El sábado, 21 de marzo de 1829 y tras varios periodos anteriores con temblores de tierra, tiene lugar un terrible terremoto que abarca lo que hoy conocemos como Vega Baja del Segura y que ha sido conocido como el terremoto de Torrevieja, o de Orihuela, o de Guardamar, etc. en función de las localidades afectadas. Tras el fuerte seísmo del día 21, se suceden numerosos movimientos símicos de menor virulencia, hasta que el 18 de abril, sábado santo, sobre las 9,30 de la mañana se produce otro tremendo seísmo que termina por asolar la zona. Dados los limitados medios de comunicación de la época y la censura imperante impuesta durante el reinado de Fernando VII, las primeras noticias sobre la catástrofe y sus efectos, se publican varios días después de producido el impactante terremoto del día 21 de marzo.
El Correo literario y mercantil, en su número del 25 de marzo, da cuenta del temblor sentido en Madrid y en su número 112 del lunes 30, hace un primer relato de los hechos en base al testimonio de cartas de testigos. La Gaceta de Madrid de 31 de marzo de 1829, diez días después del terrible suceso, publica la noticia junto con un primer balance de los daños causados:
Tras lo anterior, la Gaceta hace una relación de las localidades afectadas con enumeración de las víctimas y daños causados:[...]El día 21 del corriente, a cosa de las seis y más de 20 minutos de la tarde, se sintió en esta corte un temblor de tierra, cuya dirección no pudo determinarse, porque se observaron distintas oscilaciones, que no duraron mas que dos o tres segundos, y no hubo el más mínimo quebranto en nigún edificio, ni causó alguna desgracia.No fue así en algunas partes del reino de Murcia y de Valencia, porque a la misma hora, con diferencia de pocos minutos se sintió el primer movimiento, y mucho más otro segundo a pocos instantes, que ocasionó lamentables estragos, cuyo resumen vamos a dar, aunque no pueda garantizarse su exactitud, puesto que los varios relatos que han llegado, se escribieron en medio del terror que causaba el horrible fenómeno, y las oscilaciones que aún se sucedían, aunque con menos violencia.[...]
[...]En Murcia se manifestó como un ruido espantoso,..., que hizo que las gentes saliesen huyendo y gritando despavoridas; pero no hubo más desgracias que el haber sufrido más o menos los edificios siguientes: la catedral y su torre, convento de Capuchinos, del Carmen, la Merced, Sto. Domingo, palacio episcopal, el puente de piedra, y algunas casas de particulares.[...]
Ilustración del libro titulado "Los terremotos de Orihuela o Henrique y Florentina: Historia Trágica", obra del escritor Estanislao de Kotska Vayo y Lamarca (1804-1864)
El libro, publicado en Valencia el mismo año del suceso , es un ejemplo de oportunismo literario y contiene junto con la novela que da nombre al título, documentos relativos a la catástrofe.
[...]En esta ciudad han quedado quebrantados casi todos los edificios públicos: destruida la torre del convento de la Santísima Trinidad, matando a un muchacho; e inutilizada la iglesia, abierto un testero de la parroquia de Sta. Justa; ruinosa la elevada torre de S. Agustín; cuarteadas gran porción de casas, y venídose abajo una portada, que sepultó a tres mujeres, un hombre y dos niños, que allí habían pensado guarecerse.
El daño ha sido mucho mayor en la huerta de dicha ciudad, en donde apenas quedó casa habitable, cogiendo bajo sus ruinas bastantes personas e infinitos animales.[...]
