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martes, diciembre 08, 2009

El muerto resucitado de Plasencia 2: El juicio

viene de la parte 1

Día 16/10/1888
Ha comenzado la célebre causa a las diez en punto de la mañana.

El acusado
Se presenta en la Audiencia media hora antes acompañado por el procurador y los parientes de D. Eustaquio Campo que lo reconocen.Viste de negro con levita y lleva gafas. Los partidarios de Campo se muestran prudentes y silenciosos, siguiendo los consejos de las autoridades que recomendaban el orden más perfecto. Sólo pequeños grupos afluyeron a la plazuela de Vargas, donde está la Audiencia.

El interrogatorio
Anunciada audiencia pública, el presidente dice dirigiéndose al procesado:
-Levántese usted. ¿Cuál es su nombre?
El interpelado obedece y contesta sin vacilación:
-Eustaquio Campo Barrado
Al decir esto está de pie, y su mano derecha descansa sobre el pecho. Su cabeza, ligeramente inclinada sobre el hombro derecho, revela más humildad que arrogancia.
Presidente.-¿Se reconoce usted reo del delito de usurpación del estado civil de Eustaquio Campo Barrado, de que le acusa el ministerio público?.
Procesado.-No, señor.

Prueba documental
Comienza la lectura de la prueba documental, prestando el procesado extraordinaraia atención, pero con semblante impasible que no delata emoción alguna.
Los profanos que asisten tentados por la curiosidad y en espectativa de emociones, dan señales de impaciencia.

Informe del cuerpo médico madrileño
La vista sigue sin interrupción hasta las once y quince que se suspende por algunos minutos para dar descanso al secretario que lee.
Reanudada la lectura de las pruebas, llega el turno al informe del cuerpo médico forense madrileño, acerca de la perdida de la memoria en el acusado. Es un documento notable que presenta variedad de casos mas raros que el presente sobre aquélla perdida.
Termina la sesión a las dos y diez de la tarde.
Esta tarde irán el fiscal, el defensor y el magistrado Sr. Pardo a casa del curador Manuel Prieto, que está enfermo. a recibirle declaración.


Palacio de Justicia de Plasencia según grabado realizado en las fechas del juicio oral.



Dibujo de Juan Comba. La Ilustración Española y Americana. (1888)







Día 17/10/1888
Por haberlo solicitado la defensa llegó ayer, procedente de Burgos, Mariano Palomar, tío de Eugenio. Vió al procesado D. Eustaquio Campo, no reconociéndolo, negando rotundamente fuera su sobrino.

Continúa la vista
Continúa la vista de juicio oral a las diez y veinte minutos de la mañana, prosiguiendo la lectura de la prueba documental.
De acuerdo con el defensor se suprime la de varios documentos con objeto de abreviar el acto.

Que venga muerto o vivo
Sigue sin aparecer en el juicio el demandante, D. Felipe Díaz de la Cruz. Su hermano Narciso comenta al periodista:
-Ayer le puse un telegrama diciéndole. "Aunque sea muerto es necesaria tu presencia en ésta. Confío, por lo tanto, que estará en ésta hoy o lo más tarde mañana".

Minutos antes de transcurrir la hora marcada, el secretario se declaró rendido, terminando la sesión de hoy con la lectura de la certificación sobre la causa instruida por la Audiencia de Valencia acerca de la detención ilegal de una señora en el el manicomio de San Baudilio de Llobregat.

Día 18/10/1888
Comienza la tercera sesión, que puede considerarse la primera ya que las dos anteriores se han dedicado a la lectura de los autos y prueba documental.
La concurrencia era el doble o triple que en los dos días anteriores, en la sala hacía un calor sofocante.
El secretario da fin a la torre de papel sellado que ha estado leyendo durante nueve horas en los tres días, y le parece mentira tanta felicidad; creíase condenado a lectura perpetua.


Fachada del Palacio de Justicia de Plasencia
Foto Gom (2019)


El interrogatorio
El señor presidente manda levantarse al procesado y le pregunta:
-¿Su nombre de usted?
-Eustaquio Campo Barrado.
-¿Qué edad tiene?
-Cuarenta y nueve años.
-¿Profesión?
-En la actualidad, ninguna.

