A la tercera lo conseguímos. En dos ocasiones anteriores, en visitas o vacaciones en Mallorca, habíamos intentado visitar la isla de Cabrera sin poderlo conseguir, bien porque no había plazas el día que podíamos disponer o porque el estado de la mar no lo aconsejaba.
Así que esta vez me aseguré de disponer de tiempo suficiente y de alojarnos en la Colonia de Sant Jordi, la localidad costera de donde parten las embarcaciones que hacen excursiones a Cabrera y cuya silueta se divisa desde la población veraniega.
Mapa de situación e itinerario (Cliquear para agrandar) (Fuente:Cartografía©Instituto Geográfico Nacional de España) |
Dos son las empresas que organizan excursiones programadas al archipiélago de Cabrera, ambas comparten un mismo quiosco en el paseo existente frente al puerto de la Colonia, si bien se pueden adquirir los pasajes en otros establecimientos y agencias.
Al turista se le ofrecen varias posibilidades o combinaciones de excursión, con la posibilidad de incluir la comida. Mi mujer y yo nos decidimos por la excursión clásica con desembarco y tiempo libre para recorrer la isla por los sitios autorizados. Y para comer nos llevamos unos generosos bocatas de jamón y salchichón que nos habiamos preparado. El precio del viaje, 40 euracos por adulto.
L'Imperial atracada en el puerto antes de zarpar (Foto Gom) |
Pasadas las diez y media de la mañana zarpamos en L`Imperial, una embarcación con capacidad para unos 80 pasajeros y que en un trayecto de más de una hora nos llevará hasta el pequeño puerto de Cabrera.
El mar está un poco picado, las olas nos vienen de frente y la pequeña nave, pese a la pericia del piloto, navega pegando saltos lo que provoca que varios pasajeros y pasajeras se mareen, siendo atendidos rápidamente por dos tripulantes que proporcionan bolsas y servilletas de papel. En el barco también se pueden adquirir a unos precios razonables agua, refrescos y bolsas de aperitivos.
Además de la isla principal que da nombre al grupo de islas, el archipiélago de Cabrera está compuesto por otras islas e islotes, como la isla des Conills, la segunda en tamaño y cuya forma aparece confundida con Cabrera hasta que el barco se aproxima, Na Redona situada entre las dos islas principales, el peñasco inaccesible de L'Esponja, Na Plana, Na Pobra y Na Foradada, la isla más próxima a Mallorca y que alberga un faro, más otra serie de pequeños islotes que bordean la isla principal.
De pronto, se oye un revuelo entre los pasajeros, la embarcación aminora la marcha y el personal se agolpa hacia el lado donde estamos, cámaras y móviles en ristre, gritando en varias lenguas "dofíns!, ¡delfines!, delphins!". Un grupo de delfines surge a babor saltando sobre las superficie del agua y dando un punto de emoción al viaje. Ya de regreso, por la tarde, volveremos a verlos.
Este
pequeño grupo de edificios no es el único existente en la
isla, a unos 800 m del puerto existe otro muelle y construcciones, entre las que destacan las del destacamento militar
que en otros tiempos permanecía en la isla.
Tras
un corto vistazo a las edificaciones del puerto iniciamos la
subida al castillo, cuyo sendero de acceso un tanto desapercibido, arranca entre dos casas. El sendero es bastante accidentado, con cantos y gravilla
suelta, lo que obliga a ir con cuidado, (es aconsejable llevar
zapatillas y dejar las chanclas y sandalias para la playa). Nada más
empezar la subida, a la derecha y entre piedras vemos una gran
cantidad de lagartijas (sargantanas) que se disputan algunos
restos de comida. A diferencia de las coloridas sargantanas de
Ibiza y Formentera, las lagartijas de Cabrera son de un gris oscuro
casi negro, si bien se aprecian algunas con características
diferentes. Desde mi estancia en Ibiza he adquirido una extraña
querencia por estos avispados reptiles y no puedo evitar darles
pequeños trozos de manzana y de cerezas que se disputan con avidez,
llegando incluso a comer de mi mano, (no sé si está prohibido
echarles comida, pero para mí ha sido una auténtica satisfacción
verlas salir de sus escondites en busca de los alimentos).