[...] En este pueblo no ha quedado en pie ninguna casa, y han perecido varias personas, entre cuyo número, que no se puede saber aún, se cuentan el cura párroco y sus padres. Los habitantes debieron mucho a la generosa humanidad de los capitanes de barcos extranjeros que se hallaban en aquélla playa a la carga de sal, quienes viendo desde su bordo la asolación del infeliz pueblo, enviaron al momento a tierra sus lanchas con víveres y vituallas, y en las mismas lanchas se salvaron algunos habitantes.Almoradí. Según se dice, apenas ha quedado en este pueblo ningún edificio en pie, y los de la huerta, inhabitables todos por ruinosos; corría la voz de haber perecido más de 200 personas y habido otras muchas estropeadas (curiosa manera de denominar a los heridos).Rafal. Su iglesia parroquial cayó a tierra, y también muchas casas, quedando quebrantadas todas las demás; ha resultado una mujer muerta y muchos estropeados, algunos de ellos sin esperanza de vivir.Benejúzar. Su caserío casi arruinado del todo, y muerta mucha parte de su vecindario; a la hora en que se daba esta noticia iban sacados 30 cadáveres, y había otros muchos bajo de las ruinas, que no podían sacarse porque seguían los temblores.Guardamar. Los edificios del pueblo y los de los campos casi todos arruinados, estando para sufrir igual suerte los pocos que quedaban; se habían sacado debajo de las ruinas un hombre y tres mujeres muertos, y unos 20 estropeados.Formentera. Según cartas recibidas en Orihuela quedó reducida esta población a un promontorio de piedras, sin que se sepa las personas que han perecido.Las poblaciones de Benijófar, la Majada, los Dolores, San Fulgencio, la Mata, Cox, la Granja, Torre Agüera, Callosa y Rojales han sufrido más o menos; pero se tenían de ellas pocas noticias.Los infelices habitantes de todos estos pueblos que sobrevivían a catástrofe tan lamentable, se hallaban dispersos por los campos sin tener apenas donde guarecerse ni de qué alimentarse. ahora es cuando la humanidad doliente reclama con justo imperio sus derechos; y ahora es cuando los corazones verdaderamente humanos y cristianos ejercerán las virtudes que los caracterizan. Las autoridades de aquéllos desgraciados puntos sabemos que las han ya desplegado con mucha energía, cual lo exige el caso; y el Gobierno está tomando para ello todas las disposiciones convenientes.[...]
Tras el desastre, la Iglesia como organización y por medio de las parroquias, se manifiesta como un elemento fundamental para recoger información de las poblaciones afectadas, encauzarla y organizar las primeras medidas de socorro y asistencia a heridos y supervivientes. El obispo de la diócesis D. Félix Herrero Valverde y tras recibir el domingo 22 noticias de los párrocos, emprende viaje al día siguiente lunes 23, para visitar algunos de los municipios afectados y con fecha 26 envía un escrito al rey Fernando VII dando razón del suceso y solicitando ayudas y asistencias.
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La primera población que visita el prelado es Almoradí, que quedó totalmente destruida y de ella relata lo siguiente:
[...]Allí ví una montaña de escombros formada de sus 300 casas, hermosa parroquia y convento. Ví algunos centenares de desgraciados regando aquéllos mismos escombros con sus lágrimas, buscando entre ellos los cadáveres de sus padres, de sus hijos, de sus mugeres, parientes y amigos. Ya habían hallado 165, y dándoles sepultura, y conceptuaban faltar otros tantos: todos me referían sus desgracias, y un anciano pudo decirme entre sollozos: ¡Señor obispo, ocho hijos tengo sepultados entre esas ruinas! [...]
El obispo manda oficios a Orihuela y otros pueblos, pidiendo mano de obra, pan y víveres. Pregunta por los heridos, los hace buscar y reúne hasta 31, haciéndolos llevar hasta Orihuela, unos en carros y otros transportados a hombros, siendo necesarios hasta 120 hombres, que se van relevando, haciéndose cargo del pago de su jornal.
Desde Almoradí parte hacia Benejúzar, y de esta localidad cuenta que ya han sacado 56 cadáveres de entre las ruinas. Pasa después por Rafal, en la que aunque totalmente arruinada, únicamente han habido dos fallecidos, al igual que en San Bartolomé. De regreso a Orihuela, coincide con la llegada de los primeros 40 heridos a los que se unen en los dos días siguientes otros 28 accidentados más de los pueblos de Formentera y Rojales.
