Al comenzar 1811, los ejércitos de Napoleón ocupaban la mayor parte de la Península, aunque sin afianzar su control sobre el territorio, donde la invasión se había convertido en una pesadilla que desgastaba, uno tras otro, a los generales del Imperio. Además de los archipiélagos, quedaban libres de tropas francesas Galicia y el sureste peninsular. La escasez de recursos no facilitaba la disposición de los gallegos para ayudar a otras zonas cercanas, como el principado de Asturias, donde se alternaban las ocupaciones de las poblaciones. En Cataluña, una vez que Tortosa había claudicado a principios de año, únicamente se mantenía Tarragona como principal ciudad sin ocupar por los invasores. Valencia, desembarazada del despótico gobernador Sureda, pronto sería objetivo del mariscal Suchet, cuyo ejército de Aragón gozaba del mejor concepto de Napoleón. Para mayor zozobra, al otro lado del Atlántico, las provincias americanas entraban en un periodo de levantamientos, aprovechando el vacío de poder efectivo en la metrópoli.
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Vista de Tortosa desde las alturas de La Roqueta Retoques: recorte lámina, limpieza, color digitalizado Fuentes: Mémoires du maréchal Suchet. Source gallica.bnf.fr/BnF |
Pese a la decepción que produce el tener que reconocerlo, España seguía sin tener un personaje preparado y con ascendiente sobre la nación, capaz de dirigirla militarmente, con inteligencia y acierto. Tuvo que llegar sir Athur Wellesley (lord Wellington) * para adiestrar y preparar al descompuesto ejército portugués, reforzando las líneas de defensa portuguesas, y para estructurar, organizar e instruir, las dispersas fuerzas españolas, esquivando las intromisiones políticas de las variopintas juntas provinciales, planificando, junto con el interesado apoyo británico, las operaciones militares que acabarían, con la ocupación francesa en la Península.
* Arthur Wesley (más tarde cambiado a Wellesley), futuro duque de Wellington (1769-1852), fue el tercero de los hijos sobrevivientes de una familia aristocrática irlandesa.
Enero
Día 8. Pérdida del control por el Coll de Balaguer. Tras la caída de Tortosa, los franceses necesitaban consolidar su control sobre las Tierras del Ebro, y la navegación costera de la zona. Uno de los puntos estratégicos era el castillo de san Felipe, situado en el Coll de Balaguer. El paso, en el camino de Valencia, unía Tortosa con Tarragona, y había sido mejorado su trazado hacía pocos años, al tiempo que era reforzada la pequeña fortaleza y se la dotaba de una menguada guarnición, para proteger la comarca de bandidos y también, de piratas berberiscos.
Día 22. Rendición de Olivenza a los franceses. Napoleón había ordenado al mariscal Soult que ayudase a André Massena en la reconquista de Portugal. Pero antes de partir hacia el Alentejo portugués desde tierras andaluzas, Soult consideró que debía asegurar la retaguardia, tomando las plazas de Olivenza y Badajoz.
El asedio de la antigua ciudad portuguesa comenzó el día 11, y al día siguiente, los franceses ya construían trincheras en el lado Oeste. Tras el repentino fallecimiento del marqués de la Romana, mandaba el ejército de Extremadura, Gabriel de Mendizábal, quien envió un refuerzo de 3.000 soldados, que sirvieron para empeorar las provisiones de la ciudad, gobernada por el militar Manuel Herk. El día 20, los cañones atacantes rompieron el baluarte de San Pedro, abriendo brecha en el deficiente amurallamiento, y dos días después capitulaba Olivenza.
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Retrato del general Francisco Ballesteros Anónimo español, s. XIX - 1811 Retoques: recorte lámina, color digital Fuente: Biblioteca Nacional de España Spain - CC BY-NC-SA. |
Día 26. Comienza el sitio francés de Badajoz. Con una población de unos 12.000 habitantes, y una guarnición militar cercana a los 9.000 hombres, la ciudad pacense disponía de una situación defensiva aceptable, ayudada por la cercanía de los ríos Guadiana, Rivilla y Gévora. Era gobernador civil y militar, el mariscal de campo D. Rafael Menacho y Tutlló.
Uno de los primeros objetivos de Soult, fue cortar las comunicaciones con Portugal, de donde podían llegar refuerzos y víveres, cerrando el cerco a la ciudad. Los franceses posicionaron hasta cinco baterías de cañones y obuses, en lugares que alcanzaban los puntos estratégicos de las defensas, al tiempo que construían trincheras protegidas. El 28 de enero comenzaron las hostilidades.
El día 1 de febrero, los atacantes intimaron sin éxito, la rendición de la plaza. Al día siguiente, el desbordamiento del río Rivilla, afectó a las trincheras y operaciones realizadas por los franceses, circunstancia que aprovecharon los sitiados para hacer una salida, y causar numerosas bajas entre los soldados enemigos.
Con una estratagema exitosa, el general Mendizábal logró entrar en Badajoz con el grueso de sus tropas, que agudizaron la escasez de alimentos, y alteraron las previsiones y preparativos del gobernador Menacho.
Los sitiados intentaron anular las baterías de los franceses y entorpecer la construcción de trincheras, alcanzando el día 7 las posiciones de las baterías enemigas, aunque no consiguieron anularlas, al no llegar a tiempo los clavos para anular los fogones de los cañones. Los franceses recuperaron la posición de las piezas, y causaron cuantiosas bajas entre las tropas que se replegaban.
El día 9, el general Mendizábal, con parte de sus hombres sale de Badajoz, para situarse en la margen opuesta del Guadiana. Los enfermos y el personal no apto, también abandonan la ciudad, permitiendo optimizar los recursos disponibles, en previsión de un largo asedio francés.
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Fuente: Biblioteca Nacional de España |
El día 4 de marzo, una bala de cañón mata al general Menacho, sucediéndole el mariscal de campo, José Imaz, quien capitula el día 10, pese al criterio en contra de otros jefes.
