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lunes, noviembre 17, 2014

Ruta de San Pascual. Orito. Alicante

Hoy toca una pequeña excursión. El cuerpo se apoltrona y hay que buscar motivaciones para hacer algo más que los consabidos ejercicios matinales o el habitual paseo mañanero, así que de acuerdo con mi amigo Angel, recorreremos una de las rutas que la Generalitat Valenciana tiene catalogada dentro de la red de senderos, con la denominación PR-GV 179 o ruta de San Pascual.

El recorrido comienza en la pedanía de Orito, situada a unos cuatro kilómetros de Monforte del Cid, municipio del que depende, y que está formada por un grupo de casas y chalets levantados alrededor del convento de frailes menores capuchinos, construido a partir de una ermita erigida en 1532 bajo la advocación de la Natividad de la Virgen.

Hemos venido en coche desde Alicante y el desvío para la pedanía se encuentra, a unos escasos 1,5 kms del puerto de Portichol, bajando y a la derecha, en la carretera con dirección a Madrid.

Fachada de la iglesia de la Virgen de Orito
(Foto: ADB)

Dejamos el vehículo aparcado en la plaza del lugar, donde junto con la iglesia y el convento adosado se encuentra un albergue de peregrinos, cerrado en estas fechas.

El día, aunque despejado, es desapacible por el fuerte viento que sopla del Norte, por lo que no es de extrañar que a lo largo del recorrido únicamente nos encontraremos con  otros tres excursionistas a pie y abrigados hasta las cejas. En cambio, veremos numerosos grupos de ciclistas.     



Mural de cerámica con los posibles recorridos
(Foto ADB)









El primer tramo del camino discurre por la vía asfaltada que, con el nombre de Avenida de la Cueva, llega hasta un cruce donde un mural de mosaico nos señala el inicio de la ruta propiamente dicha y las posibles alternativas del recorrido.



  




El camino, de momento llano, discurre a lo largo de un muro de piedra de mampostería donde están incrustados varios pequeños mosaicos con frases en honor de San Pascual. Tras andar unos 170 metros llegamos al siguiente cruce, donde en un cartel se nos indica,  a la derecha una pista asfaltada para vehículos y a la izquierda otra pista asfaltada para los "viandantes", que a unos 400 metros se convertirá en un sendero de tierra y piedras. (Más tarde comprobaremos que en el cartel, en vez de "viandantes", debiera poner para escaladores, dada la pendiente y lo abrupto del terreno en el último tramo de subida a la cueva de San Pascual).

(Fuente:Excmo. Ayuntamiento de Monforte del Cid.
Concejalía de Turismo)
Avanzamos un corto trecho sin dificultad hasta encontrarnos con la ladera de la sierra de San Pascual, y aquí es donde no encaja lo de la ruta para viandantes que nos indicaba el cartel, puesto que ante nosotros se presenta una cuesta con una gran inclinación, ya que en una distancia en proyección horizontal de unos 110 m tendremos que ascender 46 metros, o sea una pendiente del 42% y por un sendero pedregoso que sube sin apenas zigzagueos. ¡Menos mal que el tramo es corto!

Vista con el perfil del tramo de sendero hasta la cueva de San Pascual (cliquear para agrandar)
(Fuente:Cartografía©Instituto Geográfico Nacional de España)
Subiendo la "cuestecita"
(Foto: Gom)
El pequeño esfuerzo de la subida tiene su recompensa al llegar, puesto que ante nosotros se abre una magnífica vista de todo el contorno, con el mar al fondo. La cima del monte donde se encuentra la oquedad o cueva que servía a San Pascual como refugio y lugar de meditación, se ha acondicionado formando una zona pavimentada donde se ubica una construcción para ofrendas y otro recinto junto a la cueva, que nos ofrece asientos para reposar a cubierto de las inclemencias del tiempo. También existe una fuente de agua corriente, que es de suponer que en verano será de gran utilidad.

Zona acondicionada de la cueva de San Pascual
(Foto ADB)
Unos metros más abajo se encuentra un área de descanso, con aparcamiento para coches. Es sábado y numeroso grupos de ciclistas van llegando por la pista asfaltada. El viento ayuda a que la visibilidad sea muy buena y podamos apreciar las poblaciones de Aspe, Monforte, Novelda, San Vicente, Agost y Alicante, entre otras.

Panorámica desde la sierra de San Pascual
(Foto ADB)
Pero ya que estamos aquí hagamos algo de historia sobre el santo que dio nombre y fama al lugar.
Pascual Baylón y Yubero nace en el pueblo zaragozano de Torrehermosa. el 16 de mayo de 1540, de familia campesina y humilde. Al nacer el día de la Pascua de Pentecostés recibe el nombre de Pascual. Realiza tareas de pastor desde los 7 hasta los 24 años, primero en su tierra natal y posteriormente por tierras de Albacete y Alicante.

Imagen de San Pascual que se encuentra en la cueva
(Foto ADB)
En tierras levantinas ejerce de pastor para un vecino de Monforte del Cid y posteriormente para otro de Elche. Con su ganado frecuenta la pedanía de Orito donde los frailes franciscanos estaban fundando un convento. Allí frecuenta la iglesia de la Virgen de Loreto (la denominación de Virgen de Orito será posterior). Pide ser admitido como fraile pero es rechazado en un primer intento. Finalmente toma los hábitos en Elche, el 2 de febrero de 1564, y un año después profesa en Orito. Como fraile sin estudios desempeñará tareas humildes y ejercerá como limosnero. Gran devoto del sacramento de la Eucaristía tendrá episodios de éxtasis en los que ve a Jesucristo durante la consagración de la Hostia. Los últimos años los pasó en Villarreal de Castellón, donde curiosamente fallece el mismo día de Pentecostés, el 17 de mayo de 1592. En 1690 fue canonizado.
La romería en honor del santo se celebra en la semana del día de su fallecimiento y es muy popular en toda la zona del medio Vinalopó y Alicante.

Para ampliar información ver: http://www.franciscanos.org/santoral/pascualbailon.htm

Poste indicativo
(Foto ADB)



Tras la visita al santo seguimos con el recorrido, con el objetivo de subir hasta el punto más alto de la sierra de San Pascual, que se confunde con la cercana sierra de las Águilas.

El sendero arranca junto al edificio de las ofrendas y a lo largo del mismo existen marcas en piedras y árboles, junto con algunos postes indicativos, que servirán de ayuda para no perderse, si bien en el camino de regreso a Orito y ante las interminables subidas y bajadas de un sendero, optaremos por descender por una vaguada.





En los folletos editados por la Generalitat  Valenciana y el Ayuntamiento de Monforte del Cid, se hace referencia a una sabina monumental perfectamente señalizada en el camino. Lo cierto es que aunque pretendíamos verla, no lo conseguimos, supongo que por un despiste o que no era tan monumental.

La senda para subir al pico de San Pascual no se encuentras señalizada, lo que no se echa en falta, ya que lo despejado del monte, su altura y la presencia del hito con el vértice geodésico nos permite orientarnos con facilidad. La subida es un tanto fatigosa y el que escribe, que ya no está demasiado en forma, tiene que hacer varias paradas para tomar aliento.

En lo alto del pico de San Pascual
(Foto ADB)




En todo el trayecto el viento sopla con fuerza, si bien al no ser de frente no dificulta demasiado la subida. Ya en la cima del monte, a 555 metros de altitud, el ventarrón nos impedirá tomar las fotos con tranquilidad. La panorámica que se nos ofrece es magnífica, pudiendo apreciar con amplitud las comarcas de L'Alacantí y el medio Vinalopó.




Panorámica desde el pico de San Pascual
(Foto: Gom)

Un tramo en el sendero de regreso
(Foto ADB)

Regresamos por un sendero limitado por piedras con múltiples subidas y bajadas y entre pinares y arbustos. En zonas de pendientes pronunciadas existen escalones formados con traviesas de ferrocarril. Descendemos por una vaguada para ganar tiempo y llegamos de nuevo a la pedanía de Orito, tras 2 horas y tres cuartos, tiempo en el que habremos recorrido unos 11 kms.

Una birra en el bar de la plaza y ¡para casa de vuelta!









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sábado, junio 28, 2014

Excursión a la isla de Cabrera

A la tercera lo conseguímos. En dos ocasiones anteriores, en visitas o vacaciones en Mallorca, habíamos intentado visitar la isla de Cabrera sin poderlo conseguir, bien porque no había plazas el día que podíamos disponer o porque el estado de la mar no lo aconsejaba.