En su carta al rey, el prelado habla de que el día 27 saldrá a recorrer el resto de pueblos afectados, al tiempo que se refiere a la ayudas aportadas personalmente y por el cabildo, a pesar de la escasez de bienes y privaciones; por el colegio de dominicos; por D. Juan Roca Togores y otras personas caritativas y termina su escrito, con una sutil solicitud de socorro y ayuda dirigida directamente al monarca, redactada en los siguientes términos:
[...]Presento al corazón paternal de V.M. tantos otros pobres labradores y de todas clases que han quedado sin casa ni hogar y sin recurso alguno, tantos pueblos desolados, porque sabiéndolo V.M. los veo remediados. Ruego a Dios nuestro Señor prospere la importante vida de V.M. dilatados años para bien de esta monarquía. Orihuela 26 de marzo de 1829.[...]
Plano de la comarca de la Vega Baja con el esquema tectónico del Anticlinorio del Bajo Segura.
Tomado del artículo publicado en Geogaceta en el 2006, por Julián García Mayordomo y J.J. Martínez Díaz, titulado Caracterización sísmica del Anticlinorio del Bajo Segura, (Alicante): Fallas del Bajo Segura, Torrevieja y San Miguel de Salinas.
Hacia el día 23 de marzo, el ayuntamiento de Almoradí, uno de los municipios más afectados, envía un escrito dirigido al Real Acuerdo de Valencia, en el que describe con crudeza la catástrofe acaecida. (el Real Acuerdo era un organismo consultivo y de gobierno formado por dos instituciones y compuesto por el Presidente y oidores de la Audiencia por una parte y por el Capitán General por la otra):
[...]Serían como las seis y cuarto de la tarde (del 21 de marzo) cuando a un espantoso temblor de tierra mediando el espacio de unos tres minutos, siguió una sacudida inesplicable (sic) con erupción tan violenta de viento, que llevó tras de sí toda esta población, y las innumerables casas de la huerta y campo. El clamor de los moribundos, ayes de los heridos y vocería de los vivos, no permitieron en muchas horas a persona alguna pensar ni aún en la conservación de su existencia. La tierra no cesaba de conmoverse; sus movimientos violentos y espantoso ruido impedían hasta el uso de la voz, y en tal conflicto ni los padres recordaban a los hijos, ni éstos conocían a aquéllos; las esposas huían de sus maridos buscando cada cual únicamente la muerte, cuando creía haber encontrado su salvación.[...]Sigue el consistorio almoradidense relatando las calamidades y destrozos sufridos así como dando cuenta de que ya han sido sepultadas 180 personas, de que el número de heridos moribundos es de 130, estando afectada el resto de la población.
El escrito termina solicitando auxilio y remedio y describiendo una escena un tanto apocalíptica:
[...]El cielo, la tierra, el viento y el agua nos han amenazado a la vez, pues en casi a media legua al rededor de esta población, toda la tierra se halla acrebillada (sic) con hendiduras ya grandes, ya pequeñas; las márgenes del río, que no es el menos daño, casi destruidas, habiendo vomitado la tierra sus entrañas por más de quinientos puntos.=Dios guarde,&c.[...]
El 5 de abril, en nombre del Rey se expide un decreto por el cual se invita a las corporaciones del estado, a prelados, nobles, personas pudientes y en general a todos los habitantes, a suscribir colectas de ayudas para los damnificados, al tiempo que nombra una Junta para la dirección e inversión de los fondos que vayan a recaudarse. Las personas encargadas de la recaudación de aportaciones y donativos, serán los justicias y párrocos de las poblaciones. El Rey en su nombre y en el de su esposa hace una donación de 1.500.000 de reales y la Junta creada, hace una proclama el 10 de abril con un llamamiento general para participar en la cuestación.
En toda España se abrieron suscripciones y los nombres de los donantes con los importes de los donativos fueron publicándose en los periódicos de la época, primero y posteriormente en la Gaceta de Madrid, siendo generalizada la respuesta del país ya que además de alimentos, ropas y otros bienes, la recaudación se acercó a los 8.500.000 reales.
