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lunes, noviembre 10, 2025

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La asombrosa Villa Romana de Noheda (Cuenca) 

En el año 2010 se hicieron públicos los hallazgos arqueológicos descubiertos en el yacimiento de la Villa Romana de Noheda (Cuenca), resultado de las campañas de excavación que habían comenzado cinco años antes, y que tuvieron una gran repersución mediática.
  
En años posteriores la amplitud de los descubrimientos fueron en aumento, y la curiosidad por conocer el lugar también se acrecentó. Finalmente, en el verano del 2024 pudimos visitar el yacimiento ubicado en la pequeña aldea, situada a unos 18 km de Cuenca capital.

Lo cierto es que en años anteriores habíamos intentado visitar el lugar, pero el acceso al yacimiento arqueológico había estado limitado a unos pocos días, en los que no siempre estábamos disponibles.

Fragmento de la escena que representa el mito griego del rey de Olimpia, Enómao y Pélope, pretendiente de su hija, Hipodamia.
Foto tomada en la Exposición sobre el mosaico en el edificio Iberia de Cuenca en 2019

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Los terremotos de Andalucía de 1884-1885

El día 25 de la Navidad de 1884, ya de noche, se produjo un fuerte terremoto en la zona centro-sur de Andalucía, que afectó principalmente a las provincias de Granada y Málaga. El movimiento sísmico se dejó sentir en tres cuartas partes de la península, y provocó daños en otras provincias y Portugal. 

Al fuerte temblor inicial, siguieron muchos más en los días siguientes, algunos con intensidad V y VI. Coincidió la catástrofe con un clima invernal, frío y lluvioso, que perjudicó las ya de por sí precarias comunicaciones, y al acceso a los numerosos núcleos de población afectados. La catástrofe provocada por los terremotos, se unía a otras desgracias acaecidas en el año, como las inundaciones por las riadas en Valencia, en marzo, o el brote de cólera de 1884, que se extendió por el país en 1885, provocando enorme mortandad.  

Arenas del Rey (Granada) vista desde las eras (1885)
La población quedó en ruinas y fue reconstruida en un nuevo asentamiento
Retoques: eliminación manchas, aclarado, color digitalizado
Fuente: Informe sobre los terremotos ocurridos en el Sud de España.
Domingo de Orueta y Duarte (1862-1926)

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El incendio del transatlántico Vittoria en Alicante

El 11 de enero de 1899, el transatlántico italiano Vittoria, se ve obligado a fondear en la rada del puerto de Alicante, obligado por el incendio detectado de madrugada, a la altura de las costas del cabo San Antonio.

Afortunadamente, el incendio no causó víctimas humanas, y sólo hubo que lamentar pérdidas materiales. Tras cinco días en la ciudad, los pasajeros fueron reembarcados en otro navío de la compañía naviera, con destino a Buenos aires. Los restos del barco, varado frente a la playa del Postiguet, pudieron ser remolcados semanas más tarde.

Ilustración de Achille Beltrame (1871-1945) para la portada de 
La Domenica del Corriere de 20 de enero de 1899

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Tras la guerra de los españoles contra Napoleón, España, que hasta entonces había quedado relegada en las rutas viajeras, se puso de moda en Europa.

Los relatos de los soldados ingleses, franceses y demás paises involucrados en el conflicto, que de vuelta a sus hogares, contaban las impresiones y experiencias vividas, despertaron la curiosidad de sus compatriotas, y los forasteros, trotamundos, aventureros y espíritus inquietos del continente comenzaron a llegar.
Interior de una posada, Segovia
Litografía y dibujo base de John F. Lewis 
Sketches of Spain & Spanish Character (1833-1834)
John F. Lewis (1804-1876)
Fuente: Biblioteca del Banco de España

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Releyendo la historia de España, abruma la lectura de los acontecimientos que acaecieron en nuestro país durante el siglo XIX, guerras y conflictos bélicos, insurrecciones populares y pronunciamientos militares, dimisiones de mandatarios y cambios de gobierno, clausura de las Cortes e innumerables convocatorias electorales, cambios de Constitución, regímenes varios y distintas Jefaturas del Estado, etc., etc.

Aunque en España no hubo una revolución como la francesa, su ideología, la ocupación napoleónica y la guerra de Independencia, con la formación de las autónomas Juntas de Gobierno territoriales, constituyeron el germen de lo que sobrevendría después, con la incorporación del ideario revolucionario en una parte de la sociedad, y los subsiguientes cambios en el ejercicio del poder. Todo el siglo XIX español es una continua evolución de ideas y cambios sociales, que configurarán un nuevo país, con un estado en revolución intermitente.
Galería de algunos personajes significativos del siglo XIX español

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A finales del mes de enero de 2021 fallecía en Benidorm Solveig Nordström, una arqueóloga sueca que con su determinación y celo profesional consiguió paralizar un irreparable acto vandálico, que la euforia constructora de los años 60 iba a perpetrar, arrasando las ruinas ibero-romanas de Lucentum, la ciudad antecesora de la actual Alicante.

Con la curiosidad de conocer más detalles sobre la personalidad de Sol, (como gustaba que la llamaran), empecé a buscar en la Red datos e información adicionales, sin que en ningún caso pudiera confirmar la fecha, no ya exacta, sino del año, en que tuvo lugar la acción de la arqueóloga.










Ruinas de Lucentum, Alicante
Foto Gom 2021




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En este año "raro, raro", de 2020, se ha cumplido el centenario de la muerte del escritor Benito Pérez Galdós. Esta entrada, no trata de su extensa obra e interesante biografía, sino en un hecho puntual que tuvo lugar en la segunda mitad de 1918, y que me sirve para recordar la figura del prolífico autor.

Durante la Primera Guerra Mundial, 1914-1918, en España se formaron dos bloques de partidarios de uno u otro bando de combatientes, y la prensa española, fue parte significativa de esta dualidad, ya que servía de portavoz de unos u otros. Buena parte de los periódicos perdieron su "independencia", entre otras razones porque eran financiados o bien por dineros de los aliados o de los germánicos. Ambas corrientes de opinión coexistieron durante todo el conflicto, y dieron lugar a réplicas y contra réplicas de unos y otros, que se trasladaban a las tertulias y discusiones de los ciudadanos.

Retrato de Galdós cuando tenía 51 años
Cuadro de Sorolla pintado en 1894.
 Casa-Museo Pérez Galdós. Las Palmas de Gran Canaria

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lunes, mayo 18, 2020

El robo del Tesoro del Delfín en el Museo del Prado

Buscando información en la prensa de la época sobre la epidemia de 1918, me encuentro con la noticia de que en septiembre de ese año se había descubierto un robo en el museo del Prado. El objeto del delito habían sido piezas de orfebrería de una muestra conocida como "El Tesoro del Delfín". Entrando en la web del museo para saber más de la colección, me entero de que había sido restaurada recientemente y que se había creado un nuevo espacio expositivo, que esperaban inaugurar en junio de este extraño año 2020. Casualidades.

A primeras horas de la tarde del 20 de septiembre de 1918, el pintor y subdirector del Museo Nacional de Pinturas, (Museo del Prado), D. José Garnelo, se personaba en el Juzgado de guardia, para poner una denuncia por el robo de piezas de una colección expuesta en una de las salas.

Las piezas robadas se exhibían en vitrinas y correspondían al conocido como "El Tesoro del Delfín", una variada colección de artísticos objetos que habían pertenecido al Gran Delfín de Francia, Luis (1661/1711) heredero a la corona francesa. Al fallecer antes de acceder al trono, una parte de la colección la heredó su hijo Felipe V (1683/1746), el primer rey Borbón de España. Tras pasar por algunas vicisitudes e incidentes, las piezas acabaron exponiéndose en el Museo del Prado en 1839. 

Piezas perteneciente al Tesoro del Delfín
Imagen tomada de la web del Museo Nacional del Prado
,
https://www.museodelprado.es/

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martes, abril 14, 2020

La pandemia de gripe de 1918

A raíz de la pandemia del coronavirus que estamos padeciendo desde febrero de 2020, me dio por conocer detalles sobre la anterior gran epidemia sufrida en 1918, y sobre la cual los medios informativos actuales ofrecen algunas reseñas y comparativas. Leyendo la prensa de la época, pude constatar que actitudes, situaciones y circunstancias vividas en la actualidad, con la emergencia del Covid-19, ya se dieron hace 102 años.

La epidemia de 1918 fue devastadora y si comparamos las cifras de fallecidos en los años 1917, 1918, y 1919 procedentes de los registros de población publicados en los anuarios oficiales, el número de víctimas en España superó largamente las 200.000 personas, tal como refleja la diferencia de fallecidos entre el año 1918 y su precedente, 1917, y el siguiente año, 1919 


Fuente: Fondo documental del Instituto Nacional de Estadística. Anuario 1919

Desde mediados de mayo y durante el mes de junio de 1918, ya se habían producido en España numerosos casos de enfermos de gripe, aunque los médicos de la época tardaron en identificarla plenamente como epidemia gripal. Ésta se desarrolló sin excesiva mortalidad y acabado el episodio de infectados, pasó a considerarse como uno más de los habituales brotes estacionales. No es hasta finales de la primera semana de septiembre de 1918, cuando empiezan a publicarse en la prensa, reseñas sobre el aumento de enfermos graves en numerosos lugares de la geografía española, por lo que es de suponer que el nuevo brote epidémico ya debía estar activo a finales de agosto.

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lunes, junio 17, 2019

Los prisioneros franceses de la isla de Cabrera

Desde siempre he tenido fijación por las islas, pero mi interés por visitar la isla de Cabrera aumentó a raíz de leer hace años, en una revista de divulgación, un trabajo sobre la reclusión de varios miles de prisioneros franceses en la menor de las Baleares.

Por fin, en el verano de 2014, pude cumplir mi deseo de visitar la isla, que no solo no me defraudó, sino que me dejó una magnífica impresión y con ganas de volver. (Ver: Excursión a la isla de Cabrera)

Portadas libros Francia prisioneros Cabrera
Portadas de varios libros publicados en Francia sobre los cautivos de Cabrera
Fuentes: BNE, Gallica, Google Books, Internet Archive

De la estancia en Cabrera de los miles de prisioneros del ejército napoleónico, apenas quedan vestigios, y los restos existentes son testimoniales, incluyendo el sencillo monolito que en 1847 se levantó en su memoria.

Sobre el cautiverio de las tropas francesas existen numerosos trabajos en forma de artículos, libros y ensayos, además de gran cantidad de blogs y webs. Este post se alimenta de la lectura de varias fuentes documentales españolas, y en los libros publicados en Francia sobre el tema y que fueron escritos por ex prisioneros o escritores que manifestaron basarse en las propias vivencias o en los relatos y memorias de los cautivos.

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miércoles, enero 27, 2016

Entre las escasas muestras destacadas de arquitectura civil en la ciudad de Alicante, sobresale la Casa Carbonell, un edificio de tipo modernista ubicado en una zona privilegiada frente al mar, y con el paseo de la Explanada como referencia de ubicación.
Edificio de Alicante conocido como la Casa Carbonell (Foto Gom)

Frente a la creencia popular de que su construcción se debió a una decisión tomada como revancha, por la afrenta que su propietario recibió del vecino hotel Palace, donde pretendía alojarse, y donde no le admitieron por su aspecto rural, lo cierto es que D. Enrique Carbonell Antolí tenía poco de campesino, ya que se trataba de un rico y emprendedor industrial de Alcoy, con una única hija a la que por su salud se le recomendó vivir junto al mar. Enrique Carbonell hizo realidad el consejo médico construyendo un magnífico edificio frente al puerto de Alicante.


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sábado, marzo 27, 2014

ÉMILE BÉGIN: 1. DESDE LA FRONTERA HASTA VITORIA

Buscando en la red imágenes de otros tiempos, he encontrado en algunos antiguos libros de viajes una valiosa e importante fuente de datos y documentación gráfica.

Uno de los libros de viajes más interesantes que descubrí, fue el publicado en 1852 por el médico, oficial de sanidad e historiador francés, Émile Auguste Bégin (1802-1888), quien recorrió la Península Ibérica en 1850, reflejando sus impresiones y anécdotas en el libro "Voyage pittoresque en Espagne, et en Portugal", y que contiene unas magníficas ilustraciones de los MM. Rouargue Frères, grabadores y pintores de gran prestigio. Pasajes enteros de este libro, fueron reproducidos en 1874 por el barón Charles Davillier en su célebre libro "L'Espagne", que contenía numerosos grabados de Gustave Doré.
Diligencia cruzando el coll de Balaguer (Tarragona) (aprox. 1848)
Ni que decir tiene que los grabados de los hermanos Rouargue, ejecutados sobre planchas de acero, se encuentran reproducidos en infinidad de sitios, y que existen numerosas copias y reproducciones en colecciones de museos y galerías, por lo que junto con la inserción de las ilustraciones, aprovecho para añadir algunos comentarios sobre el itinerario seguido por Émile Bégin, e incluir la traducción de algunos párrafos de su libro.