Así que esta vez me aseguré de disponer de tiempo suficiente y de alojarnos en la Colonia de Sant Jordi, la localidad costera de donde parten las embarcaciones que hacen excursiones a Cabrera y cuya silueta se divisa desde la población veraniega. 
Mapa de situación e itinerario (Cliquear para agrandar)
(Fuente:Cartografía©Instituto Geográfico Nacional de España)
Dos son las empresas que organizan excursiones programadas  al archipiélago de Cabrera, ambas comparten un mismo quiosco en el paseo existente frente al puerto de la Colonia, si bien se pueden adquirir los pasajes en otros establecimientos y agencias.

Al turista se le ofrecen varias posibilidades o combinaciones de excursión, con la posibilidad de incluir la comida. Mi mujer y yo nos decidimos por la excursión clásica con desembarco y tiempo libre para recorrer la isla por los sitios autorizados.  Y para comer nos llevamos unos generosos bocatas de jamón y salchichón que nos habiamos preparado. El precio del viaje, 40 euracos por adulto.

L'Imperial atracada en el puerto antes de zarpar
(Foto Gom) 
Pasadas las diez y media de la mañana zarpamos en L`Imperial, una embarcación con capacidad para unos 80 pasajeros y que en un trayecto de más de una hora nos llevará hasta el pequeño puerto de Cabrera.


El mar está un poco picado, las olas nos vienen de frente y la pequeña nave, pese a la pericia del piloto, navega pegando saltos lo que provoca que varios pasajeros y pasajeras se mareen, siendo atendidos rápidamente por dos tripulantes que proporcionan bolsas y servilletas de papel. En el barco también se pueden adquirir a unos precios razonables agua, refrescos y bolsas de aperitivos.

Además de la isla principal que da nombre al grupo de islas, el archipiélago de Cabrera está compuesto por otras islas e islotes, como la isla des Conills, la segunda en tamaño y cuya forma aparece confundida con Cabrera hasta que el barco se aproxima, Na Redona situada entre las dos islas principales, el peñasco inaccesible de L'Esponja, Na Plana, Na Pobra y Na Foradada, la isla más próxima a Mallorca y que alberga un faro, más otra serie de pequeños islotes que bordean la isla principal.

De pronto, se oye un revuelo entre los pasajeros, la embarcación aminora la marcha y el personal se agolpa hacia el lado donde estamos, cámaras y móviles en ristre, gritando en varias lenguas "dofíns!, ¡delfines!, delphins!". Un grupo de delfines surge a babor saltando sobre las superficie del agua y dando un punto de emoción al viaje. Ya de regreso, por la tarde, volveremos a verlos.



La embarcación se dirige a la bocana que da entrada a la resguardada bahía donde atracaremos. La vista es magnifica, a la izquierda en lo alto de un cerro a unos 80 m de altitud se erige el castillo, en una situación privilegiada y por supuesto no casual, dominando la entrada al fondeadero y con vistas al mar abierto.

Llegando a Cabrera, de frente, el castillo
(Foto Marimar)
Cabrera posee un litoral muy accidentado e irregular, con numerosas calas y ensenadas. La pequeña y abrigada bahía donde se ubica el muelle, ha sido un tradicional refugio para las embarcaciones en situaciones de fuerte oleaje. Ni que decir tiene que a lo largo de la historia también sirvió para que fondeasen piratas berberiscos y de otra índole, como escala y escondite para sus partidas de saqueo en la vecina costa mallorquina.

El barco atraca en un reducido muelle , y nada más descender nos espera personal del Ibanat (Institut Balear de la Natura), que en una breve charla nos informarán de los recorridos posibles, así como recomendaciones a seguir.

Cabrera, sus islas e islotes y el mar circundante  conforman desde 1991, el Parque nacional marítimo-terrestre del Archipiélago de Cabrera, cuya gestión está transferida a la Comunidad Autónoma de las Islas Baleares desde el año 2009.
Zonas de uso
(Fuente: Govern de les Illes Balears)

Alrededor del muelle se disponen en forma de arco varias construcciones, una capilla, servicios, las dependencias de la Guardia Civil, las oficinas del Ibanat, una cantina, así como otras construcciones que parecen viviendas.


Puerto y caserío
(Foto Gom)
Este pequeño grupo de edificios no es el único existente en la isla, a unos 800 m del puerto existe otro muelle y construcciones, entre las que destacan las del destacamento militar que en otros tiempos permanecía en la isla.

Vista panorámica caserío puerto
(Foto Marimar)
Tras un corto vistazo a las edificaciones del puerto iniciamos la subida al castillo, cuyo sendero de acceso un tanto desapercibido, arranca entre dos casas. El sendero es bastante accidentado, con cantos y gravilla suelta, lo que obliga a ir con cuidado, (es aconsejable llevar zapatillas y dejar las chanclas y sandalias para la playa). Nada más empezar la subida, a la derecha y entre piedras vemos una gran cantidad de lagartijas (sargantanas) que se disputan algunos restos de comida. A diferencia de las coloridas sargantanas de Ibiza y Formentera, las lagartijas de Cabrera son de un gris oscuro casi negro, si bien se aprecian algunas con características diferentes. Desde mi estancia en Ibiza he adquirido una extraña querencia por estos avispados reptiles y no puedo evitar darles pequeños trozos de manzana y de cerezas que se disputan con avidez, llegando incluso a comer de mi mano, (no sé si está prohibido echarles comida,  pero para mí ha sido una auténtica satisfacción verlas salir de sus escondites en busca de los alimentos).

Cementerio abandonado a medio camino de la subida al castillo
(Foto Gom)
La ascensión al castillo nos lleva poco más de 10 minutos. Al coronar la primera elevación se nos ofrece una vista de la vertiente norte de la isla y observamos un par de construcciones. La más próxima al sendero es un pequeño cementerio delimitado por gruesos muros de mampostería. Al acercarnos, comprobamos a través de la puerta de barrotes cerrada, el estado de abandono, lleno de maleza, sin que apreciemos la existencia de lápidas.

Al llegar a esta parte del camino, se nos abre una explanada con un cartel con unas escuetas notas informativas sobre el castillo, la flora y la fauna del entorno. Desde aquí hasta la base de la fortaleza se llega en un par de minutos.

Vista del castillo desde la explanada previa
(Foto Gom)


El castillo en sí no deja de ser una especie de torreón, con un cuerpo adosado en su base, que da la impresión de haberse reformado recientemente  provisto de una ancha puerta  que se encuentra cerrada. 
 Puerta cerrada del cuerpo inferior. A la derecha se aprecia la escalera de entrada
(Foto Marimar)

Para subir al torreón se abre en un lateral una estrecha puerta a la que se llega por medio de una escalera de piedra y que  cuando llegamos se encuentra ocupada por un numeroso grupo de personas que hacen cola para entrar. Dada la anchura de la puerta pensamos que antes de pasar hay que dejar salir a los que están dentro. Nos ponemos en la fila. Pasado un tiempo y ante la falta de avance de la cola, el grupo  empieza a ponerse nervioso y a murmurar en varios idiomas. No acabamos de comprender porqué no avanzamos si no sale nadie. Finalmente y cuando algunos visitantes empezaban a abandonar la idea de subir al torreón, sale un pequeño grupo de turistas que sujetan y tratan de abanicar a una joven, que se encuentra pálida y con aspecto de haberse sentido indispuesta. Nos apartamos y dejamos pasar al grupo de la joven que tras un breve tiempo se recupera y emprende la marcha con sus compañeros. Por los comentarios de las personas que encuentran junto a la puerta, sacamos la conclusión de que la muchacha se había quedado atorada al bajar por la estrecha escalera del interior y que le había entrado el pánico.

Por si acaso, mi mujer decide no entrar y a mí me entra la curiosidad por ver la escalera en cuestión. Se trata de una angosta y empinada escalera de caracol que ciertamente da un poco de impresión verla, y que únicamente permite el paso de una persona a la vez, por lo que hay que esperar a que bajen los que han terminado la visita para poder subir.

 Bajando por la escalera de caracol de subida al torreón
(Foto Gom)
La fortificación tiene varios niveles aterrazados. En un primer nivel se accede a una cámara abovedada con un hueco a modo de ventana que permite apreciar el grosor de los muros de piedra de más de 1 metro y por donde entra la poca luz para iluminar la estancia.

Por una escalera adosada a un muro subimos a otra terraza y desde ésta, a una última azotea desde la que podemos disfrutar de una vista panorámica de 360 grados.

