1808-4
Levantamientos populares y formación de Juntas
Mientras en Bayona se sucedían las reuniones de la Junta para validar una constitución impuesta por Napoleón, en España reinaba la incertidumbre y el descontento, conmocionada la ciudadanía por los recientes y sorprendentes sucesos.
Tras los graves incidentes de Madrid, a principios de mayo, y la publicación en la Gaceta de 14 de junio, de los decretos de abdicación de la corona de Carlos IV y Fernando VII en la persona de Napoleón, y subsiguiente cesión de éste a su hermano José, se propagó por todo el país una ola de indignación y agitación, provocando revueltas y enfrentamientos, que no tuvieron a los invasores franceses como únicos destinatarios.
Los levantamientos populares se sucedieron por casi todo el territorio, y siguieron un modelo de desarrollo común, con algunas diferencias en la sucesión de acontecimientos:
- Conocimiento de los hechos que generan
indignación, y crean un estado emocional en las gentes..
- Tumultos, que se propagan por la población y alrededores.
- Líderes espontáneos que, con sus proclamas e
iniciativa, arrastran a la multitud.
- Manifestaciones, hasta los edificios oficiales y/o
cuarteles.
- Armas, que en ocasiones se entregan directamente
y en otras son tomadas por la fuerza.
- Creación de multitud de órganos de gobierno propios o Juntas locales y provinciales*.
- Nombramiento de un personaje de prestigio como presidente de la correspondiente Junta creada.
- Declaración de guerra a Napoleón.
- Preparación de la defensa y formación de un Ejército
- Medidas de gobierno para recaudar fondos con que hacer frente a la situación.
*Las Juntas de Gobierno que se crearon por todos los territorios, ante la falta de un gobernante cierto, gozaron de una enorme autonomía e independencia para gestionar recursos, imponer tributos, crear cuerpos armados y hacer nombramientos civiles y militares, sin que la Junta Central, pudiera controlarlas de manera efectiva. Los efectos de la autogestión de las juntas, se dejarían sentir en las décadas siguientes.
La formación de los cuerpos de ejército tendrá como base, a los cuerpos regulares, a los paisanos voluntarios y alistamientos forzosos. Para el sostén económico se organizarán colectas, se suprimirán algunos impuestos, se crearán nuevas contribuciones y se acuñará moneda.
Levantamientos de Asturias, León y Santander
Retrato del escritor y político Juan Meléndez Valdés (1754-1817) Cuadro de Goya (1746-1828) Fuente: The Bowes Museum |
Informada la Junta de Madrid, envió a dos magistrados, el conde del Pinar y el escritor Juan Meléndez Valdés, al objeto de tratar de controlar la situación, al tiempo que mandaba al comandante de la costa cantábrica que tomara el mando militar. Alarmados los asturianos de lo que se avecinaba, recorrían las calles todas las noches en manifestación, acordando que el día 24, fecha de la llegada del nuevo comandante militar a Oviedo, se produciría el levantamiento.
El día señalado, a las doce de la noche, repicaron las campanas de la ciudad y de las poblaciones vecinas. Con el apoyo de los propios soldados del parque de Artillería, los sublevados se hicieron con unos 100.000 fusiles almacenados. Reunida la Junta general del Principado, quedó nombrado como presidente de la misma, el veterano marqués de Santa Cruz de Marcenado. Una vez constituida la Junta como poder supremo, fue declarada la guerra a Napoleón en la mañana del día 25, y armadas las milicias populares, llegando a reclutarse unos 18.000 efectivos.
Los magistrados enviados desde Madrid habían sido custodiados nada más llegar a Oviedo. En varias ocasiones las iras del pueblo se habían manifestado contra su presencia, siendo protegidos por las autoridades de la Junta, que viendo el cariz que tomaban los tumultos, intentó sacarlos de la ciudad. Enterada la multitud, el 19 de junio son apresados junto con tres militares, y conducidos entre insultos al campo de san Francisco, donde fueron atados a un árbol con intención de fusilarlos. La petición de confesar y comulgar, más la oportuna intervención de un canónigo, de nombre Ildefonso Sánchez Ahumada, portando una custodia con la hostia consagrada, marchando en procesión, evitó males mayores.
