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martes, junio 18, 2019

Los prisioneros franceses de la isla de Cabrera: parte segunda


En las islas Baleares
El convoy arriba  a las Baleares  el 18 de abril 1809 y el día 19 recalan en Menorca frente a la bahía de Mahón, si bien no se permite la entrada al puerto hasta el día 21, en el que únicamente tres embarcaciones reciben la autorización de fondear. Desembarcará un grupo de 381 militares franceses para pasar la cuarentena en el lazareto menorquín. 

El convoy restante, compuesto por 13 barcos de transporte, escoltados por tres navíos ingleses y la fragata Cornelia, recalarán en la bahía de Palma el 24 de abril con 4.745 prisioneros, a los que no se les permitirá desembarcar, con la orden de pasar una cuarentena de 10 días en los barcos.


Recorte del Semanario de Mallorca del 29 de abril de 1809  dando
 noticia de la llegada del convoy de Cádiz, con los prisioneros franceses
(Biblioteca Nacional de España)

Lo cierto es que entre la llegada de los prisioneros a Palma y su posterior traslado a Cabrera, la Junta Superior de Mallorca y el comandante de la fragata Cornelia, quedaron a la espera de que fructificasen las negociaciones para canjear más de 2.000 prisioneros franceses por otros tantos españoles, prisioneros en Cataluña. Es posible que junto al poco interés de Napoleón por los prisioneros de Bailén, se uniera la incertidumbre producida, tras la muerte el 23 de abril de 1809 del capitán general del Principado, D. Teodoro Reding, por lo que las negociaciones con el general francés Saint-Cyr quedarían en un punto muerto, al faltar uno de los interlocutores principales.

Plano del lazareto de Mahón
Croquis levantado por el capitán don José Muriel en 1845, con recomendaciones para la mejora y dotación de las instalaciones.
Retoque: corrección del color de fondo, realce de contornos
Fuente: Ministerio de Defensa
Desembarcos en Cabrera
Tras la espera, la Junta de Mallorca acuerda enviar a los prisioneros a Cabrera el 2 de mayo, (el lugar del encierro ya se había decidido en días anteriores, ante los temores de la población por contagios y los informes de la Junta de Sanidad). Un primer convoy zarpa de Palma el día 5 de mayo de 1809, llegando al atardecer a Cabrera. En días sucesivos llegarán nuevos envíos de prisioneros hasta completar el 10 de mayo, un total aproximado de 4.500 personas, del grado de capitán para abajo, quedando los militares de mayor graduación en Palma y Mahón.  

Cartografía©Instituto Geográfico Nacional de España

Al desembarcar, los militares franceses se encuentran con algunas tiendas de campaña, montadas en días anteriores por los tripulantes de las dos lanchas cañoneras, que la Junta de Mallorca había dispuesto para la vigilancia de los confinados. Las tiendas serán ocupadas por los enfermos y oficiales, otros mandos se instalarán en el castillo. El resto de prisioneros se distribuirán por los alrededores de la bahía que forma el puerto natural, así como por las cuevas y abrigos rocosos de la isla. Para protegerse del sol algunos construirán precarios cobertizos con ramas y arbustos.

Para comprobar e informar de la instalación de los confinados, la Junta de Palma envió al ayudante de la plaza, Jerónimo Balle, quien el día 7 notifica los pormenores del desembarco y condiciones del asentamiento. Informa de los enfermos existentes, de las medicinas que los médicos solicitan, y de la necesidad de disponer de herramientas, principalmente las hachas prometidas. También habla de la escasez de agua y que ha indicado a los recluidos donde está la fuente y el aljibe próximo al castillo.

Transcribo traducido del francés, un pasaje del libro Mémoires d'un officier français prisonnier en Espagne, obra del capitán de la Guardia Real *Joseph Carrère Vental, publicado en 1823 bajo el seudónimo de C de Mery.
El día 12 por la mañana, estábamos cruelmente angustiados; había pasado la hora de distribución de los víveres. Conocíamos la imprevisión de nuestros enemigos. Además temíamos que el mal tiempo pudiera retrasar la llegada de los transportes cargados de provisiones. Nuestras sospechas no estaban demasiado justificadas; divisamos las dos barcas hacía el mediodía, y pasada una hora se nos hizo la siguiente distribución.
Para los oficiales: un pan blanco de 24 onzas de España (una libra y media de Francia), media libra de carne, algunas legumbres, una onza de arroz o fideos, media onza de aceite, una botella de vino, café, azúcar y dos o tres naranjas.
Para los soldados: medio pan de rancho, dos onzas de arroz o fideos, habas, media onza de aceite y sal 
*Joseph Carrère Vental (1782-1864), fue un oficial de la Guardia Real y caballero de la Legión de Honor. Prisionero en Bailén y recluido en el pontón Vieille-Castille del que escapará al soltar amarras el barco durante un temporal y derivar hasta la costa, el 16 de mayo de 1810. Aunque Carrère no llegó a estar recluido en Cabrera, la narración que hace de los hechos los hacen creíbles y serian fruto de las experiencias narradas por uno de sus antiguos compañeros de cautividad en los pontones, tal como menciona al comienzo del capítulo VIII de su libro. También es posible que se valiera de múltiples testimonios de otros militares y de relatos anteriores. 

Grafiti con la inscripción: Fleury Grapain, prisonnier en 1809 et 1810. El rótulo se encuentra en el muro aledaño a la escalera que sube a una de las azoteas del castillo de Cabrera.
(Foto Gom, 2014)

Nunca ha habido consenso sobre el número total de prisioneros confinados en Cabrera, lo que no resulta nada extraño, dado el continuo movimiento de entradas y salidas. De hecho, la llegada de nuevos prisioneros durará hasta finales de 1813, pero su permanencia  tendrá numerosas variables. Al ingreso de nuevos envíos de soldados procedentes de la Península, se unirá la salida de oficiales con destino a Mallorca, Menorca o finalmente, camino de las prisiones y pontones ingleses. También habrá visitas de reclutadores para conseguir que los soldados confinados, sirvan en los regimientos españoles, en los regimientos suizos al servicio de España o en los regimientos ingleses. Incluso en algún momento se produjeron traslados de enfermos a Palma. Al  ajetreo de entradas y salidas hay que añadir los intentos de fuga y el éxito de algunas evasiones. 

Aunque no es una fuente totalmente fiable al 100%, sí son muy indicativas las reseñas de las embarcaciones que llegan a Palma con prisioneros y pasados o desertores, y que se publicaban en la prensa palmesana. Adjunto tabla con los datos que he podido recopilar de las entradas de embarcaciones en la rada de Palma, paso previo a su traslado a Cabrera en el caso de soldados y suboficiales, ya que los oficiales junto con sus asistentes, en número nada desdeñable, quedaban retenidos en Palma, Mahón o eran trasladados por los ingleses a Inglaterra. Añadir que antes de la llegada de los prisioneros de Cádiz, ya había 128 militares napoleónicos albergados en el cuartel de la Lonja mallorquina. 


*Miguel Benàssar Alomar en su obra sobre los prisioneros franceses, da las siguientes cifras de llegada de presos a las islas Baleares:

*Miguel Benàssar Alomar es autor de la obra: "Cabrera.  La Junta Gubernativa de Mallorca y los prisioneros del ejército napoleónico", considerada una obra fundamental sobre el tema, por la abundante aportación de datos, gráficos, referencias y fuentes utilizadas. Desafortunadamente no he podido tener acceso a libro editado por el Ayuntamiento de Palma en 1988 y no disponible en librerías, ni en las bibliotecas accesibles para mí. Referencias a la obra aparecen en todas los trabajos y estudios modernos a los que he podido acceder. 