El castillo de Cabrera, cuya construcción data de finales del siglo XIV, ha pasado por varias reconstrucciones a lo largo de sus historia. En 1550 fue allanado por el corsario Dragut, siendo reedificado de nuevo por los mallorquines en ese mismo año. El 30 de octubre de 1583, desembarcan en la isla moros argelinos que abaten de nuevo la fortaleza, guarnecida únicamente por seis soldados. Enterados en Mallorca del trágico suceso, ràpidamente y por medio del lugarteniente del Virrey de Mallorca, D. Hugo de Berard i Palou, se organiza una escuadrilla que al mando del caballero D. Pere Ignasi de Torrella, zarpa el 1 de noviembre recuperando Cabrera y reparando el castillo, que los asaltantes argelinos habían empezado a demoler.

La visita al castillo no dura más de quince minutos y poco más puede ofrecer, aparte de las magníficas vistas que desde el mismo se obtienen.

 
Panorámica desde el castillo
(Foto Gom)
Descendemos hasta el caserío del puerto y nos tomamos un respiro, sentados a la sombra en el porche de la cantina, donde también se puede comer dentro de una lógica y limitada oferta. 

Tras el descanso, tomamos el camino que conduce hasta el llamado caserío de Cabrera, y donde se sitúan los pabellones militares que en otros tiempos sirvieron de alojamiento a un destacamento militar y que actualmente están remozados, ofreciendo un buen aspecto. A unos escasos cien metros de los pabellones y frente a otro pequeño embarcadero, desde el que zarpará el barco de regreso a Mallorca, se encuentran unas construcciones o cases des pagés, dotadas con aseos públicos.  


Pabellones del antiguo destacamento militar
(Foto Gom)



A partir de este punto nos planteamos tres recorridos para aprovechar la breve estancia hasta la hora de regreso, una de ellas es llegar hasta la cercana cala de sa Platjeta para bañarnos, comer y relajarnos, otra alternativa era andar hasta la playa más alejada de s'Espalmador y una tercera, que fue la opción elegida, era hacer la ruta de los Franceses, comer y después disfrutar de sa Platjeta hasta el momento de embarcarnos. También nos habían hablado y elogiado sobre la ruta del faro de Ensiola, pero desistimos de hacerla por la mayor distancia que nos obligaría a estar más pendientes del reloj.
Mapa con las rutas senderistas permitidas
(Fuente: Organismo Autónomo Parques Nacionales)
La llamada ruta de los Franceses se denomina así, en recuerdo de la estancia en Cabrera de unos 8.000-9.000 soldados galos hechos prisioneros en 1808, en la batalla de Bailén, y que fueron trasladados a la isla en mayo de 1809, donde permanecieron durante cinco años padeciendo todo tipo de calamidades y hambrunas, como era de prever en una isla sin grandes recursos. Para conocer mas sobre este hecho, ver: Los prisioneros franceses de la isla de Cabrera. 


Lo cierto es que quedan pocas huellas de la estancia de los franceses, ya que al abandonar la isla, quemaron y destruyeron las construcciones provisionales que hicieron durante su cautiverio.
Monumento a los prisioneros franceses
(Foto Gom)
 Tomamos el camino que lleva a una antigua masía de la familia Feliú, propietaria en su día de la isla, y antes de llegar nos desviamos para encontrarnos con el monumento a los cautivos franceses cuya primera piedra la puso en 1847 el consul de Francia en Mallorca. El sencillo monumento se encuentra situado a media ladera entre pinos.
Antigua bodega o celler convertida en museo etnológico
(Foto Gom)

Seguimos por un estrecho sendero y a unos 100 metros llegamos hasta el celler o bodega, hoy convertida en un museo etnológico, que encontramos cerrado al llegar fuera del horario de apertura. Se trata de un caserón rehabilitado en el que una parte del mismo quedó sin construir. 

Lo rodeamos y observamos en la parte recayente al camino de vuelta unos curiosos jardines en estado de abandono.

Es hora de comer y nos dirigimos de regreso a una zona próxima a sa Platjeta acondicionada como merendero, a resguardo del sol con mesas y bancos para sentarse.

   
Merendero
(Foto Marimar)

Tras los "bocatas" y hasta la hora de embarcarnos, una siestecita y un relajante baño en la pequeña playa, que se encuentra bastante concurrida. 

Sobre las 5 de la tarde subimos a la embarcación que está fondeada en el muelle frente a las cases des Pagés. El barco nos lleva a toda máquina a visitar la Cova Blava. Se trata de una caverna existente en la costa, cuyo tamaño permite que la embarcación entre dentro de la oquedad. Una vez dentro de la cueva nos podemos bañar en sus aguas transparentes y de un precioso color azul.
 
La Cova Blava
(Foto Gom)
En el interior de la Cova Blava
(Foto Marimar)

Tras la agradable y un tanto sorprendente visita a la Cova Blava, el barco nos transporta de regreso a la Colonia Sant Jordi bordeando el resto de ilas e islotes del archipiélago.

La excursión ha valido la pena.
  
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 Una web a visitar: Centro de Visitantes Parque Nacional de Cabrera en la Colonia Sant Jordi



domingo, mayo 11, 2014

Viajeros del Ayer: Émile Bégin. Parte III: De Burgos a Valladolid

3. DE BURGOS A VALLADOLID

Desde Burgos, Ëmile Bégin emprende viaje hacia Valladolid, camino de Madrid, si bien en el capítulo que sigue al de Burgos y que titula "Lé Désert" comienza hablando de pueblos y localidades situadas en otra ruta que pasa por la provincia de Soria, por lo que lo más probable es que ése fuera el camino de regreso a Francia, y que aprovechase su conocimiento de los dos recorridos para hacer una descripción más amplia de los páramos castellanos, de los que escribe:
Éste desierto posee sus oasis y sus caravanas compuestas por arrieros, que algunas veces marchan en grupos, y muleteros, armados con un fusil que llevan en bandolera. Cuando se producen las paradas de descanso, los carros, casi todos con ruedas estrechas, y los equipajes se disponen circularmente; en el centro se encienden fuegos para cocinar, después de dejar a los bueyes y las mulas pastar en libertad. Terminado el descanso, en un abrir y cerrar de ojos la caravana se reorganiza y emprende la marcha.

Arrieros cruzando los Pirineos
Cuadro de Rosa Bonheur. Óleo sobre lienzo. (Hacia 1832)
Colección privada
 En la ruta seguida hacia Valladolid, el viajero va enumerando las localidades por donde pasa, Celada, Villodrigo, Torquemada de la que como no podía ser de otro modo le sirve para citar al célebre inquisidor nacido en la población, la villa de Dueñas de la que cita las ruinas de un viejo castillo (sus piedras sirvieron para construir el canal de Castilla) y el monasterio de la Espina en el que reposan los restos de la reina Blanca y de doña Sancha, habla de una población de nombre Arancel (inexistente) que atraviesa el río Pisuerga sobre un puente de dos arcos de original construcción (aquí monsieur Bégin parece haberse confundido y es de suponer que la población a que se refiere es Cabezón del Pisuerga y el puente es el viaducto de origen romano de nueve arcos, que cruza el río que divide en dos a la población). Aunque sea extraña tanta diferencia en el número de arcos (de 9 a 2) es posible que al componer el libro, el tipógrafo confundiese el nueve francés (neuf) por el dos (deux).

Valladolid: "El Rastro" Grabado de mediados del siglo XIX
Del libro "Vida de Cervantes". Jerónimo Morán. Imprenta nacional 1863




El capítulo dedicado a la ciudad vallisoletana, comienza con elogios, mencionando a numerosos personajes:
Toda ciudad que teniendo un río, hermosos paseos, antiguos monumentos, numerosa juventud, una guarnición, algunas plazas grandes, algunas calles hermosas y sobre todo historia, merece estar entre las poblaciones excepcionales. Así es como se presenta Valladolid. Nadie puede quedar indiferente a la encantadora musicalidad de su nombre; nadie la puede cruzar sin obtener la más alta opinión de una prosperidad que antaño acumulaba palacio sobre palacio, iglesias sobre iglesias, maravillas sobre maravillas; en la que para aparecer la genialidad sólo había que buscarla, y donde las voluntades, los sentimientos, desde el siglo doce hasta el siglo diecisiete, eran interpretados tanto por el cincel de Juan de Juni, de Hérnández (Gregorio Fernández), de Berruguete, de P. Leon Leoni (se refiere a los escultores italianos León y Pompeo Leoni) como por la paleta de José Martínez (Gregorio José Martínez) y de Antonio Pereda. Este periodo fue realmente la gran época de Valladolid, como antes había sido la de Burgos. Valladolid tuvo entonces grandes mecenas: el conde Pedro Ansúrez, inhumado en la catedral bajo un mausoleo digno de él; el cardenal González de Mendoza; el rey Felipe II,  agradecido por ser su lugar de cuna, Fabio Nelli, cuya casa de estilo corintio adornada con escudos todavía existe; Diego Sarmiento de Acuña, que poseía una de las mejores bibliotecas de España, y otros grandes personajes. Hoy en día, únicamente le queda un Mecenas; pero creo que es mucho más duradero que los anteriores; se trata del Canal de Castilla...