El día 11 de marzo, los franceses ocuparon formalmente Badajoz, 7.135 hombres rindieron las armas, junto con 170 piezas artilleras, municiones y provisiones.
El prolongado asedio tuvo un efecto negativo sobre la expedición del general Massena en Portugal, ya que esperaba, los refuerzos de las tropas de Soult para avanzar en los objetivos que Napoleón le había encomendado. Al no poder avanzar ante las fortificaciones de Torres Vedras, y contar con escasas provisiones, a partir del día 4 se vio obligado a replegarse hacia España. Su periplo fue un cúmulo de desgracias, no solo para sus huestes, sino sobre todo para las poblaciones por donde pasaron las tropas en retirada.
Febrero
Día 19. Batalla del Gévora. Al abandonar Badajoz el día 9, el general Mendizábal se había acantonado con el ejército en la margen derecha del Guadiana, apoyándose en el fuerte de San Cristóbal, procurando asegurar las comunicaciones con Portugal, de donde debían llegar refuerzos y suministros.
Día 20. Las Cortes cierran las sesiones en la Isla de León, abandonando el Teatro Cómico, cuya limitación de espacio complicaba la función parlamentaria.
Día 24. Las Cortes reanudan las sesiones en el Oratorio de San Felipe Neri, en la ciudad de Cádiz.
Marzo
Día 5. Batalla de Chiclana (Cádiz). También conocida como batalla de la Barrosa o del cerro de la Cabeza del Puerco, tuvo varios episodios, que se desarrollaron entre los días 2 y 5 de marzo.
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Plano de la batalla de Chiclana Fuente: Atlas de la Guerra de Independencia. Gral. Arteche Ministerio de Defensa |
Tras la partida hacia Extremadura y Portugal del mariscal Soult, con un numeroso ejército de tropas acuarteladas en Andalucía occidental, la Regencia dio el visto bueno al plan concebido por la Dirección de Guerra, para emprender una operación estratégica de gran alcance, al objeto de obstaculizar y rebajar, el asedio que las fuerzas francesas del mariscal Víctor, ejercían sobre Cádiz.
El planteamiento de la acción, realizado con la participación del mando inglés, preveía el empleo de abundantes tropas. Al Cuarto Ejército, asentado en Cádiz se le uniría una división anglo-portuguesa. La confluencia de las distintas fuerzas sería en Tarifa, localidad bajo control español a la que llegarían por vía marítima.
Conformaban las tropas aliadas, tres divisiones: la de vanguardia, al mando de José de Lardizábal; la del centro encabezada por el príncipe de Anglona, Pedro de Alcántara, y la de reserva, o retaguardia, a las órdenes del general británico, Thomas Graham. El total de militares conjunto estaría en unos 14.700 soldados de infantería, y 1.300 jinetes. Unos 4.500 militares serían británicos. A este grueso de tropas había que añadir las estacionadas en la Isla del León, al mando de José Zayas, con unos 5.900 efectivos, más el acompañamiento de escopeteros voluntarios y paisanos armados. Como general en jefe figuraría el capitán general de Andalucía, Manuel de la Peña.
Los franceses tenían su acuartelamiento de mando en Medina Sidonia, y disponían unos 25.000 soldados de a pie, desplegados por el área gaditana, más unos 2.050 jinetes y 3.000 marinos.
Retrato de Thomas Graham © The Trustees of the British Museum . Shared under a Creative Commons Attribution -NonCommercial-ShareAlike 4.0 International (CC BY-NC-SA 4.0) licence. |
Desarrollo:
28 de febrero, jueves. Las fuerzas conjuntas hispano-anglo-lusas inician la expedición, desde Tarifa, supuestamente camino de Medina Sidonia.
1 de marzo, viernes. Se suceden enfrentamientos menores y escaramuzas entre tropas aliadas y franceses.
2 de marzo, sábado. Los regimientos aliados, que han seguido la ruta más previsible por el interior, pernoctan en Casa Viejas (hoy Benalup-Casas Viejas). Barcos y cañoneras bombardean desde el mar las posiciones costeras francesas. En la isla del León, los hombres de José de Zayas, tienden un puente de barcas en el Caño de Sancti Petri, para facilitar el paso de refuerzos desde Cádiz, y el acceso de las tropas aliadas, cumplidos sus objetivos.
3 de marzo, domingo. El combinado aliado reinicia la marcha, pero para sorpresa de todos, el general la Peña, cambia la dirección y toma el camino de la costa, previsiblemente libre de enemigos.
4 de marzo, lunes. De madrugada, las tropas aliadas llegan a Vejer. Fuerzas francesas del general Villatte, atacan al amanecer y por sorpresa, la cabeza del puente de barcas de Sancti Petri, causando unas 600 bajas a los defensores, entre muertos, heridos y desaparecidos. La rápida intervención de las Compañías de Cazadores de Irlanda, consiguen neutralizar el ataque. Varias barcas del puente se retiran para inutilizar el paso.
5 de marzo, martes. Después de 14 horas de fatigosa marcha, el ejército hispano-anglo-portugués, llega sobre las 8 de la mañana, al cerro de Cabeza del Puerco, en cuya cercanías se encuentra una atalaya costera conocida como Torre Barrosa. Tras un breve descanso, la división de vanguardia del general Lardizábal, junto con otras fuerzas de la división del centro, prosiguen la marcha hacia el caño de Sancti Petri, mientras que en el cerro del Puerco permanecen la división de reserva de Graham, algunas tropas de la división del príncipe de Anglona, y el grueso de la caballería.
El mariscal Victor había posicionado unos 10.000 hombres en la encrucijada de los caminos de Conil y Medina Sidonia. Una vez conocida la ruta que seguía el grueso de las tropas de la Peña, los franceses ocuparon los pinares de Chiclana, con la división del general François Ruffin a la izquierda, la del general Jean F. Leval ocuparía el centro de la formación, y la división del general Eugène Villatte se situaría a la derecha, cerrando la comunicación con la Isla del León.