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sábado, marzo 23, 2013
 El naufragio del "Sirio"

En el verano del 2012 visitamos uno de los faros más emblemáticos de las costas españolas, el Cabo de Palos, en la provincia de Murcia, próximo a Cartagena a cuyo municipio pertenece la pequeña y turística población que lleva el mismo nombre.
Vista del Faro de Cabo de Palos (Foto Gom 8/12)

 Para llegar hasta la meseta donde se asienta el faro, situado en lo alto de una elevación del terreno junto a la costa, se puede subir a pie por unas escaleras por las que se ataja en el ascenso o bien por un vial asfaltado. En la explanada que existe frente al faro, y junto a una antena marítima que afea el entorno (la he eliminado de la vista), existe una placa fijada sobre una roca en la que junto con la reproducción de un par de fotos, leemos:
 «A la Memoria de Vicente Buigues, las víctimas del Naufragio del Sirio y los pescadores del Cabo de Palos. Bajo de Fuera - Islas Hormigas. 4 de agosto de 1906»

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viernes, marzo 2, 2012

Por cuestiones de trabajo he estado viajando a Palma regularmente en los últimos dos años. Hasta la hora de la "reunitis" de turno, esperábamos en una de las cafeterías ubicadas en una placeta de la calle Cecili Metel, frente a la delegación de Hacienda.

Placa en memoria de las víctimas de la explosión ubicada
frente a la Delegación de Hacienda de Palma.
Una esquina de esta placeta está ocupada por una pequeña construcción a modo de frontis que enmarca una placa con la siguiente inscripción:

"En memoria de las víctimas de la explosión del Polvorín del Revellín de San Fernando.
25 Noviembre 1895. El Excmo. Ayuntamiento de esta Ciudad dedica esta lápida.
25 Noviembre 1934"

Lo cierto es que tardé bastante tiempo en darme cuenta de que lo que yo consideraba una fuente en desuso, era en realidad un pequeño monumento dedicado a las víctimas de una explosión, e impulsado por la curiosidad empecé a informarme sobre lo que acaeció aquél 25 de noviembre de 1895.

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domingo, abril 25, 2010
Los Corsarios de Ibiza

Al desembarcar en Ibiza (la Vila) y salir del recinto del puerto, nos encontramos con una especie de obelisco de reducidas dimensiones al que con las prisas de la llegada no se le presta demasiada atención. Es en el viaje de regreso y mientras esperas embarcar, cuando observas con más detenimiento al  curioso monumento situado justo enfrente de la pequeña estación marítima.
(*Desde el 1 de julio de 2013, la antigua estación marítima ha quedado inactiva, pasando al nuevo muelle de Botafoc).

Se trata del monumento a los corsarios de Ibiza, al parecer, el único erigido a nivel mundial en homenaje a tan singulares trabajadores de lo ajeno (con permisos reales).

La idea de erigir un monumento a los corsarios ibicencos, surgió del sacerdote y escritor Isidoro Macabich, quién ante el cumplimiento en 1906 del centenario de uno de los hechos más significativos de la historia de Ibiza, la captura del barco corsario inglés "Felicity", publicó el 2 de junio de 1905 en el "Diario de Ibiza" una carta titulada "Una fecha y un proyecto" proponiendo  construir un monumento en conmemoración de la hazaña, idea que recibió la aceptación de los isleños, creándose una comisión para ocuparse del asunto y abriéndose una suscripción popular para sufragar los costes.

Ibiza: Monumento a los corsarios 

Tras la entusiasta colocación de la primera piedra en Julio de 1906, el proyecto quedó paralizado hasta que a finales de 1913, se da nuevo impulso a la propuesta,.
El periódico, "El Siglo Futuro", publicaba en su número de 5/12/1913 lo siguiente:
"Por la Alcaldía de Ibiza se han cursado invitaciones a todos los buques, Centros y dependencias de Marina de guerra y personal de la misma, para contribuir a la suscripción que en aquélla capital se ha abierto a fin de recaudar fondos con destino al monumento que se piensa levantar para honrar la memoria de los antepasados que lucharon heroícamente para limpiar nuestras costas mediterráneas de buques corsarios.
La suscripción terminará el día 1º del próximo año" 

 

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viernes, febrero 12, 2010
El incidente Virginius

En la primera semana de noviembre de 1873, se publica en la prensa española  unas breves noticias procedentes de Cuba que, aunque preocupantes, no mostraban toda la gravedad que más tarde llegarían a tener.
El periódico "La Correspondencia" en su número de 6/11/1873 publicaba con algun dato erróneo sobre la filiación de los detenidos,  lo siguiente:
En el ministerio de la Guerra se ha recibido el siguiente despacho de La Habana, que, como verán nuestros lectores, tiene bastante importancia:
"El Vapor Tornado apresó al pirata Viginius a una legua de las costas de Jamaica, haciendo prisioneros a Bembeta, Hernando, Céspedes (hijo de Quesada), Jesús del Sol y otros 165, algunos de importancia. Caballos, armas y víveres del Virginius eran arrojados al agua durante la persecución. Serán juzgados y cumplida la ley. Doy al hecho verdadera importancia.-Jovellar."
La verdadera filiación de los jefes de la expedición se aclarará en días sucesivos (Bembeta,  Pedro Céspedes, Washington O'Ryan y  Jesús del  Sol), junto con el verdadero alcance de la noticia , y  el mismo periódico confirma en una gacetilla publicada el 11/11/1873, el rumor procedente de noticias de la prensa extranjera y no corroboradas por el Gobierno, de que el  general Jovellar, recién incorporado al mando del ejécito en Cuba, había  ordenado juzgar sumariamente  a los capturados del Virginius, siendo fusilados los jefes de la expedición, y parte de la tripulación e insurgentes que transportaba el buque:
"Los jefes de la insurrección cubana cogidos en el vapor Virginius, fueron ajusticiados el día 4 de noviembre. El general Jovellar tomó posesión de la capitanía general de Cuba el día 5 de dicho mes."
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 El Virginius perseguido por el Tornado
Fuente: John Gilmary Shea, The Story of a Great Nation (New York: Gay Brothers & Company, 1886).



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sábado, enero 2, 2010
El terremoto del Bajo Segura de 1829

El sábado, 21 de marzo de 1829 y tras varios periodos anteriores con temblores de tierra,  tiene lugar un terrible terremoto que abarca lo que hoy conocemos como Vega Baja del Segura y que  ha sido conocido como el terremoto de Torrevieja, o de Orihuela, o de Guardamar,  etc. en función de las localidades afectadas. Dados los limitados medios de comunicación de la época y la censura imperante impuesta durante el reinado de Fernando VII, las primeras noticias sobre el terremoto y sus efectos,  se publican varios días después de producido el suceso, así El Correo literario y  mercantil, en su número 112 del lunes 30 de marzo, hace un primer relato de los hechos en base al testimonio de cartas de testigos y la Gaceta de Madrid de 31 de marzo de 1829, diez días después del terrible suceso,  publica la noticia junto con un primer balance de los daños causados.











   Ilustración del libro titulado "Los terremotos de
  Orihuela o Henrique y Florentina: Historia Trágica",  obra del escritor Estanislao de Kotska Vayo y Lamarca (1804-1864)
El libro, publicado en Valencia el mismo año del suceso , es un ejemplo de oportunismo literario y contiene junto con la novela que da nombre al título, documentos relativos a la catástrofe.





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sábado, noviembre 28, 2009
El muerto resucitado de Plasencia

En octubre de 1886, la prensa de Madrid se hace eco de una noticia publicada en El Cantón Extremeño, un periódico editado en Plasencia provincia de Cáceres, a la que dedicaba todo el número y que recogía un suceso rodeado de intriga y misterio, bastante enrevesado, que se hizo muy popular y que dio mucho de qué hablar en años sucesivos y en el que el fondo fundamental de la cuestión, como tantas veces, estaba en el reparto y derechos de una herencia. Se trata del sorprendente caso del muerto resucitado, de Plasencia.

Hacia el mes de agosto de 1886 hace acto de presencia en la ciudad de Plasencia, un personaje procedente del manicomio de San Baudilio de Llobregat y en cuya cédula de identificación aparecía con el nombre de Eugenio Santa Olalla Palomar. Sin embargo, dice ser Eustaquio Campo Barrado, quien supuestamente había fallecido años antes en aquél centro catalán.

Vayamos a los antecedentes del caso.

Eustaquio Campo Barrado era hijo único de D. Rafael Eusebio García Campo y Ayala y de Doña Clotilde Barrado. La familia vivia en Plasencia y gozaba de una buena y respetable posición económica.














Casa de los Campo Barrado en Plasencia.
Dibujo de Juan Comba. La Ilustración Española y Americana (1888) 









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sábado, noviembre 14, 2009
El funicular del Tibidabo

El 29 de octubre de 1901 es inaugurado el funicular del Tibidabo de Barcelona, que se convierte en el primer medio de transporte de esas características instalado en España.

Un par de años antes, el 20 de febrero de 1899,  quedaba constituida una sociedad anónima con la denominación de "El Tibidabo" cuyo objeto era la adquisición, urbanización, explotación, edificación y enajenación de fincas en la montaña del mismo nombre, así como la construcción de un tranvía que llegara al pie del monte y de un ferrocarril funicular para alcanzar la cumbre.

Entre los promotores-fundadores de la nueva Sociedad se encontraban figuras destacadas de la época como el farmaceútico Salvador Andreu i Grau, (el creador de las pastillas contra la tos del Dr. Andreu);  el médico, empresario y político Ròmul Bosch i Alsina, (llegó a ser alcalde de Barcelona);  el empresario y constructor Romà Macayà i Gibert y los señores Teodor Roviralta, Manuel Arnús y Francesc Simón, entre otros.
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Obras del funicular del Tibidabo en 1901
  Foto de Juan Furnells. La Ilustración Española y Americana

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domingo, noviembre 8, 2009
El tren botijo

La denominación de "tren botijo", surge del lenguaje popular en el tercer cuarto del siglo XIX para referirse a los trenes utilizados mayoritariamente por las clases populares en los meses estivales, y que para combatir la sed y los rigores del calor, complementaban el equipaje con botijos que permitían mantener fresca el agua, durante los interminables trayectos de la época.

Su popularización se debe al redactor del diario La Correspondencia, Ramiro Mestre Martínez, quién a partir del verano de 1893 y durante todos lo años, hasta 1917, organizó viajes en tren hacia Alicante, dando lugar  a una sui géneris  "Orden Botijil", que proporcionaba vacaciones económicas a los socios.

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Viñeta que encabezaba el reportaje de Mestre Martínez
Fuente: La Correspondencia de España, 07/09/1893. BNE

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martes, octubre 27, 2009
Los matuteros

La andanzas de los llamados matuteros ocuparon numerosas páginas en la prensa de la segunda mitad del siglo XIX, que relataba un día sí y casi otro también, hechos y delitos que implicaban a tan numeroso gremio de delincuentes y cuya actividad salpicaba a autoridades, funcionarios, políticos y  gentes de toda condición.

Pero, ¿quienes eran los matuteros?

Se llama matutero al que practica el matute y el matute lo define la RAE como ,"Introducción de géneros en una población sin pagar el impuesto de consumos",  una especie de contrabandista urbano y en sentido más amplio aplicado al defraudador.

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domingo, octubre 4, 2009
El crimen de Cuenca

El‭ ‬8‭ ‬de marzo de‭ ‬1893,‭  ‬tuvo lugar‭ ‬en‭ ‬Albalate de las Nogueras,‭ ‬un pueblo de La Alcarria conquense,‭ ‬un sangriento crimen que conmocionó al país‭  ‬y que dio origen a un dicho o frase que ha perseguido a los naturales de Cuenca durante mucho tiempo,‭ ‬al referirse a ella como‭ “‬La provincia del crimen‭”‬ y que el tiempo y la sucesión de otros hechos tan graves y horribles como los que allí ocurrieron,‭ ‬han desvanecido.‭

La fama del crimen,‭ ‬que aún siendo truculento no era sino uno más de los sucesos que periódicamente se producían en España,‭ ‬se acrecentó por las circunstancias y‭ "‬anécdotas‭"‬ macabras que adornaron el drama y que‭ ‬le dieron el morbo‭ ‬suficiente para‭ ‬formar parte del repertorio‭ ‬de las‭ ‬exageradas y poco fidedignas, “Coplas de ciego‭”‬ de la época.

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Resto de post o artículos en la pestaña ENTRADAS





Cronología de la Historia: 1812.1. Primeras victorias decisivas (cap. 21).