La Junta asturiana, convertida en soberana, acordó pedir ayuda a Gran Bretaña, y envió dos comisionados a Londres, que consiguieron captar el interés y el apoyo británico. Los ingleses enviaron uniformes y pertrechos de guerra, junto con el general sir Thomas Dyer.
Portada del Diario de Santiago de 1 de junio de 1808 con la proclama de adhesión a Fernando VII Fuente: GALICIANA, Biblioteca Dixital de Galicia |
Levantamiento de Galicia
El día 30, los paisanos gallegos toman el poder en La Coruña, capturando unos 40.000 fusiles. Días después, y pese a las maniobras de su arzobispo, se sublevará Santiago, y se constituirá una única Junta soberana del Reino de Galicia. En unión de las tropas españolas que regresan desde Oporto, se formará una importante fuerza armada, de unos 40.000 efectivos. Aunque menos numerosos que en otras zonas, no faltaron los incidentes sangrientos, que tuvieron como objetivo algunas personas calificadas de tibias, traidoras o colaboracionistas.
La Junta gallega, se mostró diligente y muy activa, enviando al marino Francisco Bermúdez de Sangro como emisario a Londres, para informar y pedir auxilios. Los británicos respondieron concediendo un empréstito de 500.000 pesos sin interés, y liberando a los militares españoles retenidos en los pontones de Plymouth. Para controlar el empleo de las ayudas enviaron al diplomático sir Charles Stuart.
Levantamientos en Aragón y Cataluña
Al mismo tiempo que en Asturias, el 24 de mayo, se produjeron en Zaragoza tumultos y desórdenes. Dispuesta la multitud a conseguir armas para combatir al invasor, se dirigen al capitán general Jorge Juan de Guillelmi, quien se niega a entregarles el armamento. No obstante, el pueblo se dirige a la Aljafería de la ciudad, donde consigue la fusilería que es repartida entre los paisanos. El capitán general, queda detenido y al día siguiente firma su dimisión. No satisfechas las gentes con el nombramiento de su sucesor, finalmente consiguen que el brigadier D. José Palafox y Melci, acceda al cargo como primera autoridad. El 9 de junio, Palafox convoca las Cortes de Aragón, que le refrendan como capitán general.
La posición estratégica que las tropas francesas habían conseguido, a principios de año, en ciudades importantes como San Sebastián, Pamplona, Figueras y Barcelona, retrasó los levantamientos en sus zonas de influencia. En Cataluña, habían habido revueltas previas en Tortosa, Manresa y Lérida, entre otras poblaciones. Tarragona se sublevó el 13 de junio y a mediados de mes, la ciudad de Lérida se convirtió en la cabeza de la sublevación del Principado.
Levantamiento de Valencia Dibujo de Vicente López Enguídanos Grabado de Tomás López Enguídanos Fr. Vicente Mnez. Colomer, Sucesos de Valencia Fuente:Biblioteca Digital Valenciana |
Levantamiento y sucesos de Valencia
Caso singular fue lo acontecido en Valencia. Los ricos hermanos Manuel y Vicente Bertrán de Lis, llevaban un tiempo ejerciendo su influencia para generar un movimiento de animosidad contra los franceses. Grupos de ciudadanos se reunían en la plaza de les Panses para escuchar las novedades o noticias que traía la Gaceta. Hacia el 23 de mayo, se produce una conmoción entre los asistentes, al enterarse de las renuncias de los reyes. La agitación se extendió rápidamente entre la población, que se encaminó hasta la Audiencia, donde el fraile franciscano, Juan Rico, con gran ascendiente sobre las gentes, expuso las peticiones del pueblo, para defenderse y preparar la resistencia contra los franceses. En paralelo, en la plaza del mercado, un vendedor de pajuelas de azufre, Vicente Doménech, subido en una silla, y enarbolando un retrato de Fernando VII y una imagen de la Virgen de los Desamparados, provocaba el entusiasmo de los valencianos gritando: "un pobre palleter li declara la guerra a Napoleó, Viva Fernando VII i muiren els traidors!"