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Batalla de Chiclana, 5 marzo 1811 Cuadro de Louis-François Lejeune (1775-1848) Palacio de Versalles |
Combate de Torre Bermeja.- En el avance hacia Sancti Petri, cerca de la atalaya costera conocida como Torre Bermeja, las patrullas de la vanguardia española detectan la presencia de puestos enemigos, a los que se decide combatir. Los franceses despliegan cuatro batallones en línea obstaculizando el acceso al caño de Sancti Petri, por donde podían llegar refuerzos. Los españoles forman dos columnas de ataque y reservan una sección entre los pinares, en dirección al cerro de la Cabeza del Puerco.
Los combates comienzan sobre las 8,30 de la mañana del día 5, con resultado desfavorable para los españoles, por el habitual empuje inicial del ejército francés, al que consiguen detener el regimiento de Murcia y el batallón de Canarias, tras cruzar por el recompuesto puente de barcas, y forzando la retirada de los franceses por el caño del Alcornocal. Son las 11 h de la mañana y como resultado del combate, se producen 337 bajas enemigas y 390 españolas. Para afianzar esta victoria, el general la Peña había ordenado a las fuerzas del general Graham estacionadas en el cerro de la Cabeza del Puerco, que se llegaran hasta la Torre Bermeja. En un principio, Graham acató la orden y se puso en camino, dejando en el cerro un batallón de élite al mando del teniente coronel Browne, acompañados por cinco batallones españoles. La caballería de Whittingham cubría el espacio entre el cerro y la costa.
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Ilustración de los combates de Torre Barrosa Dibujo de William Heart (1795-1840) Fuente: The Martial Achievements of Great Britain and Her Allies Biblioteca Nacional de España |
Combate del cerro de la Cabeza del Puerco.- Con la aparente retirada del grueso de tropas del general Graham, el mariscal Víctor encontró la oportunidad de hacerse con el control del cerro e infligir graves daños a la retaguardia aliada. El éxito de la operación dependía de la rapidez del ataque, y evitar la llegada de refuerzos, por lo que procedió a actuar con las divisiones de infantería de Ruffin y Leval, junto con la caballería.
Al percatarse del gran número de fuerzas enemigas, las tropas aliadas que permanecían en el cerro, abandonaron la posición, que fue ocupada por los franceses.
A medio camino entre el cerro y Torre Bermeja, el general Graham era informado de la lucha por el control de la altura, y reafirmado en su convencimiento de la importancia estratégica de la misma, decidió dar la vuelta, para ayudar a los defensores. No informó al general la Peña de la nueva situación, al dar por hecho que al encontrarse en las cercanías, éste sería conocedor de los combates.
Graham encuentra a Browne en retirada, y le ordena que regrese para atacar a los franceses. Los 470 jinetes de élite atacarán a la división Ruffin, desplegada con 2.700 hombres y alguna pieza artillera, que al entrar el batallón de Browne en su campo de tiro, efectúan una tremenda descarga de disparos, que abaten a la mitad de mandos y soldados británicos. En la recomposición de sus fuerzas, seguirán sufriendo bajas, terminando por protegerse entre los árboles y otros abrigos.
Las tropas de Graham, con la columna Dilke en cabeza, entran en combate, avanzando lo más rápido posible, para acortar la distancia con la división de Ruffin, y atacándola con determinación por el ala izquierda, compuesta por el batallón de granaderos mandado por el general Rousseau. Simultáneamente las fuerzas del coronel Wheatley, las compañías portuguesas del teniente coronel Bath, y los regimientos 28º, 67º y 87º, atacan la división del general Leval. La artillería napoleónica, es respondida por las diez piezas británicas al mando del mayor Duncan, cuya participación fue inmediata a la primera acción de Browne. Las descargas de cañones aliados rompen las líneas francesas que no consiguen recomponerse.
Tras ventajas alternativas entre los dos bandos, el destacamento de Graham consigue que los franceses pierdan la posición, replegándose sin ser perseguidos. Las bajas por ambos bandos son enormes, 2.062 hombres por parte francesa, incluyendo prisioneros, y 1.238 por parte británica. El general francés Rousseau morirá en el campo de batalla y el general Ruffin, herido gravemente, fallecerá días después.
El mariscal Víctor recompondrá sus tropas, esperando la previsible acometida aliada, pero ésta no se producirá. El general Graham, quizás abrumado por el elevado número de bajas, y justificándose en la supuesta falta de apoyo por parte de la Peña, se retirará al atardecer hacia la Isla del León, y se negará a realizar acciones ofensivas.
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Retrato de Manuel la Peña Cuadro de Paula A. Herreros (1860-1932) Copia de un cuadro de Pedro Girón Fuente: Museo del Ejército |
El general la Peña, cuyo grueso de tropas había permanecido inerte durante los combates*, no se atrevió a emprender ninguna acción posterior, y entró en Sancti Petri el día 7, con su ejército. La falta de coordinación conjunta entre la Peña y Graham, impidió una intervención de calado contra los ocupantes franceses, que podría haberles obligado a levantar el sitio de Cádiz, o al menos, a debilitarlos.
*Es revelador que, entre los numerosos mapas sobre los combates de Chiclana (españoles, ingleses o franceses) no aparezcan las tropas remanentes de Manuel de la Peña.
Los hechos dieron lugar a una fuerte controversia entre el general británico Graham, y el general la Peña, con escritos acusadores de una y otra parte, llegando a intervenir las Cortes y la Regencia para aplacar los ánimos. Deseando recompensar a Thomas Graham, reconociendo el sacrificio de su victoria, le fue concedida una grandeza de España, con el poco afortunado título de Duque del Cerro de la Cabeza de Puerco, al que sir Thomas Graham renunció.
Incapaces de compartir el mando de las tropas en Cádiz y la Isla, Manuel la Peña, fue relevado por el marqués de Coupigny, y el general Cook, sustituyó a Thomas Graham, que pasó a Portugal, bajo las órdenes de Wellington.