El 6 de junio de 1809, llegan a la bahía de Cabrera, dos barcos españoles escoltados por el bergantín inglés Eclar, que desembarca a 346 soldados procedentes del lazareto de Mahón y embarcan a un tercio de los oficiales confinados en la isla para su traslado a Mallorca. Días más tarde llegarán a Palma procedentes de Tarragona, 505 soldados y 24 oficiales. Los soldados y suboficiales serán trasladados a Cabrera y a cambio serán embarcados 170 oficiales de los que quedaban en la isla, cuyo destino será Mahón, donde quedarán recluidos en la isla del Rey.

Foto aérea de la isla del Rey, en la entrada al puerto de Mahón
Foto procedente de la web de la Fundación Hospital de la isla del Rey (http://www.islahospitalmenorca.org/)

En el Semanario de Mallorca de 1 de julio de 1809, podemos leer la siguiente entrada de buques en el puerto de Palma:
Recorte del Semanario de Mallorca del 1 de julio de 1809, 
con reportes de  movimientos de barcos en el puerto de Palma.
 Las fechas se refieren al mes anterior, junio de 1809.
(Biblioteca Nacional de España)

El 26 de agosto de 1809, fondea un bergantín español con varios reclutadores que consiguen el reclutamiento de 74 soldados, la mayoría suizos e italianos.

En una nota oficial de diciembre de 1809, se da cuenta de la revista realizada a los confinados en la isla con el siguiente recuento: 
  • Oficiales y sanitarios....... 33 (1 teniente, 23 subtenientes, 6 cirujanos, 2 boticarios y 1 controlador del hospital)
  • Suboficiales y tropa.....3.734 (390 sargentos, 430 cabos y 2.914 soldados)
  • Mujeres....................... 19  
En total suman 3.786 personas, por lo que deduciendo los oficiales y asistentes confinados en Palma, Menorca e incluso en Ibiza, así como los pasados o reclutados, el número de fallecidos y desaparecidos en menos de ocho meses, estaría en torno a los 1.000.

En el mes de Febrero de 1810 llegarán nuevos prisioneros procedentes de Málaga, Cartagena y Cataluña, incrementando en cerca de 600 personas, la población reclusa de Cabrera.

A comienzos de marzo de 1810, tanto en Menorca como en Mallorca, hubo altercados y revueltas de la población, agobiada por la situación de penuria y miedo latente, acrecentados por la llegada masiva de refugiados provenientes de la Península, y cuyos relatos y vivencias encendían los ánimos de la población. Siendo Francia la causante de sus desgracias, los mallorquines toman a los franceses recluidos en sus poblaciones, como objeto de venganza. Especialmente grave fue la revuelta habida en Palma el 12 de marzo y que a duras penas pudieron sofocar las autoridades militares con el apoyo del clero palmesano. Como consecuencia de estos hechos los oficiales recluidos en Palma y Mahón, serán devueltos a Cabrera, adonde regresan el 15 de marzo de 1810.

Hacia mediados de 1810, el número de prisioneros en Cabrera debió alcanzar una cifra próxima a los 4.600 confinados, lo que para la Junta de Mallorca resultaba enormemente costoso de mantener y difícil de controlar. Las autoridades trataban de negociar el traslado de los franceses fuera de Baleares, y aunque sin el resultado previsto en cuanto al número, por fin consiguen que el 29 de julio de 1810 unos 876 prisioneros, prácticamente todos los oficiales, junto con parte de los suboficiales y soldados asistentes, zarparan de Cabrera en 14 transportes fletados en Mallorca, escoltados por la fragata española Santa Lucía y el brick inglés L'Espoir. El destino inicial será Gibraltar, donde desembarcarán. Días después volverán a embarcar en navíos ingleses, hasta Plymouth y Portsmouth en Inglaterra, adonde llegarán el 20 de septiembre. 

En el año 1811 los prisioneros procederán principalmente de Tarragona y Valencia, con cerca de 900, pero la mayor afluencia como consecuencia de las derrotas napoleónicas en la Península, se darán en 1812, cuando llegan más de 2.000 soldados desde Alicante y las costas catalanas. Finalmente, en 1813 llegarán otros 820 cautivos, siendo unos 330 procedentes de Denia, los últimos en desembarcar en la isla, a finales de diciembre de 1813, aunque los oficiales con sus asistentes permanecerán en Mallorca.


Bibliografía:
-Archivo Histórico Nacional. Sección de Guerra. Traslado de prisioneros franceses a Baleares y Canarias. Código de Referencia: ES.28079.AHN/1.1.19//ESTADO,46,D
-Aventures d'un marin de la Garde Impériale. Henri Ducor. Ambroise Dupont Éditeur. 1833 Paris.
-Cabrera a través de la Cartografía. Juan Tous Meliá, 2017. ISNB:978-84-697-2728-7 
-Cabrera. La Junta Gubernativa de Mallorca y los prisioneros del ejército napoleónico. Miguel Benàssar Alomar. Palma de Mallorca: Ajuntament, 1988.
-Cabrera. Sucesos de su historia que tienen relación con la de Francia. Joaquín María Bovér. Imprenta de D. Felipe Guasp. Palma, 1847.
-Cinq ans de captivité à Cabrera ou Soirées d'un prisonnier d'Espagne. Abbé Turquet. Librairie de J. Lefort. Lille, Paris, 1867.
-Guerra de la Independencia. Historia Militar de España. De 1808 a 1814. Tomo II. D.José Gómez de Arteche y Moro. Imprenta y Litografía del Depósito de la Guerra. Madrid 1875.
-Dissertation topographique sur Cabréra, l'une des Iles Baléares. A.J. Thillaye. Imprimerie de Didot Jeune. Paris-1814.
-Évasion et enlévement de prisonniers français de l'île de Cabrera. Bernard Masson. Tipographie de Nicolas, Imprimeur-Éditeur. Marseille 1839.
-Le géneral Dupont. Tome deuxiéme. Lieutenant-Colonel Eug. Titeux. Prieur et Dubois et Cie, Imprimeurs-Éditeurs. Puteaux-Sur-Seine, 1903.
-Les adieux a l'île de Cabrera ou Retour en France. M. Wagré. Imprimerie de Cosson. Paris 1833.
-Mallorca durante la primera revolución (1808-1814). Miguel Santos Oliver. Imprenta de Amengual y Muntaner. Palma-1901. 
- Étude historique sur la Capitulation de Baylen. Campagne de 1808, en Andalousie. E. Saint-Maurice Cabany. Revue Génerale Biographique et Nécrologique. Paris-1846.
- Geôles et pontons d'Espagne: les prisonniers de guerre sous le Premier Empire: l'expédition et la captivité d'Andalousie. Théophile S. Geisendorf-des Gouttes. Les éditions Labor Genève - Nlles éditions latines, Paris, 1932.
-La guerre d'Espagne, (1807-1813). Tome III. Colonel A. Grasset. Editions Berger-Levrault. Paris 1932.
-Mémoires d'un conscrit de 1808. Philippe Gille. Victor-Havard, Éditeur. Paris, 1892.
-Mémoires d'un officier français prisonnier en Espagne. C de Mery ó M de Mery (seudónimo de Joseph Carrère Vental). Libraire Chez Auguste Boulland. Paris 1823.
-Rendición de la escuadra francesa de Rosily (14 de junio de 1808). Coronel de Infantería de Marina Miguel Aragón Fontenla. Revista General de Marina. Año 2008. Agosto-Septiembre.
-Précis des opérations militaires en Espagne, pendant les mois de Juin et Juillet 1808. Lieutenant-Géneral Comte De Vedel. Paris 1823.
-Represión de franceses en Mallorca (1808-1809). Miguel Ferrer Florez. Bolletí de la Societat Arqueològica Lul-liana.  ISSN 0212-7458, Nº. 53, 1997, págs. 185-220
-Un Tour en Espagne, de 1807 a 1809 ou Mémoires d’un soldat fait prisonnier a la bataille de Baylen. Tomes I-II.  Josep Quantin. Ed. J.Brianchon, Libraire. Paris 1820.