De pronto, se oye un revuelo entre los pasajeros, la embarcación aminora la marcha y el personal se agolpa hacia el lado donde estamos, cámaras y móviles en ristre, gritando en varias lenguas "dofíns!, ¡delfines!, delphins!". Un grupo de delfines surge a babor saltando sobre las superficie del agua y dando un punto de emoción al viaje. Ya de regreso, por la tarde, volveremos a verlos.
La embarcación se dirige a la bocana que da entrada a la resguardada
bahía donde atracaremos. La vista es magnifica, a la izquierda en
lo alto de un cerro a unos 80 m de altitud se erige el castillo, en
una situación privilegiada y por supuesto no casual, dominando la
entrada al fondeadero y con vistas al mar abierto.
Llegando a Cabrera, de frente, el castillo (Foto Marimar) |
Cabrera posee un litoral
muy accidentado e irregular, con numerosas calas y ensenadas. La
pequeña y abrigada bahía donde se ubica el muelle, ha sido un
tradicional refugio para las embarcaciones en situaciones de fuerte
oleaje. Ni que decir tiene que a lo largo de la historia también
sirvió para que fondeasen piratas berberiscos y de otra índole,
como escala y escondite para sus partidas de saqueo en la vecina
costa mallorquina.
El barco atraca en un
reducido muelle , y nada más descender nos espera personal del
Ibanat (Institut Balear de la Natura),
que en una breve charla nos informarán de los recorridos posibles,
así como recomendaciones a seguir.
Cabrera, sus islas e islotes y el mar circundante conforman desde 1991, el Parque nacional marítimo-terrestre del Archipiélago de Cabrera, cuya gestión está transferida a la Comunidad Autónoma de las Islas Baleares desde el año 2009.
Zonas de uso (Fuente: Govern de les Illes Balears) |
Alrededor
del muelle se disponen en forma de arco varias construcciones, una
capilla, servicios, las dependencias de la Guardia Civil, las oficinas del
Ibanat, una cantina, así como otras construcciones que parecen
viviendas.
Puerto y caserío (Foto Gom) |
Vista panorámica caserío puerto (Foto Marimar) |
Cementerio abandonado a medio camino de la subida al castillo (Foto Gom) |
La ascensión al castillo nos lleva poco más de 10 minutos. Al coronar la primera elevación se nos ofrece una vista de la vertiente norte de la isla y observamos un par de construcciones. La más próxima al sendero es un pequeño cementerio delimitado por gruesos muros de mampostería. Al acercarnos, comprobamos a través de la puerta de barrotes cerrada, el estado de abandono, lleno de maleza, sin que apreciemos la existencia de lápidas.
Al llegar a esta parte del camino, se nos abre una explanada con un cartel con unas escuetas notas informativas sobre el castillo, la flora y la fauna del entorno. Desde aquí hasta la base de la fortaleza se llega en un par de minutos.
A partir de este punto nos planteamos tres recorridos para aprovechar la breve estancia hasta la hora de regreso, una de ellas es llegar hasta la cercana cala de sa Platjeta para bañarnos, comer y relajarnos, otra alternativa era andar hasta la playa más alejada de s'Espalmador y una tercera, que fue la opción elegida, era hacer la ruta de los Franceses, comer y después disfrutar de sa Platjeta hasta el momento de embarcarnos. También nos habían hablado y elogiado sobre la ruta del faro de Ensiola, pero desistimos de hacerla por la mayor distancia que nos obligaría a estar más pendientes del reloj.
La llamada ruta de los Franceses se denomina así, en recuerdo de la estancia en Cabrera de unos 8.000-9.000 soldados galos hechos prisioneros en 1808, en la batalla de Bailén, y que fueron trasladados a la isla en mayo de 1809, donde permanecieron durante cinco años padeciendo todo tipo de calamidades y hambrunas, como era de prever en una isla sin grandes recursos. Para conocer mas sobre este hecho, ver: Los prisioneros franceses de la isla de Cabrera.