El desarrollo de los combates y sus protagonistas están llenos de anécdotas y curiosidades (Ver: https://publicaciones.defensa.gob.es/media/downloadable/files/links/r/h/rhm_extra_1_2011.pdf)
Día 23. Acción de Auñón (Guadalajara). Puestos de común acuerdo el mariscal de campo Pedro Villacampa y el brigadier Juan Martín el Empecinado, decidieron emprender una acción conjunta para atacar a los franceses que controlaban los pasos sobre el río Tajo, en la zona de la Alcarria Baja, en los límites de las provincias de Cuenca y Guadalajara.
El puente medieval de Auñón, que comunicaba con Sacedón, en el camino real que enlazaba Sigüenza con Cuenca, era el único que las tropas invasoras no habían destruido o inutilizado en la zona. Para reforzar el control del paso, los franceses estaban construyendo un pequeño fortín para la guarnición de unos 250-300 hombres.
En la mañana de día 23, fuerzas de la división del general Pedro Villacampa, sorprenden a la dotación francesa del puente, causándoles 198 bajas entre muertos y prisioneros, y obligando a los supervivientes a retirarse a la cercana villa de Auñón, en espera de refuerzos.
Villacampa aguardará para atacar, la llegada de fuerzas de la partida de El Empecinado, que se retrasan al tener que habilitar su paso por el derruido puente de Pareja. Finalmente, reunidas las tropas de ambos, acometen contra los franceses, parapetados en las casas e iglesia del pueblo. La lucha se prolongará hasta que una fuerte tormenta deja inutilizadas armas y municiones de los españoles, que además deben retirarse al conocer, la presencia, cerca de Sacedón, de tropas francesas de refuerzo procedentes de Tarancón, al mando del general Joseph L.S. Hugo, padre del escritor Víctor Hugo.
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Puente medieval de Auñón Fuente:Google Earth |
Día 28. Pérdidas de barcos en Cádíz por temporal. De madrugada, un fuerte vendaval de Levante, ocasionó la pérdida de unos 50 barcos mercantes, anclados en áreas no protegidas de la bahía gaditana, arruinando mercancías y ocasionando la pérdida de vidas humanas. Como resultas de la catástrofe, volverán las acusaciones contra el general Manuel de la Peña, al opinar las gentes que su inacción en los combates de Chiclana, impidió el levantamiento francés del asedio, alejando al enemigo de la bahía, donde podrían haber fondeado los mercantes, en puntos más protegidos.
El día 30, los franceses acamparon en las cercanías de Manresa. Escarmentados por anteriores visitas enemigas, la mayoría de los habitantes habían abandonado la población, mientras que los somatenes molestaban a los invasores. Con la ciudad prácticamente vacía, los militares galos, se dedicaron al pillaje y todo tipo de excesos, incendiando casas, fábricas y edificios públicos, e ignorando el pacto existente de respetar a los heridos hospitalizados. De nuevo, la capital manresana, era objeto de destrucción y saqueos, y unas 700 casas quedaron en ruinas, además de fábricas y talleres.
El episodio conmocionó a la ciudadanía, el marqués de Campoverde emitió un edicto en el que establecía el derecho de "represalia en toda su extensión", y los enfrentamientos se recrudecieron con ataques indiscriminados, en los que no se hacían prisioneros. Macdonald llegaría a Barcelona, con numerosos heridos y la pérdida de unos 1.000 hombres.
Abril
Día 4. El ejército napoleónico se retira de Portugal. El mariscal André Massena, con el ejército imperial, entra en España procedente de Portugal, país al que Napoleón había encargado reconquistar. Las fuertes líneas de defensa de Torres Vedras, el continuo hostigamiento de partidas portuguesas, la vigilancia, contención y combates de las tropas anglo-lusas de Wellington, así como la dificultad para conseguir alimentos para las tropas, y la falta de los refuerzos que, el mariscal Soult debía proporcionarle desde Andalucía, habían hecho fracasar la expedición, y forzado a abandonar el país luso el 5 de marzo.
El accidentado camino que siguieron los franceses desde Portugal, quedó sembrado de destrucción y desmanes, provocados por unos soldados hambrientos, cansados y desesperados. De los cerca de 80.000 hombres que entraron en Portugal, y en un periodo de siete meses, salieron con vida unos 45.000 soldados. Los enfrentamientos armados, las enfermedades, las hambrunas y las deserciones, descompusieron un formidable ejército.
Massena únicamente dejó en Portugal, una guarnición en la ciudad fortaleza de Almeida, cercana a la frontera española. Acampó durante unos días en las cercanías de Ciudad Rodrigo, para posteriormente distribuir las tropas entre Salamanca, Toro y Zamora.
Días 10-11. Ocupación por sorpresa del castillo de Figueras (la Rovirada). Entre las numerosas acciones bélicas que transcurrieron en los más de seis años de ocupación napoleónica, una de las más singulares fue la toma de la fortaleza de Figueras.
Los antecedentes de la acción empezaron en el mes de febrero de 1810, cuando los hermanos Ginés y Pedro Pou, visitaron al coronel Francesc Rovira i Sala*, que se encontraba convaleciente en la localidad de Perafita. Uno de los visitantes le informó que tenía un cuñado, Joan Marquès**, que trabajaba como ayudante del guarda-almacén del castillo de Figueras, y por ello conocía los pormenores del día a día de la guarnición, así como los puntos débiles de los franceses, planteando a Rovira la posibilidad de hacerse con el control de la fortaleza, para lo cual se harían con una copia de las llaves de una puerta de servicio, por donde podrían entrar.
*Francesc Rovira i Sala (1769-1820), fue un destacado comandante de las milicias catalanas durante la guerra de Independencia. Ordenado sacerdote hacia 1792, tras la invasión napoleónica y valiéndose de su liderazgo entre las gentes, encabezará un batallón de "miquelets", que intervinieron en numerosos hechos bélicos contra los franceses.
** Al rendirse la fortaleza en agosto, entre los prisioneros figuraba Joan Marquès. El mando francés ordenó su ejecución y la exposición del cadáver en los muros del fuerte.