El gentío dirigido por el P. Rico, los hermanos Bertrán de Lis y algunos militares, ocupan la ciudadela de la ciudad, y se constituye una junta de notables presidida por el conde de Cervellón. También formaba parte de la junta, el barón de Albalat, Miguel de Saavedra y Jofré, quien no gozaba de las simpatías de los valencianos, y que, por una serie de desafortunadas circunstancias, días después, fue objeto de las iras de la turbamulta y asesinado a puñaladas, tras lo cual cortaron su cabeza, y la pasearon por la población colgada en una pica.
La barbarie anterior, era el preámbulo del periodo de terror que sucedería a continuación. Procedente de Madrid, el día 1 de junio, había llegado a la ciudad, un religioso jesuita, de nombre Baltasar Calvo, canónigo de la sacramental de san Isidro, quien haciendo uso de una fanática dialéctica y burdas mentiras, adornado con una hipócrita santurronería, consiguió arrastrar con él, a quienes son propensos a creer los más disparatados discursos, o pretenden sacar provecho de la confusión. Con el apoyo de un gentío, se hizo con la fuerza suficiente para anular la autoridad de la Junta valenciana, y ocupar el 5 de junio, la ciudadela de la ciudad.
Asesinato de ciudadanos franceses Ilustración de José Passos Valero (1862-1928) Historia de España en el siglo XIX Francesc Pi i Margall (1824-1901) Fuente: Biblioteca Nacional de España |
En el recinto se encontraban los ciudadanos franceses más destacados, que trabajaban o tenían negocios en la ciudad, y que la Junta había concentrado en la fortaleza para su seguridad. Las huestes de Calvo ataron por parejas hasta 142 infelices. Familiares de los apresados, autoridades y sobre todo, los religiosos de hasta cuatro conventos, intentaron evitar males mayores, pidiendo clemencia e invocando la religión. Pero el P Calvo, arrogándose toda la autoridad, y amparado en la muletilla de los tiranos, de que todo lo hacía por el bien de la patria, incitó a la matanza, que finalmente se produjo. Tan grande sería el baño de sangre que, hasta los propios verdugos dudaron en continuarla. Al día siguiente, el desquiciado canónigo ordena que sean conducidos los supervivientes hasta las torres de Quart. Pero cerca de la plaza de toros, el grupo de asesinos apuñala o degüella a los apresados. El genocidio seguirá el resto del día 6, calculándose en más de 300 personas las que fueron asesinadas ese día.
El cadáver de Baltasar Calvo expuesto al público Dibujo de autor desconocido Fuente: Biblioteca Digital Valenciana |
Los vocales declaran traidor al canónigo, y deciden alejarlo de sus seguidores, embarcándolo hacia Mallorca ese mismo día, lo que ocurre de madrugada. La violencia y la anarquía, continuaron durante varias jornadas, hasta que el alguacil mayor, Antonio González Fernández, consiguió organizar patrullas de vecinos, que vigilantes día y noche pudieron sofocar los desórdenes, siendo detenidos, juzgados y condenados a la pena capital, cerca de 200 malhechores involucrados en los trágicos sucesos.
Con la situación más controlada, a finales de junio harán regresar al sedicioso Calvo, para ser juzgado. Celebrado el juicio es condenado a muerte por garrote vil, y ajusticiado en la madrugada del 3 de julio. Su cuerpo, se expuso públicamente durante unas horas en la plaza de Sto. Domingo, con un letrero que ponía, "Por traidor a la patria, y mandante de asesinatos".
General Gregorio García de la Cuesta Fuente: The Light Division in the Peninsular War, 1808-1814 |
También en Valladolid se produjeron hechos destacables. A finales de mayo, el pueblo se sublevó contra la ocupación francesa. Ostentaba la capitanía general, el veterano militar D. Gregorio de la Cuesta, de carácter despótico, pero con experiencia bélica y también conocedor de la política civil. En un principio, el viejo general no se plegó a las peticiones de los manifestantes. Su experiencia le decía que no se podía ganar una guerra con tropas inexpertas y mal preparadas. Pero los vallisoletanos insistían, y levantaron un patíbulo con una horca delante de la residencia del militar, amenazándole con colgarle si no aceptaba capitanear la rebelión. El orgulloso general tuvo que agachar la cabeza, y accedió ponerse al frente del levantamiento. Constituyó la correspondiente Junta, con funciones muy limitadas, para no menoscabar su autoridad, táctica que también intentó con el resto de juntas creadas en su región militar.
