A finales de Agosto de 1892 la prensa española se hacía eco del apresamiento por "moros del desierto" y a seis millas de Cabo Bojador, de una embarcación tipo pailebote a la que saquearon, haciendo prisioneros a sus tripulantes.
El barco, de nombre Icod y matriculado en Lanzarote, se dedicaba al tráfico de mercancías con la cercana costa africana del ex Sahara Español, conocido en esa época como Río de Oro.
El periódico La Época en su número de 1/09/1892 recogía la siguiente información procedente de Las Palmas de Gran Canaria:
"La noticia de un grave atentado cometido por los moros contra un buque español circula aquí desde anoche.El patrón del pailebot Icod, que llegó aquí ayer tarde, ha comunicado a las autoridades, en cuanto bajó a tierra, que el barco ha sido objeto de un asalto por parte de moros, que llegaron a apoderarse del pailebot, el cual estuvo en su poder varios días.
El ataque al Icod se verificó a corta distancia del cabo de Bojador, algo al Sur de éste.
Los moros saquearon la embarcación, llevándose todo el cargamento de ésta, muebles, ropas, armas y provisiones.Terminaba su información La Época con la nota de que el ministro de Marina había dispuesto que el crucero Isla de Cuba zarpase a Río de Oro para rescatar a los cautivos.
Luego se llevaron a tierra, en calidad de prisioneros, al patrón señor Santana, a los tres hijos de éste, a los seis marineros que formaban la tripulación, a un pasajero con su señora y sus tres hijos.
Después de grandes peligros pudieron escapar el señor Santana y cinco de sus marineros, quienes tuvieron la fortuna de encontrar en aquélla costa otro barco español, el Venganza, cuyo capitán los amparó.
El Icod había sido abandonado en la playa por los moros y pudo ser puesto a flote, y en él han llegado su patrón y los cinco marineros que lograron escapar.
De los otros nueve prisioneros nada se sabe, si bien el señor Santana cree que los moros que los tienen deben andar por la costa, entre el cabo Bojador y el cabo Jubi.
El desgraciado patrón está inconsolable por la suerte que habrá cabido a sus hijos, y hace grandes gestiones para que se mande un buque a aquéllos parajes para ver de rescatar a los prisioneros.
El pailebot Icod pertenece a la matrícula de Lanzarote, y se dedicaba al tráfico con los moros de la costa africana."
Pailebote
(Imagen del pailebote Pascual Flores con base en Torrevieja, de similares características al Icod)
En el periódico El Imparcial de 30/09/1892, se informa desde Las Palmas de Gran Canaria, de que había llegado a puerto procedente de Cabo Juby, el crucero Isla de Luzón, donde había tratado de indagar el paradero de los tripulantes y pasajeros del pailebot Icod.
Seguía informando el corresponsal de la agencia Fabra , y ahora llega lo chocante, de que,:
Seguía informando el corresponsal de la agencia Fabra , y ahora llega lo chocante, de que,:
“En la factoría de Cabo Juby había esperanzas de conseguir el rescate de aquéllos infelices mediante la suma de 250 pesetas por persona, que es el precio aproximado en que aquéllos moros estiman a un blanco, pues por un esclavo negro pagan hasta 400 pesetas.”
Tras lo anterior, el periodista lo tiene fácil y con el título de Un mal precedente, comenta:
“Lo que ocurre no puede ser más natural. ¿Cómo van a entregar los moros un cautivo español, súbdito de una nación interesada en mantener su prestigio por 250 pesetas, cuando un negro vale 400, precio de que habla el telegrama, pero que todavía nos parece demasiado bajo? En cuanto los moros se hayan enterado de que ése era el ofrecimiento que les reservaban, se habrán guardado muy bien de acercarse a la factoría.”
Después de varias semanas de rifirrafes y reproches entre la clase política sobre las medidas a adoptar para proceder a la liberación de los llamados "Cautivos del Icod", el 16 de noviembre de 1892 se publica que el oficial de infantería de marina D. Juan González López, se ha ofrecido voluntario al ministro de Marina y éste le ha encargado, liberar mediante rescate a los tripulantes del Icod.