 Ver cap. anterior

Comenzaba el quinto año del conflicto con el hartazgo y desmoralización general del país. Perdidas las esperanzas de una victoria indiscutible sobre las tropas invasoras, tras las derrotas del ejército español en Sagunto, y la que tuvo lugar a las puertas de Valencia, la capital valenciana, Denia y Peñíscola, se rindieron sin oposición, recibiendo favorablemente a los franceses. La aceptación del rey José ganaba adeptos.

Pescadores de Peníscola (1808-1809)
Dibujo de Louis Albert Bacler d'Albe (1761-1824)
Grabado de Godefroy Engelmann (1778-1839)
Retoques: recorte lámina, color digitalizado
Fuente: Souvenirs Pittoresques du Général Bacler d'Albe
El estado de las fuerzas españolas, seguía siendo irregular y disperso, sin la figura de un líder indiscutible, y con carisma para unir fuerzas. El individualismo, y la carencia de planes que agruparan iniciativas de manera sostenida, impedía rentabilizar algunos logros conseguidos. Por otra parte, para combatir los levantamientos de las provincias americanas, la Regencia se vio obligada a enviar los mejores regimientos españoles y artillería al Nuevo Mundo. Por contra, las partidas de guerrilleros habían aumentado en combatientes, y se habían multiplicado en todos los territorios, supliendo al ejército regular. La Regencia, trataba de regularizar a los jefes más notables, (corsos terrestres), confiriéndoles graduaciones militares, para atribuirles legalidad, a pesar de que algunos líderes actuaban como auténticos reyezuelos, en sus zonas de influencia. Al abrigo del desconcierto general, y de un interesado patriotismo, aumentaron otras formaciones que no eran más que bandas de delincuentes, formadas algunas, incluso, bajo la bandera del rey José.

Dos circunstancias iban a dar un giro a la precaria situación con que empezó 1812. Por una parte, la insaciable ambición de Napoleón, y su intención de doblegar a Rusia, le llevó a retirar de la Península, fuerzas veteranas como la afamada Guardia Imperial, y los combativos lanceros polacos, tropas que sustituyó en número, aunque no en calidad, por nuevos reclutas. Por otra parte, la formación de un gran ejército anglo-luso, con sir Arthur Wellesley al frente, como líder indiscutible que, con el auxilio de las múltiples partidas españolas, lograron los primeros triunfos decisorios sobre las tropas napoleónicas, sin olvidar el apoyo de Gran Bretaña en su conjunto, pese a las dificultades económicas del Gobierno británico.

En Cádiz, pese al prolongado asedio francés, las gentes mostraban una irreductible colaboración en la justa causa de la independencia nacional, y la ciudad se convertía en la capital cultural y política de España. El gobierno de la Regencia, procuraba marcar unas directrices comunes, de difícil aplicación, con el auxilio de las Cortes Constituyentes, enfrascadas éstas, en la elaboración de una Constitución, cuya redacción destapó dos facciones, con posturas irreductibles, y planteamientos e intereses enfrentados sobre la gobernabilidad de España.

Enero

Retrato de Agustín de Argüelles
Cuadro de Ignacio Suárez Llanos (1830-1881)
Fuente: Congreso de los Diputados
Día 1. Las Cortes acuerdan que en la Regencia no haya representación de la casa real. Con esta medida era desestimada la pretensión de la infanta Carlota Joaquina, hija mayor de Carlos IV, de poder formar parte de la Regencia como representante del poder real. La infanta, casada a los diez años, con el príncipe Juan de Portugal, quien llegaría a ser el heredero de la corona portuguesa tras fallecer su hermano José, llevaba tiempo maniobrando para poder formar parte de la Regencia, lo cual no era mal visto en amplios sectores españoles, con el ojo puesto en la siempre deseada unión peninsular.

Pero las intrigas de Carlota, cuyos comportamientos anteriores no eran precisamente muy honrosos, no surtieron efecto, y a propuesta del diputado Agustín de Argüelles fue aprobada, entre otras proposiciones que, «en la Regencia que ahora se nombrase para gobernar el reino con arreglo a la Constitución, no se pusiese ninguna persona real».

Día 9. Capitulación de Valencia. Tras los combates del 26 de diciembre, en los que ambos bandos sufrieron importantes bajas, el grueso de tropas españolas, con los generales BlakeZayasLardizábal y Miranda se vieron limitados a Valencia y alrededores cercanos, mientras los franceses, muy reforzados con las tropas enviadas por Napoleón, aprovechaban la ventaja adquirida para cerrar el cerco a la población, cortar las comunicaciones, afianzar posiciones y adelantar baterías, y dejar divididas a las fuerzas españolas, quedando las de MahyVillacampaCarrera y Obispo, a la expectativa, en las riberas del Júcar.   

El mismo día 26, Joaquín Blake reunió a sus mandos principales, para tratar de la situación, y de las opciones de defensa, concluyendo lo inútil y peligroso que sería para la población, el mantener la resistencia, acordando evacuar la plaza con el mayor número de tropas regladas, dejando en la ciudad, como gobernador, al general O'Donnell, con instrucciones para negociar la capitulación con el mariscal Suchet.

Valencia: Torres de Serranos (sobre 1806 o antes)
Dibujo de Jean François Liger (1755-?)
Grabado de Jean François Lerieux
Retoques: recorte, color digitalizado
Del libro de Alexandre de Laborde: Voyage Pittoresque et historique de l’Espagne (Tomo II
)

En la noche del 28 al 29, el grueso de las tropas españolas, con sus mandos al frente, iniciaron la evacuación de la ciudad por la puerta de San José, la menos expuesta a la vigilancia francesa. Las vacilaciones, la falta de iniciativa, y el descubrimiento de la operación por parte del enemigo, decidieron al general Blake a ordenar la retirada hacia la ciudad. Únicamente las tropas adelantadas del coronel Juan Ángel Michelena, consiguieron burlar a los franceses, escapando hasta Liria. Tras este desenlace, Blake acabó perdiendo la confianza de las autoridades, y el escaso apoyo popular que le quedaba. Las deserciones entre las fuerzas españolas, que habían comenzado el día 26, aumentaron notablemente.

Los franceses iniciaron bombardeos continuos en los primeros días de enero de 1812, siendo especialmente virulentos los de los días 7 y 8, tras negarse Blake a rendir la ciudad el día 6. Las bombas ocasionaron graves daños personales, y materiales, destruyendo las preciadas bibliotecas del Arzobispado y de la Universidad, perdiéndose cientos de incunables y libros.

El día 8 de enero, Blake envió una comisión de oficiales ante el mariscal Suchet, proponiéndole rendir las armas, con la condición de permitir las salidas de las tropas, entre otras peticiones. El militar francés no solo no aceptó la propuesta, sino que impuso sus propias condiciones para la rendición.

La capitulación de Valencia se produjo al día siguiente, 9 de enero. Los franceses ocuparon ese mismo día la ciudadela y los puntos estratégicos. Al día siguiente, un convoy con más de 18.000 prisioneros, incluyendo a Joaquín Blake y altos mandos, partieron con destino a Francia. El traslado de los cautivos se organizó en dos columnas, una iría por Teruel y otra por Tortosa. Durante el trayecto, numerosos prisioneros fueron fusilados por los militares franceses.

Entrada del mariscal Suchet en Valencia
Ilustración de H.F.E. Philippoteaux (1815-1884)
Retoques: recorte lámina, color digitalizado
Fuente: A. Thiers, Histoire de l'Empire
Source gallica.bnf.fr/BnF

No fue hasta el día 14 cuando Louis Gabriel Suchet, entró triunfante en Valencia, por la puerta de San José, con gran ostentación y teatralidad, siendo recibido con complacencia por sus habitantes, y por las máximas autoridades de la ciudad, civiles y religiosas, que le rindieron pleitesía en su alojamiento. La estatua de Fernando VII, erigida en una plaza, fue derribada y expuesto en una fachada, el retrato de José I. Una de las primeras medidas tomadas por Suchet, fue la de confirmar en sus puestos, a los jueces del Tribunal de las Aguas. 

La toma de Valencia produjo enorme satisfacción a Napoleón, que recompensó generosamente a los militares implicados. El mariscal Suchet fue favorecido con el título de duque de la Albufera, junto con la propiedad y derechos de pesca de la laguna valenciana. 

Todas las poblaciones de relevancia, a uno y otro margen de los ríos Júcar y Turia, fueron tomadas, y únicamente Peñíscola, quedaba de momento, libre de franceses.

Día 16. Fracaso francés en el asedio de Alicante. Después de caída de Valencia, siguieron llegando refuerzos franceses, que resultaban innecesarios para Suchet. Uno de estos regimientos al mando del general de caballería Louis Pierre Montbrun, se dirigió a Alicante que, junto con Cartagena, eran los únicos puertos del Mediterráneo peninsular, libres del dominio francés. Ambicionando honores, era intención del militar galo tomar la ciudad. 

Tras la caída de Valencia, Alicante y poblaciones cercanas estaban sobrecargadas con los restos del 3er ejército, al mando del general Nicolás Mahy. El militar, sabedor de la escasez de provisiones en la zona, procuró aligerar la carga de militares, dejando en la ciudad de Alicante un contingente, y derivando el resto hacia Elche y otras poblaciones. Según escribía a la Regencia, la ciudad no estaba preparada para hacer frente a un asedio prolongado, y pedía víveres y barcos. Tampoco la moral de los soldados era buena, las deserciones abundaban, y el pueblo, harto del conflicto, se mostraba poco colaborador.

Vista de Alicante. Al fondo, el monte Benacantil y su fortaleza (1806 o antes)
Dibujo de Jean François Liger (1755-?)
Grabado de François Nicolas Dequevauviller (1745-1817)
Aguafuerte de Jean Jerôme Baugean (1764-1819
)
Retoques: recorte, color digitalizado
Del libro de Alexandre de Laborde: Voyage Pittoresque et historique de l’Espagne (Tomo II)

Con este estado de cosas, la toma de Alicante podía ser una tarea sencilla. Pero afortunadamente, Montbrun actuó precipitadamente, y con recursos insuficientes para lo que pretendía. Tras emplazar su escasa artillería, en puntos elevados de las afueras, inició el lanzamiento de granadas contra la población. Era gobernador provisional de la plaza, Antonio de la Cruz, quien rechazó en una criticada misiva, la intimación de capitular, pedida por el francés. Los españoles respondieron a las granadas francesas, bombardeando las posiciones enemigas desde la fortaleza de Santa Bárbara, y el fuerte de San Fernando, recientemente construido.

Como consecuencia de la respuesta española, el depósito de pólvora francés fue alcanzado, estallando y matando o hiriendo a varios militares. La imposibilidad de hacerse con Alicante, y la falta de la ayuda solicitada a Suchet, hizo desistir a Montbrun de sus intenciones. En su retirada, las tropas francesas, primero asolaron Elche y poblaciones de la Vega Baja, para retirarse después camino de Villena, donde continuaron los pillajes y abusos.

Día 19. Acción de Vilaseca (Tarragona). En noviembre de 1811, el general francés Charles Mathieu Decaen había sustituido al mariscal McDonald, en la gobernación de los ejércitos imperiales en Cataluña. Al igual que sus antecesores, Augereau y Saint-Cyr, McDonald había perdido la confianza de Napoleón. El nuevo gobernador debía mantener en manos francesas el Principado, cuyas poblaciones y caminos se veían continuamente obstaculizados, por las fuerzas regulares y partidarias del general Luis Lacy, del barón de ErolesSarsfield, y de José Manso, entre otros que, con la ayuda de los somatenes locales, y merced a la constante movilidad de las unidades, constituían una pesadilla para los imperiales.

Soldados del batallón de cazadores
 de Cataluña (de José Manso)
Dibujo de Jaume Serra i Gibert (1834-1877)
Historia de la Guerra de Independencia
en el antiguo Principado

A primeros de enero, la división del barón de Eroles se posicionó en Reus, acumulando escalas, con la supuesta intención de reconquistar Tarragona. La antigua ciudad imperial, estaba necesitada de víveres, cuanto más necesarios en caso de sufrir asedio, y el abastecimiento se veía estorbado por la pérdida del control de comunicaciones por tierra, y por la acción de las naves británicas que, de norte a sur, patrullaban las costas.

Tarragona y Tortosa, dependían del mariscal Suchet, quien encargó a la división del general Louis Musnier que llegase hasta Tortosa, para provisionar víveres, y abastecer la guarnición tarraconense. Era gobernador tortosino, el brigadier Jacques Mathurin Lafosse que, con un contingente de tropas y un batallón de 50 coraceros, se acercó hasta el Coll de Balaguer, despejando la ruta de estorbos y a la espera de Musnier.

Creyendo que la división del barón de Eroles, había evacuado Reus y desaparecido el peligro para Tarragona, Lafosse decidió adelantarse para neutralizar los incómodos somatenes, y facilitar el tránsito del convoy de ayuda.