  • Prensa:
-Aurora Patriótica Mallorquina
-Diario de Mallorca
-Diario de Palma
-Diario Mercantil de Cádiz
-Le Figaro
-Semanario de Mallorca
-Semanario Económico

Organismos:
-Biblioteca Nacional de España
-Gallica. Bibliothèque Nationale de France.
-Instituto Geográfico Nacional de España 
-Ministerio de Defensa


Los prisioneros franceses de la isla de Cabrera: parte tercera


La organización de los cautivos
La organización del orden y funcionamiento del asentamiento no fue única ni estable durante todo el cautiverio, ya que en los cinco años que duró el encierro las circunstancias fueron cambiando. Podemos distinguir los siguientes periodos:
  1. Desde la llegada de los prisioneros de Cádiz, a principios de mayo de 1809, hasta la salida de los oficiales para Palma y Mahón, a finales de junio de 1809.
  2. Comprende desde finales de junio de 1809 hasta el regreso de los oficiales el 15 de marzo de 1810.
  3. Desde el reingreso de oficiales en marzo de 1810, hasta su embarque para Inglaterra, junto con sargentos y asistentes, el 29 de julio de 1810.
  4. Abarca el periodo que va desde julio de 1810 hasta mediados de 1811, con la entrada entre febrero y junio de más de 500 prisioneros desde Tarragona.  
  5. Transcurre desde julio de 1811 hasta octubre de 1812, con la llegada continuada de nuevos prisioneros desde Alicante, Vinaroz, Arenys y Vilanova, con más 2.350 soldados, de ellos 1.800 en el primer trimestre de 1812.
  6. Desde octubre de 1812 hasta diciembre de 1813, con el fin del internamiento de nuevos prisioneros.
  7. Desde finales de 1813, hasta la evacuación de todos los confinados a Francia, entre el 16 y el 29 de mayo de 1814.
Distribución de los prisioneros en Cabrera
(Grabado del libro Un Tour en Espagne, de Josep Quantin, 1820.
 El mapa es atribuido a Louis François Gille)
Tras la confusión de los primeros días y sobre todo, tras el desorden del primer reparto de víveres, los prisioneros son conscientes de la necesidad de organizar un sistema disciplinado de administración y control, con una autoridad respetada por todos. Se encarga a los oficiales más antiguos de cada cuerpo la misión de redactar un proyecto de reglamento  y al día siguiente, los capitanes comandantes en número de 21 formarán la primera autoridad, el llamado Grand Conseil. Para hacer operativo el sistema, el poder ejecutivo lo desempeñará una comisión de cinco miembros, elegidos entre los componentes del Gran Consejo, el llamado Petit Conseil o consejo de administración.
El pequeño consejo fue inmediatamente encargado de redactar un proyecto de código apropiado a las circunstancias. En seguida se nombraron tres oficiales para recibir los víveres y supervisar la distribución. Igualmente se eligieron dos cantineros y un almacenero para tomar nota de las provisiones que los españoles debían proveer primeramente. El cuerpo de oficiales envió en su nombre, y en el de suboficiales y soldados, un capitán por regimiento ante el gran consejo, para anunciar su plena adhesión al acta de salvación común.
(De Mémoires d'un officier français prisonnier en Espagne, C de Mery (Joseph Carrère Vental)1823.
En días siguientes aprueban un código o normas a seguir, en las que entre otras cuestiones se dice que el pequeño consejo será el encargado de la ejecución de las órdenes del gran consejo, de la correspondencia con el gobierno español en Palma, del buen orden y de la policía interior de la isla de Cabrera. Convocará el gran consejo todas las veces que el caso lo exija, nombrará a todos los empleos subalternos, y nadie podrá rehusar el empleo para el que haya sido designado.

Nombran un jefe militar así como un inspector de policía encargado de la ejecución  de las órdenes generales y de la vigilancia del lugar destinado a los enfermos u hospital. Todos los días, un oficial y cuarenta hombres deberían estar disponibles para velar por la tranquilidad y seguridad de la colonia. Este modelo de administración no fue muy duradero, y tras la marcha de los oficiales, quedó el germen del Petit Conseil como órgano efectivo de administración de la comunidad, con los suboficiales y dos oficiales que no habían embarcado al frente del mismo.

Al llegar a Cabrera y dado que en teoría, los prisioneros todavía estaban en cuarentena, y también porque podrían aprovechar la cercanía de las barcas para intentar fugarse, se les prohíbe bajo pena de muerte, acercarse a las embarcaciones que traen los víveres, por lo que debían quedar a cierta distancia en la orilla, y elegir a los prisioneros encargados de la recogida de las provisiones.

Tras los primeros meses de incertidumbre, ante la certeza de que su estancia en la isla podía alargarse, y para hacer frente a las inclemencias del tiempo, se organizan para construir refugios más sólidos y habitables, utilizando piedras junto con la madera de los pinos existentes en la isla. También aprovecharán los restos de un antiguo monasterio bizantino y ocuparán las ruinas de una factoría de salazones de época tardo romana.

Algunas barracas servirán de cantinas, al frente de las cuales estarán algunas de las mujeres que acompañaban a los franceses. A la zona donde se ubican las construcciones más sólidas, le llaman Palais Royal. Los prisioneros aprovechan las dotes de enfatizar de las cantineras para conseguir que los españoles les provean de vino, negocio lucrativo que hace que éstas y sus proveedores obtengan sustanciosos beneficios, cobrando precios abusivos. El Petit Conseil escribe al proveedor de víveres para que junto con las provisiones, transporte algunos toneles de vino a un precio previamente tasado y poder así, moderar el exorbitante beneficio de las cantineras y sus patrocinadores.

Soldados napoleónicos de descanso con joven cantinera.
 Andrei Moreau (1843-1906)
Junto con los prisioneros de Cabrera convivían algunas mujeres e incluso niños. Las mujeres de Cabrera serían esposas o compañeras de algunos militares prisioneros. Por las referencias que de ellas hacen algunos relatos, atenderían "las cantinas" instaladas en la isla, con la colaboración de los soldados españoles encargados de la vigilancia de los cautivos.
Joseph Quantin en su libro    Un Tour en Espagne, de 1807 a 1809 ou Mémoires d’un soldat fait prisonnier a la bataille de Baylen, publicado en 1820 y reeditado con otro título en 1823, escribe de que "Estaban aproximadamente en la proporción de una por cada doscientos hombres. ...y que podían atravesar impunemente a cualquier hora los rincones más desiertos de la isla sin la menor inquietud".

No todos los prisioneros siguieron la disciplina del campamento y como ocurre entre los grupos numerosos de personas, se dieron todo tipo de comportamientos. Una parte de los hombres se enclaustraron en una de las cavernas más grandes, de la que únicamente salían y por turnos para recoger los víveres. Son los que algunos de los autores llamaron "tártaros" y otros denominaron "rafalés".

El cura Damià Estelrich
Una de las primeras peticiones que los oficiales hacen a la Junta de Palma, es el de disponer de servicios religiosos, por lo que tras discurrir dos meses desde el primer desembarco, el 18 de julio de 1809, recala en Cabrera el sacerdote Damià Estelrich, que se había ofrecido voluntario y tenía conocimientos de la lengua francesa.