Alumnos del Real Colegio de Artillería de Segovia de prácticas El RCAS fue fundado en 1764 e instalado en el Alcázar Grabado de autor anónimo Fuente: Biblioteca de la Academia de Artillería |
Pese a sus medidas de contención, se produjeron asesinatos de personas que habían obtenido favores de Godoy, o habían tenido amistad con el favorito, como el gobernador de Ciudad Rodrigo, Luis Martínez Ariza. Otros actos delictivos tuvieron como motivo, la venganza contra autoridades o alguaciles, acusados de corruptos o abuso de poder. Aunque Cuesta mandó prender y castigar a los autores de algunos desafueros, un hecho abominable ocurrió en la persona de Miguel de Cevallos, subdirector del Real Colegio de Artillería de Segovia, quien fue muerto de un bayonetazo, tras ser apedreado delante de su familia. Su cuerpo, objeto de ensañamiento, finalmente fue arrojado al río. El populacho le había acusado injustamente de traición, y culpable del fracasado motín de los cadetes del colegio de artillería de Segovia.
Levantamientos en Baleares y Canarias
En las islas Baleares, así como en Canarias, los acontecimientos se desarrollaron con mayor civismo. En Mallorca, el capitán general D. Juan Manuel de Vives y Feliú, tras dudar al principio, terminó por convocar una junta de notables, y anunciar el reconocimiento de Fernando VII como legítimo rey de España. El compromiso de Baleares supuso un gran apoyo para la sublevación, al estar anclada en Mahón la menguada flota del Mediterráneo, que las sospechas de Godoy respecto las intenciones de Napoleón, había conseguido retener con excusas, en Cartagena, durante los meses anteriores. Baleares se había convertido en refugio de personas exiliadas desde Francia, y de otros territorios ocupados por Napoleón.
Retrato de Alonso de Nava y Grimón Cuadro de Luis de la Cruz (1776-1853) Colección particular Fuente:Real Academia Canaria de Bellas Artes |
En la isla de Tenerife se adelantaron, y el 11 de julio crearon la llamada Junta Suprema Gubernativa de Canarias, arrogándose la representación de todo el archipiélago. Como presidente de la Junta se nombró a Alonso de Nava y Grimón, marqués de Villanueva del Prado. El cabildo de Gran Canaria que había rechazado a finales de julio, las pretensiones de la Junta de La Laguna, reaccionó constituyéndose el 1 de septiembre como Cabildo Permanente, y con autoridad sobre su ámbito territorial. Ambos organismos fueron disueltos en 1809.
Levantamiento y sucesos de Andalucía
Texto manuscrito: Este sello y Armas es el que usaba la Junta de Sevilla en los papeles públicos La imagen está sacada de un Cuaderno manuscrito de noticias raras, redactado por el clérigo Manuel Giles Carpio en 1808 |
Al anochecer se aglomeró una muchedumbre que, con la ayuda de soldados del regimiento de Olivenza, consiguieron hacerse con armas y munición, sin que hubiera que lamentar ningún hecho sangriento, gracias a la pasividad de los soldados de caballería enviados para impedir el asalto.
Retrato de Juan Francisco de Saavedra y Sangronis Cuadro de autor anónimo Fuente: Museo Nacional del Prado |
La recién creada Junta Suprema de Sevilla se convirtió en el organismo con mayor actividad del país. Estando la Junta de Madrid supeditada al invasor, era un acierto disponer de un organismo con la mayor autoridad, para encauzar y dirigir las iniciativas.