A la altura de la población de Vilaseca, los franceses se vieron sorprendidos por unos 3.000 hombres de la división de Eroles, y del batallón de cazadores de José Manso, que les obligaron a retirarse hasta el pueblo, donde finalmente, y después de varias horas de resistencia, tuvieron que rendirse. Los españoles, capturaron 543 prisioneros, y causaron unas 200 bajas enemigas. Lafosse, que se había adelantado hasta Tarragona, junto con los coraceros, regresó con todos los efectivos útiles que pudo reunir, pero Eroles y su gente ya no estaban.

Esta victoria en Vilaseca, sería respondida cinco días después por las tropas napoleónicas, infligiendo una severa derrota a las fuerzas del barón de Eroles, en las proximidades de Altafulla.

Día 19-20. Conquista de Ciudad Rodrigo.  Después de una larga espera de meses y dilaciones, poseedor al fin, de un importante tren de artillería para asegurar el sitio, sir Arthur Wellesley, iniciaba las hostilidades a principios de enero, controlando las poblaciones cercanas, y el día 8 se apoderaba del fuerte Renaud, construido por los franceses a extramuros de Ciudad Rodrigo, sobre un altozano o teso que dominaba la ciudadela. 

Previamente, en la minuciosa preparación de la campaña, se aseguró de no ser molestado por ataques franceses, disponiendo de las tropas del general Graham para controlar posibles refuerzos del enemigo, que por otra parte estaba mermado por el envío de tropas a Valencia. En las tareas de vigilancia, colaboraban las columnas de Julián Sánchez y Carlos de España. 

Plano del sitio de Ciudad Rodrigo en 1812
Fuente: Journaux des Sièges entrepris par les Alliés en Espagne, pendant les années 1811 et 1812
BNE

La guarnición francesa, de Ciudad Rodrigo, la componían unos 1.800 hombres, con un notable equipamiento artillero. Era gobernador francés, el general Jean Leonard Barrié. El ejército aliado anglo-portugués, disponía de unos 35.000 hombres, de los que únicamente unos 12.000 militares, tomaron parte activa en el asalto.

El control de la ciudad fronteriza, era un objetivo fundamental para unos y otros. Para los franceses, como punto de apoyo para invadir Portugal. Para los británicos, para impedir esa invasión, y servir de puente para la campaña en España.

Tras apoderarse del primer reducto fortificado, las tropas aliadas desarrollaron una frenética actividad para abrir trincheras, y preparar los asentamientos para la artillería. La tarea de los ingenieros y eventuales zapadores ingleses, no sólo era obstaculizada por el fuego artillero y disparos de mosquetes franceses, tampoco ayudaban el intenso frío, y la mala calidad de las herramientas enviadas desde Inglaterra.

El gobernador Barrié, permitió a los habitantes de la ciudad que quisieran, salir de la población, y mandó emisarios a Salamanca y Valladolid, para pedir socorros, sin que a los generales Marmont y Thiébault llegaran los mensajes, ya que los correos eran interceptados por los partidarios españoles.

Explosión en el asalto a Ciudad Rodrigo el 19 de enero de 1812
Joseph John Jenkins (1811-1885)

Hacia el día 13, las tropas aliadas tomaban el control del altozano del Calvario, entre el teso exterior y las murallas, desalojando a los franceses del convento de la Santa Cruz. Para detener el avance aliado, el día 14, los sitiados hicieron una salida a la hora de los relevos en las trincheras, consiguiendo destruir las zanjas y baterías más avanzadas. El disgusto para los sitiadores hubiera sido mayor, a no ser por el general Graham, que acudió en ayuda, y obligó a retroceder a los franceses. En la noche de ese mismo día, las tropas aliadas asaltaban el convento de San Francisco, en las afueras, y se hacían con el control de las casas cercanas.

Ante el riesgo de que finalmente, Marmont acudiera en auxilio de Ciudad Rodrigo,  Wellington decidió apresurarse y asaltar la ciudadela. Durante toda la mañana del día 19, los bombardeos fueron constantes, logrando agrandar dos brechas abiertas en el recinto. Con la llegada de la noche tuvo lugar el asalto. No fue fácil para los aliados, que fueron recibidos por los sitiados con descargas, explosiones y lanzamiento de granadas, a lo que se añadió la explosión de un polvorín, que causaron numerosas bajas a los asaltantes. Pese a la heroica defensa, la abrumadora superioridad de los atacantes, consiguió rendir a los franceses, y al fin, Ciudad Rodrigo era arrebatada al enemigo. Pero ¿qué enemigo?  

Saqueo de Ciudad Rodrigo
Fuente: The History of Joseph Bonaparte, 1869

Tras la caída de la ciudad, los vencedores procedieron a un saqueo brutal, en la que no respetaron bienes ni personas, cometiendo todo tipo de ultrajes y barbaridades, bebiéndose todo el alcohol que encontraron, y dejando a los estupefactos habitantes, preguntándose, si los llegados eran los salvadores de la Patria, ¿quiénes eran los enemigos? *

* Cuando las tropas se habían bebido el vino y el coñac de los almacenes, comenzaron los disturbios. Era imposible restablecer el orden; ni siquiera una división entera habría podido hacerlo. Tres o cuatro casas grandes permanecían en llamas, dos de ellas en la plaza del mercado, y la ciudad estaba iluminada por el fuego. Los soldados estaban borrachos y muchos de ellos, para divertirse, disparaban desde las ventanas a las calles. Yo estaba hablando con el barbero del regimiento, el soldado Evans, en la plaza, cuando una bala le atravesó la cabeza. Ocurrió a la una de la madrugada. Cayó muerto a mis pies y su cerebro quedó esparcido por el pavimento. Entonces busqué refugio y encontré al coronel M'Leod, con unos pocos oficiales en un caserón, donde permanecimos hasta el amanecer. No entré en ninguna otra casa de Ciudad Rodrigo. Si no lo hubiera visto, nunca habría podido imaginar que soldados británicos se volvieran tan salvajes y furiosos. Fue muy preocupante toparse con grupos de ellos en las calles, ebrios de alcohol y ansiosos por causar daño. Memoirs of Late War. The personal narrative of Captain Cooke. London 1831.

Los combates causaron unas 1.300 bajas entre las fuerzas británicas y lusas, entre ellas, la muerte del general Robert Craufurd. No más de 300 bajas, fueron las pérdidas francesas, y unos 1.500 militares galos, fueron hechos prisioneros. Más de 150 piezas de artillería quedaron en poder de los vencedores.

Al día siguiente, con la columna de prisioneros y escolta preparadas para emprender la marcha, una explosión accidental, provocó nuevas víctimas entre presos y escoltas.

Wellington, entregó la ciudad conquistada al general Castaños, y se volvió a sus cuarteles en Portugal. Las Cortes felicitaron y agradecieron al militar inglés la conquista, y le concedieron el título de duque de Ciudad Rodrigo. Por su parte, el gobierno inglés le otorgó el título de duque de Wellington, y el gobierno portugués el de marqués de Torres Vedras.         

Duque del Infantado
Cuadro de Vicente López Portaña
Museo del Prado
Día 21. Las Cortes eligen la nueva Regencia. Tras conocerse la propuesta de candidatos presentados por una comisión al efecto, y proceder a la discusión sobre la idoneidad de unos y otros, los diputados eligen a los miembros que han de formar la nueva Regencia. La formarán cinco componentes: Pedro Alcántara de Toledo, duque del Infantado; Joaquín Mosquera y Figueroa, consejero de Indias; Juan María Villavicencio, teniente general de la Armada; Ignacio Rodríguez de Rivas, del Consejo de S.M, y Enrique José O'Donnell, conde de La Bisbal. 

Día 26. Los franceses vuelven a saquear Murcia. Muerte de Martin de la Carrera. Una expedición de caballería francesa, con unos 800 jinetes, procedente de Granada y al mando del general Pierre Soult, hermano menor del célebre mariscal Soult, entró en tierras murcianas el día 25, llegando a Murcia donde exigió un exorbitante tributo, imposible de cumplir. Tras cobrarse una parte de lo exigido, los franceses se retiraron a Alcantarilla, con la amenaza de que volverían al día siguiente para cobrar el resto.

Patrullaban en el sur de Alicante, parte de las tropas del 3er ejército que, con la caída de Valencia tuvieron que dispersarse por el sureste, con la misión de vigilar los movimientos franceses, y tratar de impedir la toma de Alicante y/o Cartagena. En Orihuela, cerca de Murcia, se encontraba un batallón de caballería al mando del general Martín de la Carrera, quien dispuso un plan para sorprender a los franceses.

Informado de que en el palacio episcopal de la ciudad, se había organizado un banquete, para agasajar al militar francés, Carrera dispuso atacar al enemigo a la hora de la comida. Una parte de sus fuerzas, al mando del teniente coronel Yebra, entraría por la puerta Nueva, y él entraría con un escuadrón de unos 100 jinetes, por la puerta de Castilla. En el avance, ambas formaciones debían acometer sin cuartel, a los militares franceses que encontraran al paso, para reunirse ambos contingentes en el Arenal, y completar conjuntamente el castigo al enemigo.

Muerte del general Martín  de la Carrera en las calles de Murcia
Cuadro de Mauricio Álvarez de Bohorquez (1819-1877)
Real Academia de Bellas Artes de san Fernando

Inicialmente, el plan pareció cumplirse, pero recuperados los franceses de la sorpresa inicial, se reorganizaron, y consiguieron aislar a Martín de la Carrera con un pequeño grupo de sus jinetes, ya que el grueso del escuadrón lo abandonó. Tampoco llegaron los refuerzos del teniente coronel Yebra. 

La Carrera se vio acometido por varios enemigos a la vez, librando una desigual pelea, en la que dio muerte a dos atacantes. Con varios sablazos y un disparo que le alcanzó, siguió peleando hasta caer muerto, en la calle de San Nicolás.

Los franceses no consiguieron cobrar el resto del tributo impuesto, pero se dedicaron al saqueo y pillaje habitual, abandonando la ciudad, al día siguiente. Por el camino, Alcantarilla y Lorca, sufrieron la rapiña del codicioso general, a imitación de su hermano. 

Martín de la Carrera, recibió el reconocimiento de los murcianos, quienes le rindieron un sentido homenaje, y tras las honras fúnebres, celebradas en la catedral, acompañaron multitudinariamente el luctuoso cortejo.

Febrero

Día 3. Rendición de Peñíscola. Fácil le resultó al mariscal Suchet hacerse con la plaza fuerte de Peñíscola. Encargó al general italiano Filippo Severoli la conquista de la famosa fortaleza del papa Luna. Con varios batallones y un importante apoyo artillero, los imperiales se presentaron en el lugar, el día 20 de enero. Como era habitual, comenzaron intimando la rendición de la fortaleza, que fue rechazada.

Era gobernador de Peñíscola, el brigadier Pedro García Navarro, militar veterano, que había escapado del encarcelamiento enemigo, en Francia, cuando fue hecho prisionero en la acción de Falset de 1810. El reducto de Peñíscola tenía una guarnición de unos 1.000 hombres, y acumulaba suficientes víveres para resistir un sitio prolongado. Varias lanchas cañoneras protegían la costa.

Vista de Peñíscola
Retoques: recorte lámina, color digitalizado
Fuentes: Mémoires du maréchal Suchet.
Source gallica.bnf.fr/BnF

Entre finales de enero y principios de febrero, los cañones franceses bombardearon la fortaleza mientras Severoli, mandaba montar nuevas baterías para batir el istmo, que no necesitó utilizar, ya que un nuevo ultimátum a los sitiados, sí fue atendido, y la plaza se entregó a los imperiales el 4 de febrero, con unas condiciones muy ventajosas para sus ocupantes*. García Navarro pasó al servicio del rey José, continuando como gobernador de Peñíscola.

* El mariscal Suchet narra en sus Memorias que, en la rápida resolución del sitio, influyó el malestar del gobernador respecto a los ingleses que, le insistían en tomar el mando de la fortaleza. Noticia de la que fueron conocedores los franceses, por un despacho que García Navarro había enviado por vía marítima al gobernador de Alicante,  y que habían logrado interceptar. El conocimiento de esta circunstancia, hizo que Suchet enviara una carta muy amistosa al gobernador español, y estableciesen negociaciones sitiados y sitiadores, que concluyeron con la entrega de Peñíscola, y la libre disposición de los españoles para ir donde quisieran, conservando sus pertenencias.  

Dibujo de Ángel Lizcano Monedero (1846-1929)
Fuente: Episodios Nacionales Vol. V
Benito Pérez Galdós

Día 7. Acción de Rebollar de Sigüenza (Guadalajara
). En este episodio bélico, cayeron más de 1.200 hombres, entre prisioneros, muertos y heridos de la partida de Juan Martín el Empecinado, quien a duras penas pudo salvarse, tirándose por una cortadura del terreno.