Vista aérea de Valladolid
Litografía de Alfred Guesdon (hacia 1854)
(L'Illustration Jounal Universel. París)





De la amplia descripción que hace de la ciudad, de sus monumentos y de sus edificios, es de suponer que monsieur Bégin pasó varios días en Valladolid y que vivió con intensidad su estancia, ya que demuestra tener un amplio conocimiento de la vida de la ciudad.
Tras la Plaza Mayor, es el paseo del Espolón nuevo, en la orilla izquierda del Pisuerga, y el de Campo Grande, los que prefieren los habitantes de Valladolid; aunque tienen el inconveniente de encontrase en las afueras de la ciudad y de estar expuestos tanto a una excesiva humedad, como a mucha polvareda. Hay otro paseo, más interesante para el turista, el paseo por las calles, por la mañana cuando se abren las puertas de la ciudad y una afluencia de arrieros llega para llenarlas; o al mediodía, cuando los porches abiertos en las fachadas de las casas permiten al curioso penetrar en el patio y percibir su disposición arquitectónica. Valladolid presenta un anticipo de las construcciones árabes que observaremos casi por todas partes más allá de los límites de Castilla.
Valladolid. Iglesia de Santa María la Antigua
(El Museo Universal 1865)



 Tras hacer una larga exposición sobre los escultores de la escuela vallisoletana, el viajero francés se detiene en el mundo de las letras, del que hace comentarios poco elogiosos:
La biblioteca no ofrece nada especialmente interesante, ni muy antiguo, ya que los manuscritos de Diego Sarmiento de Acuña, que se habían librado de los gusanos y de la humedad, fueron consumidos por el fuego de los vándalos modernos; y los libros de los conventos han perdido casi todos, el destino que les correspondía. Quince mil volúmenes componen la colección; cifra bien escasa para una ciudad universitaria, pero más que suficiente en relación con la afluencia de lectores.
Al calificar a Valladolid con el título de ciudad lietraria, no había pretendido decir que fuera una localidad letrada, pese a sus catorce librerías, sus numerosos encuadernadores (relieurs), su legión de alumnos y su profesorado académico; porque los profesores hablan en el vacío; los alumnos, mal alojados, mal alimentados, indisciplinados, van a lo que salga; los encuadernadores preparan obras que no han leído, y las librerías morirían de hambre si no fuera por la venta de imágenes y de libros de iglesia. Aquí los carteles, las inscripciones monumentales están plagados de faltas, y pese a la tardía admiración que los vallisoletanos acaban de mostrar por Cervantes, cuyo nombre ostenta un café donde he tomado bastantes malos sorbetes, creo que hoy en día Cervantes, sufriría en Valladolid, como antaño, las penurias de un encarcelamiento.
Monsieur Bégin termina su capítulo sobre la ciudad castellana con un párrafo lleno de sarcásticos comentarios y lejos de las alabanzas iniciales:
Seamos tan generosos como Cervantes; olvidemos que un joyero de esta ciudad nos ha pedido un quince por ciento de comisión por cambiar nuestro oro francés por oro español; olvidemos las incomodidades del hotel, los desagradables cocheros, los envenenamientos culinarios que nos han reducido al régimen de Sangredo (puede referirse a los efectos laxantes del árbol con ese nombre). Si alguna vez volvemos, trataremos de encontrar, como Gil Blas, la mesa de un canónigo, que no tenga en su biblioteca más que tres libros: El Cocinero perfecto, El Tratado de la indigestión y el Breviario.  

Parte I: Desde la frontera hasta Vitoria

Parte II: De Vitoria hasta Burgos


Fuentes:

Libros:
-Émile A. Bégin. (1852). Voyage pittoresque en Espagne et en Portugal. Paris. Belin-Leprieur et Morizot, Editeurs.

Webs:
Biblioteca nacional de España. BNE
Gallica. BnF
The British Library

miércoles, marzo 26, 2014

Viajeros del Ayer: Émile Bégin. Parte II: De Vitoria hasta Burgos.

2. DESDE VITORIA HASTA BURGOS

En su libro de viajes, monsieur Bégin introduce pausas en la descripción del itinerario y añade apartados específicos sobre algunas cuestiones y costumbres que le llaman la atención, tales como la mendicidad existente en algunas zonas de España, sobre la que escribe:
El Angel de la Guarda. Murillo (1655)
En las distintas provincias, así como en Castilla, la mendicidad por lo general abunda; se manifiesta ostensiblemente, sin vergüenza ni discreción, tan bien identificado su ejercicio profesional como cualquier otra industria, de manera que en las ciudades, ni siquiera parecen buscar la manera de dar lástima a las gentes por lo habituadas que están. Los mendigos visten bastante bien, a veces mejor que los ciudadanos normales, y todos los lugares les son aptos para aprovecharse del público. Una tarde en Sevilla, en el paseo de las Delicias, en medio de una multitud bastante numerosa, tropecé con un señor de buen aspecto, cubierto por una capa negra y le pisé el pie; mi primera reacción fue la de excusarme y llevarme la mano a mi sombrero; su reacción fue extenderme la suya. En otra ocasión, en la catedral de la misma ciudad, estaba admirando cierta encantadora composición en la que Murillo representa la inocencia infantil de Jesús conducido por un ángel, cuando el roce de una mantilla, la expresión de una mirada que me pareció dulce y el murmullo de una boca todavía hermosa, me sacó de mi estudio; mecánicamente respondí en español: -Tiene razón, es uno de los cuadros más magníficos de la catedral-, y reanudé el hilo de mis reflexiones; pero un minuto después, me empujan el codo, y bajo, la mantilla, veo salir una pequeña mano, y escucho una súplica que no tenía nada que ver con el arte. Este hábito de pedir limosna en las iglesias es una de las cosas más chocantes que he observado en España.
Mendigos en el claustro de la catedral de Barcelona
Grabado de Gustavo Doré. L'Espagne (1874). Barón Ch. Davillier 
Tras sus impresiones sobre la mendicidad, el consejo de la Mesta y otros temas, Émile Bégin continúa el relato de su viaje que le llevará desde Vitoria hasta Burgos. Entra en la meseta castellana atravesando el desfiladero de Pancorbo del que comenta lo siguiente:
"El famoso paso llamado la garganta de Pancorbo, en la que los restos del ejército francés, atrincherados hábilmente, forzaron en 1813 a lord Wellington a abandonar la ruta principal de Vizcaya, y a desviarse por la izquierda con todas sus fuerzas, es uno de los puntos estratégicos más interesantes de la Península española. De hecho, nada en cuanto a fortificaciones naturales, podría aparecer de una manera más espectacular, comenta un viajero: dos peñascos de más de quinientos pies de altura, absolutamente desnudos, presentan los salientes de sus inmensos esqueletos, amenazando por ambos lados al temerario que se adentra entre sus paredes."   
Paso de Pancorbo. Dibujo de David Roberts,. hacia 1832. Grabado de J.C Varrall
Del paso de Pancorbo existen numerosos grabados de mediados del siglo XIX, algunos de los cuales parecen copias retocadas de otros anteriores. Reproduzco dos dibujos, arriba en blanco y negro el grabado de David Roberts (1796-1864), dibujante y pintor escocés que recorrió España entre 1832 y 1833, tomando numerosos apuntes que servirían para su reproducción en numerosas litografías y libros de viajes de diferentes autores, y debajo de estas líneas una acuarela en color del misterioso barón inglés Edgar T.A. Wigram (1864_1935), en la que reproduce el famoso desfiladero sin las formas un tanto fantasmales e imaginarias de David Roberts.

Otra imagen con el paso de Pancorbo. Acuarela de Edgar T.A. Wigram, (1904?)