La Junta sevillana organizó con rapidez el reclutamiento de tropas y entrega de armas. Envió emisarios a las poblaciones más importantes de Andalucía, ordenando la constitución de juntas locales. Consiguió la adhesión del general Francisco Javier Castaños, que mandaba las tropas situadas en el campo de San Roque, pertenecientes al ejército regular, en número de unos 9.000 hombres, y siendo Cádiz, la ciudad en cuya influencia estaban las fábricas de armamento, sin controlar por los invasores, envió al conde de Teba como emisario para obtener el respaldo del capitán general de la zona, el marqués del Socorro, D. Francisco Solano, persona que había demostrado su valía en anteriores misiones, y que gozaba de gran popularidad entre civiles y militares.
Vista general de Cádiz (aprox. 1806) Dibujo de Alexandre-Jean Noël (1752-1834 Grabado por Robert Daudet (1737-1824) Coloreada digitalmente Voyage pittoresque et historique de l'Espagne, Alexandre Laborde (1773-1842) Fuente:Biblioteca Nacional de España |
Consciente Solano del estado de inferioridad de las fuerzas españolas, intentó diluir su compromiso, y retrasar todo lo posible su adhesión a la causa, no midiendo en su justa medida el poder de los que se habían sublevado. Tampoco le ayudaba, la amistad que mantenía con los militares franceses, y las expresiones poco prudentes que se le oía decir. Creyendo que podría contener la agitación de las gentes, y hacerlas entrar en razones, convocó una junta de generales para examinar las propuestas de la Junta sevillana, acordando publicar un bando, en el que argumentaba razones para considerar temerarias la resistencia a los franceses, a la par que anunciaba el inicio de alistamientos.
Ya de noche, Solano mandó publicar el bando con gran exhibición. No era lo que esperaba el pueblo, que indignado se dirigió a la residencia del marqués, donde un individuo de nombre Manuel Larrús, subido a hombros de otros, rebatió los puntos del bando y pidió que se declarase la guerra a los franceses, y se intimara la rendición de los restos de la escuadra francesa, anclada en el puerto de Cádiz. Solano tuvo que contemporizar con los revoltosos, y propuso convocar de nuevo por la mañana, a su junta de generales. La agitación había durado toda la noche y ya de día, grupos de personas se habían hecho con armas e intentado agredir al impopular cónsul francés, que finalmente, tuvo que refugiarse en uno de los barcos franceses.
D. Francisco María Solano Ortiz de Rozas (1768-1808) Fuente: Ayuntamiento de Cádiz |
Una enorme muchedumbre que ansiaba declarar la guerra a los franceses, se sintió engañada, y se dirigió de nuevo al lugar de la residencia del general. Son las primeras horas de la tarde, el militar está comiendo, y un grupo de soldados, al mando del que luego sería el general San Martín, impide la entrada multitudinaria de la turbamulta, consintiendo que una representación de tres personas se entreviste con Solano. Y de nuevo, un malentendido y la ofuscación de la multitud alborotada, provoca una reacción violenta.
Según cuentan los historiadores, uno de los comisionados para entrevistarse con el general, tenía gran parecido con éste, y asomado al balcón intentaba dirigir unas palabras a la multitud congregada. Como el vocerío no permitía que se le oyese, hizo gestos con las manos para intentar calmar a las gentes. La ruidosa muchedumbre, creyendo que era Solano el gesticulante, interpretó otra cosa, y algunos de los que disponían de armas, dispararon contra la fachada. La guardia atrancó la puerta, los ánimos se encendieron aún más, y los revoltosos se hicieron con piezas de artillería que abrieron fuego contra el edificio. Solano, huyó por la azotea, buscando refugio en casa de un vecino irlandés, con tal mala fortuna que allí se encontró con uno de los mayores alborotadores, un tal Pedro de Olaechea, antiguo novicio de la cartuja de Jerez, que había sospechado por donde podría escapar el general. Con la ayuda de otro militar, Solano consigue anular a Olaechea, quien en su intento por escapar se precipita a un patio, falleciendo días después.
El suceso no hizo sino aumentar la agitación de la multitud, y Solano fue capturado y conducido entre insultos, golpes y heridas, con intención de ahorcarle. En el trayecto, y pese a las lesiones que le ocasionan, muestra gran aplomo y entereza. Al llegar a la plaza de San Juan de Dios, alguien le ocasiona una herida mortal, atravesándole con una espada. Se pensó que una mano amiga le libró de un suplicio y ejecución vejatorios.