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Retrato del brigadier Francesc Rovira i Sala Pintura de Joan Rivera Formosa Hacia 1814 Fuente: Museo del Prado |
Avanzada la madrugada del día 10 al 11, el primer pelotón, al mando del capitán José Casas y haciendo uso de las llaves falsas, entró por los almacenes, desarmando a la
guardia principal. Los demás grupos se distribuyeron por las murallas y dependencias,
neutralizando los vigías, y ocupando los cuarteles de infantería y artillería.
El gobernador François G. Guillot* fue prendido en su aposento. En poco más de una hora quedó
recuperado el castillo, con la guarnición prisionera. Nuevas fuerzas entraron
para reforzar la defensa ante la segura respuesta de los desconcertados militares franceses.
* A Napoleón no debió sentarle nada bien el descuido del gobernador Guillot, quien fue arrestado, conducido preso a Perpignan y condenado en 1813, a la pena de muerte, que no llegó a cumplirse.
La toma del castillo de san Fernando, principal centro de
intendencia de la zona, sirvió para nutrir de armas, municiones, provisiones y caudales a
los patriotas catalanes, y para diferir momentáneamente, otras operaciones militares de los
imperiales, aunque como contrapartida, también ocasionó la dispersión de las fuerzas españolas, tan necesarias para contener a los franceses en el sitio de Tarragona.
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Retrato del Barón de Eroles Dibujo de Ramón Planella Grabado de André Joseph Mercou Retoques: recorte lmna. color digitalizado Fuente: Biblioteca Digital Memoria de Madrid |
Figueras era un enclave fundamental para el ejército invasor y Napoleón, al que disgustó enormemente la pérdida de la ciudadela, dispuso el despliegue de unos 14.000 soldados para su recuperación.
Después de la afortunada intervención, los españoles no pudieron mantener la ventaja obtenida, y el 3 de mayo, el marqués de Campoverde, que había acudido con su ejército a socorrer la plaza, llevando suministros, tras conseguir el repliegue enemigo a la población de Figueras, cayó en la trampa de aceptar una tregua mientras se parlamentaba las rendición francesa de la ciudad, lo que posibilitó la llegada de refuerzos franceses, que sorprendieron a las fuerzas españolas, ocasionando la pérdida de más de 1.000 hombres.
La ciudad de Figueras volvió a manos francesas, pero no el castillo de san Fernando, donde el brigadier Martínez, se hizo fuerte, junto con unos 5.000 hombres, entre migueletes, paisanos y tropas regulares, que resistieron el sitio durante meses, hasta su rendición el 19 de agosto de 1811.
Día 15. Toma de Olivenza por el el ejército anglo-luso. Tras intimar la rendición de la plaza el 9 de abril, sin que los franceses accedieran, las tropas del general Beresford procedieron al asedio y bombardeo de la antigua ciudad portuguesa. Quedó encargado de la misión, el general Galbraith Lowry Cole, mientras Beresford desplegaba parte de sus regimientos para cortar la comunicación con Badajoz, y la posible llegada de refuerzos.
La conquista de la antigua ciudad portuguesa sin intervención de fuerzas españolas, propició que soldados lusos con apoyo de los oliventinos, izaran la bandera portuguesa y reivindicaran su reintegración a Portugal. Tres días después, gracias a la intermediación de sir Arthur Wellesley*, la bandera española sustituía de nuevo a la portuguesa.
* En el mes de marzo, el embajador inglés, Henry Wellesley, había solicitado a la Regencia, que el mando militar de las provincias españolas lindantes con Portugal, estuvieran bajo el mando de su hermano Arthur Wellesley. La petición puso en un difícil compromiso al Gobierno, que llevó el asunto a las Cortes, que decidieron por unanimidad negarse a la solicitud. La realidad sin embargo fue que sir Arthur Wellesley actuó como si fuera el capitán general de las tropas aliadas, llevando la iniciativa y toma de decisiones en la campaña bélica.
Día 23. El rey José parte de Madrid camino de Francia. Falto de estímulos, lejos de su esposa y familia, ninguneado por su hermano, sin autoridad sobre las decisiones importantes del reino que debía gobernar, José I decide viajar a Paris, esperando obtener alguna solución de Napoleón, para su precaria situación como rey de España.
Mayo
El día 18, un numeroso contingente de tropas sitiadas hizo una salida en la zona del río Francolí, consiguiendo desbaratar trabajos de los enemigos y producirles pérdidas humanas y artilleras. En paralelo con el sitio de Tarragona, por toda Cataluña, se sucedían hechos bélicos que, si bien no resultaban definitivos, complicaban las posiciones francesas y atrasaban los objetivos de éstas.
El fuerte del Olivo seguía siendo
objeto de continuas acometidas y bombardeos, a los que la guarnición respondía con
contraataques. En uno de estos enfrentamientos, resultó muerto de una bala de
fusil, el general francés Jean-Baptiste Salme.
Finalmente, abierta brecha en los muros del fuerte, al anochecer del día 29, sorprendentemente, los franceses consiguieron introducirse mezclados con la guarnición de relevo, provocando la confusión entre los defensores y dando lugar a un combate cuerpo a cuerpo, en el que, asistidos por la llegada de nuevos refuerzos, los soldados napoleónicos pasaron a cuchillo a gran número de combatientes españoles. Al día siguiente, desde la ciudad, los sitiados intentaron la recuperación del fuerte, sin lograrlo.
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Vista de Tarragona desde el camino de Valls Retoques: recorte lámina, limpieza, color digitalizado Fuente: Mémoires du maréchal Suchet. Source gallica.bnf.fr/BnF |
La pérdida del fuerte del Olivo debió causar gran desánimo entre los defensores, y el mismo día 30, el marqués de Campoverde, convocó a los principales jefes y a los miembros de la Junta Suprema de Cataluña, para debatir sobre la situación y modo de mantener la ciudad, llegando al convencimiento de que los sitiados no podrían aguantar mucho más. Para sorpresa de los habitantes, Campoverde embarcó al día siguiente junto con su estado mayor, dejando al mando de la plaza al general Senén de Contreras, llegado días antes desde Cádiz. Para mayor abatimiento de los tarraconenses, las fuerzas valencianas recientemente llegadas, se reembarcaron para acompañar a Campoverde, partidario de levantar el asedio francés desde fuera de la ciudad.