El viajero prosigue el viaje por la comarca de la Bureba, elogiando la fertilidad de sus campos, pasa por Briviesca, "jolie petite ville de deux mille âmes" y sobre lo accidentado del terreno escribe:
Las mesetas de aquí son las más elevadas de toda España. Para llegar a la cima, diez mulas no parecen suficientes, cuatro bueyes vienen a unirse. Es digno de ver el aire solemne del boyero caminando al frente del convoy, sosteniendo una vara con misma gravedad que un obispo que caminase con su báculo; a destacar la inagotable verborrea del segundo boyero que acompaña la yunta. Únicamente habla él, gesticula, vocifera; toda la responsabilidad, toda la gloria de la subida le incumbe especialmente; y cuando se alcanza el objetivo, el aire de triunfo y de seguridad con que saluda a los viajeros sugiere la idea de una recompensa.
Desde Monasterio de Rodilla el camino es cuesta abajo y al fin la diligencia y sus maltrechos pasajeros llegan a Burgos.

A la capital castellana, lugar obligado para los viajeros de la época, Émile Bégin dedica un extenso capítulo de su libro, comenzando por una semblanza histórica de la ciudad y los tres periodos de reinados que dejaron su huella, a saber:  el reinado de Carlos V y de su hijo Felipe II; el reinado de Carlos III y por último el de Isabel II.
Vista de Burgos
Grabado de Rouargues Frères (hacia 1850)

Además de las visitas acostumbradas a los monumentos de Burgos, monsieur Bégin recorre sus calles y plazas, observando a las gentes y sus costumbres:
Por lo general, las calles de Burgos son estrechas, mal pavimentadas, aunque guarnecidas  de aceras; sin embargo las numerosas plazas, grandes y pequeñas, facilitan la circulación del aire. En el centro de casi todas estas plazas se encuentra una fuente. La plaza de la Constitución, muy amplia, rodeada de soportales, está decorada con una estatua de bronce de Carlos III, de factura muy mediocre; en otra plaza hay una sirena de bronce dorado sobre un delfín; la pequeña plaza de Santa María posee un preciosa fuente renacentista. Los mercados de legumbres, de frutas, de carbón ocupan, en el centro de la ciudad, tres plazas que están contiguas y cerca de las cuales se encuentran las lonjas de la carne, del pescado, etc.; de manera que para el extranjero curioso por conocer los productos del país, la forma de vivir y las costumbres de los campesinos,  basta con dar sobre las nueve de la mañana unas cuantas vueltas de paseo. Casi todas las mercancías llegan en caballerías con alforjas.
Burgos: mercado de la liendre
Dibujo de Gustavo Doré. Grabado de Charles Laplante (1874)
El viajero francés prosigue su paseo por la ciudad, y cuenta sus impresiones con un cierto toque irónico:
De los mercados al Palacio de Justicia, no hay más que un paso; de las garras del mercader a las garras del procurador; no hay mas que una transición natural; también nosotros hemos sido conducidos, sin apenas habernos dado cuenta, al antro de los pleitos.
De su visita a la catedral de Burgos hace una extensa descripción, destacando la considerable variedad del conjunto catedralicio. De la Puerta de los Apóstoles, lamenta la desafortunada decisión de un obispo de mandar eliminar el parteluz que la precedía. Del interior recalca las riquezas y elegancia de las capillas, grandes como iglesias, señala la gran diferencia de calidad en la talla del venerado Cristo de Burgos en comparación con el Cristo que había visto en la iglesia de Vergara. Sobre el cofre del Cid Campeador, emplazado hoy en la capilla del Corpus, narra la conocida historia de la estratagema del héroe, para engañar a los prestamistas judíos que le hicieron un préstamo para poder pagar a sus mercenarios, dejando como garantía un cofre que supuestamente estaba lleno de joyas y riquezas, cuando en realidad únicamente contenía arena y piedras. Finalmente menciona dos elementos populares de la catedral, el llamado papa-moscas y el confesionario real, donde los reyes castellanos confesaban sus pecados una vez coronados.
Escalera dorada del brazo norte del crucero de la catedral
Dibujo de David Roberts (hacia 1833)
Tras visitar el monasterio de Santa María la Real de las Huelgas y la cartuja de Miraflores, el curioso médico francés termina su estancia en Burgos y emprende camino hacia Valladolid, adentrándose en los páramos castellanos a los que denomina "désert".

Volver a Parte I: Desde la frontera hasta Vitoria 

Sigue en Parte III: De Burgos a Madrid



Fuentes:

Libros:
-Émile A. Bégin. (1852). Voyage pittoresque en Espagne et en Portugal. Paris. Belin-Leprieur et Morizot, Editeurs.

Webs:
Biblioteca nacional de España. BNE
Gallica. BnF
The British Library


 

   
 


lunes, marzo 17, 2014

Viajeros del Ayer: Émile Bégin. Parte I: Desde la frontera hasta Vitoria

1. DESDE LA FRONTERA HASTA VITORIA

Buscando en la red imágenes de otros tiempos, he encontrado en algunos antiguos libros de viajes una valiosa e importante fuente de datos y documentación gráfica.

Uno de los libros de viajes más interesantes que descubrí, fue el publicado en 1852 por el médico, oficial de sanidad e historiador francés, Émile Auguste Bégin (1802-1888), quien recorrió la Península Ibérica hacia 1825 y en 1850, reflejando sus impresiones y anécdotas en el libro "Voyage pittoresque en Espagne, et en Portugal", y que contiene unas magníficas ilustraciones de los MM. Rouargue Frères, grabadores y pintores de gran prestigio.

Fotografía de Émile Bégin tomada en 1872
Ni que decir tiene que los grabados de los hermanos Rouargue, se encuentran reproducidos en infinidad de sitios, y que existen numerosas copias y reproducciones en colecciones de museos y galerías, por lo que junto con la inserción de las ilustraciones, aprovecho para añadir algunos comentarios sobre el itinerario seguido por Émile Bégin, e incluir la traducción de algunos párrafos de su libro.

Los comentarios que hace monsieur Bégin, en ocasiones no son nada elogiosos para las distintas ciudades o regiones por las que transcurrió su viaje. así como tampoco para sus habitantes. También comete errores sobre nombres y lugares geográficos, pero en su conjunto es un notable documento para conocer aspectos y costumbres de las distintas  zonas y de las gentes que poblaban la Península Ibérica a mediados del siglo XIX.

Uno de los grabados más curiosos es el de una diligencia de la época, tirada por 10 mulas, subiendo por una pronunciada cuesta, el collado de Balaguer, situado en la provincia de Tarragona. Al observar el grabado en color, con el carruaje a punto de volcar, no puedo por menos de imaginar el pavor que debían soportar los sufridos viajeros que se atrevían a viajar por los maltrechos caminos de tierra de aquélla época.

El médico y viajero francés entra en España por la frontera de Irún, dando cuenta del cambio en la composición y aparejo del medio de transporte:
Diligencia cruzando el coll de Balaguer (Tarragona) hacia 1850
Nuestro carruaje intercambia sus cinco caballos por siete mulas, su conductor por un mayoral, su postillón habitual por un zagal, y como añadido se incorpora delante un pequeño mensajero, de sobrenombre el condenado a muerte, ya que habitualmente va de Irún a Madrid sin parar, embridado, desenganchada su cabalgadura a la que monta a horcajadas y a la que dirige al trote, a menudo a galope, en cabeza del enganche. En otros tiempos el servicio se hubiese considerado incompleto sin el escopetero, enemigo oficial de los bandoleros cuando no era él incluso salteador, y que ocupaba provisto de una carabina, el pescante trasero de la diligencia; pero gracias a la guardia civil, los nuevos gendarmes españoles, la ausencia de malhechores ha hecho del escopetero un objeto de lujo y fantasía.
Grabado con la composición de una diligencia hacia 1840
Del libro "Recuerdos de un viaje por España". Francisco de Paula Mellado. 
¡Arre! grita el mayoral; ¡arre!, repite el zagal, acompañando los golpes de látigo o de vara con un puñado de extrañas palabras dirigidas a las mulas, las cuales tienen un apodo que las distingue: Capitana, Bella, Generala, Negra; las mulas poseen cualidades y defectos que resaltan continuamente,  y que acompañan con el ¡dia, dia!, ¡hu, hu! y de juramentos de los que caramba es la expresión más suave. Las mulas, dice M. Challamel, distinguen la jerga. A la primera palabra del postillón, hay que verlas levantar las orejas, enderezarse, ralentizar o apresurar el paso. Si alguna de ellas se muestra poco dócil o va demasiado deprisa, nuestro postillón, ágil como un vasco, salta de su asiento situado a la misma altura que el del coupé de las diligencias francesas, y rápidamente las corrige, lo que a veces dura varios minutos. En algunos momentos, el parloteo con las mulas es general. El delantero, el mayoral, el zagal, vociferan a un tiempo; formando un trío de bajos y contraltos que vienen a unirse a la cadencia de los cascabeles que penden del cuello de las mulas y al chirriante sonido de un eje mal engrasado. 
Monsieur Bégin sigue su viaje pasando por San Sebastián y destacando su limpieza y la uniformidad de sus edificios, y se dirige a Tolosa, que en aquéllos años era la capital de Guipúzcoa, elogiando de camino, la belleza del valle del río Urola y el balneario de Cestona.