Una de las primeras medidas tomadas por el monarca fue la de enviar a la zona al ingeniero guipuzcoano, José Agustín Larramendi Muguruza, con el objeto de analizar los daños producidos y adoptar las medidas de reconstrucción necesarias. Larramendi recibe el encargo de su viaje, el 10 de abril y pronto se pondrá en camino, llegando a Murcia, su primera población visitada, con posterioridad a la fecha del 18 del mes. Demostrando un notable celo profesional, visitará los municipios afectados, obteniendo información y datos, reuniéndose con autoridades civiles y religiosas, y elaborará con prontitud planos con los nuevos trazados de las poblaciones de Almoradí, Benejúzar, Guardamar, Rojales y Torrevieja que fueron reconstruidas por completo, y de acuerdo con sus planteamientos, salvo Benejúzar, que se reconstruyó en la orilla del río Segura, opuesta a la posición inicialmente prevista.
La relación final de pérdidas que Larramendi detalla en la memoria que redacta y firma en Orihuela, el 9 de junio de 1829, es notablemente mayor que la elaborada antes del seísmo del día 18 de abril.
La nueva traza de las poblaciones recobradas se componía de manzanas, con calles perpendiculares y paralelas, con un ancho entre 14 y 17 metros. Las casas, de planta baja, no debían superar los 5 metros de altura y debían estar dotadas de corral, previéndose la plantación de árboles delante de los edificios.
Además de los planos de los nuevos trazados y otros dibujos, Larramendi elaboró un mapa con los municipios más dañados, clasificándolos en enteramente arruinados, medio arruinados y sensibles a los efectos del seísmo. Incluyo la imagen procedente del archivo digital de la Biblioteca Nacional, aunque la calidad no es muy buena.
Imagen del mapa de Larramedi con indicación de los municipios más afectados por el seísmo. (Cliquear en la imagen para agrandar). Biblioteca Nacional de España.
Los pueblos más dañados, a excepción de Torrevieja y La Mata, están situados en las márgenes del río Segura, y debido a la menor compacidad y consistencia de los terrenos aluviales donde se asientan, la base de apoyo de los muros de carga de las construcciones se disgrega y produce el colapso de las edificaciones. El grado de intensidad del terremoto fue IX-X, medido de acuerdo con la escala M.S.K., que tiene en cuenta tres factores:
a) Los fenómenos sentidos por las personas y percibidos en su medio ambiente.
b) Los daños producidos en las construcciones según sus diversos tipos.
c) Los cambios advertidos en la naturaleza.
La magnitud estimada del terremoto fue aproximadamente de 6,6 de la escala Ritcher, equivalente a la energía liberada por una explosión de 32.000 toneladas de TNT.
Mapa que refleja la peligrosidad sísmica en España. (Cliquear en la imagen para agrandar). Instituto Geográfico Nacional .
Como se observa en el mapa del Instituto Geográfico Nacional, las zonas de mayor riesgo sísmico de la Península, son la comarca del Bajo Segura en Alicante y Murcia, y la zona del Sur peninsular que abarca comarcas de la provincia de Málaga y Granada, donde el 25 de Diciembre de 1884, tuvo lugar el último gran terremoto ocurrido en España, con un grado de intensidad X y que ocasionó más de 800 víctimas mortales, destruyendo totalmente el pueblo de Arenas del Rey y provocando destrozos y ruinas en numerosos municipios con más de 4.500 edificios destruidos.
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Una publicación sobre el tema: El nuevo urbanismo del Bajo Segura a consecuencia del terremoto de 1829; Autor: Gregorio Canales Martínez; Revista: Investigaciones Geográficas, nº 2; ISSN: 0212-4691; Editor: Universidad de Alicante; Año: 1984
Un libro relacionado con el tema: El terremoto de Andalucía del 25 de Diciembre de 1884; Autor: Instituto Geográfico Nacional; Depósito legal: M. 12 166-1981; Impresor: Instituto Geográfico Nacional
Buen artículo. Os dejo alguna otra aportación sobre aquel desastre:
ResponderEliminarhttp://www.javi.it/?p=6652
MUY BUEN ARTÍCULO. GRACIAS POR LA INFORMACIÓN
ResponderEliminarGracias a ambos
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