La mayoría de los autores franceses que escribieron sobre los hechos de Cabrera, no tratan muy bien al clérigo, si bien el primer autor de un relato creíble sobre el confinamiento, el ayudante de cirujano A.J. Thillaye dice en su disertación lo siguiente:
El consejo de administración había observado, desde el comienzo, que un intermediario entre ellos y las autoridades españolas podría ser una gran ventaja para obtener los objetos de primera necesidad; también había hecho la petición de un clérigo en cuyo seno los prisioneros pudieran encontrar algunos consuelos. No fue hasta después de dos meses que un venerable eclesiástico, el señor Damián Estelrich, accedió a venir y compartir nuestra esclavitud. Esta medida tuvo los resultados más felices; restableció la confianza por un lado, y por el otro aseguró el éxito de varias solicitudes que fueron enviadas a la Junta de Palma. Pero nunca se pudo conseguir que se establecieran almacenes que pudieran asegurarnos las subsistencias, en el caso de que el mal tiempo impidiera que los barcos se echasen a la mar. A pesar de toda su buena voluntad, la Junta Directiva no pudo conseguir el servicio más grande.
El capellán Estelrich se aloja en el ruinoso castillo, carente de mobiliario y de lo más esencial para el desempeño de su labor. Su ejercicio religioso no tendrá un seguimiento considerable, pero para los prisioneros, el sacerdote será un puente imprescindible entre ellos y la Junta de Palma, al convertirse en mensajero y presionar a la Junta, con algunas de las peticiones del consejo de administración creado por los presos.
El cura Estelrich. De fondo el Castillo de Cabrera
(Foto base y dibujo:  Gom)

Además de sus funciones como capellán, también hará las veces de médico e intentará, proporcionando semillas y algunos útiles, que los cautivos cultiven algunas hortalizas y legumbres para su sustento, fundamentalmente coles. Una de las iniciativas del clérigo, que fue objeto de mayor escarnio por parte de los autores de memorias franceses, fue la de cultivar algodón. Pretendía con ello, que los confinados medio desnudos y vestidos con harapos, pudieran hilar, tejer y confeccionar sus propias vestimentas, con el algodón cosechado.   

En el libro, Mémoires d'un Conscrit de 1808 de *Philippe Gille figura esta breve descripción del sacerdote:
El señor  Damian Estebric (sic) era un hombre de entre cuarenta y cinco y cincuenta años, de pequeña estatura. Su fisonomía no era agradable, el disimulo se leía en sus facciones.
Por su facilidad de expresarse en francés, uno se sentía tentado a creerle uno de esos hombres que las turbulencias de nuestra revolución habían obligado a buscar refugio en el extranjero.   
 *Philippe Gille(1831-1901), dramaturgo, escritor y periodista, era hijo de Louis François Gille(1788-1863), que estuvo como prisionero en Cabrera desde el principio y que, según su descendiente, escribió un diario en el que plasmó sus vivencias en la isla. El hecho de que las memorias vieran la luz tan tarde (1892), se debió a que el escritor leyó el contenido del diario al cabo de varios años desde la muerte de su antepasado..
El nombre de L.F. Gille aparece en las memorias de otros autores y de su estancia en Cabrera, da prueba el mapa de la isla que elaboró durante su estancia, con la situación de elementos del cautiverio, y que se incluyó en la primera edición del libro de Joseph Quantin de 1820 "Un Tour en Espagne, de 1807 à 1809", así como en  libros de otros autores.
Las memorias de Louis François Gille, se publicaron en 1892 bajo el título de "Les prisonniers de Cabrera -Mémoires d'un Conscrit de 1808", con la reseña de: "Recogidas y publicadas por Philippe Gille" y dado el éxito obtenido, tuvo tres ediciones el mismo año. 
      
No hay duda sobre el importante papel desempeñado por el sacerdote durante el cautiverio, y el protagonismo del mismo. Como dato curioso, incluyo un fragmento de la proclama en verso, utilizando un mallorquín peculiar, que el clérigo publica en el Diario de Mallorca de 12 de octubre de 1811 y que firma como doctor.
                                                      ...
Primer me fere matar
En guerra, ó caure de fam;
Que veurer lo que mes am
Per iniquos ultretjar.
Jo me ocupo mentrestants,
A pregar Deu que mos ajud;
Prompte á fer lo meu degut:
Feu tots axi mos germans.
De esta Proclama que escrich
Un bon effecte se espera
Setembre trenta, Cabrera.
 Doctor Damia Estelrich. (sic)

Las hambrunas y sed
La escasez de agua fue un gran problema desde el inicio del cautiverio y causa de sufrimientos mayores que la falta de alimentos. La isla contaba con algunos manantiales, si bien de escaso caudal y en verano únicamente se mantenía uno con agua, lo que obligó a establecer un orden y turnos para el acopio del preciado líquido. Pese a las peticiones de ayuda a las autoridades, por parte de los oficiales, pidiendo alimentos, agua, medicamentos y herramientas, estos socorros tardarán en llegar. En relación con  el agua, la Junta les responde que no han buscado lo suficiente bien en la isla. Los soldados localizan unos antiguos pozos cegados, que limpian de escombros, aunque el agua resultante es escasa y de mala calidad. La desesperación por obtener agua potable, hará que intenten filtrar el agua del mar.
Venero de la fuente de Cabrera
(Composición foto base y dibujo)

Con la llegada del estío, la única fuente permanente reduce su caudal y la sed se hace insoportable. Por fin, la Junta superior de Mallorca, acuerda en acta del 31 de julio de 1809, encargar al proveedor de provisiones, Nicolás Palmer, el suministro de barriles de agua. No se sabe cuantos viajes con el preciado líquido llegaron a la isla, aunque posiblemente no serían más de dos, ya que fueron suspendidos tras el exitoso asalto a la embarcación que hicieron algunos marinos de la guardia para escapar de la isla.  

Aunque el Petit Conseil había nombrado las personas para recibir las provisiones y custodiarlas, en caso de retrasos por la mala mar, no faltaron los disturbios y así, a los pocos días de su desembarco en la isla, a finales de mayo de 1809, se amotinaron más de dos mil soldados que asaltaron y desvalijaron la barcaza que servía de precario almacén de víveres. Se detiene y castiga a los principales sediciosos, al frente de los cuales se encontraba el maestro de tambores de un regimiento de infantería. En esta rebelión de la clase de tropa, influiría la gran diferencia existente, en cantidad y calidad, con las raciones de víveres destinadas a los oficiales y las que recibían suboficiales y soldados.

Al principio del cautiverio, la frecuencia del suministro de víveres debía ser cada dos días, para convertirse en cada cuatro días posteriormente, pero los avituallamientos rara vez tenían la regularidad prevista. En numerosas ocasiones, desde Cabrera se transmitió a la Junta la necesidad de contar con un almacén donde poder acopiar las provisiones, en previsión de eventualidades que impidiesen zarpar a los proveedores.

Las hambrunas fueron una constante durante casi todo el cautiverio, pero no afectó por igual a todos los prisioneros. Entre los oficiales no tuvo las nefastas consecuencias que ocasionó entre la clase de tropa, porque además de disponer de un mayor y mejor suministro de provisiones, disponían de efectivo con el que podían adquirir productos al proveedor de víveres y a los soldados que les custodiaban. Por otra parte, hasta diciembre de 1809, el hambre no fue de lo peor, ya que los suministros de víveres tuvieron cierta regularidad y las raciones seguían siendo las mismas, pese a que el número de prisioneros había sufrido numerosas bajas. Había menos bocas que alimentar pero la cantidad de alimentos era la misma. Por otra parte, aunque la abrupta isla no ofrecía grandes recursos, si disponía de algunos, como la pesca, la captura de conejos, algunas cabras existentes, ratas, y varias plantas silvestres comestibles.   

Todo cambia a partir de diciembre de 1809, cuando se actualiza la relación de prisioneros y acontece el primer episodio importante de escasez de alimentos. En vísperas de la Navidad de 1809, la barca con los víveres se retrasa más días de los habituales y sobreviene una terrible hambruna, que ocasiona la muerte de numerosos confinados.