Lo cierto es que quedan pocas huellas de la estancia de los franceses, ya que al abandonar la isla, quemaron y destruyeron las construcciones provisionales que hicieron durante su cautiverio.
Tomamos el camino que lleva a una antigua masía de la familia Feliú, propietaria en su día de la isla, y antes de llegar nos desviamos para encontrarnos con el monumento a los cautivos franceses cuya primera piedra la puso en 1847 el consul de Francia en Mallorca. El sencillo monumento se encuentra situado a media ladera entre pinos.
Seguimos por un estrecho sendero y a unos 100 metros llegamos hasta el celler o bodega, hoy convertida en un museo etnológico, que encontramos cerrado al llegar fuera del horario de apertura. Se trata de un caserón rehabilitado en el que una parte del mismo quedó sin construir.
Lo rodeamos y observamos en la parte recayente al camino de vuelta unos curiosos jardines en estado de abandono.
Es hora de comer y nos dirigimos de regreso a una zona próxima a sa Platjeta acondicionada como merendero, a resguardo del sol con mesas y bancos para sentarse.
Al llegar a esta parte del camino, se nos abre una explanada con un cartel con unas escuetas notas informativas sobre el castillo, la flora y la fauna del entorno. Desde aquí hasta la base de la fortaleza se llega en un par de minutos.
Pabellones del antiguo destacamento militar (Foto Gom) |
Mapa con las rutas senderistas permitidas (Fuente: Organismo Autónomo Parques Nacionales) |
Lo cierto es que quedan pocas huellas de la estancia de los franceses, ya que al abandonar la isla, quemaron y destruyeron las construcciones provisionales que hicieron durante su cautiverio.
Monumento a los prisioneros franceses (Foto Gom) |
Antigua bodega o celler convertida en museo etnológico (Foto Gom) |
Seguimos por un estrecho sendero y a unos 100 metros llegamos hasta el celler o bodega, hoy convertida en un museo etnológico, que encontramos cerrado al llegar fuera del horario de apertura. Se trata de un caserón rehabilitado en el que una parte del mismo quedó sin construir.
Lo rodeamos y observamos en la parte recayente al camino de vuelta unos curiosos jardines en estado de abandono.
Es hora de comer y nos dirigimos de regreso a una zona próxima a sa Platjeta acondicionada como merendero, a resguardo del sol con mesas y bancos para sentarse.
Merendero (Foto Marimar) |
Tras los "bocatas" y hasta la hora de embarcarnos, una siestecita y un relajante baño en la pequeña playa, que se encuentra bastante concurrida.
Sobre las 5 de la tarde subimos a la embarcación que está fondeada en el muelle frente a las cases des Pagés. El barco nos lleva a toda máquina a visitar la Cova Blava. Se trata de una caverna existente en la costa, cuyo tamaño permite que la embarcación entre dentro de la oquedad. Una vez dentro de la cueva nos podemos bañar en sus aguas transparentes y de un precioso color azul.
Tras la agradable y un tanto sorprendente visita a la Cova Blava, el barco nos transporta de regreso a la Colonia Sant Jordi bordeando el resto de ilas e islotes del archipiélago.
La excursión ha valido la pena.
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Una web a visitar: Centro de Visitantes Parque Nacional de Cabrera en la Colonia Sant Jordi
Sobre las 5 de la tarde subimos a la embarcación que está fondeada en el muelle frente a las cases des Pagés. El barco nos lleva a toda máquina a visitar la Cova Blava. Se trata de una caverna existente en la costa, cuyo tamaño permite que la embarcación entre dentro de la oquedad. Una vez dentro de la cueva nos podemos bañar en sus aguas transparentes y de un precioso color azul.
La Cova Blava (Foto Gom) |
En el interior de la Cova Blava (Foto Marimar) |
Tras la agradable y un tanto sorprendente visita a la Cova Blava, el barco nos transporta de regreso a la Colonia Sant Jordi bordeando el resto de ilas e islotes del archipiélago.
La excursión ha valido la pena.
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Una web a visitar: Centro de Visitantes Parque Nacional de Cabrera en la Colonia Sant Jordi