que había sido dañado de tal manera que se derrumbó al primer movimiento, uno de nuestros cañones fue arrastrado junto con la plataforma en el momento que la cruzaba. El general Schwartz, después de tener muchos muertos y heridos, entró en Barcelona el 7 de junio, extenuado por la fatiga. Era evidente que estos campesinos fanáticos, sin fuerza en campo abierto, volvíánse irreductibles detrás de las casas, de las calles con barricadas, de los puentes obstruidos, de las rocas, de los matorrales, en definitiva, detrás de cualquier obstáculo en el que ponerse a cubierto para combatir. A. Thiers. Histoire de l'Empire.

Las fuerzas francesas, sufrieron más de 400 bajas entre muertos y heridos, y perdieron un cañón. Los combates del Bruch fue el primer episodio, en el que las tropas de tierra de Napoleón tuvieron que huir de un enfrentamiento. 

Mejor le fueron las cosas al contingente francés que debía dirigirse a Valencia, y que debía pasar por Tarragona y Tortosa, cuyas revueltas había que sofocar. El general Chabran y sus tropas hicieron el camino sin dificultad, entrando el día 7 por la tarde en Tarragona, donde se encontraba un regimiento de guardias suizos al servicio de España, que se había mantenido pasivo hasta entonces. El general francés les ofreció unirse a sus tropas, a lo que se negaron. 

El día 9, Chabran tuvo que ponerse en camino de nuevo, pero no hacia Valencia, sino a Barcelona, ya que, como consecuencia de la humillación del Bruch, recibió la orden de regresar a la ciudad condal. El camino de vuelta, no sería tan tranquilo como el de ida, ya que conocedores los lugareños de los pueblos por donde debían pasar, de lo acontecido días antes en los pasos del Bruch, llamaron a somatén, y reuniendo alrededor de 3.000 hombres se dispusieron a cortar el paso de los franceses. En Vilafranca del Penedés estaba acantonado un regimiento de guardias españolas, a los que plantearon unirse a ellos, pero recelosos los oficiales de unir sus fuerzas a grupos indisciplinados, que días anteriores habían asesinado al gobernador de la plaza, don Juan Tuda y dos compañeros, por haber mostrado sus dudas sobre la conveniencia de atacar, decidieron escapar a Tortosa para engrosar las fuerzas regulares, acantonadas allí. 

"Heroica resistencia de la villa de Arbós en 1808"
Dibujo de Antonio Rodríguez Onofre (1765-1823)
Grabado por Luigi Fabri (1778-1835)
Fuente: Biblioteca Nacional de España

A los somatenes sí se les unió, un destacamento de suizos que se dirigían a Tarragona, sin que su participación fuera destacable. Faltos de un liderazgo militar, los grupos de tiradores se dividieron en múltiples collas, sin una dirección y coordinación efectiva, que nada bueno anunciaba. Comenzadas las descargas de escopetas, los franceses respondieron con rapidez contratacando, y provocando la huida de los paisanos. La soldadesca napoleónica ya tenía justificación para robar y masacrar a la población. El Vendrell y Arbós, pagaron horriblemente su participación en la rebelión, soldados y oficiales napoleónicos, cometieron todo género de atrocidades, expolios y saqueos. 

"Derrota de los franceses en el Bruch"
Ilustración de Pablo Béjar Novella (1869-1920)
La estampa forma parte de la Historia de España en el siglo XIX, obra póstuma de Francesc Pi i Margall, redactada junto con su hijo Francisco Margall y Arsuaga 
 La imagen mostrada no existe en el ejemplar digitalizado por la BNE, al faltarle la hoja que contiene la ilustración.

De regreso a Barcelona, las tropas de Chabran y Schwartz, quedaron concentradas en Sant Feliú de Llobregat. La ofensa sufrida en El Bruch dolía; el general Duhesme no podía tolerarlo y decidió dar un escarmiento a los habitantes de las comarcas del Bagés y Anoia, así como al monasterio de Montserrat, donde pensaban que era el centro aglutinante de la rebelión.