De nuevo, en febrero de 1810, y posiblemente como consecuencia del intento de fuga, habido el día 14 del mismo mes, en que un grupo de prisioneros intentó capturar el falucho de suministros, se produjo un retraso de 11 días que ocasionó estragos entre los cautivos. La desesperación por el hambre hizo que los soldados buscasen algo que comer como fuera, descubriendo una especie de planta bulbosa que crecía entre las grietas de las rocas, a la que por la forma del bulbo, llamaron pomme de terre de Cabrera, con la que hacían una especie de pasta que asaban sobre las ascuas, y comían como último recurso a pesar de su desagradable sabor acre. Esta planta bien podría tratarse de la cebolla albarrana (urginia marina), altamente tóxica y fue una causa más de las muertes. Por fin, el 1 de marzo,  después de 11 días de retraso, llegaron las ansiadas provisiones, provocando el delirio de los recluidos, algunos de los cuales morirán al comer las vituallas con impaciente ansiedad. Es en esta época cuando se vieron obligados a sacrificar a un sumiso asno, al que unos llamaban Robinson y otros Martín. Henri Ducor, autor del libro Aventures d'un marin de la Garde Impériale, publicado en 1833, hace una emotiva semblanza del desafortunado animal:
En la isla existía solo un cuadrúpedo, nuestro asno, una criatura buena y pacífica que servía a todos, y que, tratado como nosotros, recibía su sustento como nosotros.
Este querido Robinson, era nuestro niño mimado, ¡y qué civilizado era! Hacía duras tareas; pero era bien recompensado. Los soldados no descubrían una brizna de hierba, que no la recogieran para Robinson; así que tenía las orejas tiesas; sus crines peinadas, se habían vuelto brillantes, y ya no asustaba su delgadez; unos ayudaban a limpiarlo, otros le acariciaban con la mano. ¡Y qué sensible era a estas caricias! ¡Que inteligente era! ¡Que cariñoso, nuestro amigo Robinson! Al llamarle: de inmediato, por un movimiento de la cola, demostraba que había entendido. Si estaba de servicio, no se apartaba de su camino; de lo contrario, acercaba con calma su larga figura para recibir nuestros mimos. Siempre se le encontró de igual humor, como un filósofo. Era dócil, no tenía caprichos, nunca mordía, y todas sus patadas estaban limitadas a unos cuantos brincos para hacer reír: lo que nos complacía. "Robinson está alegre", decíamos; "¡mejor ! ¡Al menos hay alguien feliz en Cabrera! ". 
Varias fueron las circunstancias del desabastecimiento de los cautivos, pero la principal fue la falta de fondos de la Junta de Mallorca, imprescindibles para hacer frente a las enormes deudas que ocasionaba el encierro de tantas personas. No sólo se trataba de comprar los artículos, sino de pagar la logística asociada, tales como la recogida, y traslado hasta el embarcadero, así como el transporte hasta Cabrera. El contratista  inicial, encargado de tales menesteres, Nicolás Palmer, ante la falta de pago, amenazaba con cesar el servicio, hasta que no le abonasen las cantidades que había adelantado a proveedores, marineros y demás trabajadores. Por otra parte, la enorme cantidad de refugiados en Mallorca, había encarecido los productos, que a su vez escaseaban en la Península por los efectos de la contienda, complicando el abastecimiento incluso de los productos con las calidades más inferiores.
¡La barca del pan! ¡La barca!
(Grabado del libro de Henri Ducor,
 Aventures d'un marin de la Garde Impériales, edición 1858
Por si lo anterior no fuese suficiente, en los años 1811 y 1812 se añadió la escasez de cereales por la precaria cosecha, no solo en Mallorca, sino también en la Península y hubo un nuevo aumento de refugiados. Para mayor adversidad, los transportistas debían de sortear no sólo con los temporales o calmas de la mar, sino también con el riesgo de que algún corsario les capturase, como ocurrió en 1812, cuando un corsario argelino secuestró uno de los barcos con provisiones. 

 Sigue en la parte cuarta y última


Bibliografía:
-Archivo Histórico Nacional. Sección de Guerra. Traslado de prisioneros franceses a Baleares y Canarias. Código de Referencia: ES.28079.AHN/1.1.19//ESTADO,46,D
-Aventures d'un marin de la Garde Impériale. Henri Ducor. Ambroise Dupont Éditeur. 1833 Paris.
-Cabrera a través de la Cartografía. Juan Tous Meliá, 2017. ISNB:978-84-697-2728-7 
-Cabrera. La Junta Gubernativa de Mallorca y los prisioneros del ejército napoleónico. Miguel Benàssar Alomar. Palma de Mallorca: Ajuntament, 1988.
-Cabrera. Sucesos de su historia que tienen relación con la de Francia. Joaquín María Bovér. Imprenta de D. Felipe Guasp. Palma, 1847.
-Cinq ans de captivité à Cabrera ou Soirées d'un prisonnier d'Espagne. Abbé Turquet. Librairie de J. Lefort. Lille, Paris, 1867.
-Guerra de la Independencia. Historia Militar de España. De 1808 a 1814. Tomo II. D.José Gómez de Arteche y Moro. Imprenta y Litografía del Depósito de la Guerra. Madrid 1875.
-Dissertation topographique sur Cabréra, l'une des Iles Baléares. A.J. Thillaye. Imprimerie de Didot Jeune. Paris-1814.
-Évasion et enlévement de prisonniers français de l'île de Cabrera. Bernard Masson. Tipographie de Nicolas, Imprimeur-Éditeur. Marseille 1839.
-Le géneral Dupont. Tome deuxiéme. Lieutenant-Colonel Eug. Titeux. Prieur et Dubois et Cie, Imprimeurs-Éditeurs. Puteaux-Sur-Seine, 1903.
-Les adieux a l'île de Cabrera ou Retour en France. M. Wagré. Imprimerie de Cosson. Paris 1833.
-Mallorca durante la primera revolución (1808-1814). Miguel Santos Oliver. Imprenta de Amengual y Muntaner. Palma-1901. 
- Étude historique sur la Capitulation de Baylen. Campagne de 1808, en Andalousie. E. Saint-Maurice Cabany. Revue Génerale Biographique et Nécrologique. Paris-1846.
- Geôles et pontons d'Espagne: les prisonniers de guerre sous le Premier Empire: l'expédition et la captivité d'Andalousie. Théophile S. Geisendorf-des Gouttes. Les éditions Labor Genève - Nlles éditions latines, Paris, 1932.
-La guerre d'Espagne, (1807-1813). Tome III. Colonel A. Grasset. Editions Berger-Levrault. Paris 1932.
-Mémoires d'un conscrit de 1808. Philippe Gille. Victor-Havard, Éditeur. Paris, 1892.
-Mémoires d'un officier français prisonnier en Espagne. C de Mery ó M de Mery (seudónimo de Joseph Carrère Vental). Libraire Chez Auguste Boulland. Paris 1823.
-Rendición de la escuadra francesa de Rosily (14 de junio de 1808). Coronel de Infantería de Marina Miguel Aragón Fontenla. Revista General de Marina. Año 2008. Agosto-Septiembre.
-Précis des opérations militaires en Espagne, pendant les mois de Juin et Juillet 1808. Lieutenant-Géneral Comte De Vedel. Paris 1823.
-Represión de franceses en Mallorca (1808-1809). Miguel Ferrer Florez. Bolletí de la Societat Arqueològica Lul-liana.  ISSN 0212-7458, Nº. 53, 1997, págs. 185-220
-Un Tour en Espagne, de 1807 a 1809 ou Mémoires d’un soldat fait prisonnier a la bataille de Baylen. Tomes I-II.  Josep Quantin. Ed. J.Brianchon, Libraire. Paris 1820.

  • Prensa:
-Aurora Patriótica Mallorquina
-Diario de Mallorca
-Diario de Palma
-Diario Mercantil de Cádiz
-Le Figaro
-Semanario de Mallorca
-Semanario Económico

Organismos:
-Biblioteca Nacional de España
-Gallica. Bibliothèque Nationale de France.
-Instituto Geográfico Nacional de España 
-Ministerio de Defensa


Los prisioneros franceses de la isla de Cabrera: parte cuarta

Viene de la parte tercera

Los intentos de fuga
En la mente de todo preso está el de escapar de su encierro, y en Cabrera no faltaron los intentos de fuga, con el éxito de algunos. Uno de los más verídicos tuvo lugar el 4 de agosto de 1809, y tuvo como objetivo la barca cargada con barriles de agua, algunos de los cuales estaban destinados a los enfermos del hospital. Aprovechando la ausencia de las cañoneras de vigilancia, un grupo de 9 marinos de la guardia capturaron la embarcación y  pudieron llegar a Barcelona tras tres días de travesía. Como consecuencia de la evasión, la Junta de Palma, cesó el suministro de agua y restringió algunos víveres, para restituir a su propietario el precio de la embarcación, tasada en 350 libras.