Toma la venia el fiscal para interrogar al procesado.
...
-¿Usó con anterioridad al actual, algún otro nombre?
-Sí, señor; primero me llamé Francisco González y después Eugenio Santa Olalla.
-¿Y ese nombre de Francisco González , correspondía al de alguna persona que de usted fuese conocida?
-No, señor; me lo dí inconscientemente, como hubiera podido adoptar otro, cuando al fugarme del manicomio comprendí que había necesidad de llamarse algo.
-¿Y el de Eugenio Santa Olalla?
-Ese nombre lo acepté porque me lo dieron en el manicomio la segunda vez.
-¿Quién se lo dió?
-El vicedirector del establecimiento, dirigiéndose a uno de la carpintería, dijo señalándome: "Este es Eugenio Santa Olalla y es de Burgos." Me sorprendió, pero pensé: Esto será que durante mi enfermedad han averiguado mi verdadero nombre; y no dejó de alegrarme esto, porque así pensaba yo que ya no estaba solo y que tenía una familia, porque también después me hablaron de esto.
-¿No recuerda haber declarado que vio su nombre en un documento?
-El documento ese es la partida de bautismo de Marcelino Santa Olalla, de quien me dijeron que era padre.
-¿No tiene más antecedentes?
-Sí, señor; tres cartas fechadas en Burgos, que me entregaron bajo sobres que llevaban el membrete del manicomio,...
-¿Conserva el procesado alguna de esas cartas?
-Ninguna
-¿Recuerda por quién estaban firmadas?
-Por Eulalia Santa Olalla.
Sigue el fiscal haciéndole preguntas sobre la fecha en que recobró la razón, (1874-1875); las veces que estuvo en el manicomio, (2); y cómo se fugó y sus andanzas durante su fuga como Francisco González.



Grabado de la Sala de la Audiencia donde se celebró la vista del juicio oral.
Dibujo de Juan Comba. La Ilustración Española y Americana (1888).

"Durante este largo interrogatorio, en el que el señor fiscal le dirige sus preguntas rápidamente pero con claridad y precisión, el procesado no vacila ni una sola vez, contestando con la misma rapidez y con la correspondiente y posible precisión.
El procesado no recuerda cómo fue llevado por segunda vez al manicomio de San Baudilio, y repite su declaración sobre las cartas recibidas de Burgos y acerca de la partida de bautismo de Marcelino Santa Olalla, en la que vió los nombre de los abuelos de aquél."
-¿Y en virtud de esas cartas-vuelve a preguntarle el fiscal- resolvió usted marchar a Burgos?
-Sí, señor; pedí permiso,..., lo obtuve y marché a Burgos. Creía yo haber encontrado ya una familia, pero me llevé chasco. Llegué a Burgos a la casa en que vivía Eulalia y hablé con un zapatero que había a la puerta; el zapatero avisó al marido de Eulalia; ella no estaba, pero fueron a buscarla, y, al volver a su casa, me abrazó; fue por Marcelino, me lo entregó, y al día siguiente partí con él a Barcelona.
-¿Cenó usted con la familia?
-Sí, señor; y allí dormí también.
-¿A quién más vio en casa de Eulalia?
-A dos jóvenes que me parecen eran hijas suyas y a un mozo, que creo era hijo.
-¿Le hablaban todos como si fuera usted Eugenio?
-Sí, señor.
-¿No evocaron ningún recuerdo de familia?
-Ninguno
-¿Advirtió si le miraban con recelo?
-No lo advertí.
-¿Le trataban con cariño?
-Sí, con afecto.
-¿Qué edad tenía Eulalia?
-Me pareció de un año o dos más que yo.
-¿Y durante el viaje y después de él, el chico no le refirió antecedentes?
-Sí, alguna vez me habló de parientes cuyo nombre no recuerdo.
-¿Conoció usted en el manicomio a una joven llamada Concepción Somera?
-Si, señor.
-¿Qué año?
-Me parece, sin que pueda asegurarlo, que fue el 83.
-¿Estaba en clase de alineada?
-Si, señor.
-¿Cuál era su manía?
-Por mi parte, no le conocí ninguna; la vi en el costurero y no revelaba nada de particular.
-¿Habló usted con ella?
-Sí, señor, cinco o seis veces, pero muy pocos minutos, porque no podía ser otra cosa.
-¿Qué le dijo ella?
-Recuerdo que una vez me dijo que iba allí para salvarme; pero como yo la tenía por una alineada, ningún caso la hice.
-¿Fueron a verle el año 85 dicha Concha y Francisco Mateo Ayala?
-Sí, señor.
-¿Dónde se vieron?
-En una casa particular, porque además de tener días de salida, pidiendo permiso podía salir cualquier día.
-¿Qué le dijeron?
-Francisco Ayala, mi tío (pronuncia acentuadamente estas dos palabras), me dijo que yo era su sobrino.
-¿Qué razones le dio?
-Que me conocía. Me dirigió varias preguntas sobre el pasado a las que yo no pude contestar, porque nada recordaba. El insistió, y los dos me propusieron venir con ellos a Plasencia. Me negué, pero más bien porque me dejasen que con ánimo de cumplir mi promesa, les ofrecí venir.