En sustitución del ilustre militar, fue nombrado el teniente general D. Tomás Morla, la Junta de Cádiz prestó obediencia a la Junta de Sevilla, que a su vez ratificó a Morla, y que, con una rápida movilización, pronto organizó un importante ejército, cuyo mando encomendó al general Castaños, ordenando que la mayor parte de tropas y milicias se dirigieran al norte de la región, para contener la llegada de los franceses.
Vista de Gibraltar (aprox. 1806) Dibujo de Alexandre-Jean Noël (1752-1834 Grabado por Robert Daudet (1737-1824) Coloreada digitalmente Voyage pittoresque et historique de l'Espagne, Alexandre Laborde (1773-1842) Fuente: Biblioteca Nacional de España |
El 31 de mayo, la Junta Suprema juró a Fernando VII y se declaró soberana, para entablar conversaciones con los ingleses de Gibraltar, quienes ofrecieron la ayuda de 5.000 hombres destinados al Peñón. El día 6 de junio, la Junta declaró la guerra al emperador e hizo públicos unos documentos de gran interés, conocidos como las Prevenciones. En ellos se daban instrucciones sobre cómo combatir a los franceses, cuya superioridad militar era indiscutible, evitando las batallas abiertas, y aprovechando el conocimiento del terreno, hostigándoles con escaramuzas, y acciones de pequeñas partidas para dispersar sus efectivos, y dificultar su avituallamiento de víveres, armas y municiones.
A la Junta de Sevilla, se adhirieron el resto de ciudades andaluzas, salvo Granada, que considerándose con méritos suficientes, y con la población sublevada, constituyó su propia Junta soberana, a cuyo frente puso al general Ventura Escalante. Granada movilizó un importante ejército, cuyo mando encomendó al competente gobernador de Málaga, D. Teodoro Reding, y también envió a un comisionado a Gibraltar, el escritor y político, Francisco Martínez de la Rosa, con el fin de obtener ayuda inglesa. La Junta granadina, declaró la guerra a Napoleón, reconoció a Fernando VII, y no pudo evitar la sucesión de algunos hechos lamentables, entre los que destacó el asesinato del antiguo gobernador de Málaga, D. Pedro Trujillo, casado con una hermana de Josefa Tudó, amante o esposa en la sombra de Godoy.
El 9 de junio, se rompieron las hostilidades con la escuadra francesa anclada en Cádiz, restos de la batalla de Trafalgar, que junto con los seis barcos españoles, supervivientes del desastre naval, permanecían en la bahía impedidos de navegar, por el bloqueo que mantenía la escuadra inglesa. El enfrentamiento sería conocido como la batalla de la Poza de Santa Isabel.
Rendición de la escuadra francesa (14 de junio de 1808) El vicealmirante Rosilly se rinde al almirante Ruiz de Apodaca Cuadro ilocalizable, de autor desconocido Retoques: marco recortado, contornos reforzados Fuente: La Ilustración Militar (1911). BNE |
El almirante francés Rosilly, conocedor de que el ejército napoleónico se dirigía a Cádiz, intentó demorar la petición de Morla para que rindiera sus seis barcos, pero tras el insistente fuego artillero desde la costa, y la falta de suministros, la flotilla francesa impedida de navegar, no tuvo más opción que rendirse el 13 de junio. Entre los barcos apresados, los españoles se hicieron con la fragata Corneille, que iba a ser de gran utilidad en futuras misiones.
El triunfo, aumentó la confianza de la Junta de Sevilla, que envió emisarios a Canarias y a los territorios de América, anunciando el levantamiento de la metrópoli, y el reconocimiento de Fernando VII. También fueron comisionados para negociar con Gran Bretaña, el comandante de la flota en Cádiz, Juan Ruiz de Apodaca y el general Adrián Jácome, quienes, al llegar a Londres, se encontraron con los enviados de Asturias, Galicia, Vizcaya, Cataluña, etc. El gobierno británico, debió sorprenderse al recibir a tantos embajadores de las Juntas españolas, a los que atendió y ofreció ayuda.