La causa de la debacle, fue la emboscada que le prepararon los franceses, al mando del general Nicola-Phillipe Guye, gobernador de Guadalajara, valiéndose de la traición de otro guerrillero, Saturnino Abuin, alias el Manco, subordinado y colaborador del Empecinado, y que había decidido pasarse al enemigo, para asegurarse un empleo y sueldo.

Día 14. Incursión de tropas españoles en Francia. Pese al considerable contingente de fuerzas napoleónicas en Cataluña, y el control francés de las principales plazas fuertes* catalanas, el dominio de los invasores, sobre el Principado estaba muy lejos de ser total. La gran movilidad y desarrollo de los regimientos españoles, unido a la presión continua de somatenes y milicias autóctonas, provocaban una sangría continua en las fuerzas enemigas. 

*A finales de enero, Napoleón había dictado un decreto según el cual Cataluña quedaba dividida en cuatro prefecturas francesas: Ter, capital Gerona; Montserrat, capital Barcelona; Segre, capital Puigcerdà y Bouches de l'Èbre, con capital en Lérida.

A tal punto llegaba la audacia de los combatientes españoles, que en ocasiones se adentraban en territorio francés, como la incursión que hizo el general Pedro Sarsfield y su división, el 14 de febrero. Desde Puigcerdà, entraron en el país vecino, enfrentándose a varios batallones y patrullas francesas, recorriendo las poblaciones de Ax, Tarascón y Foix, consiguiendo 70.000 duros en contribuciones, armas, pertrechos militares, y la captura de unas 2.000 cabezas de ganado vacuno y ovino. El aviso de la llegada de refuerzos franceses, y la imposibilidad de consolidar la ocupación, decidieron a Sarsfield, terminar la expedición el día 19.    

Marzo

Día 16. Sitio de Badajoz. Tras la toma de Ciudad Rodrigo, Wellington preparó con minuciosidad, los planes para la toma de Badajoz, plaza en cuyo asedio había fracasado el año anterior. Concentró en la localidad portuguesa de Freineda, próxima a Fuentes de Oñoro, numerosas tropas para hacer creer al mariscal Marmont, que su intención era Salamanca. A partir del 19 de febrero, el grueso de las divisiones anglo-lusas, emprendieron paulatinamente la marcha, en dirección a Elvas.

Vivienda utilizada por lord Wellington como cuartel general en Freineda (Portugal)
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Una ingente aglomeración de tropas fue confluyendo en Elvas y poblaciones cercanas. Las 8 divisiones de infantería anglo-lusas, una división y dos brigadas portuguesas, junto con los regimientos de caballería, reforzados con la brigada de dragones pesados alemanes, llegada en enero, la de dragones ingleses, desembarcados hacía meses, y que todavía no habían entrado en campaña, y una de las dos brigadas portuguesas de caballería. La artillería, que pese a las lluvias y el mal estado de los caminos había llegado intacta, estaba servida por unos 900 artilleros. Únicamente adolecía el ejército aliado, de zapadores y mineros, imprescindibles en el proceso de sitiar ciudades. Las fuerzas reunidas constituían un impresionante ejército de más de 40.000 hombres, a los que habría que añadir otros 15.000, en unidades en vigilancia y reserva. Tantas tropas no eran necesarias para sitiar Badajoz, pero sí lo serían en caso de presentarse los ejércitos de los mariscales Marmont al norte, y/o de Soult al sur.    

Wellington salió de Freineda el 5 de marzo y llegó a Elvas el día 12. Previamente había procurado asegurar los flancos norte y sur, entregando un memorando al general Castaños, jefe nominal de los ejércitos de Extremadura y Galicia, en el que describía las posibles variantes bélicas, en función de la actitud francesa, y detallaba las acciones a tomar según los casos. Otro tanto hizo con los generales portugueses Baccelar y Siveira, responsables de los departamentos del Norte, y Tras-os-Montes.

Las fuerzas del ejército español consistían en cuatro divisiones del ejército de Galicia, con unos 15 000 hombres, de los cuales unos 550 eran de caballería, y una reducida artillería. De estas fuerzas, más de la mitad eran soldados de guarnición y reserva. Aunque Castaños era el general en jefe de este ejército, el mando estaba delegado en el general Abadía, quien había creado el desconcierto entre los soldados, al remover, la organización de guarniciones y mandos.    

Lanceros de Castilla
de Julián Sánchez, "el Charro"
La segunda fuerza española disponible, era la división del ejército de Extremadura, al mando de Carlos de España, con unos 5.000 hombres, de los cuales, más de la mitad servían como guarnición en la reconquistada Ciudad Rodrigo. Completaba el contingente español, la eficiente caballería del antiguo guerrillero Julián Sánchez, "el Charro" con unos 1.200 jinetes, convertida en unidad del ejército regular, con el nombre de Lanceros de Castilla.

Los ingenieros anglo-lusos tendieron un puente de barcas, para cruzar el Guadiana, y el 16 de marzo cruzaron el río varias divisiones, ocupando las afueras de Badajoz, sin ser molestados por la guarnición, que se encerró entre las murallas. Una fracción del ejército, de unos 19.000 hombres, con el general Thomas Graham al frente, se dirigió hacia el sur, por el camino de Sevilla. Otra fracción de unos 14.000 militares, con el general Rowland Hill al mando, marchó hacia Mérida. La misión de ambos, era anular las dos divisiones francesas que permanecían en la zona.

Lord Wellington también esperaba el concurso de otros contingentes españoles, tales como las fuerzas de Luis Penne de Villemur y Pablo Morillo, unos 5.000 efectivos incluyendo 1.000 jinetes, que situados en tierras onubenses, podrían tomar Sevilla, en el caso de que Soult la abandonara para socorrer la ciudad extremeña. Sin embargo, no confiaba en la colaboración de Francisco Ballesteros, poco amigo de recibir órdenes inglesas.

La plaza de Badajoz disponía de una guarnición de 5.000 hombres, de los que 4.337 eran de armas, y el resto auxiliares, intendencia y enfermos. Entre los defensores, había un reducido destacamento de infantería español, y unos pocos artilleros. El gobernador Armand Phillippon, con la ayuda del ingeniero Jean Baptiste Lamare, había desarrollado una intensa tarea para ampliar, y reforzar las fortificaciones de la ciudad, ideando ingeniosas construcciones y medios de defensa.

Vista de Badajoz (1808-1809)
Dibujo de Louis Albert Bacler d'Albe (1761-1824)
Grabado de Godefroy Engelmann (1778-1839)
Retoques: recorte lámina, color digitalizado
Fuente: Souvenirs Pittoresques du Général Bacler d'Albe

El ingeniero jefe británico inspeccionó los recintos defensivos, y pronto comenzaron los trabajos del sitio. Los elementos más elevados de las defensas, como el fuerte de San Cristóbal, quedaron descartados de los ataques iniciales. Tampoco lo serían los bastiones de San Vicente y San José, en el frente suroeste, aparentemente más débiles y fáciles de conquistar, ya que según informó un sargento renegado de los franceses, estaban contraminados. Los ataques empezarían por el frente sureste, donde estaban los baluartes de Santa María y la Trinidad, y para conseguirlo había que conquistar primero el fuerte adelantado de la Picuriña.

Con el mal tiempo a favor, en la lluviosa noche del día 17, los sitiadores, organizados en turnos, excavaron una trinchera en paralelo de más de 500 metros de longitud, y una zanja de unos 1.200 metros, para comunicar la paralela, con una zona al abrigo, de la colina de San Miguel. La apresurada excavación tenía casi 1 metro de profundidad, y algo más de 1 m de ancho. Los sitiados no se dieron cuenta de lo realizado, hasta clarear el día, procediendo a un bombardeo intenso con cañones y disparos de mosquetes. El día 18, con lluvia constante, y pese a la fusilería francesa, los sitiadores consiguieron profundizar y ensanchar las trincheras, sin sufrir grandes bajas, al tiempo que empezaron a preparar los asentamientos para las baterías.   

Mal vería la situación el gobernador Phillippon, quien decidió hacer una salida para destruir los trabajos. Al mediodía, del día 19, dos batallones, con unos 1.000 hombres, salieron por la luneta de San Roque, subieron un repecho y entrando por el extremo norte de la paralela, alejaron a los equipos de trabajo, llevándose herramientas, sin que pudieran destruir de manera irreparable lo construido, ya que, reagrupados los ingleses, contraatacaron, consiguiendo la retirada de los atacantes. Las bajas no fueron menores, y entre los dos bandos, tuvieron unas 450 pérdidas humanas.

En los días siguientes, el mal tiempo y la lluvia, impidieron proseguir los trabajos de trincheras y baterías, así como montar los cañones en las plataformas terminadas del cerro de San Miguel. El agua desmoronaba las paredes, e inundaba las zanjas. Se habían perdido cuatro días.

En la tarde del día 24, con buen tiempo, los aliados consiguieron instalar los cañones de las dos baterías frente al bastión de la Picuriña, así como en otros dos puntos. El día 25, por la mañana, 28 cañones abrieron fuego, y aunque los daños que ocasionaron en la fortificación no eran irreparables, Wellington decidió asaltar el fuerte por la noche. Sobre las 22 h, 500 hombres de la División Ligera, y la 3ª división, al mando del general James Kempt, intentaron el salto. La respuesta de mosquetes de los sitiados, ocasionaron unas 100 bajas a los británicos, antes de que pudieran ponerse a cubierto. Repetir el salto para franquear el recinto era el siguiente paso. Pese a las dificultades y disparos, primero unos 50 soldados pudieron entrar, para conseguirlo seguidamente otros 100 hombres en una nueva oleada.

Los sitiados sufrieron 83 bajas, 145 defensores fueron hechos prisioneros, incluyendo varios oficiales, y un grupo de otros 50, consiguió huir a la ciudad. Las bajas de los atacantes fueron muy superiores, con unos 330 caídos entre muertos y heridos. Una nueva salida de Phillippon desde San Roque, fracasó y le costó varias decenas de muertos. El fuerte de la Picuriña, estaba en manos aliadas.

Día 18. Los españoles asaltan Soria. Tropas al mando del mariscal José Joaquín Durán toman por asalto la ciudad de Soria. La acción pudo llevarse a buen término por la información aportada por el maestro de obras Dionisio Badiola, conocedor de los puntos débiles de las murallas sorianas.

En medio de un fuerte temporal, en la noche del 17 al 18, los españoles consiguieron vencer la fuerte resistencia de los franceses, que terminaron refugiándose en el castillo. Durán mandó bombardear el recinto defensivo, sin conseguir la rendición del enemigo. Tras siete días de asedio y combates, el general español mandó retirarse, coincidiendo con el avistamiento de una división francesa que acudía desde Aranda, en ayuda de los encerrados en el castillo.

La acción produjo, la liberación de prisioneros españoles, y la obtención de una elevada contribución económica, a satisfacer por los comerciantes de lana, colaboradores de los invasores. Soria perdió parte de sus murallas, junto con algunos edificios monumentales. 

Día 19. Las Cortes y la Regencia juran la Constitución recién promulgada. El día anterior había sido firmada por los 184 diputados presentes, incluyendo a los representantes de la provincias americanas y Filipinas. La Carta Magna, cuya elaboración y discusión había comenzado en diciembre de 1810, se desarrollaba en 10 títulos, destacando los siguientes preceptos:

  • El principio de la soberanía nacional como fuente de todas las potestades.
  • Declarar la religión católica como la única de la nación y prohibición de cualquier otra.
  • Definición del gobierno de España como monárquico y concreción de los tres poderes, el legislativo pertenecía a las Cortes junto con el Rey, el poder ejecutivo únicamente al monarca, y la potestad judicial, a los tribunales.
  • Las Cortes se compondrían de una única cámara de debates. Para ser diputado se precisaba ser mayor de 25 años, y residir al menos años siete años en la provincia.
  • Elecciones cada dos años, sin posibilidad de reelección hasta transcurrir una legislatura.
  • Límites a la sanción real de las leyes, pasando a regir la ley a pesar de la negativa por tercera vez del monarca.
  • Sucesión a la Corona según el orden de primogenitura y sin distinción entre varones y hembras.
  • Gobierno ejecutivo compuesto por siete secretarios de Despacho (ministros).
  • Creación de un Consejo de Estado con 40 miembros.
  • Creación de un Tribunal Supremo o de justicia. Eliminación de algunos fueros privilegiados en la aplicación de la justicia, salvo los de clérigos y militares.
  • Aparición de la figura del fiador, para evitar ir a prisión. Abolición de la confiscación de bienes. Regulación de los casos para proceder al allanamiento de morada.
  • Creación y regulación de las Diputaciones provinciales.
  • Regulación de los tributos con proporción a las capacidades de los individuos sin excepciones ni privilegios. 
  • Competencia de las Cortes para fijar el número de tropas y buques de la Armada. Eliminación de los privilegios para eximir del servicio militar a ciertas clases.
  • Institución de las escuelas en todos los pueblos. Libertad de imprenta sin necesidad de aprobación previa.  