Retrato de Eustaquio Campo en las fechas del juicio, obtenido en base a una fotografía.

Dibujo de Juan Comba. La Ilustración Española y Americana (1888).













Prosigue el interrogatorio del fiscal.
-¿Recuerda cuando  fue Concha por tercera vez acompañada por Fernando Heras y José Ayala Valiente?
-Si, señor. Entonces decidí venirme con ellos; después de todo en mi estado, tanto me daba residir allí como aquí; pero les impuse esta condición: que yo no reclamaría nada al Juzgado y que llevaría el nombre de Eugenio Santa Olalla, trabajando en mi oficio para vivir sin serles gravoso.
-Al recobrar la razón ¿recordó cómo había aprendido la carpintería?
-No, señor.
-¿Sabe si estudió?
-No lo recuerdo.
-¿Se lo han dicho?
-Si, señor.
-¿Qué conocimientos tiene usted hoy?
-Leer, escribir, contar y algunos otros que he adquirido desde que por última vez recobré la razón. En este periodo leí algo de la biblioteca del manicomio.
-Y al recobrar la razón ¿cómo escribía usted?
-Primero casi letra a letra, pero con el ejercicio fui rehaciéndome.
-¿Qué sabe de latín?
-Nada, ni de Derecho.
-¿Se ha presentado usted al Juzgado de su libre y espontánea voluntad con el nombre de Eustaquio Campo Barrado, o por el contrario, alguien le ha excitado a presentarse como tal?
 Sin vacilar, con energía y con dignidad, contestó el procesado:
-Nadie me ha obligado a ello; me presento como Eustaquio Campo Barrado por el convencimiento adquirido de que lo soy. Toda la responsabilidad es mía únicamente.
Estas declaraciones producen en el público, ya predispuesto en favor del acusado, profunda emoción, aunque sin provocar manifestaciones de aplauso, contenidas por el respeto al tribunal.

Pregunta el defensor
El letrado defensor Sr. Fontán, inicia su interrogatorio.
-¿Cojeaba usted cuando recobró la razón?
-Si, señor.
-¿Era usted calvo?
-Bastante; aunque no tanto como ahora.
-¿En qué mes conoció usted a Concha Somera?
-No puedo decirlo con seguridad.
-¿Fue por el que le dijeron era su hijo, antes o después de ver a Concha por vez primera?
-Con posterioridad.
-¿Y las cartas cuando las recibió?
-Lo mismo.
-¿Por qué se negó usted a venir a Plasencia con Francisco Ayala?
-Porque no creía ser D. Eustaquio Campo.
Repite la relación de sus entrevistas con Concha, Francisco Ayala, Frenando Heras y José Ayala, y a la pregunta del defensor de si reveló a alguien, ya en Plasencia, ser D. Eustaquio Campo, contesta:
-Nunca ni a nadie dije que yo era D. Eustaquio.
-¿Disuadió, en cambio, o trató de disuadir a los que le preguntaban si lo era?
-Eso sí.
Grabado del taller de carpintería donde trabajó el protagonista de la historia
Fuente: El manicomio de San Baudilio de Llobregat. Antonio Pujadas. Imprenta y librería Religiosa y Científica, Heredero de D. Pablo Riera. 1871. Barcelona
Los médicos
En las pruebas periciales intervienen cuatro médicos, a cuya opinión se somete la cuestión relativa a  si puede perderse la memoria por efecto de demencia, hasta el punto de no recordar nada del pasado.
Tres de los cuatro profesores opinan que sí y el cuarto, el Sr. Monge, disiente de esa conclusión,  que justifica apoyándose en un larguísimo informe, cuya lectura ocupa casi un tercio de la sesión que impacienta al público presente.
A continuación se somete al juicio de los doctores la consulta de si la cicatriz que el procesado tiene en un brazo se debe a quemaduras. Los doctores Izquierdo, Maurín y Pérez Solís así lo afirman y el cuarto, el Sr. Monge opina que no, sino que debió ser ocasionada por fractura o balazo.
El abogado defensor, pregunta si la cicatrización puede obtenerse artificialmente, conviniendo los cuatro médicos en que no pudo ser así.
Preguntados a qué puede deberse la cojera que se le nota al procesado en la pierna derecha, el Sr. Monge cree que es un fenómeno congénito y los otros tres médicos, que ocasionada por enfermedad.