Fuerzas conjuntas de Schwartz y Chabran, al mando de este último, partieron el 13 de junio hacia el Bruch y Manresa; componían el cuerpo del ejército, unos 5.000 soldados con numerosas piezas artilleras. Acamparon hasta el día siguiente en las afueras de Martorell, donde se aprovisionaron y dedicaron a las rapiñas y robos de costumbre. La pausa sirvió a los catalanes para organizarse mejor.

Retrato de Antoni Franch i Estalella (1779-1859)
Natural de Igualada, tuvo una participación destacada
en los combates del Bruch y en acciones posteriores
Cuadro original de Joan Brull i Vinyoles (1863-1912)
La imagen ha sido coloreada digitalmente a partir
de la copia en ByN
Fuente: Reial Acadèmia de Bones Lletres, Barcelona
A los somatenes se les habían unido soldados de fuerzas regulares que habían desertado de la guarnición de Barcelona. La Junta local de Lérida, que se mostraba muy activa, envió cuatro compañías de somatén, al mando del escribano Joan Baiget, con cuatro cañones, que junto con el que habían capturado los días precedentes, posicionaron en altura, por encima del paso del Bruch, debidamente camuflados.

En la mañana del 14 de junio, las tropas imperiales reanudan la marcha. Es de suponer que los continuos toques de campana de las iglesias, tendrían en alerta a los soldados franceses, y que no habría efecto sorpresa. Cerca de las laderas montañosas de Montserrat, reciben las primeras descargas de escopeta; los tiradores siguen la táctica de no avanzar, sino retroceder, procurando quedar al abrigo de la naturaleza del terreno, y obligando a los franceses a perseguirles. Cuando los perseguidores se encuentran a tiro de los cañones escondidos, son disparados, causando enorme daño y confusión entre los militares. El general Chabran, no puede  retroceder, y reagrupando a su gente, comienza un vigoroso ataque, que es repelido una y otra vez, por los disparos de los somatenes, que hacen fuego desde múltiples posiciones. Después de 10-11 horas de enfrentamientos, incapaces de contener los disparos, que siguen causándoles bajas, los imperiales se retiran a toda prisa, evitando el paso por las poblaciones. Este segundo episodio del Bruch, supuso mayores pérdidas humanas para los franceses que el primer suceso.

Las pérdidas sufridas por los invasores en los enfrentamientos, sirvieron para que los refuerzos que debían ayudar en los asedios de Zaragoza y Valencia, no llegaran. 

El primer sitio de Gerona
Tras los dos desastres soportados en el Bruch, el general Duhesme, se centró en mantener aseguradas las comunicaciones con Francia, y para ello envíó al sanguinario general italiano Guiseppe Lechi, con numerosas tropas hacia el Montgat, donde unos 9.000 somatenes les esperaban. Los franceses no atacaron de frente, como pensaban los paisanos, sino que los envolvieron por los flancos y los dispersaron rápidamente, provocando una desordenada retirada, en la que persiguieron y ejecutaron a cuantos tiradores encontraron. Tras el suceso del Montgat, las tropas imperiales entraron el día 17 en la rica población de Mataró, donde se dedicaron a todo tipo de excesos. Soldados y oficiales cometieron innumerables crueldades, asesinando, quemando, saqueando, robando, ultrajando, violando, etc., y todo ello, pese a la palabra dada por el voraz general Lechi, al dueño de la mansión donde se alojaban los altos mandos franceses, en el sentido de que acortaría la duración del latrocinio. En los días siguientes, numerosos carros, llenos de las riquezas y bienes robados, entraron en Barcelona.

Saqueo y masacre de Mataró
Litografia de Joan Serra Pausas (1861-1902)
Historia crítica de la guerra de la Independencia en
Cataluña. Antoni de  Bofarull i Brocà (1821-1892)
Coloreado digitalmente
Fuente: 

La mayor parte de las tropas siguieron camino hacia Gerona, dejando tras de sí, en los pueblos por donde pasaban, destrucción, robo y muerte. El propio general Duhesme se desplazó para tomar el mando de la expedición.