La evasión de los marinos de la Garde Impériale
(D
el libro de Henri Ducor,  Aventures d'un marin
de la Garde Impériales, edición 1858
)
Otro intento de fuga relevante ocurrió el 14 de febrero de 1810, cuando la dirección de los vientos impide atracar en la bahía principal al barco con víveres, que había sustituido a las barcas de provisiones, debiendo recalar en la cala en Ganduf, situada al este del puerto. El transporte traía víveres para seis días y cuando se habían descargado una parte, un grupo de marinos de la guardia seguidos por varios oficiales, se lanzaron sobre la embarcación para hacerse con ella. Los gritos de la tripulación, la afluencia de prisioneros y el estruendo que se formó, alertaron a las cañoneras que acudieron al lugar, pero antes, los propios prisioneros que vieron como la mayor parte de sus provisiones no se descargaban, empezaron a lanzar piedras sobre sus compañeros, frustrando la fuga. Un furriel murió y varios asaltantes resultaron heridos.

Una de las tentaciones de fuga más factibles era la de apoderarse de alguna embarcación de pesca de las que frecuentaban las aguas de Cabrera, y seguro que hubo intentonas, ya que la Junta de Gobierno de Palma y el comandante de la fragata Lucia, que custodiaba la isla, reiteraron en varias ocasiones a pescadores y paisanos, la prohibición absoluta de acercarse a las costas isleñas.


Otras tentativas de fuga tuvieron como objetivo, el de huir en embarcaciones construidas por los propios prisioneros, frustrándose la mayoría. En los libros de memorias franceses se describen varios tipos de intentos de fuga, algunos de los cuales tienen poca verosimilitud, como el que describe Bernard Masson en un breve libro titulado "Évasion et enlèvement de prisonniers français de l'île de Cabrera", publicado en 1839. El sargento Masson, es capturado en la zona de Olot en marzo de 1811, embarca en Tarragona con destino a Mallorca y posteriormente es trasladado a Cabrera. Tras varios intentos de fuga fallidos, el 20 de agosto de 1813 capturan la chalupa auxiliar de la fragata de vigilancia y escapan, tomando tierra en las costas argelinas el 24 de agosto. Tras la espera de su repatriación, el consul francés en Argel consigue que un corsario los evacúe de las costas africanas. Desembarcan en Peñíscola el 21 de septiembre, donde había una guarnición francesa de 600 hombres. Tras pasar varios meses en acuartelamiento, intenta y finalmente consigue, que le autoricen a fletar un barco corsario para rescatar a prisioneros de Cabrera, lo logra a principios de marzo de 1814, aunque con resultados muy por debajo de sus objetivos, ya que únicamente puede rescatar a 38 cautivos.         

El día a día en Cabrera 

Las condiciones de vida en la isla sufrieron cambios durante el cautiverio, y evolucionaron con el transcurso de los años. La mayor mortandad, tuvo lugar durante el año 1809 y el primer mes del confinamiento fue especialmente cruel, ya que a la debilitada salud con que llegaron muchos prisioneros, empeorada tras el largo viaje desde Cádiz, se añadió la falta de medios y medicamentos para atenderlos. Si unimos a lo anterior, la escasez de agua potable, la falta de higiene y una insuficiente alimentación, no es de extrañar que hacia finales de mayo de 1809, habiendo transcurrido únicamente 15 días desde la llegada, 3 oficiales y 87 suboficiales y soldados hubieran perecido. J.A. Thillaye escribe lo siguiente:
Tan pronto como el hospital, cuyo establecimiento fue decidido por el consejo de administración, quedó instalado, acogió alrededor de doscientos enfermos, y pronto el número fue más considerable. El escorbuto y la disentería eran las enfermedades reinantes, el consumo de carne salada, la privación de agua, la falta de limpieza, fueron sin duda las causas que más habían contribuido a desarrollar estas enfermedades. No hubo más que un pequeño número de estos infortunados que pudieron recuperar la salud; todos los demás sucumbieron prontamente; y durante la primera quincena, perecieron de doce a quince enfermos por día.
Tras la primera salida hacia Mallorca de la mayoría de oficiales en junio de 1809, aumenta el número de enfermos, y ante la petición formulada a la Junta de Palma para conducirlos a los hospitales de la ciudad, se les envía más tiendas para albergar a los afectados. La ubicación de estas carpas en una vaguada, cercana a la fuente, tendrá consecuencias funestas para sus ocupantes. La víspera de todos los santos de 1809 una violenta tormenta arrasa con las tiendas hospital, junto con algunas cabañas, y acaba con la vida de al menos 10 soldados, (en las memorias de L.F. Gille el número de bajas es muy superior), "Los enfermos, en número de más cincuenta, no teniendo más abrigo, perecieron en esta desastrosa noche. Sus cuerpos fueron arrastrados por el campamento en medio de torrentes de agua formados por las lluvias". 
Restos de las barracas construidas por los prisioneros
(Foto Gom, 2014)
En marzo de 1810, regresan a Cabrera los oficiales franceses que estaban confinados en Mallorca y Mahón, produciendo un efecto de renovada actividad. *Joseph Quantin relata lo siguiente en el libro publicado en 1820, Un Tour en Espagne:
El regreso de los primeros da al campamento un aspecto menos sombrío. Los diversos establecimientos fundados en la isla, tales como las tabernas, las salas de armas y de danza, y sobre todo el teatro, adquirieron mayor importancia. En Cabrera como en otras partes se mostraban al mismo tiempo la miseria y la opulencia. Los oficiales, que siempre habían tenido prerrogativas inherentes a su graduación; los suboficiales, que tenían lo que se llamaba "des hommes de bois" (hombres que se supone que existen); aquéllos prisioneros que habiendo encontrado recursos en su oficio, estaban por lo general decentemente vestidos, y disfrutaban de una salud perfecta; por medio de algunas economías, todavía podían tener alguna distracción: En cuanto a los soldados, la mayoría estaban desnudos...
*Joseph Quantin (1788-1855), fue un escritor y autor de varias obras teatrales. Miembro y posible  fundador en 1819 de la logia masónica Rigides Observateurs, de la que formarían parte antiguos soldados. En 1820, publica en dos tomos, el primer trabajo extenso sobre los prisioneros franceses encerrados en los pontones de Cádiz y posteriormente en Cabrera. 
En la primera edición de 1820, no aparece el nombre del autor y el título de Un Tour en Espagne, va acompañado del subtítulo, de 1807 a 1809, dato extraño en tanto que según él, no abandonó Cabrera hasta julio de 1810. Las historias sobre sus andanzas amorosas, algunos otros datos erróneos y la brevedad de sus experiencias en la isla, hacen sospechar que Monsieur Quantin no estuvo en Cabrera y que para su relato, se valió de lo narrado por otros soldados, especialmente por Louis François Gille, autor del mapa incluido en el libro. En 1824, se reeditarán los dos tomos, con el título de Trois ans de séjour en Espagne, en los que aparece Joseph Quantin como autor  y Monsieu P. Saint-Aubin como protagonista del relato sobre la estancia en los pontones ingleses desde 1793 a 1814.

Tras el primer año de estancia y sobre todo, tras la salida definitiva de los oficiales hacia Inglaterra, en julio de 1810, junto con clases de tropa como asistentes, el campamento tuvo que adaptarse a una nueva situación, en la que los pocos suboficiales y un par de oficiales de menor rango, se pusieron al frente del consejo de administración.

Entre una masa de soldados tan numerosa, las pendencias y peleas eran habituales y muchas de ellas se resolvían en duelos a primera sangre. Las armas empleadas eran bastones a los que se les incorporaba una hoja de navaja o medias tijeras atadas en un extremo del palo.