En la villa de Vergara,  visita el famoso Cristo de la Agonía, del que escribe lo siguiente:
...Lo tienen encerrado en una sombría capilla, en la que lo muestran encendiendo los cirios del santuario; pero al contrario que otras mediocridades por las que cada viajero muestra una admiración dictada por las guías, este Cristo supera infinitamente su renombre, que no traspasa las fronteras del País Vasco. La vista de este Cristo hace daño, me dice desviando los ojos, un hombre del pueblo, un muchacho tranquilo que me acompañaba: ningún elogio podría ser ni más directo, ni más verídico.
El viajero prosigue viaje hasta Vitoria, y allí recuerda la batalla que tuvo lugar en junio de 1813, entre las tropas napoleónicas que escoltaban a José Bonaparte en su abandono de España y el ejército formado por tropas españolas, inglesas, portuguesas y alemanas, al mando del duque de Wellington.

Grabado que representa la Batalla de Vitoria.
 Martial achievements of Great Britain and her allies from 1799 to 1815
Dibujo: W. Heath; Coloreador: M. Dubourg; Grabador:I. Clark. (1814)
Nuestras tropas ocuparon Vitoria durante largo tiempo; pero en 1813, después del memorable asunto que lleva su nombre, una batalla casi sin combate, increíblemente enrevesada, confusa sin duda, fue necesario evacuar la Península. José Bonaparte, al que el general Beaufort-d'Hautpoul protegía la retirada, se encontró con la situación del rey don Rodrigo:
 Ayer fui señor de España
Y hoy no tengo una almena
Que pueda decir que es mía
                    Romancero
El campo de batalla es soberbio. El ejército anglo-español, mandado por Wellington confluyó en la planicie por el camino de Burgos, bordeó la ciudad y avanzó hasta la carretera de Francia, al objeto de cortar nuestra retirada. Los testigos oculares aseguraron, dice M. Adolphe Blanqui, que esta maniobra fue ejecutada con una precisión admirable, y que desde lo alto de los muros, la marcha de las columnas inglesas ofrecía un aspecto magnífico. Cada cual atribuye la debacle a la  falta de entendimiento de nuestros generales, y cuenta de esta memorable escaramuza algún hecho trágico o anecdótico. No fue:, en efecto, una derrota normal: el ejército, cargado de tesoros y de mujeres, era seguido como una presa por sus cazadores; las más hermosas damas de la corte de España, y las ricas joyas de la Indias, tentaban igualmente a vencedores y vencidos.Tampoco hubo combate, y sin la división del general Foy, sin las tropas del general Hautpoul, ni siquiera hubiera habido retirada. Se produjo entonces, algo lamentable, las encantadoras y acicaladas damas, se abalanzaban desde sus carruajes hacia la caballería, a los pies de los dragones y les ofrecían todos los tesoros que pudiesen tomar, si las dejaban subirse a horcajadas para escapar de la furia de los españoles. Vimos los carromatos del ejército francés saqueados por los soldados encargados de protegerlos, y el campo de batalla cubierto de calesas, berlinas, carros y cofres ensangrentados o rotos por la metralla y las balas. Un número considerable de mujeres quedaron tendidas en la campa. No se puede observar sin un sentimiento de pesar, la colina y el bosque por donde escaparon el resto de este gran desastre, que cuenta como una fecha destacada en las celebraciones de la independencia española.
Batalla de Vitoria, traslado de prisioneros.
 Martial achievements of Great Britain and her allies from 1799 to 1815
Bibujo: W. Heath; Coloreador: M. Dubourg; Grabador:I. Clark .(1814)

Fuentes:

Libros:
-Émile A. Bégin. (1852). Voyage pittoresque en Espagne et en Portugal. Paris. Belin-Leprieur et Morizot, Editeurs.

Webs:
Biblioteca nacional de España. BNE
Gallica. BnF
The British Library








sábado, marzo 08, 2014

Iglesias de Ibiza - Parte II

 Esta segunda entrada sobre las iglesias de la isla de Ibiza comprende:   
  1. Iglesia de la Mare de Deu de Jesús
  2. Iglesia de Sant Joan de Labritja
  3. Iglesia de Sant Jordi de ses Salines
  4. Iglesia de Sant Josep de sa Talaia
  5. Iglesia de Sant Llorenç de Balàfia
  6. Iglesia de Sant Mateu d'Albarca
  7. Iglesia de Sant Miquel de Balansat
  8. Iglesia de Sant Rafel de sa Creu
  9. Iglesia de Sant Vicent de sa Cala       
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Iglesia de la Mare de Deu de Jesús

La iglesia de Jesús, una pequeña población perteneciente al "quartó" de Santa Eulalia y próxima a la ciudad de Ibiza, alberga una de las obras religiosas más importantes de la isla. Se trata del retablo de su altar mayor, obra de finales del siglo XV atribuida a los pintores valencianos Roderic de Osona y su hijo Francesc de Osona.  
El trabajo fue encargado por una comunidad de frailes franciscanos y consta de tres cuerpos, con unas dimensiones de 7,50 x 5,10 m.. Lo forman 25 tablas pintadas con distintas representaciones religiosas.

En la tabla central se representa a la Mare de Deu entronizada amamantando al Niño Jesús. El siguiente orden o nivel se dedica a la estigmatización de San Francisco de Asís y en el ático, al milagro de la misa del Papa San Gregorio. El retablo se completa con numerosas representaciones llenas de elementos  simbólicos.

No existe unanimidad sobre cómo una obra de tal envergadura pudo llegar a una iglesia tan modesta, si bien el hecho de que el conjunto de edificios albergara un convento de franciscanos, y a partir de 1580 de frailes dominicos, confirma que el lugar debió tener cierta relevancia.

Debido al peligro que representaban las incursiones piratas, los dominicos trasladaron el convento existente para instalarse dentro de las murallas de Ibiza, manteniendo la propiedad del lugar hasta 1674.

El retablo, que ha tenido varias restauraciones, sigue estando muy deteriorado y pendiente de una restauración a fondo que debe ir acompañada de la mejora de las condiciones ambientales interiores del edificio, ya que son una de las causas de la degradación de la obra. (El 15 de abril de 2018, en un acto inaugural, se dieron por terminados los trabajos de restauración del retablo). 

El templo inicial, del que se tiene noticia escrita desde 1466, era frecuentado por las gentes del mar. La iglesia actual se compone de una sola nave cubierta con bóveda de cañón acodada con arcos fajones apuntados que la dividen en cuatro partes. Lateralmente se abren seis capillas añadidas en los siglos XVII y XVIII. En 1818 fue demolida una torre aneja y a finales del siglo XIX se construyó la zona porticada.

La iglesia funcionaba como vicaria auxiliar de la parroquial de Santa María en la Vila, hasta que con la reorganización de la diócesis formulada por el obispo Abad Lasierra en 1785, es elevada a la categoría de parroquia.


Dibujo de Alexander Stuart Boyd hacia 1906
Del libro "The Fortunate Isles" de Mary Stuart Boyd

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Iglesia de Sant Joan de Labritja

El origen de la iglesia de Sant Joan de Labritja está en la capilla que en 1717 se comienza a erigir en unos terrenos donados por Antoni Marí "Milà", terminándose los trabajos hacia 1720 y poniendo el nuevo templo bajo la advocación de San Juan Bautista.

Esta capilla inicial, (capella de Sant Crist) forma parte de la iglesia actual que mandada construir en 1726 por el obispo Samaniego, no fue terminada hasta 1771, siendo elevada a parroquia en 1785.

La iglesia presenta un aspecto diferenciado al resto de las iglesias de la isla. El edificio principal de forma rectangular, consta de siete capillas, y anexadas al mismo se encuentran otras construcciones levantadas a lo largo de los años, como las dos sacristías, el porche, la casa parroquial y el campanario que sustituyó a la espadaña, que se erige sobre la fachada principal.

El interior es muy sobrio, ya que el templo fue incendiado en 1936, destruyendo entre otras piezas el retablo del altar mayor.