Custodiaban Gerona, el regimiento irlandés de Ultonia, al servicio de España, con unos 300 miembros, unos pocos artilleros y algunos marinos de los pueblos vecinos. Con ayuda de los soldados regulares, la participación del clero para encender los ánimos y la disposición de los ciudadanos, los gerundenses se organizaron para recibir a los franceses; fabricaron fusiles en Ripoll, hicieron 2.000 chuzos o picas, produjeron cartuchos para la fusilería y acopiaron balas de cañón. Para el día 19, habría unos 1.500 efectivos entre tropas veteranas y voluntarios, y contaban con hasta 42 piezas de artillería de varios calibres, montadas en armazones y baterías protegidas. 

Cuando el día 20 de junio, aparece el ejército napoleónico, las baterías de la ciudad disparan sus proyectiles y metralla contra los intrusos, que tienen que replegarse. La organización militar de la plaza se había hecho con esmero, y todas las personas útiles para las armas o no, tenían su misión encomendada para la defensa. Viéndose repelidos en sus ataques por el llano, los sitiadores intentaron una nueva maniobra, enviando a la caballería por la parte alta de la ciudad, para lo cual debían vadear el río Ter. Tremendo error, ya que puestos en aviso los somatenes de los pueblos circundantes, impidieron con sus disparos, que los jinetes, pudieran cruzar el río. Tras otros intentos frustrados de Duhesme para abrir brecha en la ciudad, pidió parlamentar con las autoridades de Gerona, para lo cual envió a un oficial y un corneta.

Sitio de Gerona
Litografia de Joan Serra Pausas (1861-1902)
Historia crítica de la guerra de la Independencia en
Cataluña. Antoni de  Bofarull i Brocà (1821-1892)
Fuente: 
Los emisarios entregaron unos pliegos a las autoridades, en los que los franceses utilizaban el lenguaje habitual de mezclar las buenas palabras con las amenazas. Mientras, las tropas de Duhesme aprovechaban la pausa, para ir adelantando posiciones, y avanzar las baterías con artilleros. Pero los tiempos de la inocencia habían terminado, los defensores no les daban tregua y seguían haciendo disparos de cañón y descargas de escopetas. El general francés, pidió parlamentar con autoridades de la ciudad, en su campamento; dos notables fueron elegidos para tratar con él, pero personados en el campamento invasor, lo único que oyeron fue pedirles la rendición, al tiempo que continuaban las previsibles estratagemas del francés, para ir ocupando terreno acercándose a las murallas, con el objeto de franquearlas.

Terminando el día 20, Duhesme realiza varios  ataques de distracción para confundir a los defensores, y alejarlos de determinados puntos de las defensas, para lanzar allí a sus tropas provistas de escalas al asalto de las murallas. Los gerundenses defienden sus puestos y repelen a los asaltantes que pueden, otros atacantes consiguen entrar en el recinto, y aparece la lucha cuerpo a cuerpo, picas, cuchillos y bayonetas se llenan de sangre. La población embravecida rechaza el ataque. Han pasado más de 16 horas de combates desde la mañana del día 20 hasta la madrugada del día 21. Cinco horas después, Duhesme y sus tropas, abandonan el sitio de manera intempestiva.

Los conquistadores de media Europa, tuvieron que sustituir los carros, con el rico botín que esperaban capturar, por los 32 carros con heridos que entraron en Mataró. Las pérdidas humanas de Gerona fueron escasas, frente a los más de tres centenares de muertos de las fuerzas francesas.

El primer asedio a Gerona resultó ser un fracaso para Napoleón, pero no sería el último.

Murallas de Girona
Cuadro de Modest Urgell Inglada (1839-1919)
Museu de Girona

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