Para castigar a los culpables de delitos, principalmente el robo de alimentos, la comunidad de prisioneros disponían de un poste o tronco de árbol, en el que ataban desnudos a los reos y los mantenían así varias horas, a pleno sol. En otras ocasiones, en las que los perjudicados sorprendían a los ladrones, las emprendían a palos y a pedradas contra los infractores.


Para subsistir y mejorar las parcas raciones de alimentos, los más decididos se la ingeniaron para aprovechar los recursos a su alcance. A la pesca de pulpos, gambas, peces y moluscos, añadieron la captura de gaviotas, golondrinas de mar y sus huevos, así como la caza de conejos, ratones y ratas. Cuando la población de conejos disminuyó en Cabrera, los más dotados para la natación,  nadaron hasta la cercana isla de Conillera para proveerse de estos animales. En cuanto a las ratas, llegaron a criarlas a modo de granjas. 


La isla estaba dividida en varias zonas: el castillo, el almacén (la Cambuse)le Palais-Royal (centro del campamento donde estaban las mejores barracas), la colina de los 121, la de los marinos de Guardia, la de los muertos, la calle de quinta legión, la de la primera y el sector de la fuente.
Puerto de Cabrera y simulación del campamento de los prisioneros
(Del libro de Philippe Gilles,  Mémoires d'un conscrit de 1808)
Un buen número de las cabañas y construcciones que los prisioneros levantaron para habitar, poseían un pequeño espacio acotado con ramas, a modo de valla, que aprovecharon para cultivar un huerto-jardín, donde además de las plantas a su alcance, pudieron cultivar algunas verduras y hortalizas, con las semillas conseguidas por medio del capellán Estelrich, traídas por marinos ingleses o proveedores mallorquines.

Otra de las grandes carencias padecidas por los recluidos fue la falta de ropa y calzado. Sin reposición de vestuario, la mayoría andaba descalzo, vestido con harapos y cuasi desnudos. En varias ocasiones hubo llamamientos del capellán Estelrich y de quienes tenían ocasión de visitar la isla, para intentar resolver la situación. En los libros, aparecen como benefactores, el general Rémy Joseph Isidore Exelmans, prisionero en Mallorca y posteriormente enviado a Inglaterra; la marquesa de Orleans, exiliada en las Baleares y también algunos navíos ingleses. En el Diario de Mallorca del lunes 25 de mayo de 1812, podemos leer un anuncio de colecta de ropa para los prisioneros "inútiles", a repatriar a la costa de Francia:
    
Con el paso de los años, la estancia en Cabrera evolucionó hacia una adaptación de rutinas de subsistencia y supervivencia. Los prisioneros con oficios artesanales, los más habilidosos y también los más decididos, utilizaron sus habilidades y actitudes para prosperar ejerciendo distintos oficios y elaborando diversos objetos o pequeñas manufacturas, que vendían a comerciantes mallorquines. Los expertos con las armas ejercieron de maestros, enseñando sus técnicas a los que podían permitirse pagar las clases. Para quienes querían aprender a leer, escribir y aprender nociones de aritmética, no faltaron profesores para instruirles. Henri Ducor autor del libro Aventures d'un marin de la Garde Impèriale, publicado en 1833, relata lo siguiente:
El área de la fuente, cuya agua, casi nos abastecía desde que éramos menos gente, era el único lugar animado; fue allí donde nació una pequeña industria, había un flujo de cestas de mimbre, de bastones, de cajas de tabaco talladas, de cubiertos de madera. Todas estas pequeñas obras eran transportadas por el barco del pan, y con el producto de su venta, los prisioneros que las hacían podían comprar, de vez en cuando, una copa de vino en la cantina. Yo supe cómo mejorar mi condición: enseñé a leer a los acampados, lo que me valió dos panes adicionales al mes y algunas otras delicadezas. 
En lo que llamaban Palais Royal, la zona más concurrida  por la presencia de las cantinas, instalaban una especie de mercadillo, donde se exponían y se vendían o cambiaban, los  productos resultantes de las actividades de los moradores de la isla. La  moneda de cambio, cuando no había trueque, podían ser las habas secas o incluso monedas, ya que junto con el dinero que algunos soldados pudieron conservar, se añadió el que algunos pudieron obtener con la venta de objetos o encargos de trabajos, hechos por comerciantes mallorquines y transportados por intermediarios, como los proveedores de víveres y los soldados que los custodiaban. Sobre el Palais-Royal incluyo un fragmento del libro publicado en 1867,  Cinq Ans de captivité à Cabrera, en el que su autor, que firma como L'abbé Turquet, dice recoger los relatos que su padre, prisionero en la isla, les contaba:
...Para que nada faltase en nuestra plaza del Palais-Royal, los españoles de Mallorca y de Palma habían llegado a rodearla con lo que al estilo de la ciudad llamaban cafés, pero que nosotros simplemente llamamos, en términos militares, cantinas. Las provisiones de la cantina consistían en vino, pan blanco, carne salada y legumbres. El afán de la ganancia, mucho más que los pensamientos de la caridad, había empujado a los españoles a fundar en Cabrera estos pequeños cabarets, y sin embargo nos rindieron verdaderos servicios. En primer lugar, el que había sido capaz de salvar unas cuantas monedas de las muchas requisas que habíamos soportado, y el que por su oficio ganaba algo de dinero, encontró medios para aprovecharlo en la cantina; ... 
Nuestra plaza no sólo era el punto de encuentro de los paseantes, también tenía otro destino más serio: era nuestro mercado.  ¿Y qué podría venderse en Cabrera? Las mercancías, así como la moneda ordinaria de este mercado, dan idea del alcance de nuestra miseria. El dinero eran las habas;  pero la mercancía que se vendía a cambio de habas, eran ratas, ratones, algunos nabos, hojas de col, pescado, trozos de tela, y una serie de otros objetos, no menos propios para atestiguar nuestra pobreza.
Vista de la bahía-puerto de Cabrera desde la zona de "Sa platjeta"(Foto Gom, 2014))
Mientras hubo oficiales en Cabrera, ya fuera por su mayor formación urbana o por su iniciativa y disposición para obtener recursos, llegaron a habilitar dos espacios para representar funciones teatrales. El hecho de que hubiera músicos en el conjunto de prisioneros, y que algunos consiguieran conservar sus instrumentos o hubieran podido hacerse con algunos, ayudó a amenizar las funciones de teatro o incluso a hacer audiciones musicales. Del libro Mémoires d'un conscrit de 1808, entresaco los siguientes fragmentos referidos a los dos "teatros" que hubo en Cabrera:
Los oficiales y suboficiales componían el consejo, algunos oficiales de sanidad y varios otros suboficiales de lanceros, hicieron el proyecto de hacer de comediantes. Hacía falta un teatro; se decidió emplazarlo a unos pasos tras la capilla...
El 8 de septiembre, (1809), fue la apertura del teatro campestre. Monsieur Vautour, le Désepoir de Jocrisse et le Billet de logement, recitados de memoria, fueron las tres piezas que los comediantes societarios representaron... 
... La cercanía del invierno vino a interrumpir el curso de las representaciones en  nuestro teatro campestre. El viento apagaba las antorchas y a veces la lluvia dispersaba a actores y espectadores.
 Nos preocupamos por remediar estos pequeños inconvenientes. Había en el flanco rocoso del castillo una cisterna; bajamos a su interior y la encontramos bastante espaciosa para servir de sala de espectáculo. Hicimos una abertura en uno de sus lados y elevamos el fondo con tierras contenidas por un muro de dos pies y medio de alto, que tenía todo el ancho de la cisterna. Viejas telas de las tiendas y cañas sirvieron de decoración. Se hizo traer desde Palma, algunos colores comunes para pintarlas; en fin, el 8 de noviembre (1809), tuvo lugar la apertura del nuevo teatro sobre cuyo telón se destacó esta frase: Obliviscitur ridendo malum.
A partir del año 1812 y sobre todo en el 1813, en los que las noticias sobre el devenir de la guerra empezaron a ser desfavorables para Napoleón, en Mallorca aumentó la presión de la opinión pública, pidiendo una solución para los confinados de Cabrera y proponiendo su aprovechamiento como mano de obra, incorporándolos según sus oficios a la actividad económica de Mallorca o bien empleándolos en el arreglo de caminos u otras obras, sin que prosperasen las iniciativas. Del Diario de Palma de 27 de agosto de 1813, extraigo el escrito firmado por F.J. y que coincide con las iniciales de Francisco Jáudenes, intendente de la Real Hacienda y comisario de guerra, quien se adhiere al escrito publicado en el mismo diario el día 24 de mayo, con el título Humanidad y conveniencia:


A estas alturas del conflicto, los palmesanos se preguntarían, el por qué había que seguir manteniendo  tal cantidad de prisioneros en una isla, y seguir gastando en ellos los escasos caudales disponibles, cuando sería mucho más práctico trasladarlos de una vez a su país y emplear los menguados dineros en otras emergencias ciudadanas, como el socorro a las viudas y huérfanos de la guerra.