En días sucesivos, los franceses
fueron cerrando el cerco; el 2 de junio se hicieron dueños del baluarte de Orleans, montando
piezas artilleras que empezaron los disparos al amanecer del día 7, el fuerte
del Francolí fue ocupado y sirvió para montar una batería de seis piezas.
A la desesperada, en la noche del día 11 de
junio, el general Pedro Sarsfield lanzó un contraataque con unos 3.000
soldados, causando enormes daños a las construcciones de los franceses, resultando herido en la refriega.
Mientras Tarragona iba debilitándose, las fuerzas de Campoverde, el barón de Eroles y las partidas de somatenes y migueletes, intentaban distraer fuerzas del enemigo, pero el mariscal Suchet, aunque no perdía de vista a los españoles, seguro de la superioridad de sus fuerzas, no entró en el juego de Campoverde.
El día 21, las tropas invasoras
acometieron en masa la entrada en la ciudad, distrayendo a los defensores en
dos puntos mientras que entraban el mayor número de asaltantes, por tres brechas abiertas por
los bombardeos. Pese a la fuerte resistencia de los sitiados, cuatro columnas enemigas
consiguieron entrar, siendo rechazada la que avanzaba por la costa. Los
franceses acuchillaron a cuantas personas se les puso por delante, militares o paisanos,
llegando a causar más de 2.000 muertos, y se dedicaron al saqueo habitual,
pegando fuego a los edificios y almacenes portuarios.
Los habitantes que pudieron, se
acogieron a la parte alta de la ciudad, mientras que la flotilla inglesa
intentaba ayudar, acercándose a la costa y abriendo fuego contra los puestos
enemigos.
Alguna esperanza, pudieron
albergar los tarraconenses, cuando el día 26, se presentó una escuadra inglesa
enviada por la Regencia desde Cádiz, para auxiliarlos. Embarcado iba el
regimiento 2/47th, al mando del coronel John Byne Skerrett, quien ya dentro de la
plaza hizo comprobar por sus especialistas, la situación de las defensas y el estado
general de los sitiados, juzgando que en aquéllas condiciones la ciudad era
indefendible, por lo que reembarcaron rumbo a Cádiz.
Tantos abandonos por quienes
debían prestar ayuda, no ayudaban a sostener la firmeza en la defensa. El día
28 de junio quedaron rotos los muros de la parte alta, y el gobernador tomó la
decisión de evacuar al atardecer. Enterados los franceses, anticiparon un asalto general, que empujaron
a los sitiados hasta la catedral, llena de enfermos, heridos, mujeres y niños, que
fueron perseguidos y masacrados sin piedad alguna.
Quienes pudieron escapar y alcanzar
la costa, fueron recogidos por los navíos ingleses, mientras que el resto de la
guarnición fue hecha prisionera, incluido el gobernador, Senén Contreras, herido, quien fue trasladado a Francia y encarcelado. El asedio costó la vida de más de
5.500 personas y los vencedores se hicieron con un enorme botín de guerra.
La errática actuación de Luis González-Torres de Navarra, marqués de Campoverde, mereció el rechazo de quienes antes le habían encumbrado, y la Regencia, el día 17 de junio, nombró para sustituirle al frente de las mermadas fuerzas catalanas, al general Luis Lacy. El éxito logrado por el general Suchet le valió el nombramiento de mariscal imperial. Su siguiente misión sería anular Montserrat y conquistar Valencia.
Día 5. Batalla de Fuentes de Oñoro (Salamanca). Los combates de esta batalla se dieron entre los días 3 y 5 del mes de mayo, y enfrentaron al combinado anglo-portugués de sir Arthur Wellesley con las tropas francesas de André Massena.
Tras la retirada de las tropas napoleónicas de Portugal, únicamente quedó guarnecida por soldados galos, la ciudad fortificada de Almeida, aunque sitiada y aislada para proveerse de alimentos, armas, munición y equipos.
Massena, tras su accidentado periplo, había acampado con su ejército en tierras salmantinas y zamoranas, donde fue recuperándose de su precaria situación. Reforzó las tropas con la incorporación de dos divisiones de infantería y la caballería del noveno regimiento, así como cerca de 12.000 militares de élite, al mando del mariscal Jean-Baptiste Bessières. El 30 de abril quedó concentrado en Ciudad Rodrigo, el reorganizado ejército francés.
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Batalla de Fuentes de Oñoro Aguatinta de T Sutherland (1785-1838) Fuente: The Martial Achievements of Great Britain and Her Allies Biblioteca Nacional de España |
Las fuerzas conjuntas anglo-portuguesas estarían compuestas por unos 45.000 hombres, incluyendo 1.500 jinetes. Por su parte, la armada imperial estaría formada por unos 42.000 soldados, de los cuales 5.000 pertenecerían a la caballería. El número de piezas artilleras por ambos bandos sería similar, en torno a los 45-48 cañones. Las fuerzas españolas intervinientes en la batalla, serían de la partida o brigada de Julián Sánchez, "El Charro".
La intención de Massena era socorrer la ciudad de Almeida, abasteciéndola con un importante envió de víveres y suministros. Para conseguirlo, debería liberarla del asedio anglo-luso, y contrarrestar los previsibles ataques de las tropas de sir Arthur Wellesley.
El futuro duque de Wellington, decidió asegurar el bloqueo de Almeida, presentando batalla a Massena, eligiendo la población de Fuentes de Oñoro, como centro de su estrategia.
El general francés comenzó su avance desplegando sus regimientos en una larga línea de , que abarcaba desde el sur del fuerte de la Concepción hasta el sur de Fuentes de Oñoro, con un frente de unos 11-12 km. Por su parte, las tropas anglo lusas se desplegaron en otro largo frente de 9-10 km, concentrando el mayor número de tropas en Fuentes de Oñoro. La partida de Julián Sánchez, quedó distanciada al sur, a modo de despiste, para distraer efectivos de la poderosa caballería francesa.