Por Navidad y en Semana Santa, son interpretadas las "caramelles", canciones religiosas, que relatan el misterio del nacimiento y muerte de Jesucristo y que pertenecen al cancionero tradicional más antiguo de la isla. 

Porche de la iglesia de Sant Joan
De la revista A.C. (1935)















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Iglesia de Sant Jordi de ses Salines

Junto con los templos de Santa Eulalia des Riu, Sant Antoni de Portmany y Sant Miquel de Balansat, la iglesia de Sant Jordi de ses Salines forma parte de los cuatro primeros templos-fortaleza de Ibiza, siendo el mejor conservado de todos ellos.

La iglesia actual se levanta en el lugar donde antes del siglo XVI ya existía un torreón defensivo que disponía de una capilla ubicada en su espacio central. Las primeras noticias escritas que se tienen datan de 1469. La nave principal se construyó con gruesos muros ataluzados de más de 1,50 metros de grosor, coronada de almenas y hasta 1869 estuvo artillada.

La única nave, de 18,50 x 7,70 x 8,50 m de altura, está dividida en tres tramos por dos arcos fajones. En la primera mitad el siglo XVII se abre una capilla lateral, hoy dedicada al Sagrado Corazón de Jesús y en una fecha indeterminada hacia finales del siglo XVII, debió abrirse la capilla situada a mediodía cubierta con una cúpula provista de linterna.

Vista del coro
En el periodo comprendido entre 1729 y 1776 fue rector de la iglesia, Francesc Balansat i Laudes, que aparece retratado en el parteluz central de la baranda del coro y a cuya dilatada etapa como vicario se debe la pila bautismal (1732)  labrada en piedra viva por el escultor mallorquín Joan Coll; el zócalo de baldosa valenciana esmaltada; el retablo barroco del altar mayor; la custodia de plata y el acceso que da a la plaza.

Tras la restauración del obispado de Ibiza en 1785, y al igual que otros templos de la isla, Sant Jordi adquiere la categoría de iglesia parroquial, al tiempo que le es segregada una parte de la demarcación que es asignada a la reciente parroquia de Sant Francesc de Paula para atender a los trabajadores de las cercanas salinas.
El 27 de setiembre de 1863 tuvo lugar un hecho luctuoso, el asesinato dentro de la casa parroquial del rector Joan Ferrer y su criado. Este crimen, unido a la agresión sufrida días más tarde por el cura párroco de Sant Llorenç, Bertomeu Ribas, debió producir una conmoción en la cerrada sociedad ibicenca.

El templo y las dependencias anexas, han sido objeto de numerosas reformas y ampliaciones. Tras la Guerra Civil hubieron de ser restablecidas la imágenes, muebles y objetos litúrgicos que desaparecieron en el incendio provocado por los milicianos.
Hueco abierto para comunicar la nave central con una de las
capillas laterales apreciándose el grosor de los muros


La iglesia de Sant Jordi en una foto de 1906
(Del libro With a Camera a Majorca de Margaret d'Este)







































El retablo actual, de estilo barroco, imita en su composición al desaparecido en 1936 y se terminó de montar en 1991, combinando elementos antiguos con otros más modernos.

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Iglesia de Sant Josep de sa Talaia

Cuando en 1785 la iglesia de Sant Josep queda instituida como parroquia, llevaba construida desde 1731, ya que fue una de las tres iglesias que el arzobispo Manuel de Samaniego autorizó a erigir tras la visita que realizó a las islas de Ibiza y Formentera en 1726. 

En la redacción que monseñor Abad y Lasierra hace en su Plan de la nueva Catedral y Diócesis de Ibiza, escribe sobre Sant Josep:
"La Yglesia es obra moderna, muy capaz y bien executada, y la adornan con mucha decencia: toda la Fabrica, adornos, Jocalías, Cera y demás necesario para los Oficios Divinos corre á cargo de la Obra y á expensas de los Feligreses" 
El maestro de obras fué Pere Ferro, natural de Denia y afincado en la isla, que intervino en las obras de reparación de Santa María la Mayor, única parroquia y futura catedral de Ibiza.

La construcción no estuvo exenta de dificultades, empezando por la falta de acuerdo de los vecinos de las distintas vendas o pedanías para elegir el lugar donde levantar el templo, y de hecho los vecinos de las ventas de es Vedrà i s'Alqueria y los de el Pou d'es Ginebre, descontentos con el emplazamiento elegido, constituyeron años más tarde, la parroquia de Sant Agustí.
Grabado de Sant Josep de sa Talaia hacia 1860
(Die Balearen. Archiduque Luis Salvador de Austria)
Las obras avanzaron rápidamente con la colaboración de los vecinos de las distintas vendas y bajo la dirección de Pere Ferro y en 1729 ya se podía oficiar misas en una capilla provisional del interior del templo. A finales de septiembre de 1730 un rayo destruye el polvorín del baluarte de Santa Lucía en Vila, destruyendo numerosas casas y edificios, siendo requerido el maestro Ferro para ayudar en la reparación de los daños ocasionados, reincorporándose a las obras de Sant Josep cuatro meses más tarde.


El grueso de las obras concluyeron en 1731, aunque en años sucesivos se realizaron distintas intervenciones de mejoras y acabados.

El templo consta de una nave con bóveda de cañón sostenida por cinco arcos y con un amplio porche en la entrada. Tiene unas dimensiones de 24 x 8 x 12 metros de altura.

Al igual que el resto de las iglesias de la isla, el conjunto sufrió numerosos destrozos en 1936. De las imágenes del retablo original únicamente se salvó íntegramente la talla de Sant Josep, que ocupa actualmente la hornacina principal del nuevo retablo instalado en 1958.

A la iglesia de Sant Josep se la considera la "catedral rural" de Ibiza, en ella se celebran audiciones de música con uno de los pocos órganos existentes en la isla.

Especial interés tiene el púlpito, de madera policromada y que data de los años 1760-1763. Su ámbito consta de siete tablas de 70 x 30 cm pintadas y atribuidas al pintor José Sánchez Ocaña, que representan los misterios gozosos del Rosario.

 








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Iglesia de Sant Llorenç de Balàfia

La parroquia de Sant Llorenç, creada en 1785, fue la segunda que se instituyó en el "quartó" de Balàfia.

El templo, que fue inaugurado en 1797 y mantiene la estructura básica de las iglesias construidas en la isla, a raíz del Plan de ordenación en parroquias, promulgado por el obispo Abad Lasierra.

Junto con la iglesia de Sant Rafel, fue uno de los templos más ràpidos en ser construidos. Tuvo como maestro principal de las obras a Joan Antoni Cerdá, quien siguió supervisando la construcción cuando fue sustituido por Antoni Novell, maestro de obras, picapedrero y carpintero. En 1788, se celebró la primera misa aprovechando la festividad del santo titular.
Porche con un sólo arco de acceso principal

 Sant Llorenç está considerada como una de las iglesias más armoniosas y equilibradas en su arquitectura. Consta de una única nave con bóveda de cañón y siete capillas laterales. La espadaña actual es posterior a la construcción inicial. Así mismo, el "porxo"  se añadió a principios del siglo XIX y junto con el porche de la iglesia de Santa Gertrudis, son los únicos con un sólo hueco de acceso en toda la isla..   


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Iglesia de Sant Mateu d'Aubarca


Al igual que ocurrió con la creación de otras parroquias, en 1784 los habitantes de la zona conocida como Aubarca se quejaron al obispo Abad Lasierra de las largas distancias que debían recorrer para recibir asistencia religiosa, bien de la vicaría de Sant Miquel o peor aún, en la única parroquia como tal existente en la isla, la iglesia de Santa María la Mayor, en la ciudad de Ibiza.

El obispo recoge la petición de los fieles y en el decreto de creación de nuevas parroquias en las islas de Ibiza y Formentera, promulgado el 16 de julio de 1785, funda junto con otras, la parroquia de Sant Mateu.

El obispo creaba las nuevas parroquias pero carecía de fondos para su construcción, cuya responsabilidad recaía en los habitantes del territorio al que servían las parroquias.


El sacerdote a quien correspondió la tarea de poner en marcha y organizar la construcción de la nueva parroquia fue D. Joseph Ribas, que atendió a los feligreses de la zona desde 1786 hasta 1791, utilizando para ello la vivienda de Antonio Cardona.