Los peritos calígrafos
También son cuatro. Examinan primeramente dos firmas indudables del verdadero Eugenio Santa Olalla, una de 1862 y otra de 1869, encontrando identidad entre ambas. Seguidamente comparan estas dos firmas con la que aparece en la nómina de mayo de 1881, firmada en el manicomio de San Baudilio por el procesado, declarando unánimente los cuatro calígrafos que no tiene semejanza alguna con las del verdadero Santa Olalla.  

 La firma de arriba, de 1869, corresponde al verdadero Eugenio Santa Olalla.

La firma de abajo, de 1881, pertenece al procesado, en una nómina firmada en San Baudilio
 


En cambio opinan, que la firma de la nómina de San Baudilio de 1881, guarda grandes semejanzas, casi identidad completa, con la letra de las firmas de Eustaquio Campo Barrado que consta en varias cartas.
La prueba caligráfica, como se ve, resulta favorable al procesado.

La firma de arriba pertenece a una carta de 1863 firmada por el verdadero Eustaquio Campo Barrado.

La firma y rúbrica de abajo pertenecen al procesado en la fechas del juicio








Día 19/10/1888
Termina la prueba pericial
Se abre la cuarta sesión con la prueba pericial fotográfica, compareciendo los Sres. Mendía, fotógrafo de Béjar y D. Francisco Ruiz, plasentino, que declara haber retratado dos veces al procesado y hecho una ampliación de un antiguo retrato.
El Sr. Mendía también retrató al procesado y ambos fotógrafos afirman, que comparados los retratos de antaño con los actuales del supuesto Eustaquio Campo, creen que son de idéntico sujeto.
El fiscal solicita que la compareciencia se haga con la ampliación de tamaño natural de un retrato de Campo, remitida por la Academia de Medicina.
Hecha la prueba, tirando una línea horizontal sobre las cejas, resulta comprobada la apreciación de los peritos. Interpelados los peritos por el fiscal para que digan si observan diferencia en la frente de uno y otro retrato, contestan que no la hay.



A la izquierda, el retrato de Eugenio Campo Barrado en 1862
A la derecha, el retrato del supuesto Eustaquio Campo en 1886

Cruz no se presenta
Llamado acto seguido a comparecencia el señor D. Felipe Días de la Cruz, nadie contesta.El secretario se levanta y dice que anoche se presentó una certificación legalizada, de un médico de Andújar declarando al Sr. Cruz enfermo e imposibilitado de asistir al juicio.
El fiscal lamenta su ausencia y pide que se lea la declaración del Sr. Cruz para no interrumpir la vista. Así se hace.

El defensor
El abogado defensor manifiesta que ya sospechaba surgiría esa enfermedad; pero que, puesto que el Sr. Cruz no viene, siendo el principal testigo de cargo, no será él más papista que el Papa, recordando el refrán "a enemigo que huye, puente de plata".
Los campistas no caben en sí de gozo. Los crucistas están consternados.

Varios testigos
A continuación prestan declaración varios testigos.
Pedro Mendo, condiscípulo de Campo en el colegio, recuerda que Campo era bizco y cojo, reconociendo al procesado.
El Sr. Alcalá y Ramos declara no reconocer al procesado por Campo.
María Pérez García conoció a Eustaquio en Madrid por frecuentar mucho su casa y dice es el procesado.
Fiscal.-Sin embargo, D. Eustaquio murió y certificóse su muerte en regla.
Testigo.-Así será; pero él está ahí sentado.
Sigue Ana Melchor, tía de Eustaquio que preguntada si conoce al porcesado, contesta:-¡Como que es mi sobrinito Eustaquio!
Fiscal.-¿Y cómo puede serlo si murió?
Testigo.-Esto, señor, es cosa providencial. Dios nos lo ha conservado y añade que lo asistió en un ataque y en la enfermedad de las quemaduras.
Preguntada por el fiscal si no teme perder lo que heredó reconociendo al procesado, replica vivamente:
-Pues como el quisiera, hasta la camisa daría por él.
Cayetano Macías, albañíl de las obras de D. Felipe Cruz, niega que el procesado sea el verdadero D. Eustaquio. Dice que fue con el padre de éste a Madrid por el loco y le asistió cuando se produjo las quemaduras en la hoguera. El testigo vacila y está próximo a caer, habiendo necesidad de prestarle inmediatamente auxilio. (Rumores. El público dice es la conciencia por declarar contra la verdad.)
Seguidamente es llamado D. Alejandro Madas Gil, secretario municipal, quien reconoce en el procesado al verdadero D. Eustaquio Campo. Igual testimonio dan los siguientes testigos.

Resumen del día
Las impresiones de hoy son más desfavorables aún que ayer para el Sr. Cruz. 
Sus mismos amigos no encuentran justificación para su ausencia.


         sigue en la parte 3



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