El día 3, los franceses concentraron sus esfuerzos en capturar el pueblo, y tras los violentos enfrentamientos, al caer la noche, únicamente controlaban la localidad de Alameda, al norte, y unos pocos edificios en la parte baja de Fuentes de Oñoro.
El día 4, sirvió para recuperar muertos y heridos, para hacer un reconocimiento más amplio del terreno, y reposicionar las fuerzas de ambos contendientes. Mientras, los carros con los víveres y bagajes aguardaban en la retaguardia, en la localidad de Gallego.
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Batalla de Fuentes de Oñoro Ilustración de H.F.E. Philippoteaux (1815-1884) Retoques: recorte lámina, color digitalizado Fuentes: A. Thiers, Histoire de l'Empire Source gallica.bnf.fr/BnF |
Tras analizar los movimientos franceses, sir Arthur Wellesley intuyó que los franceses despejarían la zona al sur de Poço Velho para cruzar el riachuelo Dos Casas, y ocupar una altura privilegiada. La vulnerabilidad del sur de Fuentes Oñoro, hizo necesario extender el frente anglo-luso, dispersando en exceso la línea de combate.
Amaneció el día 5 con ambos ejércitos reforzados en los frentes más vulnerables. La brigada del general Maucune inició el ataque francés internándose en los bosques y pueblo de Poço Velho, atacando y dispersando a los francotiradores. A su vez, la caballería del general Montbrun acometió a los lanceros de Julián Sánchez, que tuvieron que retirarse de su posición.
Con las ventajas obtenidas sobre el terreno por los franceses, Wellesley decidió cambiar de táctica para asegurar la defensa de Fuentes de Oñoro, en cuya conquista se concentraron los imperiales, sin poder conseguirlo. Los combates duraron hasta la noche, sin que resultase un claro vencedor, si bien por el resultado final, pudiera hablarse de una victoria del bando aliado, al impedir el abastecimiento de Almeida.
La batalla significó la pérdida de 1.522 soldados muertos, heridos o prisioneros, entre británicos, portugueses y españoles. Las tropas napoleónicas perdieron unos 2.150 hombres.
Los franceses se retiraron el día 8. El día 10 evacuaron Almeida y ese mismo día, Massena fue relevado del mando del ejército de Portugal, siendo sustituido por el mariscal Marmont.
Día 16. Batalla de La Albuera. La ocupación de la estratégica plaza de Badajoz por los franceses, el 11 del mes de marzo, alteró los planes de Arthur Wellesley para proteger Portugal de futuras invasiones imperiales. Con las tropas del mariscal Nicholas Jean de Dieu Soult en camino, procedentes de Andalucía, urgía recobrar la ciudad, pieza fundamental para el control de Extremadura.
El
futuro duque de Wellington, pendiente de la evolución de las tropas de Massena
y Bessières en el frente del rio Coa, encargó al general William Carr
Beresford la recuperación de Badajoz, quien, necesitado de refuerzos, pidió
al general Castaños la colaboración de fuerzas españolas.
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Retrato de sir William Beresford Cuadro inacabado (1812) Autor desconocido Fuente: National Army Museum |
A
partir del 3 de mayo fueron confluyendo en el entorno de la ciudad, tropas del
general Stewart, piezas artilleras, y dos escuadrones de zapadores bajo las
órdenes del ingeniero Fletcher, bajo cuya dirección se habían levantado las
defensas de Torres Vedras. Posteriormente fueron llegando sucesivas fuerzas,
incluyendo 2.000 militares españoles, bajo el mando del general Carlos de
España.
Para
la campaña de Extremadura, Arthur Wellesley había reclamado a la Regencia el
concurso de fuerzas españolas. A las
escasas tropas del general Castaños, debían unirse las del general Blake, que
habían desembarcado el 18 de abril, en Ayamonte, procedentes de Cádiz. También se agregarían, las
divisiones tercera y cuarta de Francisco Ballesteros y José de Zayas,
la vanguardia de José de Lardizábal, y la caballería de Casimiro Loi.
En total unos 12.000 hombres, incluyendo unos 1.200 jinetes y 12 piezas de
artillería.
Para
el 14 de mayo, el mariscal Soult, que aunque había acelerado la marcha de su
ejército desde Sevilla, perdió una jornada al seguir el camino de Mérida, acampó
entre Villafranca de los Barros y Almendralejo, acompañándole unos 20.000
soldados de a pie, unos 3.300 jinetes y 40 piezas de artillería.
A los sitiadores de Badajoz se les acababa el tiempo, y además eran contraatacados por algunas salidas francesas, que les causaban graves daños y bajas, pagando la inexperiencia en las maniobras de asedio. Urgía evitar el avance de Soult, y las fuerzas aliadas paralizaron las obras del sitio. El día 13 comenzó la retirada de tropas que se completó el día 15. La tentativa costó a los aliados unas 700 bajas, entre muertos y heridos.
Beresford* reunió a su estado mayor, y a los mandos españoles, en Valverde de Leganés, para planificar la actuación frente al ejército de Soult. Como lugar idóneo para plantear batalla eligieron la zona de La Albuera, pequeña población situada sobre una corta elevación, a orillas del río Nogales-Albuera, en el camino de Badajoz.
· *En el memorando
elaborado por Wellington para regular las relaciones de colaboración entre las
fuerzas aliadas, figuraba, entre otros puntos, el referido al mando supremo de
las tropas cuando lucharan coaligadas, disponiendo que el mismo debiera
ejercerlo el general más autorizado, de mayor antigüedad y graduación.
William-Carr Beresford ostentaba el mando del ejército anglo-hispano-luso, por
cesión del general Castaños, quien argumentó que el general con mayor número de
fuerzas aportadas debía ostentar el liderazgo conjunto.