Poco sabemos de las gestiones llevadas a efecto por el voluntarioso teniente de Marina, pero por lo publicado en El Liberal el 20 de enero de 1893 poco o nada se había avanzado y el asunto aumentaba su matiz político, tal como reseñaba el articulista::
“A pesar de que el suceso ocurrió hace seis meses, todo el mundo lo recuerda, excepto el Gobierno, que parece haberlo olvidado por completo.”… “Aquí, en tanto, el Gobierno conservador primero, preocupado con la disidencia del Sr. Silvela, y el Gobierno liberal después, no menos preocupado con los nombramientos de gobernadores, de diplomáticos, de alcaldes, y sobre todo con el encasillado de sus candidatos, dejaron transcurrir el tiempo, como si el Icod y sus tripulantes no hubieran existido nunca, ”… “¿No le parece al Gobierno que ya es hora de pensar en esos once desdichados, y que urge averiguar si viven y dónde están, para lograr su rescate? ¿Qué garantía tendrá la vida de los españoles y qué garantía nuestro comercio en las costas de África, si el Gobierno, prescindiendo de los elementos de que dispone, considera como a náufragos a los que allí son secuestrados o asesinados? No eso no puede ser; el Gobierno tiene en estos casos el deber ineludible de defender la vida y los intereses de los ciudadanos españoles donde quiera que hayan sido hollados, sin que sea excusa para que el atropello quede impune, la falta de un gobierno regular en el país donde se haya cometido el atropello.”
Tras este repaso a los políticos de entonces y con el título de “Esclavos españoles”, el mismo periódico El Liberal en su número de 23/02/1893 publica un artículo de su enviado a Londres, A. Regidor, en el que junto con el asunto de los cautivos del Icod, se exponen aspectos sobre el conflicto de intereses que existían entre Inglaterra por un lado y Francia y España por otro, para el control de Marruecos y el área costera del Sahara Occidental.
Factoría-cuartel de Río de Oro
Revista de Navegación y Comercio
(1893)
El cronista aprovecha una conferencia en la capital británica del escocés Donald Mackenzie, que hacia 1880 había establecido una factoría comercial en cabo Juby, para preguntarle sobre los tripulantes del Icod, transcribiendo lo siguiente:
“Un comerciante de Lanzarote, en las islas Canarias, entró en sociedad con un árabe natural de Siria, para comerciar con los moros de Cabo Bojador. El de Siria está casado con una mujer natural de las tribus del Sahara. Mr. Mackenzie y sus agentes llamaron la atención de las autoridades y comerciantes de Lanzarote sobre los peligros que corrían los dedicados a aquél tráfico.
Los viajes por cuenta de aquélla Sociedad siguieron, sin embargo, hasta que el comerciante de Lanzarote creyó que le engañaba su socio; y en uno de los viajes de éste al puerto canario, se presentó a bordo del buque con el capitán del puerto y varios individuos de policía, quienes prendieron al árabe y le embargaron todo lo que tenía a bordo. Reconocida luego la injusticia del acto, se convino en libertarle y en permitirle una última excursión a la costa africana en la goleta Icod. A poco de su arribo, a unas 150 millas Sur de Cabo Juby, el árabe y su mujer abandonaron la nave, y gran número de moros, no se sabe si en conexión o no con el ex preso de Canarias, asaltaron y se apoderaron del buque, saqueando todo lo que había en él. Una sección de los tripulantes consiguió escaparse en un bote, abordando en alta mar a otra nave española, que consintió en volver con ellos para llevarse a remolque la goleta apresada.
Los otros tripulantes, seis en número, fueron llevados a un sitio llamado Sakiel-el-Hamra, en donde gobierna el jefe llamado Malainin, especie de santón mahometano.
Los desgraciados prisioneros fueron declarados esclavos y están tratados por su señor como tales.”De acuerdo con lo expuesto por el escocés, un barco de guerra español recorrió la costa en busca de los cautivos y encargó a los ingleses de Cabo Juby el rescate de los súbditos españoles, que confirmó el capitán general del departamento de Cádiz. Una vez que las negociaciones con Malainin parecían llegar a término y estar dispuesto a entregar a los retenidos por 600 pesos, el Gobierno de Madrid comisionó al oficial de marina D. Juan González, para que fuese a Río de Oro y abriese nuevas negociaciones con el Schef citado, reclamando ahora 22.000 pesos por el rescate. Conocida la nueva situación, el Sr. Mackenzie y sus agentes, se excusaron de continuar sus gestiones.