Levantamientos en Extremadura y Murcia
En Extremadura también sucedieron episodios parecidos a los de otras regiones. En Badajoz, el levantamiento de la población se produjo el 30 de mayo. La capitanía general la ostentaba el conde de la Torre del Fresno, al que la población acusó de traidor y asesinó. Para sustituirle fue nombrado el brigadier José Galluzo. Constituida la Junta, se procedió al alistamiento de civiles, formándose un ejército de unos 20.000 hombres.
En la costa mediterránea, Cartagena fue la primera ciudad en declararse en rebeldía contra el invasor. Anclada en su puerto estaba parte de la Armada, cuya partida hacia el puerto francés de Tolón habíase retrasado todo lo posible. Murat exigió que zarpase sin dilación, y enterados los cartageneros, se levantaron en armas para impedirlo, destituyeron al gobernador, Francisco de Borja, al que asesinaron días más tarde, y nombraron a Baltasar Hidalgo de Cisneros, creándose la correspondiente Junta, el 22 de mayo. Desde Cartagena se extendió la rebelión por toda la zona y Murcia se sublevó el día 24, formándose una Junta, de la que formó parte el ministro que había sido de Carlos III y Carlos IV, el conde de Floridablanca.
Los levantamientos de las regiones españolas, propició que la mayor parte de los regimientos de España acantonados en Portugal, abandonasen el país vecino, y que incluso se dieran enfrentamientos con sus antiguos aliados franceses. La situación del mariscal Junot en Lisboa, no era mejor que la de Murat en Madrid. Su errónea política despótica con Portugal, privándole de sus enseñas de identidad, y el desprecio mostrado hacia sus habitantes, que habían acogido con pasividad a los ocupantes, hizo cambiar la actitud de los portugueses. Pronto se levantaron en armas las provincias de Tras-Os-Montes y Entre Douro e Minho, y la sublevación se extendió por todo el país. Portugal reforzó su tradicional alianza con Inglaterra.
Frente a la rebelión casi generalizada por todas las provincias, la Junta de Madrid, seguía plegada a las órdenes del mariscal Murat, y enviaba emisarios a las distintas Juntas con ofrecimientos a las personas influyentes, y escritos pidiendo el acatamiento a sus disposiciones, que poca o nula acogida iban a tener.
España estaba revolucionada y la guerra estaba servida.
Bibliografía (Autor/es. Título del libro. Edición. Lugar de publicación: Editorial; año).
- Javier Tusell; Rafael Sánchez Montero. Historia de España. El Siglo XIX. De la Guerra de la Independencia a la Revolución de 1868. Tomo XII. Edición para Biblioteca El Mundo. Pozuelo de Alarcón (Madrid), Editorial Espasa Calpe, 2004.
- Francisco Pi y Margall, Francisco Pi y Arsuaga. Historia de España en el siglo XIX. Barcelona. Miguel Seguí-Editor. 1902.
- Andrés Muriel. Memorial Histórico Español. Tomos XXIX-XXXIV. Real Academia de la Historia. Historia de Carlos IV. Varios tomos. Madrid. Est. Tip. Vda. e Hijos de Manuel Tello, 1894.
- José Gómez de Arteche. Historia General de España. Reinado de Carlos IV. Tomo II. Madrid. El Progreso Editorial, 1892.
- José María Queipo de Llano, conde de Toreno. Historia del levantamiento, guerra y revolución de España. Biblioteca de autores españoles. Tomo LXIV de la colección. Madrid. M. Rivadeneyra-Impresor-Editor, 1872.
- Antonio Alcalá Galiano. Historia del levantamiento, revolución y guerra civil de España. Tomo I. Madrid. Librería de D. Leocadio López, 1861.
- Miguel Agustín Príncipe. Guerra de la Independencia, narración histórica. Tomo segundo. Madrid. Imprenta del siglo a cargo de Ivo Biosca. 1846.
- Fr. Vicente Martínez Colomer. Sucesos de Valencia desde el 23 de mayo hasta el 28 de junio del año 1808. Valencia. Imprenta de Salvador Faulí. 1810.
Otras fuentes:
- Óscar Bergasa Perdomo. El Cabildo General Permanente de Gran Canaria 1808-1809. Boletín de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife. 2008
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