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Plano de la batalla de Albuera Fuente: Atlas de la Guerra de Independencia. Gral. Arteche Ministerio de Defensa |
· La tardanza en llegar al sitio, o la premura con la que se presentaron los franceses, impidieron preparar unas líneas de defensas estáticas a las tropas aliadas. Los combatientes españoles, bajo el mando del general Blake, quedaron en el ala derecha del frente, la división inglesa del general Stewart, ocuparon el centro, y la división portuguesa mandada por el general Hamilton, la izquierda. Otras fuerzas, formaron en segunda línea, en zonas elevadas.
Sobre
las 8 de la mañana de un 16 de mayo nublado, comenzaron los movimientos
enemigos en las cercanías del pueblo, intentando distraer las verdaderas
intenciones de Soult, que pretendía atacar el flanco derecho, obstaculizando
las posibles salidas de los aliados, envolviéndolos. Beresford, Castaños y
Blake que pensaban que los franceses atacarían por el centro, pronto se dieron cuenta de que el enemigo atacaría por la
derecha.
Los
españoles maniobraron eficazmente reorganizando sus posiciones, Zayas y su
división, con parte de la de Cole, se desplegaron en una colina
alejándose del frente, y apoyados por las fuerzas de Lardizábal. La división de
Ballesteros formaba el extremo izquierdo. Dos líneas se formaron girando casi 90
grados la posición inicial. Hamilton con los portugueses se añadieron a la
primera línea. Mientras Soult mandaba atacar el flanco derecho, la brigada del
general Nicolas Godinot amagaba un ataque sobre Albuera.
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La bandera (The Flag-Albuhera) Óleo de William Barns Wollen (1857-1936) Fuente: National Army Museum |
La
caballería francesa al mando del general Marie-Victor-Nicolas de Faÿ,
Marquis de La Tour-Maubourg, había avanzado, ocupando una pequeña elevación
con artillería ligera. Al fuego artillero y movimientos envolventes de la
caballería imperial, se unieron las tropas de a pie que habían quedado ocultas
en un bosque, acompañadas de artillería pesada. El grueso de combatientes entraron en batalla.
Los cañones del enemigo abrían fuego contra las tropas y pronto abrieron brecha en el regimiento de Carlos de España, pero su posición fue ocupada por el regimiento de Irlanda al mando de Zayas, que pudo parar el avance francés, y con el refuerzo de la caballería del general Stewart, se les hizo retroceder. Sin embargo, la acometida de dos regimientos de húsares franceses y los temibles lanceros polacos, arrolló a la retaguardia inglesa del coronel John Colborne, que cayó prisionero junto a varios centenares de soldados. Solo un batallón pudo salvarse a tiempo.
Eufóricos
por lo que creían victoria, la caballería francesa avanzó a galope entre la
primera línea de españoles y la segunda de ingleses. Los británicos hicieron
una andanada de disparos contra los polacos, afectando a las tropas hispanas,
que pese a todo mantuvieron el puesto. Emparedados entre las dos líneas
enemigas, los jinetes polacos sucumbieron.
Tras
el lance inicial en el que el éxito estuvo repartido entre los contendientes,
las columnas francesas se recompusieron, y atacaron de nuevo con la reserva.
Por su parte, los aliados formaron en línea y el combate se convirtió en una
batalla extendida, según el modo tradicional. Siguieron varias horas los
enfrentamientos, terminándose las municiones de algunos batallones. Un fuerte
aguacero vino a complicar aún más la situación.
Entre
los aliados se mantenían las posiciones, como si hubiera una competición por
ver quien aguantaba más. Una brigada portuguesa mandada por Harvey,
rechazó vigorosamente un ataque de la caballería francesa, permitiendo el
avance de toda la línea ofensiva del ejército coaligado.
En
el pueblo de La Albuera, se disputó el paso del puente, con ataques y
contraataques de unos y otros, que no resolvían con claridad el resultado.
Los
ataques en masa de las columnas francesas sufrían grandes pérdidas, y varios
altos mandos cayeron muertos o heridos. Finalmente, las tropas imperiales,
protegiéndose con la artillería y soldados del general Lumley, se replegaron.
Los
aliados que se encontraron con una aparente victoria, no hostigaron de manera decisiva
a las tropas enemigas en retirada. Dado que las fuerzas de a pie fueron las que
inclinaron la balanza a favor, tocaba a la caballería rematarla, circunstancia
que no ocurrió. Sobre las cuatro de la tarde, cesaron las hostilidades.
La
batalla constituyó una masacre para ambos bandos. Las cifras de las bajas, como
ocurre siempre, varían en función de los partidarios de uno u otro ejército. El
total de muertos y heridos de los contendientes fue de unos 15.000 hombres. Soult
no aceptó la derrota y para demostrarlo permaneció acampado frente a La Albuera
hasta el día 18.
Los combates de La Albuera, constituyeron una de las batallas más controvertidas y excepcionales de la Guerra de la Independencia.
Un libro significativo sobre la batalla y otros aspectos de la contienda: Albuera 1811: The Bloodiest Battle of the Peninsular War. Guy Dempsey.
Día 25. Acción de la sierra de Arlabán. Tras el fracaso del mariscal Massena en Portugal y su caída en desgracia, partió hacia Francia, llevando consigo un importante convoy, con el resultado de los expolios y saqueos al que tan aficionados eran los generales franceses. En la comitiva viajaban soldados heridos, de regreso a su país, junto con una numerosa escolta de militares y 1.042 prisioneros, entre españoles, ingleses y otras nacionalidades.
Enterado Francisco Espoz y Mina de la comitiva, esperó con su gente en el paso de la Sierra de Arlabán, entre las provincias de Alava y Guipúzcoa, dejando pasar al grueso de tropas enemigas, y sorprendiendo a la retaguardia de la expedición, liberó a los prisioneros. Para mayor frustración de Massena, la acción costó la vida a numerosos soldados de su escolta, y la pérdida de los carruajes, con los objetos y dineros expoliados, en la desafortunada campaña portuguesa.
Continúa en cap. 20 (Pdte.)
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- Gazeta Ministerial de Sevilla
- Gazeta de Madrid
- Gazeta de la Regencia de España e Indias
- El Conciso de Cádiz
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