En el último periodo de la estancia de los franceses, se establece la normalidad dentro de lo excepcional de la situación, y salvo los desarraigados y pusilánimes, el resto de los prisioneros se desenvuelven en un ámbito cotidiano de tareas. El hambre ya no es tan manifiesta, han encontrado los medios de producir y/o hacerse con alimentos, y aunque el agua potable sigue siendo un recurso escaso, han encontrado el modo de auto abastecerse. La producción de diversos objetos como cestos, calzado, cubiertos de madera, sombreros, cuerdas, figuras talladas de ajedrez y religiosas, cajas, botones,  etc. les proporcionan ingresos para ayudarles a mejorar las precarias condiciones de su cautiverio. Como ejemplo de la variada actividad de los recluidos, está el hecho de que produjeran cal a partir de las rocas calizas de la isla, como da testimonio el siguiente anuncio publicado en el Diario de Palma de 13 de agosto de 1813:

El fin del cautiverio
El 15 de mayo de 1814, atraca en el puerto de Palma la goleta francesa  la Rose, al mando del comandante Riouffe, portador de los documentos que acreditaban el acuerdo para la liberación de los prisioneros. Tras visitar Cabrera y tomar nota de las necesidades de embarque, parte hacia Toulon con un pequeño contingente de prisioneros enfermos. El 27 del mismo mes, llegan al puerto de Palma, la fragata le Medi, un bergantín y dos transportes franceses, que embarcarán al resto de confinados entre los días 28 y 29, con destino al puerto de Marsella. Antes de embarcar, los recién liberados prenden fuego a las cabañas que les habían cobijado, y con ellas, las escasas pertenencias que poseían. 

Se calcula que de entre los 10.000 prisioneros confinados en Cabrera en varias remesas,  más de 1.500 soldados de naciones varias, pasaron a prestar servicio en las tropas suizas al servicio de España, en fuerzas españolas, e inglesas; unos 876 oficiales y suboficiales fueron trasladados por los ingleses a Portsmouth; por otra parte, a partir de agosto de 1810 no todos los militares llegados en nuevas remesas, iban destinados a Cabrera, ya que los oficiales y sus asistentes quedaban confinados en Mallorca o Mahón; otro grupo de unos 600 franceses, enfermos o con minusvalías fueron repatriados con anterioridad, y por último, un número impreciso de prisioneros pudo fugarse de la isla.


El número de liberados que llegan al puerto de Marsella, a finales de mayo de 1814, es de unos 3.600, por lo que el número de fallecidos y desaparecidos en Cabrera, estaría entre 3.200 y 3.500 cautivos.



 Monumento a los prisioneros franceses erigido en el   verano de 1847 tras la visita a Mallorca,  de una   escuadra de navíos franceses al mando del príncipe de   Joinville, quien mandó a Cabrera al vapor Le Pluton,   para recoger los restos de los prisioneros e inhumarlos   bajo una única tumba. Sobre el osario se erigió el   monumento, en el que  se puede leer la siguiente   inscripción:

"A LA MÉMOIRE
DES FRANÇAIS MORTS
À CABRERA.
L'ESCADRE D'EVOLUTIONS
DE 1847
COMANDÉE PAR
S.A.R.
LE PRINCE DE JOINVILLE"
     
 Una vez al año, un buque de la Armada francesa fondea   en  Cabrera y les rinde homenaje con una ofrenda de   flores.
 En la fecha de la foto, el sencillo monolito estaba un   tanto descuidado. Me consta su posterior limpieza y   repintado. 
 (Foto Gom, 2014) 


Bibliografía:
-Archivo Histórico Nacional. Sección de Guerra. Traslado de prisioneros franceses a Baleares y Canarias. Código de Referencia: ES.28079.AHN/1.1.19//ESTADO,46,D
-Aventures d'un marin de la Garde Impériale. Henri Ducor. Ambroise Dupont Éditeur. 1833 Paris.
-Cabrera a través de la Cartografía. Juan Tous Meliá, 2017. ISNB:978-84-697-2728-7 
-Cabrera. La Junta Gubernativa de Mallorca y los prisioneros del ejército napoleónico. Miguel Benàssar Alomar. Palma de Mallorca: Ajuntament, 1988.
-Cabrera. Sucesos de su historia que tienen relación con la de Francia. Joaquín María Bovér. Imprenta de D. Felipe Guasp. Palma, 1847.
-Cinq ans de captivité à Cabrera ou Soirées d'un prisonnier d'Espagne. Abbé Turquet. Librairie de J. Lefort. Lille, Paris, 1867.
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-Mallorca durante la primera revolución (1808-1814). Miguel Santos Oliver. Imprenta de Amengual y Muntaner. Palma-1901. 
- Étude historique sur la Capitulation de Baylen. Campagne de 1808, en Andalousie. E. Saint-Maurice Cabany. Revue Génerale Biographique et Nécrologique. Paris-1846.
- Geôles et pontons d'Espagne: les prisonniers de guerre sous le Premier Empire: l'expédition et la captivité d'Andalousie. Théophile S. Geisendorf-des Gouttes. Les éditions Labor Genève - Nlles éditions latines, Paris, 1932.
-La guerre d'Espagne, (1807-1813). Tome III. Colonel A. Grasset. Editions Berger-Levrault. Paris 1932.
-Mémoires d'un conscrit de 1808. Philippe Gille. Victor-Havard, Éditeur. Paris, 1892.
-Mémoires d'un officier français prisonnier en Espagne. C de Mery ó M de Mery (seudónimo de Joseph Carrère Vental). Libraire Chez Auguste Boulland. Paris 1823.
-Rendición de la escuadra francesa de Rosily (14 de junio de 1808). Coronel de Infantería de Marina Miguel Aragón Fontenla. Revista General de Marina. Año 2008. Agosto-Septiembre.
-Précis des opérations militaires en Espagne, pendant les mois de Juin et Juillet 1808. Lieutenant-Géneral Comte De Vedel. Paris 1823.
-Represión de franceses en Mallorca (1808-1809). Miguel Ferrer Florez. Bolletí de la Societat Arqueològica Lul-liana.  ISSN 0212-7458, Nº. 53, 1997, págs. 185-220
-Un Tour en Espagne, de 1807 a 1809 ou Mémoires d’un soldat fait prisonnier a la bataille de Baylen. Tomes I-II.  Josep Quantin. Ed. J.Brianchon, Libraire. Paris 1820.

  • Prensa:
-Aurora Patriótica Mallorquina
-Diario de Mallorca
-Diario de Palma
-Diario Mercantil de Cádiz
-Le Figaro
-Semanario de Mallorca
-Semanario Económico

Organismos:
-Biblioteca Nacional de España
-Gallica. Bibliothèque Nationale de France.
-Instituto Geográfico Nacional de España 
-Ministerio de Defensa