Tras esta versión de los ingleses, en la que parecía que el rescate de los cautivos podría demorarse, el periódico El País en su número de 1/03/1893 daba cuenta de una comunicación del teniente D. Juan González, en la que daba su parecer de que pronto se obtendría el deseado rescate.
Por fin, el 16 de marzo de 1893, llegaba la noticia de la arribada a Lanzarote de los cautivos del Icod, acompañados por el teniente de marina, quien había negociado con el Schy Mohamed-el-Asin la liberación de los retenidos sin satisfacer rescate alguno.
En la prensa diaria del 25/03/1893 y por medio del corresponsal de la agencia Fabra, se hace una pormenorizada exposición sobre lo acontecido:
“Los cautivos del Icod. Cádiz 25.- Curiosos e interesantes detalles hemos adquirido respecto al largo cautiverio de los tripulantes del Icod, rescatados por el bravo teniente de infantería de Marina D. Juan González.
Parece que todos los infelices cautivos han olvidado las penalidades sufridas al pisar de nuevo el suelo de su patria y verse entre sus parientes y amigos. Muéstranse muy agradecidos a los favores de Schy Mohamed-el-Asin y de sus vasallos.
El Schy, al hacer entrega de los cautivos al Sr. González, le dijo a éste: “Te ruego cristiano, que España no haga al Sultán de Marruecos cargos por la prisión de tus compatriotas. Yo te los entrego sin exigirte rescate.”
El Sr. González ofreció entonces al Schy, en concepto de regalo 500 duros, cantidad que el santón aceptó sólo a vivas y reiteradas instancias de nuestro valiente compatriota.
Al despedirse Mohamed-el-Asin de los cautivos, le preguntó si tenían motivo alguno de queja de él o de los suyos, y como los españoles les contestaran que, por el contrario, se iban agradecidos de sus atenciones, el Schy regaló a cada uno de los hasta entonces cautivos doce duros para que al llegar a tierra de cristianos se comprasen ropa.
El apresamiento de los tripulantes del Icod se verificó de esta manera:
Hallabánse éstos en el cabo Bojador cargando las lanas adquiridas a los moros de aquél territorio.
El sobrecargo del Icod, D. Manuel Villalba, conocía mucho a aquélla gente y tenía maistad con el Schy Me-Leisun, padre de 100 hijos y señor de todo el territorio que baña el río Guad-Lagin-el-Hamra, en el que está comprendido el cabo Bojador.
Los hijos de Me Leisun dominan en sus aduares como santones.
El padre sostenía relaciones con una casa de comercio establecida en Lanzarote y desde hace tres años se encontraba en descubierto con aquélla por unos negocios de lanas.
El sobrecargo del Icod, en uno de sus viajes, enseñó a leer en español a uno de los hijos de Me-Leisun, y éste se encontraba muy agradecido por ello al Sr. Villalba.
No tenían, pues motivo alguno de recelo de los tripulantes del Icod y el sobrecargo ningún inconveniente de acceder a internarse en tierra con los moros.
Mientras unos hacían prisionero al Sr. Villalba, otros cayeron sobre los del barco, llevando a todos a presencia de Me-Leisun.
Éste ofreció al Sr. Villalba la propiedad de tierras, el casamiento con una de sus hijas y la libertad; pero aquél negóse a todo, diciendo que, sin la de sus compañeros, no aceptaría su propia libertad.
En la travesía que han tenido que hacer para ser entregados han tardado veinticuatro días, teniendo para ellos una tienda especial y siendo alimentados con leche, harina y alcuzcuz.
Las cuentas que tenían pendientes los moros con el comerciante de Lanzarote quedaron arregladas, y se cree que en lo sucesivo serán más fáciles las transacciones comerciales entre aquéllos y los españoles – Fabra.”
El 5 de abril de 1893, el diario La Iberia daba la noticia de la llegada a Madrid del teniente González, que había conferenciado con los ministros de Marina y de Estado, entregando a éste último, el tratado hecho con los moros de Río de Oro. El oficial sería recompensado con la cruz de María Cristina, pensionada, con la diferencia de sueldo entre su actual empleo y el inmediato. Terminaba el periódico informando que el Sr. González dará una conferencia en el Ateneo y que sus compañeros le obsequiarán hoy mismo, con un banquete en el hotel Rusia.
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