No se tienen noticia de ningún maestro de obras y menos aún de arquitecto o aparellador, que interviniera en la construcción. Cada día festivo, al tiempo que acudían a las celebraciones religiosas, los payeses iban aportando en sus carros, los materiales que emplearían entre semana para levantar el templo. La aportación de mano de obra lo era por riguroso turno, y quienes no acudían a trabajar cuando les tocaba, eran multados.

Las obras comenzaron en 1786 y el nuevo templo fue bendecido por el obispo el 29 de junio de 1808, si bien había sido acabado en lo fundamental en 1796. Consta la iglesia de nave de planta única con ocho capillas y con una traza muy similar a las de Sant Llorenç y Sant Carles. El "porxo" fue levantado entre 1884 y 1885 y a diferencia de los de otras iglesias, carece de bancos de piedra para sentarse. En 1968 se reformó el altar  mayor y en 1996 fueron restaurados el coro y el porche. En ese mismo año el templo fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC).


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Iglesia de Sant Miquel de Balansat

La iglesia-fortaleza de Sant Miquel es uno de los cuatro templos que se construyeron en cada uno de los "quartons" en que se dividió la isla tras la Reconquista en1235 y antes de la promulgación del decreto de creación de parroquias de 1784.

La iglesia bajo la advocación de San Miguel Arcángel fue levantada entre los siglos XIV y XV y ampliada en los siglos XVI y XVII, y con posteriores añadidos como la capilla lateral de Benirrás que es de 1690 o la de Rubió que se mandó levantar en 1691.
Vista de la fachada Este fortificada
Al igual que otros templos de la primera época de la Reconquista, posee una estructura defensiva, con gruesos muros de piedra, que se aprecia con claridad en las fachadas trasera y laterales y con la casa rectoral construida encima de la bóveda de la iglesia, para salvaguardar en lo posible a los vicaríos de los ataques piratas.

El templete actual del campanario fue construido en el siglo XIX y sustituyó a una espadaña inicial. El conjunto religioso de Sant Miquel tiene algunas particularidades respecto los de Sant Antoni y Santa Eulària, como el patio que antecede al porche de la entrada principal y al que se accede a través de tres arcos.
Vista exterior con los arcos que dan acceso al patio de la iglesia

 La iglesia está situada en lo alto de una colina (el Puig de Missa de Sant Miquel) con unas vistas sobre el contorno y especialmente sobre la bahía de Balansat, lo que permitía divisar con antelación invasiones y tomar medidas para protegerse, ya que era el puerto natural de desembarco de piratas y berberiscos.
Interior del templo desde el coro
 En 1980 fue reformado el porche. En los años 2001-2002 se hicieron obras de mejora del templo y recientemente (mayo 2013) en el patio se ha acometido el arboricidio de los árboles que en él estaban, para sustituirlos por unas desafortunadas jardineras, que afortunadamente no llegaron a concluirse y fueron demolidas. R.I.P.


Murales de la nave principal representando escenas rurales

En septiembre del año 2006 fueron descubiertas en los frisos laterales de la nave pincipal, unas pinturas murales ocultas bajo capas de cal y que fueron restauradas en los años 2007-2008. Los dibujos  datan de principios del siglo XIX y representan escenas rurales cotidianas, con los payeses de protagonistas.

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Iglesia de Sant Rafel de sa Creu

En 1786 se inician las obras de esta iglesia, dedicada al arcángel San Rafael y que formaba parte de las 15 nuevas parroquias instituidas por el decreto del obispo Abad Lasierra.

El terreno elegido para su ubicación, en un cruce de caminos, en la venda de Forca, fue cedido muy a su pesar por Francesc Planells "Fariseu". No se si el alias se lo pusieron antes o después de la obligada cesión de los terrenos, pero ya es humillante que encima tuviera que llevar ese apelativo un tanto ofensivo.

Altar mayor
Tal como era costumbre, los propios feligreses tuvieron que aportar los materiales y mano de obra. Los trabajos se desarrollaron con cierta  rapidez y las obras se acabaron en 1793, siendo la primera de las iglesias de nueva planta en ser terminada y la única que encuentra finalizada cuando llega a la isla en 1795, el tercer obispo de la diócesis, monseñor Climent Llocer. Consta el edificio de la iglesia de una nave y siete capillas laterales, la espadaña campanario se eleva a 144 m sobre el nivel del mar y el porche ocupa un lateral de la fachada principal.

En 1854 tuvieron que realizarse obras de consolidación ya que en una esquina del edificio apareció una gran grieta, de tal manera que muchos de los feligreses dejaron de acudir a la iglesia por el temor de que se viniese abajo. De estos trabajos se encargó el maestro picapedrero Joan Tur "Solaies" que también construyó el coro y amplió la casa rectoral.

 La talla actualmente existente del arcángel titular, es obra del escultor valenciano E. Bellido y sustituye a la imagen original que fue destruida por el fuego en 1936, al igual que todo el interior del templo.

El  campanario inicial fue modiifcado en 1900 y de nuevo en 1956, adoptando el aspecto que actualmente mantiene.

El conjunto arquitectónico semeja un recinto-fortaleza y desde la plataforma donde se ubica el templo se aprecia una magnífica vista general de Ibiza ciudad y especialmente de la silueta de D'alt Vila.

 
 















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Iglesia de Sant Vicent de sa Cala

Hacia 1810, siendo obispo monseñor Blas Jacobo Beltrán, autoriza levantar un oratorio para atender a los feligreses dispersos en la zona de norte de la isla, y que debían acudir a la distante iglesia de Sant Joan de Labritja por caminos casi impracticables o inexistentes. No se dieron demasiada prisa los habitantes de la zona, ya que no es hasta 1825 cuando se reúnen sesenta y seis cabezas de familia, junto con el rector de Sant Joan, y deciden levantar un templo en un solar que dona José Marí "Rieró", no sin reparos de cuatro vecinos que consideraban innecesario el templo.

Lo cierto es que las obras no comenzaron inmediatamente sino que se demoraron hasta que en 1827, gracias a una herencia del rector de Sant Antoni, Joan Marí Torres, que puso como condición que los trabajos comenzasen antes de tres años, requisito que obró el milagro de que las obras fueran iniciadas sin más dilaciones.

La iglesia sería terminada en 1835, si bien no acabó de completarse hasta 1838 y se trata de un modesto edificio, con unas medidas de 18m x 6,5 m x 7,40 m de altura, de nave única con bóveda de cañón y seis capillas laterales. El santo titular es San Vicente Ferrer.

Mientras duraron las obras, las misas se celebraban bajo un algarrobo cercano. En la foto inferior incluyo la imagen del que hay junto a la iglesia, y cuyo tronco está incrustado en la tapia, si bien desconozco si es el árbol al que se refieren los escritos.

Algarrobo encastrado en la tapia
El porche está situado en un lateral y es de construcción posterior, añadiéndosele una sala en el siglo pasado que funcionó durante años como teleclub y Centro Social.

En 1933 se convierte en parroquia, si bien ya se se había otorgado tal categoría en 1867, que  no llegó a ejercitarse.

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Volver a Iglesias de Ibiza - Parte I

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Un libro sobre el tema: "Las Iglesias de Ibiza" . Autor: Jorge Demerson.  
Dep. legal : M 39039-1974
Editorial: Amigos de Ibiza, Madrid  Año: 1974

Otras fuentes: "Illes Pitiüses/VI, Portmany". Autor: Joan Marí Cardona
Dep. legal: I-48-1990
Editorial: Institut d'Estudis Eivissenc, Eivissa, 1990

"Illes Pitiüses/VII, Santa Eulària". Autor: Joan Marí Cardona
Dep. legal: I-204-2008
Editorial: Institut d'Estudis Eivissenc, Eivissa, 2008

"Esglésies d'Eivissa i Formentera". Autores: Santiago Barberá, Marià Torres Torres, Luis Cervera
ISBN: 84-95565-37-4
Editorial Mediterrània Eivissa. 2003

"Set segles fa"
Dep. legal: I-168-1999
Consell Insular d'Eivissa i Formentera

"Plan de la nueva Catedral y Diócesi de Yviza". Manuel de Abad y Lasierra.
Ejemplar manucristo.  1785
Biblioteca Nacional de España.

"Guía del Patrimonio arquitectónico de Eivissa y Formentera"
Director de la obra: Luis Cervera Miralles
Diario de Ibiza
Dep. legal: V-3913-2003 

"Eivissa i Formentera. El llegat històric". Autor: Paul R. Davis. Traducción: Joan Albert Ribas.
IBN 978-84-613-3051-5
Barbary Press

Una web: Enciclopédia d'Eivissa i Formentera . Consell d'Eivissa.  www.eeif.es