El día 19, diputados y los miembros de la Regencia juraron la Constitución en el salón de las Cortes, tras los cual se celebró un oficio religioso en la iglesia del Carmen. Celebraciones y festejos, acompañaron la promulgación de la Constitución, pese a un fuerte temporal de viento y lluvia.

Abril

Día 2. Ejecución de vocales de la Junta de Burgos. En esta fecha, los invasores, ejecutaron en Soria, a cuatro miembros de la Junta de Burgos, a los que habían capturado el 21 de marzo, en la localidad de Grado del Pico (Segovia), con la ayuda de un traidor español. Decididos a atemorizar a quienes prestaban auxilio a los combatientes partidarios, los franceses dejaron los cadáveres en las horcas que, habían levantado en unas eras. Al día siguiente, y conseguido permiso del gobernador, los habitantes descolgaron los cuerpos, y se dispusieron a oficiar un funeral para su sepultura, en la iglesia del Salvador.

La gran concurrencia de sorianos y personalidades en el templo, debió irritar a los mandos franceses, que se personaron en la iglesia y amenazando a los asistentes, se hicieron con los cuerpos y de nuevo los colgaron en las horcas, donde permanecieron varios días, para alimento de animales.

La acción provocó la ira del partidario Jerónimo Merino, (el Cura Merino), que mandó sacrificar a 20 prisioneros franceses por cada vocal de la Junta, y 10 por cada soldado de su escolta, que habían sido ejecutados. Una matanza que se cobró la vida de 110 personas.   

Día 6. Toma de Badajoz por tropas anglo-lusas. Con la captura del fuerte de la Picuriña, los aliados se habían apoderado de un punto dominante sobre la ciudad, desde el cual se podían batir los importantes baluartes de Santa María y la Trinidad, que constituían el objetivo siguiente. Era necesario reacondicionar el fuerte conquistado, y asentar las nuevas baterías. Tarea nada fácil, dado el estado ruinoso de la fortificación, y la acción de los cañones franceses, que se cobraron numerosas víctimas, principalmente entre ingenieros y los improvisados zapadores. Los cañones de cobertura aliados, no conseguían acallar las baterías francesas, cuyas piezas inutilizadas eran reemplazadas rápidamente por otras. La instalación de los cañones y obuses en las nuevas posiciones, se convirtió en una complicada misión, que se cobró gran número de bajas, incrementadas por la explosión de dos acopios de pólvora para la artillería.

Croquis del sitio de Badajoz
Versión basada en en la ilustración de Bernard Vernon Darbishire (1865-1935)
Retoques: traducción, coloreado digital 
Fuente: A History of the Peninsular War. Charles Oman

Finalmente, entre los días 30 y 31 de marzo, las dos baterías montadas en el foso de la Picuriña, pudieron empezar a disparar, acompañadas por una tercera que, consiguieron abrir brechas en los bastiones de la Trinidad y Santa María. El asalto era el siguiente paso. Pero las fuertes lluvias crearon un problema. La saturación de agua del terreno impedía la evacuación de las aguas, agravada por la represa que sobre el riachuelo Rivilla, habían construido los franceses, inundando los accesos. Era preciso demoler la pequeña presa, para permitir el paso de los asaltantes desde las trincheras. Pese a varios intentos infructuosos, que costaron nuevas bajas, la presa no pudo ser demolida, retrasando el asalto, demora que los sitiados aprovecharon, para reparar y obstaculizar las brechas abiertas.

Los constantes bombardeos sobre los asaltantes, hizo que la munición de los franceses se fuera agotando, y tuvieron que reducir los disparos, al tiempo que aumentaban los de los sitiadores. Wellington mandó instalar los últimos 12 cañones disponibles, y para el 4 de abril los daños sobre los dos fuertes parecían hacerlos más practicables.

El tiempo se acababa, el mariscal Soult había cruzado Sierra Morena con un importante ejército, y se aproximaba, mientras que Marmont, siguiendo unas insólitas órdenes de Napoleón, se adentraba en Portugal.

Era preciso terminar el asedio cuanto antes. Los franceses preparaban una segunda línea de resistencia, por si caían la Trinidad y Santa María, al tiempo que seguían acumulando todo tipo de estorbos en las brechas abiertas, y llenaban el foso de toda clase de materiales, maderas y cuerdas. Informado Wellington por un lugareño, de la deficiente construcción de un lienzo de murallas entre los dos fuertes, mandó bombardear dicho punto, con el feliz resultado de que, en pocas horas, las bombas lograron abrir una tercera brecha. Era el 6 de abril, el comandante inglés mandó hacer el asalto sobre las 19,30 h.

Las tres brechas abiertas, debían acometerse a un tiempo, con tres contingentes de vanguardia de unos 500 efectivos cada uno, provistos de largas escalas y sacos de hierba, para amortiguar las caídas al profundo foso. Otros grupos de tropas ayudarían al avance disparando contra las troneras enemigas, y preparados para completar el asalto. En total unos 7.000 hombres. Una reserva quedaría en la altura de Pardaleras, para intervenir en caso necesario.

Al tiempo que el ataque a las tres brechas principales, también iban a ejecutarse otros dos asaltos, a los que se añadió posteriormente un tercero. Los soldados de retén en las trincheras, intentarían asaltar la luneta de San Roque; en caso de conseguirlo debían arruinar la presa sobre el Rivilla. Más arriesgada era la empresa propuesta por el general Picton, para acometer el castillo, con el argumento de que, al ser la fortificación más robusta, los franceses dispondrían una guarnición menor, para contar con mayor número de defensores en las brechas. En este caso, los asaltantes cruzarían el arroyo Rivilla, por una zona donde se encontraban las ruinas de un molino, y que no estaba inundada.

Como maniobra de distracción, para dispersar las fuerzas enemigas, se realizarían dos simulacros de ataques. La brigada portuguesa de Power, fingiría atacar el fuerte situado en la cabecera del puente sobre el río Guadiana, y otra brigada portuguesa haría un simulacro de ataque al fuerte de Pardaleras. A los puntos anteriores se uniría el asalto al baluarte de San Vicente.

Lamentablemente, el comienzo de los ataques se retrasó hasta más allá de las 22 h. Los cañones de apoyo, dejaron de disparar y los franceses, aprovecharon para reforzar aún más las defensas, con ingeniosas trampas mortales, minas y barriles explosivos. Las rampas de subida a las brechas, quedaron sembradas de maderas tachonadas de clavos, y en la parte superior, los defensores colocaron los artilugios conocidos como caballos de Frisia, un conjunto de lanzas y espadas fijadas a un eje de madera formando una estructura defensiva alargada, a modo de rodillo de segadora. 

El número de defensores quedó reducido a menos de 4.000 hombres, concentrados la mayoría en las tres brechas. Un batallón de reserva esperaba en plaza de la catedral. El castillo lo defendían unos 270 soldados, la mayoría alemanes de Hesse.

Comenzados los asaltos, éstos se desarrollaron pasadas las 22 h del día 6 y la una de la madrugada del día 7. La misión no concluyó como esperaba Wellington. Los ataques a las tres brechas, fueron un rotundo fracaso, y provocaron una masacre entre las fuerzas asaltantes. Los mecanismos de defensa de los franceses habían resultado muy eficaces, y ocurrentes, como demostró la excavación al pie de la pared interior del foso inundado, de una zanja profunda, donde se precipitaron gran número de atacantes, pereciendo ahogados casi todos los que saltaron primero. Las explosiones de minas y barriles de pólvora, terminaban con los que lograban salvar el foso inundado. Los repetidos esfuerzos por alcanzar las roturas, únicamente aumentaron el número de caídos, y al amanecer, las laderas de las murallas hasta el foso, estaban llenas de cadáveres. Pasadas las 12 de la noche, Wellington, mandó replegarse a los supervivientes a una zona segura. Las pérdidas aliadas fueron enormes, con más de 2.200 bajas, entre británicos y portugueses. 

La guarnición de Badajoz jura morir con las armas en la mano antes que rendirse
Ilustración de Felix Henri E. Philippoteaux (1815-1884)
Retoques: recorte lámina, color digitalizado
Fuente: Histoire du Consulat et de l'Empire. L.A. Thiers

Source gallica.bnf.fr/BnF

Pero el desastre tuvo un efecto beneficioso, puesto que, al concentrarse los franceses en las defensas de Santa María, la Trinidad y la brecha de la muralla, dejaron sin suficientes defensores las otras zonas secundarias atacadas, y la ciudad de Badajoz sucumbió gracias al éxito de los ataques a los bastiones de San RoqueSan Vicente, y sobre todo por la toma del castillo. Asaltos que también se cobraron numerosas víctimas aliadas, unas 700 bajas de los 4.000 efectivos que participaron, pero que finalmente, permitieron la entrada en la ciudad de fuerzas suficientes para sorprender la espalda de los defensores y conseguir su rendición. El gobernador Phillippon, que se había refugiado en el fuerte de San Cristóbal junto con un destacamento, procuró enviar varios jinetes para informar al mariscal Soult, y al amanecer se rindió.    

Wellington, justificó en parte, el fracaso en los asaltos principales, a la falta de zapadores experimentados, y de ello se quejó al Gobierno inglés. Sus quejas fueron atendidas, y el día 23 de abril, era creado el cuerpo de Zapadores y Mineros Reales.

Los franceses tuvieron unas 1.500 bajas, entre muertos y heridos. El resto de la guarnición fue hecha prisionera, incluyendo al gobernador. Al rendirse a la 5ª división aliada, que no había intervenido en los asaltos a las brechas, los prisioneros fueron puestos a salvo, de la inmediata locura y barbarie a la que se dedicaron los vencedores, cuyas atrocidades superaron las cometidas en anteriores ocasiones*. El saqueo, violaciones y derramamiento de sangre duraron hasta que Wellington dio instrucciones para terminar, dictando una orden al acabar el día 7, amenazando con la horca, que había levantado en la plaza de la catedral, a quienes no acataran la orden, que solo fue respetada parcialmente, ya que los desórdenes siguieron un día más. El día 9, los saqueadores hicieron caja del botín, con un improvisado mercado, en el que las víctimas de los robos, tuvieron ocasión de comprar los objetos que les habían sustraído.  

* La desafortunada Badajoz corrió la habitual suerte de los lugares tomados a punta de bayoneta. En menos de una hora, después de caer en nuestro poder, parecía como si el paso de varios siglos hubiese completado su destrucción. El soldado superviviente, tras asaltar una ciudad, la considera su propiedad indiscutible, y se cree con libertad para cometer cualquier atrocidad a modo de indemnización por haber arriesgado la vida. La sangrienta contienda lo insensibiliza a toda compasión; su garganta está reseca por los extraordinarios esfuerzos que ha realizado, y por necesidad, además de la predisposición, lo primero que busca son bebidas alcohólicas. Una vez conseguidas, todo rastro de humanidad desaparece y no hay brutalidad que no cometa. La ciudad no solo fue saqueada de todos los objetos que podían llevarse, sino que todo lo que era inútil o demasiado pesado para transportarlo fue destruido sin motivo.

Cada vez que un oficial aparecía en las calles, los desdichados habitantes se agolpaban a su alrededor con terror y desesperación, le abrazaban las rodillas y le suplicaban protección. Pero era inútil oponerse a los soldados: había 10.000 de ellos abarrotando las calles, la mayor parte borrachos y disparando sus armas en todas direcciones; era difícil escapar ileso.

Unas doscientas de sus mujeres del campamento también se abalanzaron sobre el lugar, cuando apenas había sido conquistado, para llevarse su parte del botín. Eran, si cabe, peores que los hombres. ¡Dios mío! ¡qué tigresas con forma de mujer! Me repugnaba verlas pasar con indiferencia por encima de los moribundos, insensibles a sus gritos pidiendo un sorbo de agua, y registrando los bolsillos de los muertos en busca de dinero, o incluso despojarlos de sus abrigos ensangrentados... Correspondencia de Karl Von Hodenberg. Regiment of Dragoons in the King's German Legion or KGL 

Para acabar, mencionar un hecho amable como fue la historia del capitán Harry Smith, que salvó a dos hermanas de los atropellos soldadescos, casándose con la menor, de 14 años, dos días después. El propio Wellington entregó la novia, de nombre Juana de León. La joven esposa, siguió a su marido en toda su carrera militar, por Europa, Sudáfrica e India. La biografía de lady Smith es muy interesante.

Al igual que hizo con Ciudad Rodrigo, una vez conquistada Badajoz, Wellington la dejo en manos españolas, entregándola al entonces capitán general de Extremadura, Juan José NIeto Aguilar, marqués de Monsalud. El militar inglés, volvió con la mayor parte de su gente a su cuartel de Freineda, en Portugal.

Día 9. Sorpresa de Arlabán.  Informado Francisco Espoz y Mina, del tránsito de un convoy francés con prisioneros y riquezas, se trasladó con sus hombres desde el Alto Aragón hasta las alturas de Arlabán, en Guipúzcoa, donde el año anterior ya había atacado otro convoy. En algo más de 24 horas, recorrieron unos 80 km.

La caravana francesa marchaba custodiada por unos 2.000 hombres. Mina y sus hombres atacaron por sorpresa cuando el convoy descendía hacia el pueblo de Salinas de Léniz, matando o hiriendo a unos 600 franceses, capturando 150 prisioneros, haciéndose con un considerable botín, y con la correspondencia del rey José. En la acción murió el secretario personal de José I, Jean Deslandes, al bajarse del carruaje que lo transportaba. Era portador de importantes documentos para Napoleón, entre ellos la renuncia de José I a la corona.

Portada de Diccionario crítico-burlesco
BNE

Día 22. Fracasa el intento de reinstaurar la Inquisición. Con la libertad de prensa reconocida por la Regencia, y recogida en la reciente Constitución, aparecieron en Cádiz gran número de periódicos de varias tendencias políticas, junto con otras publicaciones, panfletos y libelos.

Unos de los escritos que causó mayor controversia fue el publicado por el bibliotecario de las Cortes, Bartolomé José Gallardo, bajo el título de Diccionario crítico-burlesco, un texto satírico, anticlerical, de carácter liberal, como respuesta al Diccionario razonado manual para inteligencia de ciertos escritores que por equivocación han nacido en España, atribuido a Justo Pastor Pérez, diputado tradicionalista.

En los sectores conservadores de la sociedad gaditana, la publicación dio origen a un movimiento proclive a poner coto a la libertad de prensa, con el secuestro de la publicación, el encarcelamiento de Bartolomé Gallardo, por orden de la Regencia, desde el 22 de abril hasta el 16 de julio, y la propuesta en Cortes, del inquisidor de Llerena, Francisco Riesco, para que se reinstaurase el Tribunal de la Inquisición, pretensión que no pasó el dictamen previo para su debate y aprobación.   

Día 25. Acción de Muchamiel. Tras la caída de Valencia, a los franceses únicamente les faltaba el sureste peninsular para tener el control de toda la costa mediterránea, Alicante y Cartagena eran claros objetivos de conquista, pero la pérdida de efectivos por la próxima campaña rusa, y la falta de posibles refuerzos, por la incursión de las tropas anglo-lusas en el oeste peninsular, impedían a los franceses acometer con seguridad nuevas empresas.

Con el fin de tantear la situación defensiva en Alicante, el mariscal Suchet encargó al general Jean Isidore Harispe, una incursión en la zona, para lo cual se valdría de las tropas acantonadas en la costa de Villajoyosa, unos 1.200 hombres, y las ubicadas entre Castalla y Alcoy, con otros 2.200 militares.

La posición militar de los españoles no era precisamente de las mejores. Las recientes derrotas en Valencia, habían hecho confluir en el territorio del sureste, restos de ejércitos y fuerzas poco consolidadas, que estaban en proceso de reorganización y formación. Era responsable militar de la zona, el brigadier José O'Donnell, si bien muy mediatizado por el general anglo-irlandés Philip Keating Roche, que mandaba el principal cuerpo de ejército, integrado por soldados españoles, pero equipados y pagados por Gran Bretaña, y mantenidos por las autoridades locales. Para contener a los franceses, Roche dispuso únicamente de unos 1.600 efectivos, y dos piezas artilleras que no utilizó.

En la madrugada del día 25, el contingente francés de Villajoyosa, al mando del general Charles-Étienne Gudin, se puso en camino, llegando al cauce del río Montnegre, donde tras intercambiar disparos con los puestos de observación españoles, se dirigió con el grueso de sus tropas a Muchamiel, guardando la posición en el cerro del Calvario.

Enterada la guarnición alicantina del avance francés, el general Roche, decide salir al encuentro con unos 1.590 hombres, que en esos momentos igualaban en número a las fuerzas invasoras. Los españoles se despliegan en varias columnas, tratando de cubrir un frente desde las cercanías del Palamó hasta la costa de San Juan, y son conocedores de la marcha desde Jijona de las divisiones de los generales Harispe y Meunier.

A media mañana del día 25, las compañías del batallón de Chinchilla al mando del coronel Cortés, acometen el alto del Calvario. La posición ventajosa de los franceses hace necesario el refuerzo de más tropas, que finalmente consiguen desalojarlos del cerro, y emprenden la retirada hacia Villajoyosa, pero molestados por el batallón de voluntarios de Alicante, que les obliga a volver sobre sus pasos hacia Muchamiel.

La tardía llegada de las tropas de Harispe dan un vuelco a la situación, presionando a las fuerzas españolas a replegarse hacia Alicante, siendo acosados en su retirada por la caballería francesa. Las bajas de ambos bandos entre muertos, heridos y desaparecidos, no debieron llegar al centenar.   

Los franceses permanecieron unas horas frente a la capital alicantina, sin atreverse a intentar un ataque, prevenidos del alcance y defensa de las baterías de la ciudad, por lo que se retiraron hacia Novelda y Villajoyosa. 

Mayo

Día 19. Acción de Almaraz (Cáceres). Las comunicaciones de Andalucía con la Meseta Norte por el oeste, dependían del paso sobre el río Tajo por Almaraz. Destruido en parte, el magnífico puente, los franceses lo habían suplido por un pontón de barcas, y habían configurado una línea de protección, con reductos defensivos en ambas orillas del río, habían recuperado y reforzado el ruinoso castillo en el Puerto de Miravete, y construidos bastiones al pie del mismo, en el camino real, única vía por la que podían transitar los carruajes y los trenes de artillería.

Esquema geográfico de la zona de Almaraz
Gom 2025

Entre los planes de lord Wellington estaba el impedir la comunicación entre las fuerzas francesas en Andalucía, y el llamado ejército de Portugal del mariscal Marmont, que maniobraba entre Salamanca y zonas fronterizas portuguesas, y para ello era preciso anular el paso por Almaraz. La misión se la encargó a sir Rowland Hill, quien partió de Almendralejo el 12 de mayo, con parte de la 2ª división de infantería (dos brigadas británicas y una portuguesa), un regimiento de caballería y escasa artillería. Una vez cruzado el río Guadiana se le uniría una brigada de caballería portuguesa. En total, unos 7.000 hombres. Para el éxito de la acción fue de especial ayuda la aportada por el marqués de Monsalud, con su red de informadores, intendencia y la colaboración de los habitantes de la comarca, (Campo Arañuelo).

En la mañana del día 16, el ejército aliado llegó a Jaraicejo, con la intención de atacar por sorpresa, al amanecer y a un tiempo, las fortificaciones de Miravete, y los fuertes del río, el general británico dispuso el avance de las tropas en tres columnas, la izquierda, bajo el mando del teniente general Chowne, iría hacia el castillo de Miravete; el propio sir Rowland, con la derecha, bajo el mando del mayor general Howard, evitando la ruta principal, y siguiendo un mal sendero, pasaría por el pueblo de Romangordo hasta el puente; y la del centro, bajo el mando del mayor general Long, por la carretera principal, se dirigiría hacia el Puerto. La artillería iría con el centro, y las dos columnas de los flancos marcharían provistas de escaleras, para escalar los fuertes enemigos.

Debido a lo escabroso de los caminos que habían tomado, las columnas de los flancos no pudieron alcanzar sus respectivos puntos antes del amanecer, por lo que habiéndose perdido el factor sorpresa, sir Rowland consideró mejor aplazar el ataque hasta conocer mejor la situación, y características de las fortificaciones, ordenando parar el despliegue y acampar en la sierra. Por otra parte, los franceses ya habrían detectado la presencia de las tropas, y podrían haber pedido ayuda. Pese a todo, la nueva situación fue un golpe de suerte, ya que, tras un reconocimiento a la luz del día, se comprendió que tanto el castillo, como los fuertes auxiliares del camino, debido a su peculiar situación, no podían ser tomados sin un largo asedio. 

Era preciso cambiar la táctica a seguir, y sir Rowland, decidió centrarse en los dos fuertes que protegían el paso de pontones sobre el Tajo. El llamado fuerte Napoleón, se situaba en la orilla sur del río, disponía de torre, foso, y contaba con nueve cañones; el fuerte de la orilla norte, conocido como Ragusa, era de menor entidad y contaba con torre, luneta avanzada, y seis cañones. Entre el antiguo puente inutilizado de Almaraz y el nuevo cruce de pontones, los franceses habían construido un poblado, al que llamaron Lugar Nuevo, donde concentraron almacenes, establos, corrales y depósitos de municiones. El total de la guarnición francesa sería de unos 700 militares en los fuertes y 300 en el castillo. Era comandante en jefe, el coronel Aubert, de origen piamontés. 

Aunque el tiempo corría en su contra, sir Rowland, no decidió hasta el día 18, afrontar un nuevo plan. Amagaría un ataque al castillo, empleando la escasa artillería, y conduciría al grueso de la infantería por un desfiladero conocido como Paso de la Cueva, y lanzaría un ataque directo con bayoneta, contra los fuertes del río. El destacamento seleccionado para este propósito fue la brigada de Howard, reforzada por la brigada portuguesa de Ashworth, y acompañada por 20 artilleros, portadores de las escaleras, que debido a la dificultad del terreno tuvieron que ser cortadas en dos. La ruta que había que seguir era muy tortuosa, y aunque los fuertes estaban a solo 8 km, en línea recta, del punto de partida, se tardó toda la noche en llegar, rezagándose la retaguardia. Un campesino conocedor de la zona les guio, y tras largas horas de un abrupto trayecto en la oscuridad, entre matorrales y piedras, el destacamento llegó a la aldea de Romangordo, a unos escasos 2 km de los fuertes. En la aldea los soldados descansaron, antes de reemprender la marcha. 

Mientras, los franceses habían sido advertidos de la presencia aliada, confiados en que no serían atacados hasta que el paso del Puerto de Miravete, cuyas humaredas veían, no fuera franqueado por la artillería británica. 

Las tropas que se habían retrasado, demoraban su llegada, y el general británico, impaciente de la espera, tomó la arriesgada decisión de ordenar al ataque al fuerte Napoleón con los 900 hombres, disponibles en ese momento. Pasadas las 6 de la mañana, tres columnas de soldados, salieron del abrigo que les ocultaba, y corrieron hasta los muros de la fortaleza. Pese a la pronta respuesta de los mosquetes franceses consiguieron colocar, no sin problemas, las escaleras que se habían quedado cortas. La rápida incursión en el fuerte por tres puntos, debió confundir a los defensores, que iniciaron una retirada que no pudo evitar el gobernador Aubert, quien fue herido mortalmente en el ataque. Una parte de la guarnición intentó refugiarse en el fuerte Ragusa, cruzando atropelladamente el pontón, y perseguidos por los atacantes. En ese trasiego de un fuerte al otro se produjo un trágico hecho. Por motivos no aclarados, el paso de pontones se descompuso, cayendo a las aguas numerosos soldados, y pereciendo ahogados algunos de ellos. Según unos, la atropellada incursión en el paso, desbarató las cuerdas y amarres, según otros, el comandante del fuerte Ragusa, ordenó desarmar el pontón, para impedir el acceso enemigo. 

Dueños los aliados del fuerte Napoleón, sus cañones empezaron el bombardeo del fuerte Ragusa, cuya guarnición rehusó resistir, y emprendió la huida hacia Navalmoral. Restaurado el paso de pontones, la otra orilla fue ocupada. 

El balance de bajas, entre muertos y heridos del ejército anglo-lusitano, fue de 189 combatientes; las de los imperiales, incluyendo prisioneros, de unos 400 efectivos. 

Tras apropiarse de los pertrechos y municiones de utilidad, Hill mandó destruir los fuertes, el paso de pontones y los almacenes del Lugar Nuevo, tras lo cual emprendió con sus tropas, el camino de Trujillo, adonde llegaron el día 21. 

Hoy en día, los restos de mampuestos de los fuertes Ragusa y Napoleón, siguen dando testimonio de su existencia, en el lugar de los hechos.

Días 22-25. Acción de Mina en Ormáiztegui y Segura (Guipúzcoa). En Navarra, País Vasco y zonas aledañas de Aragón y Castilla, seguían las escaramuzas y encuentros de las tropas de Francisco Espoz y Mina, contra los franceses, a los que les tenía tomada la medida.

Tras la pérdida de Valencia, donde Mina se abastecía de municiones, mosquetes y otros aprovisionamientos, el líder navarro tuvo que recurrir a los suministros de la escuadra inglesa, que operaba en el Cantábrico. Hacia el 16 de mayo organizó una expedición a la costa, mientras daba instrucciones a unos de sus comandantes para desviar la atención francesa, desde la localidad de Estella. En la población guipúzcoana de Segura, fue informado de la aproximación de un convoy francés con artillería pesada, custodiado por unos 1.300 militares, bajo el mando del barón D'Arquieu. La oportunidad de dar un golpe de mano al enemigo, decidió a Mina a emprender una acción.

Mientras que la infantería iniciaba la aproximación, por Ormáztegui, el lugarteniente de Mina, el recién nombrado brigadier, Gregorio Cruchaga con cuatro batallones, decidió atacar el convoy enemigo. Iniciado el ataque, una bala de cañón, derribó a Gruchaga del caballo, causándole graves heridas en ambos brazos, provocando el desconcierto de sus hombres, que aprovecharon los franceses para contratacar. El aplomo de Cruchaga, que, aunque herido, exhortaba a sus tropas a combatir, hizo que los navarros se rehicieran, empujando a los soldados galos hasta más allá de Ormástegui. Aunque Cruchaga fue evacuado y curado, tuvo que sufrir la amputación de un brazo y manos, que no pudo impedir la gangrena, muriendo a finales de mayo. 

Mina pudo reabastecerse de municiones y fusiles ingleses, en Zumaya, y en los días siguientes, tuvo varias escaramuzas con patrullas enemigas, siendo herido por una bala en una pierna, en Santa Cruz de Campezo, que le obligó a retirarse una temporada.

Día 26. Combates por el control del puente de Molins de Rey. Asegurar el paso por el puente sobre el río Llobregat en Molins del Rey, era misión fundamental para los franceses, ya que facilitaba la comunicación de Barcelona, con la Cataluña interior. El lugar estaba custodiado por tropas del invasor, y era objetivo recurrente de los partidarios y somatenes. En el mes de mayo, la guarnición barcelonesa se dispuso a reforzar la defensa con la instalación de una batería de varios cañones, cuyo montaje fue permanente estorbado por los españoles.

El general Pedro Sarsfield, decidió dar un golpe de fuerza, y el día 26 sus tropas, ayudadas por el batallón de cazadores de José Manso, libró combate en la zona, consiguiendo expulsar a los franceses, inutilizando varios cañones, y causando unas 700 bajas al enemigo, entre muertos, heridos y prisioneros.      

Día 28. Acción de Tudela (Navarra). El mariscal José Joaquín Durán, emprende con sus tropas un ataque contra la guarnición francesa de Tudela, donde el enemigo almacenaba numerosas piezas de artillería, municiones y armas. Los españoles atacaron en dos columnas consiguiendo arrinconar a los franceses en la plaza de toros, de donde fueron a refugiarse al castillo. Fruto de esta acción, fue la captura de varias decenas de prisioneros, la puesta en libertad de algunos presos, la captura de armas y provisiones, así como la destrucción de 18 cañones, armazones y municiones.     

Junio

Día 1. Acción de Bornos (Cádiz). Pensando el mariscal Soult, comandante en jefe del ejército ocupante en Andalucía, que el ejército aliado tenía intención de invadir el territorio que mandaba, ordenó reforzar la línea del río Guadalete, fortificando la población de Bornos.

Guerreaba en la zona, la división al mando del general Francisco López Ballesteros, militar experimentado y capaz, pero poco dado a acatar órdenes que no le satisfacían, y que actuaba con gran libertad e iniciativa propia.

Decidido a dar un golpe a los invasores, marchó hasta las proximidades de Bornos, donde se entabló una cruenta batalla, que, pese al éxito inicial de las fuerzas españolas, acabó en tragedia por la habitual desbandada de la caballería hispana, nada más entrar en combate. 

La aventura de Ballesteros, costó la pérdida de unos 1.500 hombres entre muertos y prisioneros, muriendo en combate el comandante del Batallón de Granaderos, Rafael Ceballos-Escalera Sánchez, que había contenido, junto con sus hombres, el empuje francés. 

Día 24. Las tropas francesas de Napoleón cruzan el río Niemen. Napoleón esperaba enfrentarse al ejército ruso del zar Alejandro en las orillas del río Niemen, en la frontera actual entre Lituania y Kaliningrado. Pretendía el emperador francés, librar una única gran batalla, para obtener una victoria rotunda, que obligara al zar a negociar en desventaja. Para lograrlo, había conseguido formar un gran ejército de unos 300.000 hombres, incorporando a los mejores regimientos, procedentes de todos los países controlados por Francia, entre ellos España.

Los planes del zar eran otros, y conociendo sus debilidades, no hizo frente a la invasión en Niemen y dejó avanzar a Napoleón, quien tras vencer a los rusos en Smolenko, Borodino y llegar hasta Moscú, el emperador francés y su ejército se encontraron con la realidad del riguroso invierno, faltos de provisiones, por la política de tierra quemada de los rusos, diezmados por las enfermedades, y continuamente hostigados por los jinetes cosacos, al modo de las guerrillas españolas, que obligaron a una pronta retirada de Napoleón hacia Francia, donde su prestigio peligraba, y a una posterior, caótica y precipitada huida, del resto de tropas napoleónicas, en diciembre de 1812.      

Día 28. Toma de Salamanca. Tras la recuperación de Badajoz, el grueso de las tropas anglo-lusitanas, acampó en Fuenteguinaldo, en las proximidades de Ciudad Rodrigo, a la espera de nuevas instrucciones de lord Wellington. Este proceder, junto algunos erráticos movimientos de las fuerzas aliadas, hizo dudar a los mariscales franceses, Soult en el sur, y Marmont en Castilla-León, sobre las intenciones del generalísimo inglés, y su posible intervención en Andalucía.

Hacia el 5 de junio, Wellington ya tenía tomada la decisión de atacar al llamado ejército de Portugal del mariscal Marmont, y diseñado el plan de acción para impedir o dificultar, que recibiera ayuda francesa de otras zonas de la Península. Expulsar de Salamanca a los franceses era un primer paso. 

Tras la pérdida de Ciudad Rodrigo y Badajoz, la posesión de la ciudad, era del mayor interés para los imperiales. Siguiendo instrucciones de Napoleón, el mariscal Marmont había reforzado y convertido en prácticamente una ciudadela militar al conjunto urbano, continuando la tarea destructiva que, durante los tres años de ocupación, habían desarrollado sus antecesores. La mayor parte de edificios universitarios y religiosos, habían sido demolidos, incendiados o derribados con explosivos*. Para mejorar las defensas, Marmont, mandó reforzar el fuerte principal que dominaba el río Tormes, aprovechando el convento de San Vicente, y renovados los reductos defensivos en los antiguos conventos de San Cayetano y La Merced

*La ocupación francesa de Salamanca costó la pérdida de un inmenso patrimonio arquitectónico y cultural a la ciudad. Trece conventos fueron destruidos, así como 22 de los 25 colegios universitarios, entre ellos los afamados del Rey, de Irlanda, de Oviedo y de Cuenca, así como la desaparición de obras de arte y ornamentos sagrados. Auguste Marmont completó la devastación, derribando nuevos barrios para despejar la línea y ángulos de tiro, desde las fortificaciones levantadas.  

Para conseguir sus objetivos, lord Wellington había conseguido reunir un numeroso ejército de tropas británicas, portuguesas, y españolas, con unos 48.000 hombres*, incluyendo una potente caballería de unos 3.500 jinetes. Pero su principal problema no era la falta de recursos humanos, sino la falta de liquidez monetaria para poder sufragar los gastos, y pagar a los soldados. 

*La composición del ejército aliado, estaba formada por unos 28.000 soldados británicos, 17.000 soldados portugueses y 3.000 militares españoles de la división de Carlos de España.

A su vez, Auguste Marmont esperaba contar con unos 50.000 efectivos, pero para lograrlo, debía recibir auxilio de los cuerpos de ejército de otras zonas de la España ocupada. Impedir esa ayuda y despistar a los mandos franceses, era tarea que Wellington, encargó a españoles, y otras fuerzas británicas y portuguesas. De momento, el mariscal francés únicamente contaba con unos escasos 25.000 combatientes, que fueron aumentando, en días sucesivos, hasta un total de unos 40.000.

Hacia el 13 de junio el ejército anglo-portugués se puso en marcha, en tres columnas, la izquierda bajo el mando de Thomas Picton, la del centro dirigida por William Carr Beresford y la formación derecha, al mando de Thomas Graham. La marcha transcurrió lentamente y acampó en las orillas de río Tenebrillas, entre las poblaciones de Sancti Spiritus y Tenebrón. Los días siguientes continuaron las etapas de avance, y hacia el día 16 llegaron a la vista de Salamanca. Para entonces, lord Wellington ya estaba informado de que el grueso del ejército de Marmont había evacuado la ciudad, y únicamente habían quedado las guarniciones de los fuertes de San Vicente, San Cayetano y La Merced, con unos 800 soldados, y piezas artilleras.

Mientras los franceses se retiraban hasta Fuentesaúco, evitando la confrontación directa con los aliados, el grueso de las tropas de Wellington bordeaba Salamanca, y acampaban en el frente nordeste, bajo el cerro de San Cristóbal en las afueras. Dos regimientos acompañaron al general británico, en su entrada a la ciudad, siendo recibido con general alegría por la mayoría de los ciudadanos, y con temor o tristeza por quienes habían confraternizado o trabajado para los ocupantes, durante los 3 largos años de ocupación.

Con el cuartel general dentro de Salamanca, manteniendo la vigilancia sobre los movimientos de las tropas de Marmont, y cercados los tres fuertes, una inspección detenida de las fortalezas, hizo comprender a Wellington de que no venían preparados con suficiente artillería para acometer un asedio rápido y ganador. En la misma noche de la ocupación, empezaron los trabajos para preparar una batería, para poder bombardear el fuerte de San Vicente, tarea que quedó inconclusa por los continuos disparos de los franceses, desde la fortaleza.

Finalmente, en la madrugada del día 19, quedó terminada la batería principal, y comenzaba la instalación de otras dos. Los cañones y obuses disponibles iniciaron los bombardeos contra el fuerte de San Vicente, con resultados poco efectivos. En la mañana del día 20, llegaron desde Elvas obuses más potentes que sustituyeron a los existentes, y los cañones fueron cambiados de posición, logrando causar importantes destrozos en la muralla y en la cubierta del edificio. Un nuevo error de cálculo, paralizó los bombardeos, cuando el día 21 empezaron a faltar municiones. El nuevo abastecimiento de pólvora y balas no llegaría hasta el día 26, procedentes de Almeida.

Mientras sucedía el asedio a la fortaleza principal de San Vicente, el mariscal Marmont había iniciado una marcha desde Fuentesaúco. El día 20 sus tropas se aproximaron a las posiciones del ejército aliado, teniendo lugar varias escaramuzas durante los dos días siguientes, sin mayores consecuencias. El mariscal francés no se decidía a plantear batalla abierta, y el general inglés no tomaba la iniciativa de un ataque en toda regla, en el que tenía muchas posibilidades de triunfar.

Hacia el día 23 de junio, los franceses se habían replegado hasta Aldearrubia, esperando los refuerzos del Ejército del Norte, que debía enviar el general Caffarelli, para disponer de suficientes fuerzas para poder librar batalla en igualdad de condiciones.  

El asedio a los fuertes continuaba, pero la falta de municiones para los cañones, hizo que Wellington programase el asalto a uno de los reductos menores. Sobre las 10 de la noche del día 23, unos 400 hombres, al mando del general Bowes, intentaron sin éxito, escalar el fuerte de San Cayetano, con el trágico resultado de sufrir un tercio de bajas, entre ellas la del propio general Bowes.

Tras la llegada de municiones, en la tarde del día 26, se reanudaron los bombardeos, desde tres posiciones, sobre el reducto de San Cayetano y el fuerte de San Vicente, empleando balas de cañón al rojo vivo, que produjeron numerosos incendios. En la mañana del día 27, el estado de los fuertes era muy precario, y Wellington ordenó un segundo asalto a San Cayetano. Momentos antes de efectuar el asalto, los sitiados enarbolaron bandera blanca, pidiendo, una tregua de dos horas para consultar al gobernador, en el fuerte de San Vicente. Wellington concedió cinco minutos, tras los cuales se produjo el asalto y la rendición, sin apenas oposición, de los defensores.

Casi al mismo tiempo, también apareció una bandera blanca en el fuerte principal, y su gobernador, el teniente coronel Duchemin, planteó una tregua de tres horas, y las condiciones de rendición. Wellington se negó a la propuesta, y el fuerte de San Vicente, fue tomado al asalto, sin resistencia. Unos 600 franceses fueron hechos prisioneros, y capturadas gran cantidad de municiones, armas, vestuarios y pertrechos. Los fuertes fueron demolidos, y las armas quedaban en espera, de la trascendental batalla que tendría lugar en el mes de julio, entre franceses y aliados. 

Continúa en cap. 22 (Pdte.)

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 Webs:

 Real Academia de la Historia

 Instituto de Historia y Cultura Militar

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